PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
LAGUNAS DE SIERRA NEVADA, DISPARATES HISTÓRICOS
Desde un canal navegable Granada-Salobreña, a drenajes y
canalizaciones para regar la Alpujarra | Una investigación de
Manuel Titos desvela los atentados ambientales en lagos glaciares
como los del Caballo, las Yeguas y proyectos imposibles del siglo
XIX
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
¿Sería posible viajar en barco desde la vega de Granada hasta las
playas de Salobreña? La respuesta habría sido positiva hace 20
millones de años, pero en la era del hombre no es más que un sueño
imposible, sobre todo si se pretende llenar el cauce con el agua
procedente de las lagunas glaciares de Sierra Nevada. Es uno de
los proyectos, evidentemente no llevado a cabo, que Manuel Titos
Martínez, historiador y presidente del Consejo Asesor de Sierra
Nevada, ha reflejado en una investigación sobre los atentados
ambientales que han sufrido las lagunas de la sierra a lo largo de
la historia, o al menos del periodo de tiempo del que existen
referencias documentales.
En un artículo científico publicado en la Revista del Centro de
Estudios Históricos de Granada y su Reino, titulado 'Los trabajos
de desagüe de las lagunas de Sierra Nevada: un largo despropósito
medioambiental', Titos recoge que a lo largo de los siglos los
lagos glaciares han sido objeto de verdaderos disparates que han
puesto en grave riesgo el frágil equilibrio de los ecosistemas que
forman las lagunas de la alta montaña nevadense, algunos de ellos
tan recientes y conocidos para todos como la semidestrucción de la
laguna de las Yeguas para convertirla en un embalse para abastecer
la estación de esquí, la canalización de borreguiles para generar
lagunas artificiales que alimenten los cañones de nieve y los
casos históricos reflejados e investigados por Manuel Titos como
los de la laguna del Caballo, Laguna Larga, la laguna Cuadrada,
Chica y otras cubetas referenciadas por escritores e
investigadores hace más de dos siglos.
Laguna del Caballo. Foto: A. Castillo
Laguna del Caballo
El caso más significativo es el del desagüe de la laguna del
Caballo, del que recientemente los investigadores Antonio Castillo
Martín y Cristina Maldonado descubrieron el misterio que encerraba
el canal que se había construido para llevar agua, al constatar
documentalmente que había sido el primer caso de la historia de
paralización de obras por motivos de protección ambiental y para
no expoliar los recursos hídricos de la sierra. Titos confirma que
el canal que, desde siempre, deja escapar el agua que acumula la
laguna cuando llega a la altura del drenaje, fue realizado con la
intención de llevar agua a los agricultores y cortijos de la
ladera de Lanjarón, sin tener en cuenta que mermaban de forma
considerable las filtraciones de agua a los acuíferos y los
arroyos que desde esa zona llenan ríos como el Dúrcal.
«El 12 de febrero de 2016 me entrevisté con un agricultor,
Francisco Pozo, que nació y vivió gran parte de su vida en el
cortijo Ballesteros, en la parte alta del valle del Lanjarón.
Aproveché la ocasión para preguntarle por el rebaje de la laguna a
alguien que había vivido mucho tiempo en aquellos parajes. En mis
papeles realicé aquel día la siguiente anotación: 'dice que, según
él ha oído de toda la vida, la zanja la hicieron unos que llamaban
los Candiles, que labraban un haza en Los Llanos, en el límite de
Lanjarón y Cañar, a donde llevaban el agua por una acequia que se
llamaba Mezquerina. Según él, la hicieron después de la Guerra
(Civil), en un año de mucha sequía, pero no la llegaron a terminar
porque antes de hacerlo subió gente de Dúrcal y les paró el
trabajo porque el desagüe secaría las fuentes de su río. No sabe
ni quiénes, ni cuántos ni con qué autoridad subieron», cuenta el
historiador, que refleja en su trabajo las investigaciones de
Castillo y Maldonado en las que se indica que fue en 1875 y no
tras la Guerra Civil, cuando se hicieron los trabajos y que el
gobernador civil de Granada ordenó la paralización de las obras.
