En la foto en la cumbre del Mulhacén: (De izquierda a
derecha) Lisardo Domingo, Antonio, Andrés, Custodia, Esteban y
Fernando; (abajo), Francisco, José, Antonio, José Antonio y
Paco.
SIERRA
NEVADA: MULHACÉN
DE CERO AL TECHO IBÉRICO
Desde Albuñol, en la costa de Granada, a la cumbre del Mulhacén
La «aventura» de un grupo de montañeros que desde hace dos décadas
recorren los caminos que ascienden desde la costa a la cota más
alta de la península.
A final de agosto cumplían 20 años de lo que ellos llaman la «gran
«chalaura»
Por Juan Enrique Gómez /IDEAL y Waste Magazine
Fotos: Lisardo Domingo
(https://supervivenciaef.blogspot.com.es/)
En la cima del Mulhacén (3.478 metros), es posible ver el mar. Es
una imagen inolvidable para todo aquel que logra pisar las enormes
piedras que forman la cumbre. Nadie puede imaginar que esa línea
azulada que dibuja el litoral sea el punto de partida desde el que
un grupo de montañeros asciende al Mulhacén, en menos de dos días
y que lleven 20 años, verano tras verano, recorriendo esa ruta que
les lleva desde la cota más baja posible, cero metros, al techo de
la península Ibérica. Casi tres kilómetros y medio de desnivel en
el que recorren todos los ecosistemas y pisos bioclimáticos que
existen en el Mediterráneo.
La ruta
Primer día: Albuñol-Rambla Aldahayar; Cortijo los Cózares; Venta
del Tarugo (zona más alta de la Contraviesa); Cortijo del Médico;
Río Guadalfeo; Lobras; Tímar; Juviles; Trevélez-La
Campiñuela-Siete Lagunas-Mulhacén.
Segundo día: Trevélez; La Campiñuela; Siete Lagunas; Mulhacén,
cima y vuelta.
El punto de partida es la localidad de Albuñol, la puerta entre la
costa y la Contraviesa. «Este año hemos sido once personas, diez
hombres y una mujer, de los que ocho somos de Albuñol, y los otros
dos de Granada», dice uno de los pioneros de esta ruta, Lisardo
Domingo Blanco, un profesor de Educación Física, especialista en
supervivencia y montañero con varios grandes picos en su haber.
«Siempre lo hacemos en la segunda quincena de agosto porque se
supone que ya hace un poco menos de calor y la ascensión, dentro
de la gran dureza que encierra, es más factible».
El camino lo iniciaban en la rambla de Aldahayar, en Albuñol. Eran
las seis de la madrugada. La meta estaba en llegar a la zona más
alta de la Contraviesa antes de que apretase el calor, y comenzar
a bajar hacia el Guadalfeo, con un objetivo realmente ambicioso,
«llegar a Trevélez para dormir junto al cauce del río». Tras dejar
atrás la sierra de la Contraviesa, comienza la verdadera Alpujarra
alta. El paisaje impregna los sentidos. «El agua y algún que otro
bosquete de encinas da una sensación de frescor que nos ayuda a
seguir nuestra aventura. Pasamos Lobras y Tímar, allí
almorzamos y nos rehidratarnos en su fabulosa fuente. El polvo del
camino lo dejamos en un lavadero centenario que hay debajo de la
plaza de este pueblo», dice Lisardo Domingo. La ascensión
continuaba hacia Juviles, en busca de los caminos que llevan hacia
un riachuelo con cascadas y aguas ferruginosas. «Ya estamos a
2.000 metros de altitud, y desde allí tenemos que bajar hacia
Trevélez. La primera etapa está cubierta».
Hacia la cumbre
El pueblo más alto de Europa es también el punto de partida desde
el que todos saben que no hay retorno. El Mulhacén se convierte en
omnipresente, aún quedan muchas horas antes de llegar a las
lagunas, borreguiles y los cascajales y pedregales más profundos
de Sierra Nevada. Tras pasar la noche junto al río Trevélez y
salir del pueblo, «en cuarenta minutos empezamos un fuerte ascenso
que nos deja a un lado el cortijo de los Prados para cruzar la
gran acequia de la sierra. Ahí empieza un bosquete de pino
silvestre repoblado que en todos estos años ha tenido un lentísimo
crecimiento. Pronto llegamos a la Campiñuela, un refugio de
pastores abandonado. Es el momento de descansar y recoger agua de
los borreguiles».
