LOS
PAISAJES DEL AGUA
Ríos y arroyos dibujan líneas verdes en el desierto, crean enormes
bosques, horadan la tierra y marcan el paso de las especies y la
evolución del hombre
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Desde el aire, la tierra es ocre y gris, aparentemente sin vida. Se
aprecian vaguadas y barrancos, laderas quebradas con grandes grietas
erosionadas por el viento y un clima extremo; conglomerados
arcillosos de colores rojizos en los que únicamente crecen especies
de flora que logran adaptarse a condiciones meteorológicas de largas
sequías, con escasísimos periodos de lluvias que, en ocasiones, caen
de forma torrencial. Pero sobre el paisaje semiárido del noreste de
Granada y el sur de Jaén, en las tierras del Geoparque, la visión
aérea se dirige, sin que podamos evitarlo, hacia una línea verde que
dibuja una traza sinuosa sobre el paisaje, que serpentea bajo las
laderas y entre las mesetas de arena y roca. Es el cauce del río
Guadiana Menor que, tras el embalse de Negratín, riega un territorio
que se considera la antesala del desierto.
Río Guadiana Menor, Granada y Jaén
Esa línea verde
delata la forma en la que el agua condiciona el paisaje. Muestra
como la presencia de ríos y arroyos permite el desarrollo de un
ecosistema de ribera, con hábitats que facilitan la supervivencia de
numerosas especies que habitan en el entorno de ese eje de verdor,
que va extendiéndose más allá de las riberas. El agua contiene el
avance inexorable de la desertización y permite el crecimiento de
una capa vegetal que comienza en la línea de cauce, con especies
directamente relacionadas con el agua, continúa con impresionantes
bosques de ribera, con álamos, sauces y tarajes en las zonas de
inundación (que se llenan de agua en tiempos de crecidas) y asciende
en el entorno semiárido a base de matorral, espartales y gramíneas,
que poco a poco colonizan la tierra hasta modificar el paisaje.
En las provincias de Almería, Jaén y Granada es fácil observar como
el agua condiciona el territorio, incluso disfrutar de lo que
podríamos calificar como paisajes del agua (un nombre y concepto que
utiliza uno de los más prestigiosos investigadores sobre agua y
tierra, el hidrogeólogo Antonio Castillo, para su blog especializado
en internet). Almería posee la dualidad de albergar el único
territorio desértico de Europa, Tabernas y su entorno, y muy cerca,
algunos de los espacios más marcados por la presencia del agua del
sureste ibérico, las estribaciones surorientales de Sierra Nevada,
Laujar y los bosques de las riberas del río Andarax. Es un
territorio de grandes ramblas, cauces que permanecen secos gran
parte del año y que se convierten en ríos caudalosos cuando se
producen lluvias torrenciales. Son espacios secos, áridos, pero
junto a ellos, la profusión de manantiales que extraen agua de los
acuíferos subterráneos genera auténticos vergeles en los márgenes de
las ramblas, desde Berja a Adra, los valles de la sierra de Gádor y
las áreas de inundación del río Andarax en su camino hacia la
capital almeriense. En Tabernas, en épocas de lluvias, es posible
apreciar como pequeñas precipitaciones pueden iniciar cambios
significativos en el paisaje. Tras una lluvia torrencial, los
milenarios cauces secos cobran vida, marcan surcos entre los
cerros arenosos, crean espacios verdes en los que especies de aves
como los camachuelos trompeteros, terreras y cogujadas pueden saciar
la sed, e incluso conseguir el alimento para sus camadas. En los
bordes anegados del cauce, las larvas de libélulas pueden
desarrollarse y completar su metamorfosis, como las ranas y otros
anfibios que inician su desarrollo tras la sequía. Las bisbitas
corretean en los limos y las abubillas buscan larvas e insectos en
el barro… Y todo eso sucede en el desierto, mientras en los deltas
de Cabo de Gata y Punta Entinas, el agua crea grandes lagunas y
salinas, plagadas de aves acuáticas de gran porte. Flamencos,
cormoranes, ánades, garzas y garcetas, pueblan un paisaje de gran
humedal situado junto al mar.
Río Dílar, Granada
En el noreste de Andalucía, Jaén alberga la sierra del agua, el
singular complejo montañoso de Cazorla, Segura y las Villas, donde
nace el Guadalquivir, el gran río que vertebra Andalucía, el gran
eje ecológico que desde aquí lleva el agua de las sierras Béticas al
océano Atlántico. Cazorla y su entorno serían una continuidad de los
territorios áridos del noreste granadino si no fuese por la
presencia del agua, del nacimiento de múltiples arroyos que
condicionan, junto a los relieves geológicos, una meteorología que
favorece las precipitaciones, que con un gran nivel anual, llenan
cauces y se filtran para completar enormes acuíferos subterráneos.
Valles y vaguadas, barrancos y remansos de aguas que se extienden
por laderas y campos mientras alimentan bosques y llanuras. En Jaén,
el contraste se encuentra en las tierras del norte, con extensas
llanuras, antiguas zonas cerealistas hoy cubiertas de olivares, gran
parte de ellos regados por conducciones artificiales. La falta de
agua, genera paisajes de secano que también poseen ecosistemas
dignos de preservarse, con la presencia, por ejemplo, de las muy
escasas avutardas, ortegas y sisones.
Las altas cumbres de Sierra Nevada albergan los más singulares
paisajes del agua, las lagunas glaciares y borreguiles, los puntos
en los que se puede afirmar que es donde nace el agua, ya que son
los acuíferos de mayor altitud peninsular. El deshielo crea arroyos
y escorrentías junto a los que se desarrollan ecosistemas que cubren
de verde el territorio rocoso de los glaciares. En verano, la imagen
gris de las altas cumbres, se tiñe de un verde intenso en los puntos
donde se desarrollan los borreguiles y, desde ellos, parten caminos
de agua que llenan los ríos de Granada: Genil, Monachil y Dílar,
hacia el oeste, mientras el Trevélez y Guadalfeo discurren por la
ladera sur hacia el mar. Los primeros alimentan los paisajes de la
Vega de Granada, los sureños cubren de verdor los bancales
aterrazados de la Alpujarra.
El agua de la lluvia y el deshielo cae sobre la tierra pero no solo
se queda en los cauces, sino que se infiltra entre los roquedos para
crear uno de los mayores acuíferos subterráneos de la península
Ibérica, el acuífero de Granada, desde Loja a las estribaciones sur
de la Vega de la metrópoli. Agua que aflora en manantiales y pozos
para determinar la imagen de un territorio marcado por los paisajes
del agua.
Borreguil de San Juan, Sierra Nevada
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