PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
ENTRE SABINAS Y ENEBROS
SIERRA NEVADA, SERIES DE VEGETACIÓN
Tras los últimos árboles, el matorral nevadense marca la frontera
de la alta montaña
En el collado de la Sabina las sendas se abren paso a través de
las últimas laderas calizas para entrar en el dominio de las
pizarras
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Un sonido de arrastre de piedras asciende desde el fondo de los
barrancos. Se mezcla con un entrechocar de pezuñas sobre los
guijarros. Es un pequeño grupo de cabras montesas que a primera
hora de la mañana, cuando el sol no ha logrado aún superar la
barrera de los grandes picos de Sierra Nevada e iluminar su cara
oeste, ascienden en busca de cotas altas donde pasar las horas
centrales del día. Caminan sobre un territorio difícil de piedras
sueltas, arenas y matorral espinoso. Junto a ellas se aprecia el
vuelo de pequeñas aves que esperan cazar los insectos e
invertebrados que los animales levantan al mover la tierra a su
paso. Es una pareja de colirrojo tizón, el macho de color obscuro
y la hembra marrón, pero los dos con la cola inconfundiblemente
rojiza. Tienen su nido entre las oquedades de los roquedos
situados en las cercanías y han de llevar comida para sus
polluelos. Entre la vegetación almohadillada se deja oír el
silbido, corto y potente, de las cogujadas. Es el dominio del
matorral de montaña, de los sabinares y enebrales que pueblan el
territorio previo a las altas cumbres, el final de la orla caliza
que rodea el núcleo central de la sierra, el punto geográfico
donde se inicia el dominio de las pizarras, de las rocas grises y
rojizas que caracterizan los cerros y sus glaciares. (...)
VÍDEOS * EL SABINAR,
COLLADO DE LA SABINA
VÍDEO: MERCHE S. CALLE Y J. E. GÓMEZ
(...) Es el
collado de la Sabina, un paraje situado sobre los altos del
Dornajo desde el que se inician las lomas que conducen hacia los
peñones de San Francisco, un espacio calificado como de los más
significativos para entender algunas de las singularidades de la
gran montaña de Sulayr. Ya no hay árboles, la altitud y la
temperatura impiden el crecimiento de arboledas y ni siquiera el
pino silvestre, autóctono de la media montaña, logra superar el
impacto de los cristales de hielo lanzados por las ventiscas. Son
laderas alomadas por la erosión, sin grandes cortados, donde
arraiga un ecosistema de matorral que alberga una gran
biodiversidad con altas cotas de endemicidad.
Suelos calizos
Es territorio de sabinas con enebros y piornos de suelos
calcáreos, caracterizados por sus colores ocres, sobre los que
aparecen densas manchas verdes que señalan la presencia de
sabinas y otras de colores pálidos formadas por tupidos matorrales
del muy espinoso piorno blanco. Forman un manto vegetal en el que
habita una gran cantidad de especies de fauna: mamíferos como
zorros y cabras montesas, numerosas especies de aves y sobre todo
invertebrados, entre ellos muchas de las mariposas de alta montaña
que vuelan en Sierra Nevada.
A 2.175 metros de altitud, donde las condiciones meteorológicas
empiezan a ser consideradas extremas, no es fácil sobrevivir.
Fauna y flora necesitan refugios donde protegerse de la fuerza del
viento, donde la nieve deje espacios para mantenerse durante el
invierno y en los que evitar que las montesas y el ganado eliminen
sus brotes tiernos. El matorral se convierte en hábitat de
supervivencia para gran parte de las especies que se desarrollan
en los sabinares, enebrales y piornales nevadenses, por lo que el
mantenimiento de estos ecosistemas es fundamental para la
conservación de la biodiversidad del Parque Nacional. Científicos
del Observatorio del Cambio Global de Sierra Nevada, mantienen
trabajos de seguimiento y adaptación de los viejos sabinares, ya
que tradicionalmente han sido objeto de un fuerte impacto humano
con talas, incendios y el uso abusivo de paso de ganado que
esquilmaba parte de la vegetación original. El collado de la
Sabina y otros parajes de Jerez del Marquesado y la Alpujarra, son
objeto de repoblaciones controladas de este tipo de matorral para
conseguir la recuperación de los ecosistemas.
En la cara noreste del collado se produce una mezcla artificial de
sustratos provocada por vertidos de tierras extraídas en obras de
la estación de esquí de Pradollano en la década de los ochenta del
pasado siglo. Miles de toneladas de tierras silíceas contaminaron
un terreno en el que se encontraban algunas especies muy
significativas de Sierra Nevada. El vertido, que ha intentado ser
repoblado y regenerado durante años, e incluso se ha utilizado
como campo de experimentación para la investigación botánica,
estuvo a punto de llevar a la desaparición a la única población
que en aquel momento había en la sierra de
Odontites viscosus
subsp. granatensis, una especie en peligro crítico de
extinción que ahora cuenta con dos poblaciones más en otros puntos
del macizo.
El collado de la Sabina es la frontera de la pizarra, uno de los
puntos geológicos más claros para observar el paso de la orla
caliza al corazón silíceo de la alta montaña. Aunque la tierra
mantiene mezcla de los dos sustratos, la capa vegetal cambia.
Entre las manchas verdes de las sabinas aparecen grandes
matorrales similares a los de la zona calcárea, pero ahora están
adornados por flores amarillas. Son piornos de la especie
Genista
versicolor, junto a los que crecen tomillos de Sierra
Nevada, un claro indicador de que se inicia el sustrato silíceo
que ascenderá poco a poco hacia zonas más expuestas a las
inclemencias del tiempo. Es posible ver el vuelo de las mariposas
apolo de la sierra,
Parnassius apollo subsp nevadensis,
otro bioindicador del cambio en el sustrato y la vegetación. El
collado da paso a los enebrales rastreros, los enebros nevadenses
que se suceden hacia el collado del Diablo y el antiguo refugio de
los llanos de Otero.
Las sendas que discurren a través del collado lo hacen entre
sabinas, enebros y piornos, son parte del viejo camino de los
Neveros, la conexión entre la ciudad y las cumbres de Sulayr.