Los montañeros albuñolenses continúan su marcha hasta el río
Culo Perro, con aguas procedentes de las lagunas de la sierra.
Allí son habituales las vacas pastando en los prados. «Nos esperan
las cascadas de Aguas Negras. Es la antesala de Siete
Lagunas, el lugar donde tenemos que montar el campamento porque
será donde dormiremos tras haber cumplido con el objetivo y
volvamos del Mulhacén». A las dos de la tarde, los montañeros han
cubierto la principal ‘meta volante’, Siete Lagunas.
La impaciencia es la principal sensación. En pocos minutos, ya sin
equipo pesado a la espalda, inician la última etapa,
aproximadamente una hora y media de ascensión acompañados por las
aves montañeras por excelencia, Acentor alpino (como pequeños
gorriones de alta montaña). «Esta última subida es un canchal con
gran cantidad de floración endémica de la sierra, que unido a la
observación de alguna que otra manada de cabras monteses,
convierte este tramo en el más deseado y atractivo de la ruta».
Solo cielo
Más arriba solo hay cielo. Es la última posición terrestre posible
en el sur de Europa. La cumbre del Mulhacén es un conjunto de
grandes piedras que forman un pico con una caída a plomo en su
cara norte. «Siempre resulta curioso ver la hornacina de la Virgen
de las Nieves, ahora cubierta de objetos y recuerdos que los
montañeros dejan adheridos como testigo, y para algunos, como
elemento de devoción». Y a lo lejos, hacia el sur, el mar, la
línea de litoral, el lugar desde donde este grupo de montañeros
había partido hacía menos de dos días. Dos jornadas de contacto
directo con la tierra y sus esencias.
«La vuelta la hacemos hacia Siete Lagunas, donde dormimos en las
tiendas de campaña y en la cueva de la Fragüilla. Compartíamos
espacio con nidos de avión roquero con polluelos, a los que sus
padres no se cortaban para darles de comer, sin temor alguno ante
nuestra presencia», dice Lisardo Domingo, a quien el año
pasado le acompañó su hijo, Lisardo (junior), que ha sido el más
joven en hacer cima. «Fue en 2011, cuando tenía 16 años», comenta.
Recuerdo a Cristóbal
La ascensión ha tenido un especial recuerdo a un montañero
albuñolense, Cristóbal, fallecido recientemente, que ha sido la
persona de más edad que ha realizado la ascensión entre las
tierras de Albuñol y la cumbre del Mulhacén. «Él fue quien nos
enseñó los caminos para cruzar la Contraviesa y llegar hasta la
Alpujarra Alta. Su recuerdo ha estado presente en todo el
recorrido».
«Estáis seguros de querer llegar hasta allí?
Entre el grupo de montañeros, esta aventura es conocida como la
gran ‘chalaura’. Recuerdan que un vecino de Tímar, de 70 años, les
vio llegar en la Venta del Empalme. Le pareció normal que viniesen
andando desde Albuñol, pero cuando supo que iban al Mulhacén, le
llevó a un punto desde el que se veía el pico, muy lejos, y
preguntó: «¿Seguro que queréis llegar hasta allí?».
La cumbre del Mulhacén te hace enmudecer
Los montañeros albuñolenses no se cansan de esta experiencia.
Afirman que cuando llegan a la cumbre del rey Muley-Hacen, «es un
momento especial, inolvidable. Nos quedamos más de una hora
arriba, dejando que nuestros ojos se recreen en la panorámica».
Como todos los años, hay algún «novato» que no da crédito a lo que
ven sus ojos. Al oeste, la ciudad de Granada, pasando hacia el
norte por sierra de Cazorla, sierra de Castril, Sierra de Baza,
sierra de los Filabres, sierra Alhamilla, sierra de Gádor, y hacia
el sur, la sierra de la Contraviesa, y Marruecos a través de
Mediterráneo, sierra Tejeda, las costas malagueñas y por último el
pico del Caballo y el Veleta. «¿Qué se puede decir ante esto?»,
preguntan.
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