LA 'REINA MORA' VUELVE AL SUR
Un pequeño ruiseñor de pecho azul, anunciaba la llegada a la Costa
de la madre de Boabdil... y aún lo hace
Muestra orgulloso su collar de azules y rojos tras llegar desde el
norte de Europa para pasar el invierno en el Guadalfeo y
Padul
Por Juan Enrique y Merche S. Calle / Waste, IDEAL

Una pequeña ave, de no más de 14 centímetros de longitud,
emparentada directamente con los ruiseñores, vuela cada año hacia
los humedales granadinos en busca de territorios más cálidos donde
pasar el invierno. Se llama Ruiseñor Pechiazul, y los científicos
le conocen como Luscinia svecica, un apellido que señala su origen
en los fríos territorios de Suecia. En la costa de Granada le
llaman la ‘reina mora’ y se le considera como de la casa porque
cada año recorre las orillas de la desembocadura del río Guadalfeo
y se deja ver en las riberas de la Charca de Suárez.
Cumple con un ritual con más de cinco siglos y que conocen
los agricultores y pescadores de Motril, ya que la llegada
de pechiazules al delta del Guadalfeo anunciaba que la «reina
mora», la madre de Boabdil, el último monarca nazarí, estaba a
punto de llegar al castillo de Salobreña para pasar los meses del
invierno. El ruiseñor pechiazul, vestido con su gran collar de
arabesco azules ribeteados de rojos y blanco, se convertía en un
apreciado heraldo que anunciaba la presencia de la reina. El
pechiazul se mantenía en los territorios costeros hasta poco antes
de la llegada de la primavera, el mismo tiempo que la reina madre,
la sultana Aixa, vivía tras las almenas de los palacios
fortificados de Salobreña.
Los habitantes de la costa, las personas que se internaban entre
los carrizales, tarajes y sauces, de la desembocadura del
Gaudalfeo, relacionaban a este pajarillo con la realeza por la
forma de su collar, que unido a la presencia de la sultana en el
castillo, les hacía pensar en la reina mora, pero curiosamente,
solo los machos de esta especie lucen ese llamativo plumaje, los
juveniles y las hembras, son mucho más discretos, con colores
ocres, aunque las hembras también tienen su collar, pero de color
negro y blanco.
Las primeras referencias de la presencia de Luscinia svecica en
las costas y tierras granadinas corresponden a esta época, y
ahora, cinco siglos después, los ruiseñores de pecho azul
mantienen la tradición, año tras año. Son la imagen y el recuerdo
de Aixa, la esposa de Muley Hasen.
Desde la sierra
Hasta la costa de Granada y las lagunas de Padul, además de algún
que otro enclave de riberas del Valle de Lecrín, llegan ejemplares
que vuelan desde Bélgica, Holanda y Francia. Son miembros de la
subespecie Luscinia svecica cyanecula, que se caracteriza porque
posee una mancha blanca en su collar de azul intenso. Esta especie
ha tenido una evolución que le ha acercado hacia el sur, por lo
que su primeros orígenes suecos han quedado atrás en el tiempo, y
ahora también llegan desde procedencias más cercanas, algunos de
las sierras del centro de la península donde nidifican y se
reproducen durante la primavera y el verano.
Ornitólogos granadinos estudian esta especie para comprobar la
posibilidad de que haya encontrado territorios adecuados para su
reproducción en algunos puntos de la provincia. «En el mes de
julio de 2010 se realizó una cita de reproducción de pechiazul en
Sierra Nevada, pero en observaciones en años posteriores no lo
hemos encontrado», afirman los autores de ‘Aves de Sierra Nevada’,
Jorge Garzón e Ignacio Henares, lo que no significa que no se
reproduzca en las montañas nevadenses, ya que la zona de piornal,
en altitudes de alrededor de 2.000 metros son ideales para estas
aves.
Afirman también que además de los ejemplares que pasan aquí el
invierno, en Motril y Padul, se pueden observar otros que van de
migración. «En el paso migratorio postnupcial se les ve más por la
zona de la costa de Granada».
El pasado mes de octubre, la Charca de Suárez, calificaba al
ruiseñor pechiazul como ‘ave del mes’, porque a pesar de ser una
especie muy escurridiza, difícil de observar, que se mueve entre
la vegetación de ribera, y que no le gusta demasiado la presencia
humana, en la charca se ha convertido en una de sus estrellas y
puede verse con una cierta facilidad, incluso disfrutar de la
presencia de algún juvenil que ha realizado su primer vuelo
migratorio para pasar el invierno en la costa.
En el humedal de Padul, en cambio, hay que estar muy atento a las
orillas y ocultarse para contemplar las evoluciones de la ‘reina
mora’, que por su pasado nazarí, bien podría ser considerada el
ave del milenio.