PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
NEVEROS, LA SENDA DE LA NIEVE
Senderos y veredas permiten rememorar la diaria gesta de ir a por hielo a los ventisqueros de la
sierra
Las cañadas reales de la Cuerda y los Neveros dibujan la ancestral arteria de conexión
vital entre la ciudad y las cumbres nevadenses
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
“Subíamos con las bestias a eso del mediodía y llegábamos a las ocho de la tarde. Con unas
azadas comenzábamos a cargar la nieve, en lo que echábamos unas dos horas. Después salíamos para
Granada, donde daban las cinco de la mañana entrando por el Salón”. Lo contaba Juan de Dios
Sánchez Morales, uno de los últimos neveros, arrieros de la nieve, al periodista del periódico
Patria, Pedro Sagrario, el 12 de julio de 1972. Recordaba el viaje que cada día, desde cuando
aún era un niño, realizaba junto a su mula La Española. “Íbamos al Purche por la ruta de la
Cuerda de los Neveros, subiendo por Cuesta Bermeja, el Llano de las Víboras, el tranco del
Dornajo y la Cañadilla. Siempre cuesta arriba, ¿sabe usted?”. Cargaban asnos y mulos con hasta
200 kilos de nieve, compactada con lo que llamaban ‘el barbero’, una tabla que la aprisionaba,
entre serones y protegida por espartos para crear un efecto de igloo que retrasase el deshielo
el mayor tiempo posible y que el preciado cargamento llegase lo más completo a los depósitos de
la Casa de la Nieve, situada en la calle Varela, entre Santo Domingo y San Matías. Juan de Dios
Sánchez, contaba su camino que partía de Monachil. Otros arrieros lo hacían desde la ciudad, a
través de los Rebites y la cuesta de los Desmayados, para unirse a otras recuas en los altos del
Purche, y recorrer juntos la Cañada Real de la Cuerda que desde ese punto se une a la de los
Neveros y alcanzar juntas la de las Sabinillas que llega desde Güéjar.
La historia del último arriero de la nieve la recuperaba Manuel Titos en su libro ‘Los Neveros
de Sierra Nevada’, donde realiza un recorrido histórico sobre esta singular figura de los usos y
beneficios ecosistémicos que la montaña ofreció durante siglos a los habitantes de su entorno.
Es posible rememorar la aventura, la gesta diaria, que emprendían desde el siglo XVI decenas de
personas encargadas de extraer el hielo de los ventisqueros, “una parte para refrescar el
verano, y otra la llevábamos a los hospitales”, contaba Juan de Dios. (...)
VÍDEOS * Play list La ruta de los Neveros
Vídeo inicial: EL PURCHE ; EL DORNAJO; LOS PEÑONES DE
SAN FRANCISCO
VÍDEOS: MERCHE S. CALLE Y J. E. GÓMEZ
(...)
Desde el Puente Verde, al final de los Jardincillos del Genil, se divisan las paredes rocosas,
los cortados del Dornajo, allá a 2.000 metros de altitud, un punto de atención en un paisaje que
se alza hasta las laderas del Veleta, donde las lascas de pizarra, los cascajales situados en lo
que llaman Cauchiles, conservan los últimos reductos de nieve tras el invierno. Es la imagen que
se aferra a la retina de quien ha iniciado el camino hacia las altas cumbres. La ciudad se
extiende a los lados del antiguo camino que asciende hacia Los Rebites, hasta que a la derecha
del paraje de Las Perdices, tras las Conejeras, continúa el primitivo sendero que asciende entre
los altos de las colinas que, al sur dejan ver el valle de Monachil y al norte, las aguas del
Genil. La fuerte pendiente de la cuesta del Desmayo no es más que un aviso a caminantes, que
andan con la visión de los bosques calcinados de Cenes, hasta ascender a las lomas que confluyen
con la carretera de Monachíl y los accesos al Purche, donde se conservan viejas oquedades
rodeadas de piedras en las que los Neveros hacían acopio de nieve, de un día para otro, cuando
sabían que las tormentas no les permitirían hacer cumbre.
