EVOLUCIÓN
* PALEOANTROPOLOGÍA
En busca de los ancestros de neandertales y Homo sapiens
La investigadora de la Universidad de Washington, Aida Gómez
Robles, sorprende a la comunidad científica al retrasar en miles
de años la separación de neandertales y H. sapiens
Entrevista por Juan Enrique Gómez / IDEAL y WASTE MAGAZINE
Foto: Jessica McConnell Burt

Está considerada como una de las paleoantropólogas más brillantes
de los últimos tiempos, al menos es lo que se dice en los
reducidos círculos científicos internacionales en los que se
estudia la evolución humana. La granadina Aida Gómez Barrios, es
la primera firmante de un trabajo que ha dado la vuelta al mundo.
Una investigadora que traba en Estados Unidos, donde
forma parte del Laboratorio de Neuroanatomía Evolutiva de la
George Washington University. Un centro al que llegaba tras
realizar su doctorado en la UGRy formar parte del equipo de
trabajo de Atapuerca. Su formación predoctoral la realizó en el
Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana
(Cenieh), de Burgos.
–
Su trabajo ha puesto sobre la mesa que no
hay ningún antecesor común para neandertales y H. sapiens.
–Supone que aún no hemos encontrado a esa
población ancestral. Si pertenece a alguna especie que ya
conocemos, o a otra aún por definir es algo que forma parte del
interminable debate taxonómico entre paleoantropólogos. Ese debate
tiene dos escuelas. La primera tiende a considerar como especies
distintas a grupos de homínidos bastante reducidos que tienen una
cierta cohesión en términos de cronología, geografía y morfología.
La segunda indica que el número real de especies de homínidos es
muy reducido y que las diferencias que vemos entre distintos
fósiles se deben a la gran diversidad intraespecífica de estas
especies.
–¿
El registro fósil no ofrece información
suficiente?
–En realidad la información es muy limitada, es
por lo que el debate del que hablábamos parece no tener solución,
y está tan enquistado porque intervienen muchos factores que no
son estrictamente científicos. Primero porque nos resulta
inevitable sobredimensionar todo lo que tiene que ver con nuestra
propia especie y nuestros orígenes. Y segundo, porque todo lo que
se relaciona con la evolución humana toca una serie de fibras a
nivel mediático, social, religioso, económico, etcétera, que
sesgan irremediablemente estos debates con criterios muchas veces
no científicos.
–También se elimina la aparente ‘juventud’
de los neandertales ¿Realmente este dato cambia parte de la
investigación paleontológica?
–Lo que cambia nuestro trabajo es la relación
entre los datos paleontológicos y los moleculares. Los estudios de
ADN tienden a datar la divergencia entre Neandertales y humanos
modernos (nuestra especie) en 350.000-400.000 años, aunque con
rangos de error muy amplios, que pueden ir desde más de 800.000
años en algunos cálculos a menos de 200.000 en otros. También
sabemos que hay fósiles más antiguos de 350.000 años en Europa que
tienen afinidades muy claras con los Neandertales (por ejemplo,
los de la Sima de los Huesos, en Atapuerca). Otros fósiles como
los de la Gran Dolina, con una antigüedad cercana al millón de
años, tienen algunos caracteres que sólo se observan en los
Neandertales, lo que nos lleva a pensar que esos homínidos están
situados ya al inicio del linaje neandertal. Sin embargo, como los
análisis de ADN arrojan una fecha más moderna, algunos
paleoantropólogos han apoyado esas fechas más recientes, bien
ignorando las afinidades que vemos en el registro fósil o bien
reconociendo que esa discrepancia está ahí, pero sin ofrecer
ninguna explicación que pueda conciliar esas diferencias.
–¿Es cierto que los restos europeos parecen
más cercanos a los neandertales que los de otros lugares, al
menos los de un millón de años?
–Sí, nuestros resultados implican que hay que
estudiar en más detalle los fósiles de esa antigüedad, lo que no
es sencillo porque no existen muchos homínidos de esa época en el
registro fósil. Otro punto importante es que nuestro estudio se
basa sólo en la evidencia dental, y también sería fundamental
explorar otro tipo de evidencias (craneal, mandibular,
postcraneal…). Sabemos que no todos los rasgos evolucionan a la
misma velocidad, ni obedecen a las mismas presiones selectivas.
Por eso es importante tener una visión más global y entender cuál
es el patrón evolutivo de estas poblaciones como organismos
completos y complejos, no sólo como un conjunto de dientes, o como
un cráneo, o como un húmero. En este sentido, la perspectiva de
nuestro artículo, como la de la mayoría de estudios
paleoantropológicos, es innegablemente reducionista. Por eso,
nuestro trabajo no pretende resolver todo el problema de la
evolución humana ni del ancestro común de los neandertales y de
Homo sapiens, sino ofrecer una herramienta metodológica que pueda
ser útil para que otros investigadores puedan seguir construyendo.
–De la Universidad de Granada a Atapuerca y
después a Washington ¿Supongo que es el fruto de un
reconocimiento científico nada fácil de conseguir?
