EDUARDO
MARTÍNEZ DE PISÓN
Geógrafo y escritor
Considerado como uno de los grandes divulgadores y pensadores
con la montaña, el territorio y la naturaleza como base, el
geógrafo y escritor, Eduardo Martínez de Pisón, concedía una
entrevista al director de Waste Magazine. Anteriormente, en
xxxxx participó en el I Congreso Internacional de las Montañas
(CIMAS), con la montaña como inspiración para el arte... y en
2024, clausuraba el II Congreso CIMAS.
"EL
ALMA DE LOS PAISAJES NO ES PERCEPTIBLE SI NO PONES LA TUYA
EN ELLO"
“La Tierra es un milagro en el cosmos inmediato, gira entre
desiertos, un astro ardiente y vacíos letales. Aquí hay aire,
agua, fertilidad, vida y cultura”
“No podemos romper el equilibrio tripartito entre los espacios
geográficos naturales, rurales y urbanos”
«Conocer la montaña es la clave
para su protección»
(Martínez de Pisón 2018, por J. E.
Gómez) - ir a artículo
JUAN ENRIQUE GÓMEZ * DIRECTOR DE WASTE MAGAZINE
Entrevista realizada para la revista Oikosfera
y Waste Magazine
2024- Está convencido de que el hombre debe luchar por sus ideales
y enderezar el camino que nos lleve hacia el mejor de los futuros.
Eduardo Martínez de Pisón (Valladolid 1937) es un erudito del
paisaje, del territorio y la naturaleza. Geógrafo, catedrático
emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, está considerado
como el máximo exponente en investigación de la geografía física
de la Tierra, una disciplina que enriquece con profundos estudios
y comentarios humanísticos y científicos, literatura, arte, medio
ambiente y conocimiento personal de los territorios sobre los que
habla y escribe, porque Martínez de Pisón, Premio Nacional de
Medio Ambiente, es también escritor con más de 500 publicaciones
especializadas, entre artículos y libros. Comprometido con la
búsqueda del equilibrio entre el hombre y el territorio, su último
libro ‘Atlas Literario de la Tierra, paisajes de palabras’
(Forcola Ediciones 2023), muestra diversas formas de mirar el
paisaje, de contar la naturaleza, a través de la obra de grandes
literatos, como ya lo hizo con el mundo del arte en el libro ‘La
montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la
literatura’ (2017).
Martínez de Pisón afirma que la presencia del hombre en el
territorio siempre implica modificaciones, pero es posible dirigir
y controlar los comportamientos con el fin de no ser nocivos, en
lo grande y en lo pequeño, con la naturaleza terrestre. Convencido
de la necesidad de proteger los espacios naturales más sensibles,
cree que hay que conducir la acción del hombre de modo que no
resulte dañina para el medio ambiente, lo que tiene un claro
significado moral.
La montaña es vida para este geógrafo conocedor de los grandes
paisajes del mundo, desde la Antartida a las montañas de la
península Ibérica, fue presidente del Comité Científico español
para la Investigación en la Antártida. Apasionado de los
desiertos, ríos, mares y, sobre todo, de las altas cumbres y sus
paisajes glaciares. Al caminar por senderos y hacer cumbre, siente
una sensación de recompensa moral y de “haber sido aceptado por lo
magnífico”. En su sencillez, siente envidia de las pequeñas flores
que crecen en las grietas de la cumbre. Martínez de Pisón nos
muestra su especial forma de mirar la naturaleza y la humanidad.

Conferencia en el I Congreso Internacional de las Montañas 2018.
Foto: J. E. Gómez
-De sus libros y conferencias se desprende una idea que
cambia nuestra concepción de lo que nos rodea ¿El paisaje tiene
alma?
-Eso pensaban Unamuno y Machado. Y también que el alma tiene
paisaje. Es una correspondencia profunda que nos enseñó la
Generación del 98. Que también nos enseñó a mirar alrededor, a ver
las cosas y en las cosas. Yo lo aprendí de aquellos escritores y
lo pasé a la mirada geográfica para que ésta llegara a más
honduras que las de la sola percepción de la fisonomía y la forma
de los lugares. Estas son las apariencias y tiene un carácter
básico, pero en ellas no se agota el paisaje. Sin embargo, el alma
de los paisajes no es perceptible si no pones tu alma en ello.
