LA NOCHE DE LA GARZA BRUJA
Los martinetes, aves escasas y huidizas, llenan el crepúsculo con
sonidos de terror en tiempos de Difuntos y Halloween
Pasea entre humedales y riveras, presta atención a sonidos y
formas, observa el vuelo de la garza de noche… y siente miedo
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * TEXTO Y FOTOS
La lámina de agua de la laguna se ha vestido de un color dorado
con tintes rojizos, es el espejo del cielo en el crepúsculo de
otoño. Las largas varas de aneas y carrizos proyectan densas
sombras sobre las riberas, entre las que se mueven nerviosas
fochas, gallinetas y agachadizas rezagadas en la búsqueda de
refugio nocturno. Desde la frondosidad de los tarajes, donde sus
ramas tocan la ribera, se inicia un graznido potente y bronco,
como si la tierra se abriese para dejar paso a las fuerzas del
mal, un grito ronco que sube en intensidad, se adueña del espacio
y hace callar el rumor de las aves, cesa el chasquido de las
fochas y hasta el silencio se apodera de las pajareras repletas de
garcillas. Todos saben que es el despertar de la garza bruja, de
los letales martinetes, que inician su búsqueda diaria de presas:
ranas, peces e invertebrados acuáticos de gran tamaño, un
ave asociada a leyendas de brujas y seres demoníacos, un ave
cuyo canto era imitado para ahuyentar a enemigos escondidos en las
sombras. Es la noche del terror, cuando las almas de los
druidas y magos del norte de Europa se unen a las brujas del sur
en eternos aquelarres que celebran la fiesta irlandesa de
'Samhain', el fin de la luz del verano y la llegada de la
oscuridad, el actual Halloween que precede las conmemoraciones
mediterráneas latinas, de Santos y Difuntos. I
Intentar descubrir la presencia de los martinetes, de las garzas
brujas, en los humedales, escondidas entre las ramas de álamos y
grandes tarajes, donde han permanecido ocultas durante todo el
día, a la espera de la llegada del crepúsculo, es una forma ideal
de conocer cómo la naturaleza ofrece sensaciones asimilables a lo
que intentamos rememorar con celebraciones paganas convertidas en
ritos ancestrales para rememorar el paso de la vida a la muerte,
alabar a los santos y honrar a los muertos
Los censos de aves indican que hay un incremento positivo en las
poblaciones de martinete en la península Ibérica y en especial en
Andalucía oriental, donde hasta hace poco tiempo la presencia de
estas aves era ocasional y de paso. En espacios protegidos como la
reserva natural de la Charca de Suárez de Motril o las lagunas de
Punta Entinas, en Almería, ya hace una década que se empezaban a
consolidar pequeñas poblaciones de esta especie llamada Nycticorax
nycticorax, con el nombre vernáculo de martinete común, garza de
noche, garza bruja y cuervo de noche, ya que su bronco graznido
recuerda al canto de los cuervos, lo que se tuvo en cuenta para la
nomenclatura de la especie, ya que ‘corax’ es el nombre específico
del cuervo.
No es un ave pequeña. Los martinetes miden algo más de medio metro
de longitud y su envergadura puede llegar a casi un metro, con un
largo y fuerte pico negro con reflejos verdosos. Los adultos, de
plumaje blanco, poseen una boina azabache, bajo la que destacan
los ojos de iris rojo intenso que se tornan de fuego si se
observan entre las sombras de los árboles. Los jóvenes, de colores
pardos y manchas blancas, son más osados, se aventuran de día más
allá de la protección de las aneas para buscar presas en la lámina
líquida de la laguna, pero al igual que sus congéneres, ante
cualquier amenaza o presencia, se mantienen quietos, casi
paralizados en un intento de camuflarse con los carrizos, de
mimetizarse en la ribera. Una actitud de movimientos mínimos,
lentos y precisos, casi imperceptibles, es su método de caza. Se
encorvan sobre sus patas amarillas, bajan el pico y se arquean
mientras se acercan despacio, casi a cámara lenta y, de improviso,
lanzan un rapidísimo ataque y hunden el pico en el agua para
alcanzar aquella rana que se percató de la presencia de su
depredador cuando ya era demasiado tarde.
El martinete común, como la garza real, imperial, las garcillas y
garcetas, son aves de ribera que prefieren aguas de escasa
salinidad y que ven como la presión inmobiliaria, el avance de la
agricultura intensiva bajo plástico, la contaminación por
presencia humana y el turismo reducen sus territorios y alteran
los ecosistemas donde sobreviven. En la Charca de Suárez de Motril
han encontrado un espacio protegido donde desarrollarse y en el
que encuentran las condiciones para reproducirse y mantener la
especie. Es fácil observarlas a la caída de la tarde y oír su
terrorífico canto, el lenguaje de las brujas que durante la noche
recorren las lagunas en busca de presas que aportar al gran
aquelarre de la noche que precede a Santos y Difuntos.
Al acecho entre los arbustos
Los ejemplares juveniles de Martinete, Nycticorax nycticorax,
suelen esconderse entre las ramas de los árboles y arbustos de
riberas, en lugares donde permanecen ocultos y al acecho de la
presencia de presas sobre las que puedan lanzarse de una forma
rápida y efectiva. Los ejemplares jóvenes suelen verse juntoa a
algún adulto

Translated
by
FELIPE BENAVIDES
Order: Pelicaniformes
Family: Ardeidae
Nycticorax nycticorax
(Linnaeus, 1758)
Black Crowned Night Heron
Maximum size: 65 cm
Habitat
They can be seen in wetlands, pine-groves, heath, fern-beds,
cork oaks or holm-oak woods, under cover amongst reeds,
bulrush, crumps or scrubs where they hide.
They are nocturnal and crepuscular.
They feed on molluscs, crustaceans, fish and insects.
They feed in paddy-fields and in reserves with nearby lagoons.
They are included in the Red List of the Vertebrates of
Andalusia, and their conservation status is Minor Risk,
nearing Extinction Risk, and in the rest of Spain Rare
Specimen.
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