Las
vaguadas y umbrias de Cauchiles eran el lugar donde recogían la nieve
El Purche es la antesala de la gran montaña, la gran dehesa en la que recuperar el resuello
antes de encarar las veredas que desde la Víboras llevan al Dornajo. En el Purche, el viejo
sendero sigue las actuales carreteras, pero en la confluencia con el carril de la Central de
Diéchar, se inicia una vereda que conserva las características, la dificultad, e incluso el olor
y las vivencias de los arrieros. Es la que llega hasta el carril de San Jerónimo, donde confluye
con las sendas que realizaban los neveros que partían desde La Zubia, para desde ese punto
seguir ascendiendo hasta cruzar la carreta de Pradollano e internarse en la antigua carretera de
Sierra Nevada hasta el collado del Dornajo, los espacios dolomíticos, el final de la orla
caliza, la antesala de la corona silícea nevadense.
Densos matorrales de un verde oscuro, entre rocas sueltas rodean la vereda por la que transitan
las caballerías. Han llegado al Sabinar, al Collado de las Sabinas, desde donde caminaban hacia
los Peñones de San Francisco, la Mora y Cauchiles, donde la nieve esperaba en julio, y en otros
tiempo, incluso en agosto.
Los arrieros llegan a los ventisqueros. Los más bajos a 2.500 metros de altitud, y en ocasiones,
en años secos, debían seguir su ascenso hasta los pies de la cara norte del Veleta, a 3.000
metros, a las Posiciones, desde donde internarse en el abismo del circo glaciar a través del
Veredón, hoy camino de montañeros, entonces senda solo apta para mulas y cabras.
Recorrer los Neveros es conocer la esencia biogeográfica de Sierra Nevada, es caminar por las
tierras arcillosas del conglomerado Alhambra, observar espartales y tomillares, bosquetes
mediterráneos, dehesas de montaña, robledales, los últimos pinares que dan paso a sabinares y
piornales, pedregales, ecosistemas rupícolas de paredes verticales, y conocer la singularidad de
las altas cumbres, porque desde Granada hasta los ventisqueros, el sendero salva más de 2.300
metros de altitud y recorre cuatro pisos bioclimáticos, el meso de la ciudad, supra en la media
montaña y los oro y crioromediterráneos en las altas cumbres.
Desde que en el Reino de Granada, los árabes comenzaron a bajar la nieve a la ciudad, los
caminos de la sierra se abrieron al conocimiento y la ciencia, el comercio y la observación.
Durante siglos fueron transitados por hombres y caballerías. El mismo recorrido que algunos
montañeros en la segunda mitad del siglo XX realizaban de forma habitual, entre la ciudad y los
peñones de San Francisco, por el camino de las bestias, para bajar después por las veredas que
conducían desde los Campos de Otero al Dornajo y el Charcón, donde les esperaba el último
tranvía de la tarde para volver a la ciudad.
A su paso por el Dornajo
CAMINO DE LOS NEVEROS
¿Dónde está?: Llega desde Los Rebites, en Granada - Huétor vega, hasta
Cauchiles y las laderas del Veleta.
Puntos de interés: Partida de Las Perdices en Los Rebites. El Purche y su
dehesa. El Dornajo y el Collado de la Sabina. Los Peñones de San Francisco. Hoya de la Mora y
Cauchiles.
Coordenadas: Inicio en 37° 9’ 6.02-N 3°33’46.47-O.
BIODIVERSIDAD
Especies de flora que pueden observarse en el recorrido de la media montaña
En la alta montaña: VER GUÍA DE FLORA DE SIERRA
NEVADA
Especies de flora presentes en este espacio natural

Berberis hispanica
Aegilops ventricosa
Agrostemma githago
Andryala ragusina
Anthyllis vulneraria
Berberis vulgaris
Catanache caerulea (Hierba cupido)
Centaurea calcitrapa
Cirsium pyrenaicum
Crataegus monogyna (Majuelo)
Cynara baetica
Genista cinerea
Daphne gnidium (Torvisco)
Eryngium campestre
Euphorbia nicaeensis
Gallium verum (Hierba sanjuanera)
Helleborus foetidus
Linum suffruticosum
Linum tenue
Mantisalca salmantica
Phlomis crinita
Phlomis herba venti
Candilera
Phlomis lychnitis (Candilera)
Populus nigra
Putoria calabrica
Ptilostemon hispanicus
Quercus rotundifolia (Encina)
Retama sphaerocarpa
Rosa canina
Rosa pouzinii
Scirpoides holoschoenus (Junco churrero)
Scolymus hispanicus
Sideritis incana
Teucrium webbianum
Teucrium bicoloreum
Thymus zygis subsp gracilis
Thymus mastichina
Trifolium pratense
Lepidopteros
Chazara briseis
Pyronia bathseba
Satyrium spini
Thymelicus sylvestris
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