-Ha publicado ‘Atlas literario de la Tierra’ ¿Es posible
descubrir el territorio y sus paisajes a través de las palabras,
a las que considera espejo del paisaje?
-Habría posibles bibliotecas enteras dedicadas sólo a
descripciones, a símbolos, a emociones, a enseñanzas de paisajes.
Las palabras de otros nos han enseñado a mirar y ver. A conocer la
sustancia de un lugar o a refinar nuestra sensibilidad ante unos
colores o significados de un sitio o a conocer con ciencia las
estructuras que lo sostienen y arman o las fuerzas que lo rigen.
Se ha creado así una geografía literaria paralela a la real, que
la refleja o a veces la inventa, que en sí misma es un placer
recorrer y que además nos eleva en nuestra capacidad de saborear
el mundo. En literatura se puede hacer un atlas de páginas, de
libros o de autores sobre los espacios geográficos de la Tierra,
bien descriptivamente o bien de modo temático. Yo he elegido esta
segunda opción a modo de ensayo y de manera selectiva, escogiendo
mis libros, los que expresan con más intensidad, desde mi
perspectiva, cómo puede ser una montaña, un desierto, un llano, un
bosque, un río, un mar, un pueblo o una ciudad. Y el libro es eso,
comprimido y también abierto a que el lector pase del estante de
obras representativas que yo manejo, para no ser interminable, a
una biblioteca mayor.
-En esta obra hace referencia a un cuento de Clarín en el
que el hombre es paisaje. ¿Cree que el entorno se comunica con
el hombre?
-Hay dos referencias a Clarín. Que era un magnífico escritor, como
todo el mundo sabe. Pero no sólo del mundo urbano, sino también
del rural. De una sensibilidad extraordinaria y de una prosa
espléndida. Pero, además, tiene un cuento con explícito sentido
del humor (creo que muy asturiano) en el que habla del fin del
mundo como consecuencia de una torpeza colectiva y del éxito
inexplicable y rapidísimo de ciertos maximalismos. Cuando ese fin
se cumple, no se acaba el mundo, sino la humanidad. Y, al
disiparse su último vestigio, se acabaría igualmente el paisaje,
pienso yo, pues éste es una revelación cultural. Es una visión
elevada del territorio propia de la cultura. Se extinguen así con
los seres humanos, con sus civilizaciones, las conciencias del
paisaje.
- Las palabras de otros nos han enseñado a mirar y ver.
Se ha creado así una geografía literaria paralela a la
real, que la refleja o a veces la inventa
- Clarín habla del fin del mundo como consecuencia de
una torpeza colectiva y del éxito inexplicable y
rapidísimo de ciertos maximalismos. Cuando ese fin se
cumple, no se acaba el mundo, sino la humanidad.
- El paisaje, como escribía Ortega y Gasset, es
historia. Es una construcción cultural y, por ello,
histórica
-¿Hasta qué punto el paisaje, las singularidades de un
territorio, han condicionado la evolución y actuaciones humanas
a lo largo de la historia?
El paisaje, como escribía Ortega y Gasset, es historia. Es una
construcción cultural y, por ello, histórica. Por un lado, lo ha
fabricado con amplitud la implantación humana en el terreno. Hay
paisajes antrópicos e incluso culturales. Además, es una
interpretación de los lugares, por las costumbres, por el arte,
por la ciencia, por las experiencias, por las emociones, por los
sentimientos. Tiene una parte objetiva, que da su fisonomía, y
otra subjetiva, que procede de la cultura social y de las
vivencias particulares. Así que la imagen del paisaje es una
aportación y un modelo que nos hace ver el territorio como tal
paisaje. Con ingredientes especiales. Y el conjunto, lo objetivo y
lo subjetivo, forma un todo, y retorna a la vida, a las gentes, al
paso de la historia; no obliga, pero sí facilita, dificulta o
condiciona como recurso físico y hasta espiritual a quienes lo
habitan o recorren. Ahora bien, de ahí a pasar a un determinismo
de la naturaleza o del clima en la historia hay un abismo. No me
tiraría por él.