–Pienso que cualquier logro profesional es
siempre fruto del trabajo, pero también de atreverse a explorar
opciones que en principio parecen poco evidentes. Al acabar mi
carrera sabía que quería especializarme en evolución humana y el
grupo que trabajaba en Atapuerca era ideal para conseguirlo. Así
que decidí contactar con ellos, supongo que con el convencimiento
de que tenía mucho que ganar y nada que perder. Después de
insistir y de intentar varias vías distintas (incluyendo una vía
más oficial mediante las becas de Introducción a la Investigación
que otorgaba el CSIC), conseguí comenzar a trabajar con ellos. Una
vez allí, enganchar la primera excavación con la beca del CSIC y
luego con mi proyecto de tesis fue bastante más sencillo. Respecto
a Washington, una vez que uno está metido en el mundo de la
investigación, moverse a otros sitios resulta relativamente fácil.
Es más, normalmente es necesario.
–¿
Cómo logra una investigadora joven
encajar en un sector científico con grandes ‘gurús’?
–El mundo de la investigación es en general muy
competitivo en el que la gente es ambiciosa (lo que no tiene que
ser necesariamente negativo), y creo que la Paleoantropología no
es distinta en eso. Además, creo que es una realidad innegable que
una gran parte de la investigación suele recaer sobre las espaldas
de los estudiantes de doctorado y de los investigadores
postdoctorales, que son por definición investigadores jóvenes,
mientras que los investigadores más ‘senior’ suelen tener que
dedicar muchísimo tiempo a otras actividades (gestión,
coordinación, docencia, divulgación…). Esto significa que ser un
investigador joven no es ninguna rareza, y no creo que suponga
ningún problema a la hora de encajar en la mayoría de los
ambientes científicos.
–¿Cómo se siente al ser el primer firmante
de un trabajo en el que se encuentran como coautores nombres
como Bermúdez de Castro, Carbonell y Arsuaga?
–Durante los últimos años hemos publicado
varios artículos juntos, y éste es sólo uno más dentro de esta
línea de trabajo. Por supuesto, estoy agradecida por la
oportunidad que tuve en su momento de empezar a trabajar en
Atapuerca, sobre todo a José María (Bermúdez de Castro), que es la
persona que confió en mí sin conocerme de nada y que me acogió en
su equipo. Sin embargo, una vez dentro del circuito, las cosas
funcionan de una forma bastante natural y las relaciones son las
normales entre compañeros de profesión.
–¿Prefiere el trabajo de campo, las
excavaciones, al de laboratorio?
–Yo suelo preferir el trabajo de laboratorio,
aunque el trabajo de campo también tiene su encanto. De hecho, en
el último par de años en el que no he hecho trabajo de campo, lo
he echado de menos.
–
Ha tenido que investigar con 13 especies de
homínidos y más de un millar de muestras dentales. Aquí es donde
no cuadra la imagen aventurera y bucólica del paleontólogo.
–En realidad el trabajo bucólico del
paleontólogo representa sólo una parte minoritaria de la labor
real. Normalmente las campañas de excavación se concentran en el
verano. El resto del año se suele dedicar a hacer trabajo de
laboratorio. Si contamos con que un paleontólogo medio dedique dos
o tres meses al año al trabajo de campo, nos queda más de un 75%
de su tiempo de investigación que se dedica a esas otras tareas
que no tienen ese aire aventurero pero que son fundamentales para
darle sentido al trabajo que se hace en el campo.
2013
Aida Gómez-Robles (Granada, 1981)
Licenciada en Biología por la Universidad de Granada (1999-2004).
Desde 2001 empezó a colaborar de forma regular en el Laboratorio
de Antropología Física de dicha Universidad, contando con el apoyo
de diversas ayudas a la investigación como una Beca de Iniciación
a la Investigación (Universidad de Granada) y una Beca de
Colaboración (Ministerio de Educación y Ciencia). También exploró
el ámbito de la divulgación científica mediante la realización de
prácticas en el Parque de las Ciencias de Granada.
Terminada la licenciatura, se incorporó al Equipo Investigador de
Atapuerca y se trasladó a Madrid para trabajar en el Museo
Nacional de Ciencias Naturales, primero con una Beca de
Introducción a la Investigación del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) y luego con una beca
predoctoral del Plan Nacional de Formación del Profesorado
Universitario (FPU). En 2006 se trasladó a Burgos, realizando la
mayor parte de su investigación predoctoral en el Centro Nacional
de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
Defendió su tesis doctoral sobre evolución de la forma dental en
las distintas especies de homínidos en 2010, contando en la fase
final con una ayuda a la investigación de la Fundación Atapuerca.
En 2011 comenzó a trabajar como investigadora postdoctoral en el
Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research
(Altenberg, Austria), donde permaneció durante un año. En 2012
cambió su línea de investigación principal, centrándose en la
evolución cerebral, trabajo que desarrolla en el Laboratorio de
Neuroanatomía Evolutiva de la George Washington University
(Washington, DC).
Ha realizado estancias breves de investigación en Francia,
Alemania, Georgia, China y Estados Unidos.
Es co-autora de alrededor de una veintena de artículos
científicos, publicados principalmente en las revistas Journal of
Human Evolution, Evolution, Journal of Anatomy, Proceedings of the
Royal Society B y Proceedings of the National Academy of Sciences
USA.
TEMAS RELACIONADOS
Evolucion,
especial
en Waste magazine
La evolucion del hombre en Europa
Una serie de reportajes para mostrar la riqueza natural
que nos rodea, sus ecosistemas y a sus singulares
habitantes.
Granada y las tierras del sureste de Andalucía poseen la
mayor diversidad biológica de Europa, parajes únicos para
vivir en tiempos de estío