PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
EL ORIGEN DE LA TIERRA
Desde el mirador del Fin del Mundo la Hoya de Guadix muestra la
belleza de un territorio único modelado en el cuaternario
Las heridas del tiempo crean valles imposibles mientras horadan
las arcillas y describen la historia en las frágiles laderas de
cárcavas
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
El viento azota el espartal y cimbrea los jopos, secos ya en el
ecuador del verano; levanta nubecillas de polvo rojo que ascienden
entre los crestones de tierra, mientras desde el cielo llega el
clamor de un lejano e incesante cloqueo. Delata la presencia de un
bando de abejarucos que vuela entre los campos de labor y los
taludes áridos en los que tienen sus nidos, túneles horadados en
la arcilla. Vuelan sobre un espacio al que llegan cada primavera
para reproducirse. Estas aves, las más bellas de Europa, mimetizan
sus rojos, amarillos, naranjas y verdes con los colores de una
tierra única. Es una de las especies habituales de los
subdesiertos de las zonas áridas del noreste de la provincia de
Granada, de las cadenas de ‘badlands’ (malas tierras) que dibujan
una orografía singular, frágil, cambiante, modelada cada día por
el sol, los vientos y el agua.
Vuelan bajo los tajos de un mirador al que las gentes llaman del
Fin del Mundo, una atalaya natural situada sobre las grandes
mesetas que coronan los taludes que, de forma drástica, quebrada,
casi vertical, caen hacia el valle del río Alhama y las tierras
fértiles de la Hoya de Guadix. Un observatorio desde el que
contemplar y entender el origen de un territorio que muestra,
mejor que ningún otro, las cicatrices del tiempo, las líneas
escritas en el gran libro de la evolución geológica. Son
cárcavas, arcillas, margas y yesos, que se extienden como islotes
de tierras blandas entre las poderosas estructuras rocosas de las
sierras béticas.
VÍDEOS * SUBIDA AL MIRADOR
DEL FIN DEL MUNDO
VÍDEO: MERCHE S. CALLE
Y J. E. GÓMEZ
Viajar en el tiempo
Extender la vista desde las cumbres de los ‘badlands’ es viajar en
el tiempo y contemplar un inmenso mar en el que, hace tan solo 20
millones de años los movimientos de placas generados por el choque
entre Europa y África provocaron que los fondos marinos emergieran
para formar la cadena alpina que desde Sierra Nevada configura el
sur del continente. A lo largo de una decena de millones de años,
el mar dejó paso a grandes lagos que fueron desecados por
los derrubios generados por el levantamiento de los cerros,
tierras sueltas, de aluvión, conglomerados compactados por el agua
de esos lagos que, desplazada, trazó surcos que formaron cuencas y
ríos que aún discurren entre las azotadas tierras descarnadas del
origen de las montañas. Es el germen de los actuales badlands de
las altiplanicies y mesetas horadadas por la erosión, conformadas
así desde el final de Neógeno (5 millones de años) y el
pleistoceno, al inicio del cuaternario. Un paisaje joven en
términos de eventos geológicos en el que es fácil comprobar como
el agua ha limado las paredes verticales en las que las rocas más
duras se han quedado marcadas como líneas transversales, donde los
cambios de coloración muestran diversas composiciones minerales y
un perfecto mapa estratigráfico milenario.
El libro de la tierra abre sus páginas más singulares en la meseta
y Hoya de Guadix, desde la aridez casi extrema de los espacios
situados hacia el noreste, hasta las fértiles vegas rodeadas de
cárcavas al sur del eje geológico de la depresión de Guadix, un
paisaje colonizado por el ser humano desde los primeros homínidos
llegados de África hace más de un millón y medio de años, un
territorio protagonista de gran parte de los eventos que han
conformado la historia del sur de Iberia. Las tierras blandas
facilitan el paso de los ríos que, a su vez, trazan rutas
ecológicas transitadas por animales y hombres. La Hoya de Guadix
es un paso abierto entre las sierras béticas, un cruce de caminos
entre el sur y el este peninsular, donde aún es posible observar
también la evolución de los ecosistemas y sus habitantes.
El mirador de las malas tierras
La Hoya de Guadix se extiende hacia el oeste a través del valle
del río Fardes y el Alhama, donde el agua crea un verdadero oasis
de alamedas cultivos ancestrales flanqueados por las paredes
de conglomerados. En Purullena, las cuevas talladas para vivir
protegidos por la tierra se extienden entre las agujas de arcilla.