-¿La antropización del territorio puede ser su destrucción
o es posible el equilibrio?
-Podría ser, si los excesos de técnica nociva, de insalubridad, de
belicosidad, de contaminación, etc. fueran por caminos imparables.
Estamos en una Tierra que puede volverse Marte; nuestro planeta es
un milagro en el Cosmos inmediato, en el sistema solar; está
girando entre desiertos, un astro ardiente y climas o vacíos
letales. Aquí hay aire, agua, fertilidad, vida, cultura. Y
paisajes llenos de belleza y hasta de dulzura. Pero, igualmente,
tenemos la deseable sensatez, espero, que nos impedirá llegar a
tal catástrofe. Por eso debe cuidarse el territorio, en lo que
dependa de nosotros. Está claro que no podemos hacer nada, de
momento sobre las fuerzas y dinámicas astronómicas, de las que
también dependemos, pero sí podemos dirigir y controlar nuestros
comportamientos con el fin de no ser nocivos, en lo grande y en lo
pequeño, con la naturaleza terrestre. El paisaje, como bien y
patrimonio físico y cultural, tiene también sus exigencias para
sobrevivir a la destrucción derivada del pragmatismo de corto
alcance, a la indiferencia social y a conductas torpes. Pero,
sabremos salvarnos. A veces con luchas ingratas, pero lo haremos.
Y, en principio, es una mirada cultural, es decir, civilizada, muy
humana, lo que nos permite a acceder a la idea de paisaje.
-¿Los valores de una sociedad se aprecian en nuestro
entorno natural?
-Esos valores han cambiado con la historia y no son los mismos en
todas partes. Hay ciertos países donde no cuentan. O ciertos
momentos históricos donde importan más o menos o se expresan de
distintos modos. Y siempre tienen su incidencia en la naturaleza.
Claro está que no se pueden comparar los impactos en ella de un
poblado neolítico y de un centro urbano actual, ni tampoco su
pensamiento. Otra vez la historia cuenta cómo se encauzan o
desbordan los hechos humanos, sus modelos y sus valores. Pero
nuestra implantación en los territorios lleva consigo
modificaciones en ellos, siempre. Y nuestros modelos culturales
plantean imágenes y valores que pueden calar más o menos en la
sociedad, ser minoritarios o generalizados, que aprecien o no y
repercutan en el tratamiento que damos a la naturaleza. Hoy, en
Occidente, han crecido los valores dados al entorno natural y se
observa en rasgos de esa conducta, no siempre fácil de llevar a la
práctica, pues nuestro mundo económico es duro, implacable y ciego
para estas cuestiones. Al mismo tiempo, la capacidad técnica
alcanzada en la transformación del territorio, las demandas
mayores de una creciente población, la pérdida de los confines, la
implantación de nuevos sistemas, entre otras muchas cosas, ponen
en jaque continuamente a esos valores, que sólo puede controlar
una política cultural fuerte, también aplicada a la geografía.
- Estamos en una Tierra que puede volverse Marte
- Nuestro planeta es un milagro en el Cosmos
inmediato, en el sistema solar; está girando entre
desiertos, un astro ardiente y climas o vacíos letales.
Aquí hay aire, agua, fertilidad, vida, cultura.
- Podemos dirigir y controlar nuestros comportamientos
con el fin de no ser nocivos, en lo grande y en lo
pequeño, con la naturaleza terrestre
-¿Sería necesario volver a los ecosistemas y sus
beneficios, regresar al mundo rural?
Se definían los espacios geográficos como
naturaldas. Y de su reparto territorial sin inundar los unos a
los otros. Ahora desborda el espacio urbano-industrial sobre los
demás, en protagonismo, en acción, en contagio, en extensión y
en modelo extensivo no sólo de producción, de estructura o de
fisonomía, sino de estilo territorial y ello afecta al hábitat
rural, a la economía agraria, a las comunicaciones, e invade en
nuestro entorno lo que ha venido siendo el espacio rur-natural y
lo que quede del aún naturalizado. Lo que hay que hacer es no
romper el equilibrio tripartito. Como principio, en general, y
aplicarlo en cada palmo de terreno. El mundo rural español fue
una forma de civilización, El que conocí de niño y adolescente.
