VUELVEN LAS GOLONDRINAS DEL MAR
LAS GOLONDRINAS DE OTOÑO
Incrementan su expansión en España y se quedan en playas de la costa oriental granadina
El Charrán patinegro, un ave «rara» en la península, consolida su presencia en el sur de la
península y vuelve para pasar el invierno
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle / Ideal y Waste Magazine

J. E. GÓMEZ
Un extraño sonido: ‘Kerríííckkkk´, ‘Kerríííckkkk´, llena las noches de luna en las playas más
solitarias del litoral oriental de la provincia de Granada. Suena en el mar y se repite desde
rocas y arenas cercanas. Es la señal inequívoca de que las golondrinas de mar han vuelto a tomar
posiciones en sus territorios de invernada. Son ejemplares de Thalasseus sandvicensis, un ave
marina conocida como Charrán patinegro y golondrina de mar, que comenzó a verse hace unos
años en las playas situadas entre Motril y Adra, incluso en zonas pobladas, como La Mamola y la
Rábita, y que a pesar de que los catálogos del Ministerio de Medio Ambiente no lo sitúan en esta
zona, ya pueda considerarse como visitante habitual, e incluso con algunos ejemplares residentes
durante todo el año.
«Se les ve casi todos los días sobre las boyas que hay para el paso de barcas, y no se asustan
de la gente», dicen los pescadores de La Rábita, para quienes es habitual la presencia de los
charranes, a los que ya distinguen de las gaviotas por su menor tamaño y diferente
comportamiento, y sobre todo porque no les dan la lata volando sobre sus barcas e intentando
conseguir los restos de pescado que desechan cuando sacan las redes, como hacen las
gaviotas.
El Charrán patinegro, es de color blanco, con tintes grises en las alas. Tiene alrededor de 40
centímetros de longitud, entre pico y cola, con alas finas y muy aerodinámicas, que llegan a un
metro de envergadura, pero sus principales características son un penacho de plumas negro que
corona su cabeza y que el pico, fino y negro, tiene una coloración anaranjada en la punta cuando
los ejemplares son adultos.
De buen agüero
Para quienes los conocen, la presencia de golondrinas de mar es la constatación de que en esas
aguas hay una riqueza biológica especial. Indican claramente que hay abundancia de peces, ya que
los charranes se alimentan de ejemplares pequeños, en la mayoría de los casos alevines y
juveniles, que suelen nadar en grupos muy cerca de la superficie. La mayor densidad de estas
aves es un buen bioindicador de la ‘salud’ de las aguas.
A partir del mes de septiembre la cantidad de charranes va en aumento. En las playas entre
Motril y Adra, y durante todo el otoño, se produce una curiosa imagen: cada una de la boyas de
señalización está ocupada por una golondrina de mar, que convierten esos elementos flotantes en
sus particulares posaderos, en atalayas desde donde otear la superficie y vigilar la llegada de
bancos de pececillos con los que alimentarse. Es impresionante verles volar a gran velocidad
entre las boyas y como, tras detectar a su presa, se lanzan al agua en un picado rapidísimo y
contundente. Desaparecen bajo la superficie durante unos segundos y vuelven a salir, la mayoría
de las veces con un pez en el pico. Los días de mar revuelto y grandes olas, se ve a los
charranes volando pegados a las crestas sin temor alguno a la fuerza del agua y a la espera de
algún pez atrapado en la corriente.
Avistamientos
A pesar de que el Ministerio de Medio Ambiente, en sus catálogos de especies amenazadas la
califica como una especie «rara» en España y con solo dos puntos con colonias
estables, el Delta del Ebro y la Albufera de Valencia, los ornitólogos granadinos han realizado
citas de charrán patinegro en la provincia desde hace años, lo que no es suficiente para
considerar que haya colonias estables, pero indican que se han avistado en todas las épocas,
especialmente como invernantes y otros de paso en sus migraciones. Pero también se han visto
ejemplares no reproductores en temporada de cría, según los autores del trabajo ‘Aves acuáticas
de la provincia de Granada’. Aún no se ha constatado que la costa andaluza oriental sea un
territorio donde los charranes se hayan decidido a nidificar. En las marismas del Guadalquivir
sí existen colonias estables, aunque parece ser que allí tampoco crían.
Esta especie está incluida en la ‘Red List’ de la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (IUCN), la lista roja de la fauna amenazada a nivel internacional, aunque su grado de
peligro está a la espera de resvisión de datos. Los censos indican que aunque sus poblaciones
pueden estar en recesión debido a la destrucción y contaminación de sus hábitats, aún no ha
sufrido una pérdida de más del 30%. Curiosamente, en la península Ibérica la presencia de
Thalasseus sandvicensis es cada vez mayor y parece ser que se encuentra en progresión. De hecho,
Medio Ambiente, la considera «no amenazada».
Gaviotas contra charranes
En las playas de La Rábita y La Mamola, los Charranes, sobre todo en otoño, son ya parte
inherente al paisaje marino, pero quien les observen durante unos días podrá comprobar que
mantienen serias disputas con gaviotas de varias especies, sobre todo patiamarillas y sombrías,
que pugnan por ocupar las boyas como posaderos. De hecho, en ocasiones, por su mayor tamaño y
agresividad, logran echar a los charranes que tienen que conformarse con mantenerse sobre el
agua o marcharse a las rocas próximas. El aumento de gaviotas en una zona es una de las causas
para el descenso en la presencia de golondrinas de mar.
Charrán patinegro:_ Su nombre científico es
Thalasseus sandvicensis. Proceden de
las costas británicas, Países Bajos, Alemania y Francia. En España, nidifican en el Delta del
Ebro y la Albufera de Valencia.
En Granada:_ Son habituales en otoño e invierno en las playas del litoral oriental,
especialmente en La Mamola, La Rábita, El Pozuelo y también en Adra (Almería).
En el mar. Los charranes patinegros permanecen casi todo el día, incluso parte de la
noche, sobre las boyas que les sirven de oteaderos y flotando sobre el agua, a decenas de metros
de la playa. Los ejemplares de la imagen fueron fotografiados en aguas de La Rábita (Granada)
