PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
RAMBLAS Y ANGOSTURAS, LA FUERZA DEL AGUA
Espacios singulares. Avenidas y riadas transforman los paisajes y crean parajes modelados
por el paso secular del agua
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Un sonido reiterado de zambullidas casi constantes delatan que algo altera la tranquilidad de
los remansos de un arroyo de la alta montaña del sureste ibérico. Desde las rocas situadas sobre
las pozas,
una pareja de nutrias se lanzan al agua, nadan, bucean y salen al
exterior para repetir la secuencia una y otra vez. Están en el cauce del río, en pleno corazón
del
parque Natural de la Sierra de Castril, el macizo montañoso que separa el
noreste de la provincia de Granada con el sur de Jaén. Las nutrias intentan capturar alguna de
las truchas que se esconden entre la vegetación del fondo de la poza a la espera de que pase el
peligro para subir a la superficie a cazar insectos. Una escena que se desarrolla bajo las
paredes de un gran desfiladero, una cerrada, en la que dos paredes de piedra caen casi en
vertical hacia el fondo de un cortado por el que discurre el río. Vista desde el aire, es como
una gran zanja, una herida en la tierra que ha sido horadada por el paso del agua durante
millones de años. La dificultad de acceso al cauce, protegido por las grandes paredes de piedra,
favorece la presencia de las nutrias, reinas de los ecosistemas acuáticos ibéricos que aún
sobreviven en algunos ríos de la media y alta montaña del sureste peninsular.
Las cerradas, que en algunos lugares conocen como angosturas, muestran la
fuerza del agua, como se convierte en una herramienta para modelar y transformar los paisajes,
en unos lugares por su paso de forma continuada, y en otros, por el efecto de las grandes
avenidas y riadas en épocas de fuertes lluvias, que llegan a mover a su antojo grandes masas de
roca.
Mientras
en las provincias de Granada y Jaén el agua muestra su potencial en
desfiladeros y barrancos de montañas y altiplanicies,
en Almería, el agua se
manifiesta en la creación de ramblas, espacios áridos de tierras de aluvión, canales
secos que esperan la llegada de las lluvias para convertirse en cauces de ríos temporales y, en
ocasiones, bravos y tumultosos.
En Jaén,
la Cerrada de Elías es uno de los parajes donde observar la fuerza del
agua. Es el nacimiento del río Borosa, en el
Parque Natural de Cazorla, Segura y la
Villas. Se puede disfrutar de una impresionante ruta con pasarelas de madera ancladas
a la roca sobre el cauce del río, puentes y cascadas. Un paseo rodeado de vegetación autóctona
que comienza en la carretera entre Cazorla y El Tranco, junto al Jardín Botánico Torre del
Vinagre y la piscifactoría. Desde allí, durante 4 kilómetros, el agua y las paredes de roca se
convierten en protagonistas, junto a los saltos de agua y remansos, con pozas como el
Charco de la Cuna, de aguas de color turquesa. Al finalizar la cerrada se puede
continuar hasta la central hidroeléctrica y el salto de los Órganos, una gran cascada situada a
7 kilómetros desde el inicio de la ruta.
En Granada hay dos cerradas que compiten entre sí, la
Cerrada de Castril y la ruta del Gollizno,
entre Moclín y Olivares. La primera de ellas discurre bajo la gran peña de Castril. Se inicia
bajo el pueblo, tras bajar por una empinada calle y llegar a una concurrida área recreativa. Es
un camino de maderas sustentadas en la pared del desfiladero bajo el que discurre, en rápidos y
pequeños remansos, el río Castril. Es un recorrido de poco más de 2 kilómetros en los que
disfrutar de las emociones del paso del agua.
Es fácil acceder a los cañones del Gollizno, que también se llaman garganta de
la Hoz. Basta con un pequeño recorrido desde la localidad de Olivares, donde es posible llegar
en coche hasta las inmediaciones de un viejo molino situado en el carril de bajada al río. Desde
allí, comienza un recorrido a pie, por un camino agrícola bordeado de vegetación de ribera. Es
la forma de llegar a una antigua central hidroeléctrica, el punto donde se inicia la ruta del
Gollizno. Una senda lleva hasta el cañón y el primero de los puentes colgantes que continúa con
el sendero de maderas colgado sobre la pared de rocas calcáreas. Discurre sobre las aguas
rápidas del río hasta adentrarse en un pinar que asciende hacia la localidad de Moclín.
Las angosturas son cauces secos horadados por el agua en la roca que se encuentran, sobre todo,
en la franja montañosa litoral de Granada y Almería. En el municipio granadino de
Albuñol, la rambla de Aldáyar es un paraje
único, donde el agua ha creado profundos cañones, en algunos puntos, intransitables, rocas del
Triásico, la época de los dinosaurios, modeladas por miles de avenidas de aguas torrenciales.
Pasos bajo rocas azuladas, tierras amarillas y blancas, de hierro y dolomías, con cuevas y
oquedades habitadas desde el Neolítico. Una de ellas, la
cueva de los Murciélagos,
fue donde se encontró la primera diadema de oro de la historia de la península Ibérica y donde
se descubrieron los primeros útiles elaborados con esparto. Para conocer este paraje basta con
un sencillo paseo. La mejor forma de llegar a Albuñol es desde la localidad de La Rábita, por la
autovía de la costa. En el extremo este del pueblo, se inicia el camino que se interna en la
rambla de Aldáyar y continúa en menos de 500 metros hasta los desfiladeros de las Angosturas.
Estas ramblas tienen sus homónimas en la Almeria occidental, entre las poblaciones de
Güáinos
bajos y Güainos altos, junto a Adra, donde un desfiladero cae a plomo desde tierras
semiáridas y puede ser recorrido a lo largo de 7 kilómetros desde Güainos Altos hacia abajo, con
ciertas dificultades, como andar sobre roca alisada por el agua y sortear vegetación crecida,
como cañaverales y matorral mediterráneo. Es una de las numerosas ramblas con estrechuras, así
las llaman sus vecinos, que muestran el poder del agua torrencial en los ecosistemas semiáridos
del sur de Europa.
BIODIVERSIDAD
Especies presentes en este ecosistema
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Las Angosturas de Albuñol son un paraje único formado por estrechas gargantas horadadas por las
lluvias de la Contraviesa
Es un ecosistema rupícola, con singulares formaciones geológicas que fueron habitadas desde el
Neolítico y que debería estar catalogado como espacio natural protegido