Con acusada personalidad, pese a sus penurias. No sólo se
transforman los territorios. Eso también se pierde:
civilización.
-Se dice
que hay múla mayor comunión con la naturaleza?
-Está y no está en nuestras manos. Pero sí lo está el luchar
por los ideales. El enderezar el camino. Y ahora, en nuestro
espacio natural (o, mejor, de dominantes naturales) inmediato,
todo lo que no está protegido está amenazado. Conservarlo es
una decisión nuestra, de los particulares, de la sociedad y,
cosa evidente, de las autoridades. Es una resolución que
debemos tomar y, si podemos, si nos dejan, ejecutarla. No me
fío de cierta política, donde no se esperan votos de los
ruiseñores, sino de un público que con frecuencia sólo mira a
su rápido provecho material, no importa cómo, y con el cual
tiene tratos prácticos de conveniencia. Entonces, es la
sociedad cívica quien tiene que usar la democracia para evitar
esos daños o para conseguir que aún sea posible en el futuro
esa deseable “comunión con la naturaleza”. Para ello, debe
seguir habiendo naturaleza. Y eso es una opción claramente
territorial y paisajística.
-Desde hace un tiempo la expresión cambio climático se
sustituye por cambio global para incluir el efecto del
hombre sobre el clima ¿Deberíamos ser más conscientes de
nuestros actos y el papel que jugamos en el cuidado del
planeta?
-Es nuestra única opción. Los efectos de nuestra acción en la
atmósfera, en las aguas y en la tierra sí la podemos controlar
y encauzar. Y, en la medida en que somos responsables de ello,
tiene un claro significado moral, no sólo práctico, el
conducir nuestra actividad de modo que no resulte dañina para
el medio ambiente. Se confabulan muchos intereses en contra de
determinadas regulaciones, pero también se avanza en su
modificación progresiva. No hay más remedio. Que se
distribuyan imágenes de los demás planetas de nuestro entorno
celeste y que se vea en ellas cómo puede ser tu casa si no
tienes más cuidado en mantenerla viva.
-¿La sexta extinción tendrá al hombre como
protagonista?
-No lo sé. Ojalá no sea así. No tengo datos seguros actuales y
no poseo prospecciones futuras. Pero las tendencias sí que son
visibles a cualquiera. Hay que proteger y conservar, depende
de nosotros. Si no lo hacemos, el progresivo deterioro, dejado
solo a sus fuerzas, puede llegar a límites fatales. Por ello
es necesario corregirlo y detenerlo.
-Hay reacciones sociales en contra de la instalación
de parques eólicos, pero ¿no sería más coherente hacerlos de
manera sostenible buscando el equilibrio con la naturaleza y
el paisaje?
-Los parques eólicos son un paisaje industrial que ha sido
introducido y extendido, últimamente de modo masivo, por
lugares de morfologías y vidas naturales y rurales,
afectándolos claramente. De tal modo que se han convertido en
el mayor atentado al paisaje peninsular de lomas, cerros,
sierras y todo punto donde pueda soplar algo de viento, sin
más consideraciones. Como se decía desde hace años que era
bueno para el medio ambiente, escribí, cuando ya se venía
venir el proceso, unas páginas que titulé “El medio ambiente
contra el paisaje”. Ahora también el medio ambiente está en
contra del medio ambiente. La mortandad provocada en las aves
es sencillamente deplorable. El negocio de las energías
renovables, con permisividad y hasta aliento institucional,
tras otras energías también dignas de un comentario crítico,
ha desbordado lo previsto en el territorio y necesita una
revisión inmediata. En todas las cosas, hay que procurar
hacerlas bien, ponderadamente, contemplando las secuelas
posibles, no de modo intempestivo. Si se realizaran estudios
de tales daños colaterales, que son muchos e importantes, tal
vez podría llevarse a cabo la implantación de estos “parques”
(de parques tienen más bien poco) de manera más localizada y
menos invasiva. En cualquier caso, no de este modo.
