EVOLUCIÓN
* PALEOANTROPOLOGÍA * Primeuro
Raíces, los primates antropoides
El yacimiento de Moreda ha proporcionado abundante material del
género Paradolichopithecus
Los ecosistemas continentales están fundamentados en la relación
presas y depredadores
Por Salvador Moyá-Solà y Meike Kölher
: investigadores del Instituto Crusafont de Sabadell.
Especialistas en mamíferos fósiles, son unos de los
paleontólogos más prestigiosos de nuestro país por sus trabajos
en Primates fósiles, y especialmente por sus hallazgos en el
yacimiento catalán de Can Llobateres.
La Paleontología es una ciencia histórica, por lo que su dimensión
propia es el tiempo. Comprender la lógica de la vida y del tiempo,
el verdadero sentido de la vida, está entre otras, en manos de los
paleontólogos, viajeros del tiempo. Sin dimensión temporal, la
vida no tiene sentido porque todo es mutable. Lo que es lo es sólo
con relación al tiempo. Por ello la paleontología es tan
importante. Permite ver la vida en sus cuatro dimensiones reales.
La menos conocida el tiempo. Observadora de los orígenes, de las
raíces de los seres vivos. Entre ellos de los primates superiores
entre los que están los simios, y nosotros mismos los seres
humanos.

Los primates antropoides o simios se llaman así por su gran
similitud al hombre. Su origen es africano y probablemente se
remonta en el tiempo a más de 50 millones de años, en los albores
del terciario. Con la excepción de los yacimientos del Fayum en
Egipto, donde sí existe una magnífica documentación fósil que nos
habla de una diversidad de primates en el Oligoceno similar, si no
más alta, que en las selvas ecuatoriales de Sudamérica de hoy en
día, hasta bien entrado el mioceno (22 millones de años) no es
posible reconocer a formas directamente emparentadas con formas
vivientes. La mayor parte de la evolución de los catarrinos
(simios del viejo mundo) tuvo lugar en África, y los pocos
primates que durante el Mioceno y en la actualidad han
poblado o pueblan Eurasia son inmigrantes, incluidos nosotros los
seres humanos. (Todos fuimos una vez en patera, incluidos los
europeos). Hace unos 16 m.a. encontramos en África los
primeros representantes de una familia que actualmente es
importante en numero de especies, los cercopitécidos, pero que no
abandona el continente africano hasta el final del Mioceno. Varios
yacimientos en Granada han proporcionado interesantes hallazgos de
estos inmigrantes africanos al continente Europeo. En particular
hay que destacar el yacimiento de Moreda que ha proporcionado un
abundante material del género Paradolichopithecus, la réplica
Europea de los papiones y mandriles africanos.
Hominoides
Más o menos por la misma época y nuevamente en África emerge un
grupo cuya trascendencia será capital para el planeta. Aparece un
nuevo grupo conocido como Hominoideos, donde están nuestras
propias raíces. Hoy en día es un grupo poco diverso, en el que se
encuentran el gibón y el orangután en Asia y los chimpancés y
gorilas en África. Pero durante el Mioceno fue un grupo
floreciente, mucho más diverso que en la actualidad. En África
existió un grupo denominado Proconsulidos con una gran diversidad
de formas, desde el tamaño de gibones o más pequeños, hasta el
Proconsul major que se acerca al tamaño de los gorilas. Sin
embargo estas formas del Mioceno inferior no están directamente
emparentadas con las formas actuales. No es hasta un poco más
tarde, cerca de los 12 11 millones de años cuando hay que buscar
las raíces de los grandes antropoides vivientes y por tanto del
hombre. Es precisamente en este momento cuando ocurre un evento
trascendental en la evolución. Del ancestro de los grandes
antropoides vivientes, que nuevamente es africano (como casi
siempre), se separan dos ramas. Una emigrará de este continente y
colonizará Eurasia. Lo sabemos porque en los yacimientos
Euroasiáticos encontramos sus restos fósiles que nos revelan que
estos inmigrantes son las formas ancestrales (las raíces) del
único gran antropoide viviente Asiático: el Orangután, que vive
actualmente en Sumatra y Borneo. Estas formas fósiles son
conocidas con el nombre de Dryopithecus (las formas europeas) y
Sivapithecus (las asiáticas). A título de curiosidad hay que decir
que en este grupo euroasiático, cuya evolución de alguna forma se
asemeja a otro grupo africano compuesto por chimpancés, gorilas y
humanos (y sus ancestros), apareció un primate verdaderamente
curioso. Se llama Oreopithecus bambolii y vivió durante el Mioceno
en una isla del mediterráneo que hoy en día ha desaparecido y
cuyos vestigios son las tierras de la actual Toscana en Italia y
la isla de Cerdeña. Una forma próxima a Dryopithecus quedó aislada
del Continente en esta isla, desde los 11 millones hasta los 6
millones de años. En estas condiciones (insularidad), que se
diferencian de las del Continente esencialmente por la ausencia de
depredadores y por tener el espacio físico limitado (isla), la
evolución favoreció la aparición de la locomoción bípeda
terrestre, emulando la adaptación que, un poco más tarde,
aparecerá en África en los antepasados humanos, los
australopitecos. La causa que favoreció la aparición de este
peculiar tipo de adaptación está en un factor que es común a
todas las faunas insulares: la ausencia de depredadores
terrestres. Estos últimos son parte esencial de los ecosistemas
continentales, y la evolución en tales circunstancias implica un
conjunto de adaptaciones por parte de las presas a buscar refugio
en los árboles (primates), o velocidad (antílopes) para intentar
escapar de los depredadores.
