ARRAYÁN MORISCO
EL AROMA DE LOS REYES
Botánicos granadinos ponen su nombre al escasísimo arrayán
morisco, el mirto que ocupaba los palacios nazaríes
Una subespecie originaria del siglo I de la que se conservaban dos
ejemplares centenarios en la Alhambra y ahora se extiende a otros
jardines
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE - TEXTO
Y FOTOS
En la Sala de los Reyes, junto al Patio de los Leones, unas
pinturas muestran a los sultanes nazaríes junto a ramas de arrayán
en flor. No era el mirto que hoy forma los setos del patio de los
Arrayanes, sino una planta con hojas densas, dispuestas de tres en
tres, abarquilladas y mucho más grandes que las que estamos
acostumbrados a ver en los espacios ornamentales alhambreños y la
ciudad de Granada. Una planta que agrónomos árabes, y botánicos
del siglo XVI, afirmaron que llegaba a formar grandes masas
arbustivas con alturas que, en espacios ajardinados del
Generalife, llegaban a competir con los grandes árboles. Se le
había llamado arrayán morisco y se consideraba como una variedad
del arrayán, es decir
Myrtus communis baetica. La planta
que por su aroma (‘Al-rayan el aromático’ era su denominación
árabe) era la favorita de la corte nazarí y en este caso de olor
más intenso que el que habitualmente se ha plantado en parques y
jardines de la ciudad.
Dos biólogos granadinos, Manuel Casares, del Departamento de
Botánica de la Universidad de Granada, y José Tito, conservador
del Jardín Botánico de la UGR, han dedicado parte de sus esfuerzos
al estudio y recuperación de esta planta olvidada y casi
desaparecida de tierras andaluzas. «Lo vimos por primera vez en el
Carmen de los Mártires, de donde poco después desapareció, pero
conservamos un pliego de herbario que, más tarde, nos sirvió para
comprobar que había dos grandes mirtos moriscos en la Alhambra,
junto al paseo de las adelfas y en la plaza de los Aljibes»,
afirma Manuel Casares, que junto a José Tito iniciaron la tarea de
determinar taxonómicamente la planta que estaba claro que era
diferente al arrayán común.
«Llegamos a la conclusión de que se trata de una subespecie y así
se ha reconocido científicamente:
Myrtus communis subsp.
baetica. Le pusimos el nombre de
baetica porque fue
el mismo que incluyó el botánico Clusio en el siglo XVI cuando
describió la planta, pero él la calificó como especie, aunque más
tarde se reconsideró y se dijo que era la misma que el mirto
común», afirma J. Titos. Ahora la labor de estos investigadores la
ha recuperado como subespecie y lleva la coletilla de autor con el
nombre de los dos botánicos granadinos: Tito y Casares.
Manuel Casares y José Titos
Desaparecido
El arrayán morisco se mantuvo en la Alhambra desde los inicios del
monumento hasta el siglo XVII, que es citado por Cosme de Medicis,
«pero creemos que desapareció del Patio de Comares hacia 1831 y
nunca más volvió, al menos a los palacios», afirman. Recientemente
pudieron constatar la presencia de los dos grandes pies
centenarios en puntos del monumento. «Fue durante un trabajo de
estudio de la flora de la Alhambra. La dirección del Patronato ha
acogido esta planta como la más representativa del recinto, e
incluso se han realizado iconos y campañas con la imagen del mirto
morisco», dice Casares, para quién es la recuperación de la imagen
vegetal de gran parte de los espacios nazaríes. Afirma que hay
textos de la época de Carlos V, donde se describe que los balcones
del patio de la Acequia, estaban flanqueados, en su vista hacia la
Alhambra, de enormes setos de
Myrtus communis baetica que
crecían desde las huertas.
Tras el esplendor de esta especie en la fortaleza roja, el mirto
morisco desapareció casi por completo, incluso de algunos jardines
de la ciudad donde se sabe que existía. Sólo quedaron ejemplares
en algunas zonas de Marruecos y otros que se habían llevado a
Estados Unidos, donde aún se cultiva para ornamentación. En
Granada quedaron olvidados. Desde hace unos años, el Patronato de
la Alhambra ha recuperado y plantado varios ejemplares en
diferentes puntos del monumento.
La entrada del Jardín Botánico de la Universidad, en la facultad
de Derecho, está flanqueada por un gran ejemplar de arrayán
morisco. Es la planta madre de un programa de reproducción que han
puesto en marcha en el jardín. «Hemos conseguido reproducirlo y
desde aquí llevarlo a otros jardines», dice José Tito, para quien
la recuperación del arrayán de los sultanes de la Alhambra es
devolver a la ciudad uno de sus ancestrales valores botánicos.