- Los valores de la sociedad han cambiado con la
historia y no son los mismos en todas partes… siempre
tienen su incidencia en la naturaleza
- Nuestra implantación en los territorios lleva
consigo modificaciones en ellos, siempre.
- Nuestro mundo económico es duro, implacable y ciego
para cuestiones relacionadas con la naturaleza
- Lo que hay que hacer es no romper el equilibrio
tripartito entre los espacios geográficos naturales,
rurales y urbanos
-Para usted la montaña es parte fundamental de su vida y
sus experiencias, ¿Coincide con Juan de la Cruz o Dante en el
componente místico de las montañas?
Es una experiencia mística, muy espiritual, sublime, narrada en
versos magníficos que nos conducen a estados del alma simbólicos y
plenos, que nos enseñan a hacer sublimes a cualquier lector, si
queremos, claro está, las vivencias habituales de la ascensión.
Esos poemas son un símbolo de cualquier escalada a una montaña y,
a la inversa, cualquier escalada podría ser una experiencia que
reviva ese lado profundo revelado por la literatura. No siempre es
fácil en la práctica montañera estar tan alto o tan hondo como lo
que nos cuentan los grandes poetas, como es lógico, pero esa es
nuestra cultura y en los ecos de sus logros mayores entendemos,
incluso sin pretenderlo, nuestros actos. En el caso de las
montañas, ¿no hablan al espíritu sus silencios?
-Los ecosistemas frágiles y extremos como los de las altas
cumbres muestran ya signos de colapso, de cambio de ciclo, nos
advierten de lo que puede pasar ¿Por qué no les hacemos caso?
-Por primar el interés material, de modo abusivo, sin
contemplaciones respecto a sus consecuencias. Y “después de mí, el
Diluvio”, tomando para este caso la vieja frase atribuida a un rey
sin escrúpulos. Hoy casi se nos ha ido en las cumbres pirenaicas
el paisaje glaciar de antaño, que cantaron los pirineístas del
siglo XIX y que yo he recorrido y gozado y estudiado con pasión.
La Sierra de Guadarrama no ha tenido apenas nieve en lo que va del
año y los políticos arcaizantes persisten en mantener las
estaciones de esquí al lado de un parque nacional, con toda su
chatarra dañando el lugar, por mero entendimiento de la montaña
como lugar de explotación industrial. No hay reacción inteligente,
al menos inteligente, ya que no amante de la devolución a la
naturaleza lo que es de ella. Y, aguas abajo, esa división
pragmática del territorio sólo entre productivo e improductivo se
extiende a todos los pagos. ¿Quién puede cambiar culturalmente
esta percepción? Todo está acelerado, todos los modelos tienden al
consumo, al aprovechamiento de cada brizna. Pero la verdadera
percepción cultural del mundo depende de todo lo contrario, del
aprendizaje de la quietud.
- Elegir el futuro adecuado está y no está en nuestras
manos, pero sí lo está luchar por nuestros ideales y
enderezar el camino
- Para que el futuro pueda haber esa deseable comunión
con la naturaleza, tiene que seguir habiendo naturaleza.
- Conducir nuestra actividad de modo que no resulte
dañina para el medio ambiente tiene un claro significado
moral, no solo práctico
- Hay que proteger y conservar, depende de nosotros.
Si no lo hacemos, el progresivo deterioro, dejado solo a
sus fuerzas, puede llegar a límites fatales. Por ello es
necesario corregirlo y detenerlo
-¿Cambiar el mundo depende de nosotros?
-Tanto como el mundo, no. Somos menos poderosos. Pero sí, en la
parte que nos corresponde y hasta donde podamos, si es
conveniente, de nuestro mundo humano y, como consecuencia, de
nuestras acciones en el resto. En eso estamos. En cambiar cierto
mundo, empujando un poco. Si la pregunta va por mí, diré que lo
intenté con humildad siendo profesor. Lo sigo haciendo, con mayor
modestia, escribiendo. Por mí, que no quede, solía decir Julián
Marías. Que esta máxima se extienda. Tampoco somos muy optimistas.
