EVOLUCIÓN
* PALEOANTROPOLOGÍA * Primeuro
Aclarar hechos y llenar vacíos es el saber de la evolución
El estudio de los fósiles y sus datos cronométricos llevaron a
conocer
episodios fundamentales en la historia del hombre, la postura
normal
en vertical y el andar erguido y de forma bípeda
Por Emiliano Aguirre:
Premio Príncipe de Asturias, Iniciador y primer director del
Proyecto Atapuerca. Ha sido Profesor en numerosas universidades,
catedrático en la Complutense de Madrid, profesor de
Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. Fue director del Museo Nacionall de Ciencias
Naturales. Ha dirigido investigaciones en numerosos yacimientos
paleontológicos y arqueológicos de nuestro país. Fue el
introductor de la Paleontología de Vertebrados en Granada.
Foto: Javier Trueba
El avance explosivo en los hallazgos y estudios de fósiles humanos
se produjo a partir de 1960. El año antes se había datado el
parántropo Cascanueces de Olduvai en más de 1,7 Ma (millones de
años) y no tardó en describirse un humano, Homo habilis, del mismo
paquete estratigráfico. Hasta entonces era disperso y escaso el
registro fósil humano, aun cuando se conocieran algunas docenas de
neandertales, de hace menos de 120.000 años, australopitecos de
hace más de 2,5 Ma y parántropos más algún humano de hace entre 2
y más de 1 Ma: los pitecántropos de Java de situación
estratigráfica y cronológica imprecisa; los hombres de Pekín o
sinántropos de hace entre 500.000 y 200.000 años, y algunos
fósiles aislados de este mismo tramo de edad en lugares de Europa,
Africa e Indonesia.
Los dos decenios hasta 1980 aportaron cientos de fósiles de varias
series sedimentarias a lo largo del Rift Valley africano, desde
orilla del mar Rojo hasta Malawi: Hadar, Awash medio y valle del
Omo en Etiopía; cuencas de los lagos Turkana y Baringo en Kenya;
Olduvai y Laetoli en Tanzania; Chiwondo más al Sur. Las volcanitas
intercaladas en todas estas formaciones permitieron subdividirlas
en tramos bien calibrados donde se dataron copiosos homínidos
fósiles desde hace más de 4 Ma y hasta hace 1,3 Ma.
Bipedia y cerebralización
El estudio de estos fósiles, de sus datos cronométricos y de sus
entornos condujo a distinguir dos episodios fundamentales en los
comienzos de la evolución humana: primero, el origen de la postura
normal en la vertical y sobre los pies y el andar también bípedo y
erguido, que distingue a los homínidos (Familia, categoría
zoológica) de los demás primates (monos) aun de los chimpancés
genéticamente muy próximos, y segundo, el comienzo del crecimiento
notable del cerebro y funciones cerebrales, también aumento de la
caja craneana (o cráneo neural) y reducción de las mandíbulas y
maxilares o cráneo facial, que distinguen al género Homo de otros
géneros de homínidos, también bípedos: los australopitecos (género
Australopithecus), los parántropos o australopítecos robustos
(género Paranthropus).
Ambos episodios ocurrieron en África. El origen de la bipedia, por
lo dicho, hace no menos de 5 millones de años. Poco antes de este
dato se conocen circunstancias y cambios globales que pudieron
favorecerlo. Descenso del nivel del mar y cambios en la
circulación oceánica, acreción continental, ogenia, frío, con
glaciaciones en el Hemisferio Sur y hielo en la Antártida, fuerte
evaporación y dulcificación del agua en el Mediterráneo dejando
desiertos de sal y yeso en sus márgenes; cambios drásticos en la
vegetación y, consiguientemente, en las faunas, tanto
continentales como marinas la crisis Mesiniense se suceden en
dos fases, hace más de 6,5 millones de años (Ma), y con mayor
crudeza hace cerca de 5,5 Ma. Precisamente en la Cuenca de Granada
tuve la suerte de encontrar primeros indicios de estos eventos,
que contribuyeron al esclarecimiento y evaluación de esta crisis
final del Mioceno por grupos de trabajo internacionales en los
últimos treinta años: en 1963 di a conocer las paleofaunas de
Arenas del Rey que incluían un hipopótamo y antílopes de origen
africano y evidencias de una fuerte regresión, que más tarde se
databa en Librilla (Murcia) y en Venta del Moro (Valencia) y se
correlacionaba con casos de otros continentes. Es el tiempo
también de los primeros elefantes, de una notable expansión de
herbívoros y recesión de grandes primates silvícolas. El refugio
en cerros con vegetación arbustiva montana pudo traer ventajas a
los hábitos bípedos iniciales. Entre hace 4 y hace 3 Ma
florecieron en África los Australopithecus anamensis y otros
afines.