Este drenaje aún es perfectamente visible, y según los datos
recabados por Manuel Titos, supuso reducir en 13.200 metros
cúbicos la capacidad de almacenamiento de agua de la laguna y la
reducción de casi la mitad de la superficie de la cubeta, que
perdió algo más de 4.000 metros cuadrados de superficie.
Los disparates ejecutados sobre las lagunas de la Sierra ya fueron
referenciados a principios del siglo XIX por Simón rojas Clemente
y Rubio, que el 10 de agosto de 1804, a lo largo de sus viajes
científicos en Sierra Nevada, describió que las lagunas de Hoyos
Altos, Chica y las Chorreras Negras, tenían desagües realizados al
mismo tiempo para regar las tierras de la dehesa de Dílar.
Indicaba también que en esa misma época se abrieron canales en las
de Cobatillas y el Panderón, que vierten en el río de Hoyas y
Güéjar.
Laguna-embalse de Las Yeguas. Foto: J. E. Gómez
Otros desagües
El científico decimonónico señalaba que en la falda del cerro del
Caballo hay otras dos grandes lagunas que miran a Lanjarón, la de
Tajos Altos y la del Caballo. Titos comenta que con la
denominación Tajos Altos puede referirse a Laguna Cuadrada que
también tiene un antiguo canal atorado sobre el que discurre un
sendero. «Es interesante comprobar que la de Hoyos Altos, que
seguramente era la denominación de la de las Yeguas, también
denominada Pozo Alto en el siglo XVIII, tuvo su desagüe para
aprovechar sus aguas estancadas. La laguna Chica podría ser la
actual laguna de la Gabata. Se hace referencia, además, a los
drenajes de la laguna Cuadrada y los intentos de hacerlo con la
Larga, en la cara norte de la sierra».
Toda una serie de actuaciones, unas conocidas y otras muchas que
pudieron ser realizadas con anterioridad y no existen referencias
documentales, señalan que el uso del agua de Sierra Nevada ha
formado parte siempre de la actividad antrópica de la alta montaña
granadina, pero no siempre han sido actuaciones con un mínimo
grado de sostenibilidad. Ya en la segunda mitad del siglo XX la
reconversión de la laguna de Las Yeguas en un embalse demuestra
que el uso de los recursos no ha sido lo respetuoso que un espacio
de alto valor ecológico como la sierra merecía.
DE GRANADA A SALOBREÑA EN BARCO
En el Archivo General de Simancas se conserva la documentación de
«una propuesta de 1746, que no llega a ser ni siquiera un
proyecto», dice Manuel Titos, en la que el ingeniero Juan de
Medrano, plantea la posibilidad de construir un canal navegable
entre Granada y Salobreña «aprovechando las aguas de los ríos que
bajan desde Sierra Nevada y el agua que almacenan las lagunas de
sus cimas». Este canal de unión entre la ciudad de Granada y el
Mediterráneo fue entregado al marqués de Pozoblanco que lo remitió
al marqués de Ensenada, que era ministro de Hacienda, Marina,
Guerra e Indias, con dos planos detallados que muestran las
lagunas y el recorrido del canal. Para salvar los 700 metros de
desnivel se hacía a base de dársenas y exclusas, la primera en la
ciudad junto al Genil, donde se dejaría ir parte del agua para
regar la Vega y Loja; la siguiente en el río Tablate, que aportará
sus aguas y las de la laguna de Bacares. Otra exclusa en el Valle,
en el río que llama Lecrín, (podría referirse a Dúrcal e Ízbor)
para continuar hacia la zona de Órgiva y confluir con el
Guadalfeo, donde habría otra exclusa, y así hasta Salobreña, donde
el canal termina a la izquierda del peñón y no en la desembocadura
del Guadalfeo. Todo ello con el agua de las lagunas y los ríos de
la sierra. Los responsables del ministerio calificaron la
propuesta de descabellada, pero quedó reflejada en los archivos y
hoy forma parte de la historia.
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