EL AVE QUE LLEGÓ DE ESCOCIA
Es habitual en el paisaje marino invernal de la costa del mar de
Alborán
donde pesca y espera su vuelta al norte en primavera
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle
Es una punta de arpón que penetra en la superficie del mar a 120
kilómetros por hora para atrapar peces con los que alimentarse. Es
la mayor de las aves marinas que se pueden observar en las costas
de la península Ibérica y que desde hace algún tiempo ha ampliado
sus territorios y ha dejado el Cantábrico y el Atlántico para
convertir las áreas litorales de Alborán, Granada y Almería, en
uno de sus destinos de invernada. El Alcatraz atlántico, Morus
bassanus, se ha convertido en un visitante habitual que incrementa
su presencia en invierno y que ha tomado el pulso a estas costas a
las que cada año vuelve a pesar de que tiene que realizar un viaje
de más de 3.000 kilómetros. Son aves llegadas de las islas
situadas entre las costas de Noruega y Escocia en las que se
reproducen y pasan el verano en grandes colonias de miles de
individuos, y desde donde emigran cuando en el otoño empieza el
frío gélido del mar del Norte. En el Mediterráneo occidental han
encontrado aguas en las que pescar y permanecer a la espera de
tiempos más cálidos.
Su imagen es impresionante. Es un ave de casi un metro de longitud
y 1,80 de envergadura, que aparece en el horizonte como una
silueta que realiza un potente movimiento de alas y se deja
planear durante varios segundos para volver a aletear una o dos
veces y volver a planear sobre el mar. A lo lejos puede ser
confundido con alguna de las grandes gaviotas, patiamarillas o
sombrías, pero cuando se acerca a la línea de costa, a los
rompientes, el gran pico y su continuo escrutar los movimientos de
la superficie le delatan, y de pronto, cuando ha divisado su
presa, quiebra el vuelo, gira sobre si mismo y entorna las alas
para ejecutar su particular método de pesca: caer como una flecha
sobre la superficie del mar.
En las costas granadinas, los alcatraces se pueden ver el
final del otoño, pero es en los meses de diciembre y febrero
cuando hay una mayor densidad de población, ya que a los
individuos, sobre todo jóvenes, que han llegado a finales de
noviembre, se les unen los adultos que tardaron más en salir de
las colonias norteñas. En febrero, la cantidad de alcatraces se
hace evidente en los días de temporal, es cuando se acercan más a
la línea de playa mientras siguen los posibles bancos de peces que
se mueven con el flujo de las grandes corrientes. Es fácil verles
evolucionar muy cerca de las crestas de las olas de poniente
cargadas de espuma mientras el viento sopla a gran velocidad.
El color naranja de la cabeza de los alcatraces se dibuja sobre un
cuerpo blanco en el que las puntas de las alas están pintadas de
negro. El pico, gris y ribeteado de negro y naranja les otorga una
exótica presencia y marca la diferencia con el resto de las aves
marinas que suelen surcar las costas del oriental granadino. Los
juveniles son de color marrón jaspeado que, con el tiempo va
tornándose blanco.
Según un estudio realizado por los biólogos Mariano Paracuellos y
Diego Jérez, que han comparado datos de comunidades de aves
marinas en las dos orillas del Mediterráneo Occidental, en Melilla
y la zona limítrofe entre Granada y Almería, en el mes de enero se
observaron 39 alcatraces por hora, mientras que en febrero la
cifra sube a 42. Una cantidad que se puede considerar muy alta
para una especie que teóricamente no tiene en esta zona del
continente su hábitat perfecto, pero ha sabido aprovechar las
circunstancias del incremento del clima, que le evita tener que
desplazarse hacia tierras africanas, y que encuentra ‘caladeros’
donde pescar.
«Son ‘ping’»
En Motril les llaman ‘ping’. Los pescadores y habituales de la
playa de Poniente, aseguran que se les ve desde hace muchos años,
pero su número ha aumentado considerablemente. Les han bautizado
con ese curioso nombre en alusión a la forma de pescar. Afirman
que es todo un espectáculo verles caer en picado sobre el agua,
una y otra vez, sin descanso, y en ocasiones, si hay varios
alcatraces, lo hacen de forma simultánea.
Son acompañantes habituales de barcos de pesca, junto a bandadas
de gaviotas, que provocan serios problemas a los pescadores, ya
que se sitúan muy cerca de los barcos y llegan a entorpecer las
faenas, pero cuando pescan por sí mismos, son una señal inequívoca
de la presencia de bancos de peces en los puntos concretos donde
reiteradamente se dedican a sus zambullidas.
En el horizonte de Alborán las siluetas de los alcatraces se
dirigen, al atardecer, camino de los grandes acantilados de la
costa, desde Sacratif hacia el este, los cuarteles de invierno de
un ave llegada del norte.
Un picado para pescar.
Recreación gráfica del particular método de pesca de los
alcatraces. El ave gira y se sitúa en línea mirando al mar para
iniciar un picado que culmina al ceñir las alas al cuerpo para
entrar en el agua como si de una aguja se tratase y casi sin
levantar espuma, unos instantes después emerge y como un gran
cuerpo ingrávido remonta el vuelo sin esfuerzo aparente alguno
tras haber dado cuenta de alguna lisa, lubina o calamar de gran
tamaño.