FLAMENCOS, AVES DE PASO
Descansan en pantanos y humedales andaluces en sus viajes hacia
África y en continuos ir y venir entre las lagunas de Huelva,
Málaga y Almería
La mayor de las aves que vuela en la península Ibérica no es
residente en Granada, pero cada día surca el cielo de la costa y
el interior, desde Motril a Baza
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE

En los cañaverales y aneas
de la desembocadura del Guadalfeo, en la costa de Granada, una
mancha de color blanco y rosado parece moverse sobre el agua poco
profunda. Es un flamenco que una y otra vez sumerge su largo
cuello, coronado por un poderoso pico rojizo con el que filtra los
limos para alimentarse de los invertebrados que viven en el fango.
Un ave de más de 1,80 metros de envergadura que descansa y busca
alimento durante una parada en su largo viaje entre tierras del
norte de Europa y el continente africano, como hace unos días
hacía uno de sus congéneres que fue encontrado muerto en tierras
de Salobreña con signos de haber sido abatido por el disparo de un
desaprensivo. Un ave que consideró que el humedal que aún se
conserva entre vegas, urbanizaciones e invernaderos, era un buen
lugar para reponer fuerzas.
La costa de Granada es parte de la ruta habitual de las grandes
aves en sus viajes, tanto al inicio de la primavera, la migración
prenupcial, como al comienzo del otoño, la postnupcial, pero en el
caso de los flamenco el cielo granadino es una transitada
autopista que no solo une el norte y el sur, sino que comunica los
grandes humedales y lagunas de las provincias de Málaga y Almería,
donde se concentran algunas de las poblaciones de esta especie más
numerosas de Europa: Fuente de Piedra, Punta Entinas y Cabo
de Gata. La distancia entre estas lagunas, en línea recta, es muy
corta para aves que pueden volar a gran velocidad, por lo que es
normal que un flamenco despierte en el sur almeriense y duerma en
el centro de Andalucía, y en ese viaje ha pasado, sin remedio, por
la provincia de Granada.
Es fácil oír, casi siempre en el crepúsculo, el incesante
graznido que delata el paso de grupos de flamencos sobre la línea
de la costa, que en ocasiones también se oyen sobre el cielo de la
ciudad y de los pueblos de la Vega, cuando se dirigen a su destino
bordeando la sierra por su vertiente norte. Para verlos y
disfrutar de la elegante imagen de grupos de individuos que pasan
unos días en tierras granadinas hay que ir a las colas de los
grandes pantanos, como el del Cubillas, donde no es difícil
encontrarlos, sobre todo en otoño, en bandadas de hasta una docena
de ejemplares. En los pantanos de Colomera y los de la zona norte
de la provincia también pueden avistarse en los puntos de riberas
poco profundas. En el humedal de Padul no es habitual, pero
también es un lugar de paso para los flamencos de Fuente de
Piedra. En días grises, con niebla y frío, es posible verles junto
a la turbera de Agia, en zonas encharcadas.
En Baza, la laguna de Baico es un enclave que hasta que fue
desecado artificialmente era utilizado por enormes bandos de
flamencos en sus migraciones. Recientemente, tras el resurgir de
la laguna, han vuelto a a verse en tierras bastetanas. La charca
del Regidor, en Moraleda de Zafayona, es otro de los lugares donde
de vez en cuando se ve algún flamenco solitario que ha hecho un
alto en su camino hacia las lagunas de Campillos.
El último censo de aves acuáticas invernantes en Andalucía, indica
que hay alrededor de 10.000 parejas de flamencos en la comunidad,
lo que implica un incremento de las poblaciones y avala las
lagunas y humedales andaluces como hábitat idóneo para una especie
que fue adorada como deidad en el viejo Egipto.
El flamenco,
Phoenicopterus roseus, está incluido en el
Libro Rojo de los Vertebrados de Andalucía, atentar contra él es
destruir una parte fundamental dela biodiversidad que nos rodea.
Juveniles en la Charca de Suárez
En los meses de mayo y octubre es habitual encontrarse con
flamencos en la Reserva Natural de la Charca de Suárez, en Motril.
Suelen llegar individuos jóvenes, que aún tienen el pico de color
gris-azulado y no tienen manchas rojas en sus alas. Pasan unos
días de descanso y continúan su viaje. También se ven algunos
ejemplares adultos. La charca, y especialmente la nueva laguna de
aguas someras, es especialmente atractiva para ellos.