PAISAJES CON HISTORIA
LA RUTA DE MUHAMMAD IV
De la Alhambra al aljibe de la Lluvia y el castillo de Santa Elena
Los senderos del cerro del Sol mantienen las trazas marcadas por el sultán más joven de la dinastía nazarí
Entre las lomas de Alixares y el Aljibe de la Lluvia, el camino recuerda el paso del rey que volaba cometas
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Sobrevuela las laderas de espartales y olivos. Llega desde las murallas sin almenar que fortifican la Alhambra. Suspendido en el aire gracias a un rapidísimo batir de alas, un cernícalo primilla, nacido en la torre de las Cabezas, busca entre las arcillas, ratones, topillos e incluso polluelos a los que cazar. Es el más pequeño de la familia de los halcones, de alas azuladas y habitante tradicional de la fortaleza que envuelve los palacios nazaríes, que ha vuelto a colonizar el territorio que se extiende hacia los altos del cerro del Sol y baja hacia los cauces del Darro y el Genil. El halcón rememora la imagen de sus congéneres, halcones del siglo XIV, que como infalibles armas letales, volaban a las órdenes del sultán, para proveerle de presas de caza, mientras recorría incansable las sendas trazadas entre las almunias palaciegas, albercas y aljibes de la gran dehesa del Alarife. Cabalgar, cazar y caminar por los cerros que rodeaban la Alhambra era la pasión de Muhammad IV, el más joven de los reyes de la casa de Nasri (nazaríes), elevado al trono con solo diez años de edad, al que el escritor Antonio Enrique sitúa en boca de Boabdil como el mejor y ágil jinete de su Casa, al que se podía ver “por los caminos de Sulayr, Solaria, y el cerro del Sol persiguiendo con los sacres (halcones) heredados de su padre… liebres o palomas, conejos o perdices”.
VÍDEOS *
RUTA DEL SULTÁN* Recorrido hacia el Aljibe de la Lluvia desde el carril del llano de la Perdiz y conexión con la Silla del Moro * VÍDEO: MERCHE S. CALLE Y J. E. GÓMEZ
El más joven de los sultanes hizo de los caminos de la dehesa del Generalife su especial refugio, el territorio donde evadirse de un universo en el que las intrigas le llevaron a la muerte solo ocho años después de su coronación. Trazó las sendas que hoy recorren las lomas y enlazan parajes básicos en el devenir de la historia del último milenio, las rutas que desde la ciudad, tras las murallas de la Alhambra, se internan en el corazón de la montaña roja. Desde los altos de ‘dar-al-Arusa’ la vista se extiende de oeste a este, permite contemplar desde el aire los caminos que conectaban el palacio del Infante (el actual parador) con el exuberante palacio de Alixares, de torres azules de lapizlázuli al extremo oriental del hoy cementerio de San José, y el ascenso hacia el Albercón del Negro. Más arriba, el aljibe de la lluvia y los caminos del agua hasta la alberca rota y su caída hacia la Casa de la Novia. Son senderos muy transitados que hoy podrían ser bautizados como la ruta de Muhammad IV, el infante que reinó en Granada.
El ascenso desde la Alhambra hasta el Llano de la Perdiz, la antesala de la cumbre del Sol, cuenta con numerosos caminos y rutas que día a día son recorridos por decenas de deportistas, senderistas y ciclistas que buscan un espacio en el que vivir la naturaleza. Hay pequeños recorridos, fáciles trazados, que permiten experimentar la comunión con el paisaje y su historia, y entre ellos el que más se acerca a las crónicas de cabalgadas y cacerías del joven Muhammad. El carril discurre a la izquierda del cementerio cristiano hasta encontrarse con las puertas del camposanto islámico. Frente a él, sobre el terraplén, los olivos ocultan el gran albercón del Negro, el depósito que derivara las aguas de dar-Al-Arusa hacia el palacio de los Alixares, destruido en el terremoto de 1431. El camino se interna en los primeros pinares por donde ascienden las veredas que suben desde el barranco del Abogado, y hasta un punto señalizado en el que se inician las sendas que recorren el cerro alejadas del carril de vehículos.
Es un trazado que baja hasta un pequeño puente de madera que permite atravesar el cauce de escorrentías y subir hasta coronar el alto de la ladera sureste y, entre espartos y retamas, jarales y especies vegetales de suelos degradados y erosionados por el paso del tiempo y los efectos del cambio climático, donde la vista se extiende desde las cárcavas del cerro del oro que caen sobre el cauce del Genil y sus bosques de ribera, para ascender por el Serrallo hacia los cortados del Monachil, el Purche y las cumbres de Sierra Nevada. La senda continúa su ascenso bajo las sombras de pinares de repoblación, laderas que en tiempos de Muhammad IV estarían cubiertas de matorral mediterráneo, salpicadas de bosquetes de encinas. Termina en el cruce de caminos que llegan desde la Silla del Moro y discurren hacia el Llano de la Perdiz y Cenes por la vertiente sureste, para continuar de frente, cerro arriba, hasta encontrarse la pequeña meseta del Aljibe de la Lluvia, la estructura nazarí construida para recoger el agua almacenarla y conducirla, hacia el oeste, hasta la Alberca Rota, un enclave arqueológico hasta el que continúa el sendero del sultán, junto a pinares con áreas recreativas y bordes de cipreses que lindan con los campos de olivos. Es el lugar desde donde contemplar los altos donde se ubicaba la Casa de la Novia, Dar al-Arusa, el primer destino del agua de la lluvia y el de parte de la extraída de la Acequia Real, mediante un sistema de noria vertical, ubicada a solo un centenar de metros de la Alberca Rota. El sendero baja hacia el mirador de Valparaíso, desde el que el Albaicín y Sacromonte, se alzan sobre el valle del Darro. El sendero ha trazado la integral del cerro del Sol para bajar por la ladera norte. En zigzag desciende hasta la conexión entre las acequias Real y del Tercio con el camino de la Silla del Moro, desde donde contempla, como hizo el rey niño, el poderoso complejo fortificado y palaciego de la Casa Nazarí.