ES TIEMPO DE 'NAZARENOS' Y
'CAPIROTES'
Flora y fauna silvestre adoptan la imagen y expresiones de la
Semana Santa
En el tiempo de la pasión, las tradiciones mimetizan colores y
formas de la biodiversidad mediterránea.
TEXTOS y FOTOS: JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE / WASTE
Magazine
Al borde de los caminos, al llegar la primavera, aparecen
hileras de pequeñas flores arracimadas que tiñen de morado
intenso el verde de los prados rebrotados tras las lluvias.
Están muy juntas, erguidas sobre el sustrato para superar la
altura de las hierbas. Pequeños grupos de florecillas con forma
de campanitas cerradas que parecen iniciar un disciplinado
desfile. Son plantas del género
Muscari a las que las
gentes del campo pusieron el nombre de nazarenos. Es flora de
Semana Santa, con nombre de penitente, con el color de las
túnicas de los cofrades y las formas terminadas en capuchas que
podrían recordar a los nazarenos de las cofradías que no llevan
capirote.
Cada año, avanzada la Cuaresma, los caminos se llenan de
legiones de florecillas, algunas son como margaritas de colores
anaranjados llamadas caléndulas, vinagretas con hojas de trébol,
otras son silenes, la flor de las collejas, salvias y jaramagos,
y entre ellas, destaca el llamativo color morado de los
muscaris, de los nazarenos, de los que en los campos del
interior de Granada y zonas de media altitud de Jaén y Almería,
crecen dos especies,
Muscari
neglectum, el nazareno que crece en
zonas como la colina de la alhambra, la Dehesa del Generalife; y
el
Leopoldia comosa (Muscari
comosum, (que también aparece en esta
época y en bordes de caminos e interior de los campos de
cultivo, al que los conocedores de la flora de clima
mediterráneo llaman también nazareno, pero en este caso porque
sus flores se abren al fructificar en forma de pequeños y
maravillosos candelabros en los que se concentran todas las
gamas posibles del color morado, y que cuando aún no se han
abierto, presentan un color verde oscuro que recuerda a los
mantos bordados de algunas vírgenes de la Semana Santa andaluza.
Mientras que en el sureste ibérico crecen esas dos especies de
nazareno, en la sierra de Cazorla, aparece una especie de este
mismo género que es endémica del Parque Natural de la Sierra de
Cazorla, Segura y las Villas, y que lleva el nombre de este
espacio protegido en su denominación científica,
Muscari cazorlanum.
La diferencia es que sus flores aparecen como campanitas de
color entre morado y azul. Se encuentra catalogada en la Lista
Roja de la Flora Vascular de Andalucía y en la de España.
También entre la fauna, la imagen de la Semana Santa aparece en
algunas especies habituales en los bosques del sureste. Hay una
curruca, la especie
Sylvia
atricapilla, que tiene como nombre vulgar
curruca capirotada. Esta pequeña ave, del tamaño de un gorrión,
habita en zonas de matorral y luce sobre su cabeza un tocado a
modo de capirote, de color rojizo en las hembras y de un color
negro muy denso los machos. Es junto a otra especie de su misma
familia, la curruca cabecinegra, las que poseen el capirote al
que los conocedores de la avifauna mediterránea asimilan con la
Semana Santa.
El mamífero que más se relaciona con esta época es el conejo,
por la tradición anglosajona del conejo de Pascua. La leyenda
cuenta que el día en el que Cristo resucitó, el único animal que
pudo verlo y correr a contarlo a todos, fue un conejo, pero como
no podía expresarse, recogió y congregó huevos de colores para
dar así la buena nueva.
La biodiversidad, la vida silvestre, se tiñe del color de la
Pasión. Muchas de las especies de flora que pueblan los campos
en el inicio de la primavera tienen sus flores moradas y rojas,
lirios, amapolas y siemprevivas.
Orugas de procesionaria
Las procesiones, los desfiles de las cofradías, son el modelo en
el que se fijaron los naturalistas para poner nombre a una
oruga, la larva de la mariposa nocturna,
Thaumetopoea
pityocampa, a la que todo el mundo
conoce como procesionaria. Cuando salen de sus nidos en las
ramas de los pinos para bajar al suelo y buscar un lugar donde
enterrarse y pasar a su fase de crisálida, antes de convertirse
en mariposa, caminan una detrás de otra, formando largas
procesiones que se mantienen hasta que llegan a su destino. Si
alguien las disgrega, en pocos minutos, las orugas vuelven a
juntarse para reanudar su disciplinado desfile procesional.
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