Ecosistemas
El funcionamiento de los ecosistemas continentales está
fundamentado en la coevolución entre presas y depredadores. Cuando
estos últimos faltan, desaparecen las razones para seguir huyendo.
Si resulta que para un primate vivir en el suelo es
energéticamente menos costoso y más seguro que subirse a un árbol,
es obvio que cuando desaparece la presión de depredación se
impondrán los criterios energéticos y de seguridad (vivir en un
árbol es muy arriesgado). La adaptación a la locomoción bípeda
terrestre de Oreopithecus es fácilmente comprensible si además
consideramos que para un ser de su tamaño (20 a 40 Kg. de peso)
anteriormente preparado anatómicamente para trepar verticalmente a
los árboles, la locomoción bípeda resulta estructuralmente más
fácil de adquirir que la cuadrúpeda.
Línea evolutiva
Mientras esta historia se desarrollaba en Eurasia, en África
tampoco se aburrían. A pesar de que en este continente falta mucho
registro fósil en la etapa crucial entre 12 y 5 millones de años,
se supone que en este intervalo se produce la diferenciación entre
la línea evolutiva que conducirá a los grandes antropoides
africanos vivos, chimpancés y gorilas, y la línea que conducirá
hasta nosotros los seres humanos. Estas lagunas resultan evidentes
si observamos que mientras de la línea que conduce a los humanos
poseemos un registro fósil relativamente bueno, la que lleva a los
chimpancés y gorilas es totalmente desconocida. No poseemos un
solo resto fósil, ni siquiera muy reciente. Sin lugar a dudas su
historia debe de enraizar profundamente en el mioceno superior
(11- 6 millones de años) pero por el momento no ha habido
ningún viajero del tiempo que haya sabido dar con su morada. Pero
como explica el cuento popular alemán, 'por la noche no hay que
buscar la llave perdida donde alumbra la farola, sólo porque ahí
hay luz'. Sin lugar a dudas no deberíamos buscar los antepasados
de gorilas y chimpancés en los yacimientos donde los estamos
buscando y encontrando homínidos- porque los ambientes ecológicos
donde vivían los homínidos debían ser más abiertos (tipo bosque
bajo y sabana), que los ambientes donde encontraremos los
antepasados del chimpancé, probablemente en ambientes mucho más
similares a donde viven sus formas vivientes, pluviselvas
ecuatoriales.
La historia evolutiva de los antepasados de los antropoides tiene,
para el hombre, diversos corolarios. Ciertamente somos, los
humanos, primates únicos en algunas características. Pero la más
importante de éstas es que somos el único primate (de hecho ser
vivo) capaz de preguntarse sobre su propio origen. Sobre nuestras
raíces. Somos los únicos primates capaces de pensar en cuatro
dimensiones. Esta capacidad, la comprensión del tiempo, es la
característica que, al mismo tiempo nos permite predecir el
futuro. Esta capacidad de prospectiva que tenemos los humanos,
otra adquisición evolutiva, debería ser la que nos permitiera
crear las condiciones para que el hito crucial en la
historia de la vida que es la aparición de un ser que comprende el
tiempo no sea el epílogo a una fascinante historia que es la vida
en nuestro planeta.
Artículos publicados en el suplemento especial del periódico IDEAL
bajo el título "Los primeros habitantes de Europa". Patrocinado
por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, con motivo
de la celebración del I Seminario Internacional Los Primeros
Habitantes de Europa y la exposición PRIMEURO, ubicada en el
Parque de las Ciencias de Granada Coordinación: Isidro Toro Moyano
/ Bienvenido Martínez Navarro / Jorge Agustí
Traducciones: Isidro Toro Moyano / Bienvenido Martínez Navarro /
María del Carmen Martínez
Edición electrónica: Waste magazine - IDEAL Digital
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