Marchal se ubica bajo una gran masa de cárcavas modeladas por el
tiempo, con chimeneas de hadas, esos bloques de tierra roja que se
alzan al cielo con cúpulas de arcillas duras en su cumbre… y los
antiguos graneros labrados en la montaña roja del desaparecido
Lares, un poblado de los siglos XV y XVI. El río Alhama alimenta
los campos de Beas de Guadix, que mira hacia el sur para
contemplar los cerros de ‘malastierras’. Desde la entrada de Beas,
tras cruzar el río a su ribera derecha, parte un sinuoso y
pendiente carril que, en poco menos de dos kilómetros, corona la
cumbre de las cárcavas. Llega a una gran meseta que se extiende
hacia las inmediaciones de la vertiente norte de Sierra Nevada, a
tierras de Lugros y el Camarate. Sobre ella un mirador al que
llaman del Fin del Mundo, porque para los primitivos habitantes de
las cárcavas, el desierto era toda su existencia, pero hay vida y
paisaje más allá. Es el lugar para observar la cuerda norte de
Sierra Nevada, las quebradas cimas de la sierra de Huétor, las
lejanas cumbres de la Sagra y el Jabalcón. La sierra de Baza ocupa
el horizonte al sureste, y en el entorno próximo, las mesetas
altas de Purullena, con otro mirador al que se acede por las
ramblas situadas junto a Paulenca.
El ascenso es lento por la fuerte pendiente, pero permite observar
la belleza de los ecosistemas áridos, los espartales y tomillares,
laderas en las que crecen retamas, bolinas y albaidas. Es un
hábitat en el que solo pueden sobrevivir especies de fauna y flora
adaptadas a condiciones extremas, a periodos de intenso calor,
otros de frío y persistentes sequías. Vientos, aguas torrenciales
y sal, grandes concentraciones salinas y de yesos que solo
soportan especies halófitas, como las salsolas. Aquí, el desierto
avanza, lento y persistente, la aridez crece y la erosión rasga la
tierra y modela las rocas, pero no deja de ser una imagen cargada
de belleza.
El canto de los abejarucos vuelve a ocupar los sentidos mientras
caminas sobre los taludes. Observas un territorio que ya no es el
fin del mundo, sino el origen de la tierra.
Mapa de acceso al mirador
BIODIVERSIDAD
ESPECIE ASOCIADA
TERRITORIO DE ABEJARUCOS
Merops apiaster. Es el ave más vistosa
de Europa. Migradora, llega al sur de España desde África en
primavera y se marcha tras el verano. Hace sus nidos en
terraplenes de tierras blandas.
Especies presentes en este espacio
natural (Click en los nombres para ir a fichas con fotos y
datos)
Agave americana
Anthyllis cytisoides (Albaida)
Artemisia campestris subsp
glutinosa
Artemisia herba-alba
Artemisia barrelieri
Asparagus aphyllus
Atriplex halimus
Avena sterilis
Ballota hirsuta
Bombycilaena discolor
Bryonia dioica
Capparis spinosa (Alcaparra)
Carthamus lanatus
Centaurea aspera
Chondrilla juncea
Cupressus sempervirens (Ciprés)
Dittrichia viscosa
Ephedra fragilis
Erygium campestre (cardo
corredor)
Foeniculum vulgare (Hinojo)
Genista umbellata
Heliotropium europaeum
Juncus effussus
Lactuca viminea
Lycium europaeum (Cambrón)
Malva sylvestris
Medicago sativa
Mercurialis tomentosa
Olea europaea (Olivo)
Phlomis lychnitis
Picnomon acarna
Pinus halepensis
Pinus pinaster
Populus alba (Alamo
blanco)
Populus nigra (Alamo
negro)
Prunus dulcis (Almendro)
Retama sphaerocarpa
Rosmarinus officinalis (Romero)
Rubus ulmifolius (Zarzamora)
Salix alba
Salix atrocinerea
Salsola oppositifolia
Salsola vermiculata
Santolina rosmarinifolia
Sedum sediforme
Stipa tenacissima (Esparto)
Tamarix africana
Tamarix canariensis
Teucrium capitatum subsp. gracillimum
Trachelium caeruleum (Flor de la
viuda)
Ulex parviflorus (Aulaga)
Ulmus minor
Verbascum sinuatum
Vitex agnus castus
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