Los primeros fósiles del género Homo se conocen en varios sitios
de África, con datos de 2,4 y 2,5 Ma. Los primeros conjuntos de
utensilios líticos, que se pueden atribuir a seres de este género
propiamente humanos son algo más antiguos, de hasta 2,6 Ma o poco
más. Los dos y medio millones de años (2,5 Ma) es también la edad
de los últimos austrolopitecos gráciles conocidos en el Sur y el
Este de África. Este grupo entró en crisis y se diversificó hace
poco más de 3 Ma. Cerca de este dato (2,9 Ma) ya se conocen
australopitecos robustos (Paranthropus), con incisivos y caninos
muy pequeños, muelas muy grandes y fuerte musculatura para
masticar como indican superestructuras porosas del cráneo.
Precisamente hace 3,2 Ma se renovó la actividad tectónica,
comenzaron nuevos descensos del nivel del mar hasta hoy, con
fríos, aridez y cambios en las faunas. Sobre todo, al establecerse
istmos, o arcos insulares, en antiguos estrechos, se
intercambiaron componentes de faunas terrestres por Panamá y por
Behring. El caballo se extiende desde América por Eurasia y
África: en España se registra por primera vez hace 2,7 Ma. Poco
después se recrudece el frío y comienzan las Edades del Hielo con
una gran glaciación hace 2,6 ó 2,5 Ma: desde este dato son
permanentes los dos casquetes polares, Ártico y Antártico.
Trayectorias evolutivas
Se investiga con profundidad en estos días el genoma humano y se
está llegando a un conocimiento detalladísimo del efecto o
traducción en nuestro organismo de las variantes en cada uno de
los miles de grupos moleculares que integran el genoma. Mucho
podremos aprender de esto sobre nuestra evolución y los genéticos
hacen cálculos sobre los tiempos de diversificación en el género
humano. Pero esto es otro cantar; pues hay mucho camino desde la
mutación hasta el éxito evolutivo de una nueva especie o nuevo
morfotipo. Hay que pasar por genes reguladores de otros genes;
después, el desarrollo embrionario y la adolescencia hasta la edad
adulta y la reproducción con éxito prolongada, todo esto en una
sucesión de generaciones y pasando las pruebas de adaptación al
grupo y al ambiente y sus cambios críticos. Por eso estudiamos
ahora, con la mejor calibración y fidelidad en las dataciones y
correlaciones, los fósiles humanos, los productos de su trabajo y
las condiciones de su entorno. No tratamos de encontrar el fósil
más antiguo, sino de conocer bien los fósiles que encuentro, su
ambiente y circunstancias, evaluar lo que añade a cuanto ya
conocíamos, si responde a preguntas abiertas y va llenando vacíos
del saber.
Vacíos, los hay en el registro de fósiles humanos, preguntas sobre
sus desplazamientos y linajes o parentescos, cuestiones debatidas
sobre su clasificación y modo de evolucionar. En África está
documentada con abundancia la evolución de los parántropos y de
los humanos entre algo más de 2 Ma y menos de millón y medio (1,3
Ma). El primitivo Paranthropus aethiopicus da paso al P. boisei de
África Oriental y al P. robustus del Sur en ese intervalo. El Homo
habilis es conocido entre hace 2 Ma o más y 1,6 Ma. Aparece hace
1,8 Ma el H. ergaster, más cerebralizado y que va presentando
rasgos típicos de la Humanidad moderna en el aparato masticador.
Vacío en África
Pero hay un gran vacío de fósiles humanos del cual, no sé por
qué, nadie nos habla en África, entre hace apenas menos de 1,3 Ma
y 0,8 Ma (800.000 años u 800 Ka). En torno a este último dato
quedan unos pocos en Olduvai y los últimos robustos conocidos;
algo menos tienen dos mandíbulas humanas de Kapthurin y tres de
Ternifine; 600 Ka el cráneo de Bodo. Esta es la pobre muestra,
hasta que hace menos de medio millón de años vuelven a tenerse más
fósiles en el Sur, el Este y el Noroeste de África.