-Le apasiona subir a las altas cumbres y dejarse llevar
por el paisaje y sus mensajes ¿Qué siente cuando ya no hay
tierra entre usted y el cielo?
-Plenitud, sensación de recompensa moral. Y de estar aceptado por
lo magnífico. De pertenecer al paisaje, de poder gozar de la
fuerza y de la belleza del mundo. Envidio a la hierba que ha
crecido en la fisura de una roca de la cumbre y ha hecho de esa
piedra su casa y de ese cielo su techo.

Conferencia en el II Congreso Internacional de las Montañas 2024.
Foto: J. E. Gómez
- No hacemos caso a los signos de deterioro que nos
muestran los ecosistemas, por primar el interés material, de
modo abusivo, sin contemplaciones respecto a sus
consecuencias
- En la cumbre de una montaña siento plenitud, sensación
de recompensa moral. Y de estar aceptado por lo magnífico.>
- Envidio a la hierba que ha crecido en la fisura de una
roca de la cumbre y ha hecho de esa piedra su casa y de ese
cielo su techo

Conferencia en el I Congreso Internacional de las Montañas
2018.
Foto: J. E. Gómez
«Conocer la montaña es la clave para su protección»
JUAN ENRIQUE GÓMEZ * Congreso CIMAS 2018
El geógrafo Martínez de Pisón apuesta por la sostenibilidad y
la difusión cultural de la naturaleza. El uso racional de la
naturaleza, el desarrollo de las montañas y el valor del arte
y la cultura como medio de conocimiento de sus valores centran
el congreso CIMAS
Existe una forma especial de mirar la naturaleza, sus
singularidades, territorios y habitantes. Es la visión que ha
dado el mundo del arte, la literatura, incluso filósofos y
científicos que van más allá de la ciencia vista únicamente
como constatación de la realidad tangible. La montaña, los
grandes relieves y cordilleras de todo el mundo forman parte
del acervo cultural de las civilizaciones y la historia. Es la
opinión de uno de los más prestigiosos geógrafos e
investigadores del mundo, Eduardo Martínez de Pisón, que se
convertía en el protagonista de una de las sesiones más
esperadas en el Primer Congreso Internacional de las Montañas
(Granada 2018), tanto por la personalidad de este profesor y
alpinista octogenario, como por estar considerado como uno de
los grandes estudiosos del paisaje y su cualidad como elemento
de difusión de los valores de la naturaleza y la montaña como
parte inseparable en la evolución del hombre. El profesor
Manuel Titos, encargado de presentar a Pisón, a quien califica
como pieza básica en el estudio de las cordilleras de la
Tierra.
'La montaña en la cultura y el arte' era el tema de la
intervención de Martínez de Pisón, que apoyado en imágenes de
obras de arte, espacios montañosos, libros y otras
manifestaciones gráficas de las últimas décadas, afirma que
«la montaña es muy bella e inspiradora, pero hay otra paralela
a la real, la montaña que es mostrada por el hombre en
términos de cultura y ciencia. Y es con el arte, una de las
expresiones más nobles del ser humano, con lo que regala a la
naturaleza una mirada, sobre todo a través del paisajismo. Una
mirada humana, una mirada cultural y una mirada a través del
tiempo». Este enamorado de las altas cumbres, afirma que no
todos los tiempos han sido de respeto y admiración para con
las montañas, «ha habido largos siglos en los cuales la
montaña era considerada un elemento hostil y se miraba de una
manera recelosa. Pero, en cambio, a partir sobre todo de la
Ilustración, hay una mirada amable y una mirada complaciente».
Una forma de ver la evolución de las grandes cordilleras, que
mostró a los asistentes a través de numerosos cuadros, como
una obra de la Gioconda, pintada por un alumno de Leonardo al
mismo tiempo que el maestro pintaba su obra maestra, en la que
no hace mucho tiempo se descubrió que estaba pintada con un
fondo de montañas, Asegura Pisón, que «la Gioconda es la mujer
de las montañas».
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