Foto: Crecimiento de las áreas de invernaderos en el delta de Castell de Ferro, Granada,
desde el pico del Águila. Foto: J. E. Gómez
PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
MAR DE PLÁSTICO, CERCO A LA BIODIVERSIDAD
El crecimiento incontrolado de las áreas de invernaderos atenta contra el equilibrio natural y
modifica el clima en el litoral del sureste
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE *TEXTO Y FOTOS * WASTE MAGAZINE
La imagen de las Albuferas de Adra no deja lugar a dudas, un espacio catalogado como reserva
natural desde 1989 por la Junta de Andalucía, se ha convertido en una isla de agua totalmente
rodeada de plástico, sin ni siquiera unos metros de perímetro protegido en el entorno de sus
riberas y con parte de su territorio ‘ocupado’ por la expansión de la agricultura intensiva bajo
plástico. Centenares de invernaderos que han crecido a lo largo de las décadas sin que desde las
administraciones se haya tenido en cuenta la salvaguarda de un espacio protegido, hasta llegar a
una situación totalmente insostenible para el mantenimiento de uno de los ecosistemas húmedos
más importantes del sureste andaluz y, en especial, de la provincia de Almería. Especies
amenazadas de extinción como malvasías, calamones, zampullines y otras muchas, intentan
sobrevivir, con poblaciones cada vez más reducidas, pero el futuro no es esperanzador.
Las Albuferas de Adra, Almería, completamente rodeadas de inveranderos. Foto: J. E. Gómez
No existe ni el menor indicio de controlar la expansión del plástico en esta zona y en el resto
del litoral de las provincias de Almería y Granada, ni en espacios de interior como las llanuras
de Zafarraya y valles como el Guadalfeo o el del río Laujar. Bajo la excusa de que este
territorio se ha convertido en la despensa de Europa, las hectáreas de invernadero se
multiplican cada año, una expansión que, en muchos casos, no está contabilizada de forma oficial
porque se trata de explotaciones no declaradas o de ampliaciones de pequeñas explotaciones
censadas hace décadas.
Una vista aérea de espacios como el valle de Castell de Ferro, o un vuelo sobre los cerros de
Albuñol, muestran una impresionante sucesión de plástico que cubre, literalmente, las laderas. Y
desde la cumbre del Mulhacén y parte del recorrido de las altas cumbres de Sierra Nevada, se
aprecia una enorme mancha blanca que se extiende hacia el sureste, más allá de los montes de la
Contraviesa y la sierra de Gádor. Es la mancha creada por el llamado mar de plástico, que hasta
hace unos años, se ceñía al entorno de El Ejido, Roquetas y Adra, y en la actualidad se extiende
por la costa granadina hacia Motril, una realidad que se aprecia con claridad desde las altas
cumbres cuando se mira hacia el mar en días claros.
Solo en la provincia de Almería hay censadas y controladas por la Administración casi 33.000
hectáreas de invernaderos. 33.000 campos de fútbol cubiertos de plástico. Una cifra que se
incrementa en alrededor de un 10,6%, si se le suman las 3.500 hectáreas censadas de forma
oficial en la provincia de Granada.
El delta de Albuñol sigue congestionado y el plástico crece a pesar de que la primera
línea litoral había sido despejada de instalaciones. Foto: J. E. Gómez
La proliferación masiva del plástico en las laderas de los cerros de la Contraviesa y Gádor, no
es inocua. La tierra es cubierta por materiales que no permiten el paso del agua de lluvia y el
rocío (en estas zonas la vegetación se alimentaba de forma natural mediante lo que se llamaba
bosques de rocío y ecosistemas de rocío). Tampoco permiten la salida del oxígeno que generan las
plantas y que la evaporación de la tierra pudiese llegar a la atmósfera. Si el agua no llega a
la tierra no hay escorrentías ni se llenan los acuíferos. Los efectos negativos en el clima
están cantados. Las nubes no se desarrollan al llegar desde el mar, pasan de largo o ni siquiera
se forman. La temperatura asciende en todo el territorio, lo que se aprecia en la salud de la
vegetación autóctona que aún queda. Desde Motril hacia el este, la vegetación va perdiendo
verdor conforme pasan los kilómetros, hasta llegar más allá de Castell en dirección a Almería,
donde se aprecia un cambio radical, el matorral está seco en su gran mayoría. Las ramas y hojas
del año ya no cubren las partes que se secaron en el verano anterior, ya no crecen hojas ni
ramas nuevas en número suficiente para la viabilidad futura de las plantas. Si a esta realidad
se añade la pertinaz sequía de los últimos años, la situación es extremadamente grave para el
entorno natural de los municipios de la costa oriental granadina y los del poniente almeriense.
Las ramblas han sido ocupadas por centenares de invernaderos. Espacios que los hidrogeólogos
consideran como zonas de inundación, están cubiertos de invernaderos, algunos de ellos de muy
reciente construcción. Las ramblas de Castell de Ferro, La Mamola y Albuñol, son un ejemplo
claro del crecimiento incontrolado de los cultivos bajo plástico. Todo el que lo conoció
considera que el entorno de estas ramblas eran un verdadero vergel de cultivos de primor. Hoy
son una sucesión de barreras de plástico en las que el desarrollo natural de los cursos de agua
están cortados y, con ellos, los movimientos naturales de sus correspondientes deltas, lo que
favorece la entrada del mar y la desaparición de playas por la falta de aportes de sedimentos
llegados desde estas ramblas.
Es imprescindible llegar a un equilibrio entre la explotación agrícola y el cuidado del entorno
natural porque si no se hace, se perderá la principal fuente de recursos económicos del sureste,
y abriremos aún más la puerta al desierto.
Cualquier rincón es bueno para ser cubierto de plástico. Foto: J. E. Gómez
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