Fuera de Africa
¿Y fuera de África? Los más antiguos son una mandíbula y los dos
cráneos hallados hace dos años, en Dmanisi, Georgia, al pie del
Cáucaso, de H. ergaster, con mezcla de rasgos progresivos y
primitivos. Se les asigna un dato próximo a 1,7 Ma. Pudieron salir
de África hace cerca de 1,8 Ma, época de frío y aridez crecientes.
Los datos más fiables de los pitecántropos de Java vienen a
coincidir con el vacío de fósiles en África, pues tienen entre 1,2
y 0,75 Ma; pero sus antecesores debieron de abandonar África antes
que los de Dmanisi, pues carecen de los rasgos de tendencia
moderna que vemos en los esgásteres y tienen aspectos más
primitivos. El Mar de la Sonda y el estrecho entre Indonesia y
Malaca se convirtieron en istmo hace muy cerca de 1,8 Ma,
permitiendo el paso a los antecesores de los pitecántropos, pero
no se conoce traza ninguna del éxodo de éstos por el Sur de Asia.
Hay, por tanto, que seguir buscando, pues cabe presumir qué grupos
humanos se dispersaron por tierras de Eurasia, aun cuando los
vestigios de esta expansión puedan ser raros y fragmentarios.
Hace algo menos de 1,3 Ma, dato algo más reciente que el que tengo
como probable para Venta Micena 2, otra nueva salida de África se
registra por algún fósil humano en el sitio de Ubeidiya, valle del
Jordán. Aparte los fósiles de Orce, los cuales pueden muchos aún
considerar insuficientes, y la falange de Cueva Victoria, se
conocen por lo menos dos o tres sitios en China con fósiles
humanos con más de 800.000 años, entre ellos dos cráneos
deformados de Quyuanhekou (Yunxian) y en Europa el cráneo de
Ceprano, Italia. Entre esta escasez, llama la atención y abre la
esperanza el conjunto de la capa Aurora en Atapuerca-Gran Dolina,
con 85 fósiles humanos, más o menos fragmentados, de unos 6
individuos, hallados en los 7 metros cuadrados de la cata de
prospección, con dato entre 790 y 800 Ka. Constituyen una buena
representación de poblaciones que sin duda vivieron largo tiempo
en Eurasia: por una parte, tienen rasgos claramente compartidos
con fósiles del Pleistoceno Medio de China, y con modernos,
principalmente en el cráneo facial; por otra parte, carecen de
rasgos de neandertal y no se les reconocen antecesores próximos en
África. Hay, pues, que seguir buscando fósiles humanos antiguos en
Europa y en Asia también. Los hay y merecen nuestra atención.
Otra cosa es seguir buscando en el origen de los neandertales. Hoy
no se duda que los antecesores próximos de éstos fueran parte de
las poblaciones fósiles de la segunda mitad del Pleistoceno Medio
en Europa, sobre todo gracias a los estudios sobre la copiosa
muestra de Atapuerca-Sima de los Huesos. Esta es singular, parte
de un buen número de yacimientos en Europa, Asia y África, que
representan una humanidad con notable crecimiento demográfico e
impacto ya en el ambiente, entre hace cerca de medio millón y unos
130.000 años (500-300 Ka). En el grupo europeo se distinguen los
rasgos con tendencia a las formas de neandertal; pero ¿de dónde
les vienen? No del antecessor de Gran Dolina, sino de un grupo
nuevamente venido de África, pues el cráneo de Bodo, de hace 600
Ka, tiene claramente esos rasgos y comparten las mismas tendencias
otros fósiles de África, del Este y del Sur, más antiguos y más
modernos.
Por estudiar
Queda, pues, mucho que buscar, descubrir y estudiar antes de
definir tantas especies (que luego pasan a considerarse
extinguidas) y antes de anunciar esquemas fáciles de la evolución
humana. Esta tiene una larga pre-historia, de la que muchas trazas
y pruebas siguen enterradas.
Sólo cuando se las pueda estudiar con ojos limpios como se decía
hacia 1960 en la Sección de Geológicas de la Universidad de
Granada sabremos más de aquellas poblaciones, sus movimientos,
encuentros, posibles parentescos y sus progresos.
Fotos J. E. Gómez