Jaramagos
en barbecho
Plantas invasoras pintan de amarillo los campos y delatan los
cultivos abandonados
Las lluvias las hacen omnipresentes en el entorno de la ciudad y
crecen en territorios agrícolas olvidados
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle / IDEAL y WASTE
MAGAZINE
Son un indicador infalible del abandono que sufre el sector
agrícola en el sur de la península Ibérica. Los jaramagos visten
de color amarillo enormes extensiones de campos en los alrededores
de la ciudad. Su crecimiento, intensificado por las fuertes y
persistentes lluvias del final del invierno y el inicio de la
primavera, significa que estamos ante terrenos que han sido
dejados en barbecho, olvidados por los agricultores ante la
situación de crisis que vive de forma muy especial este sector
básico en la economía.
El color amarillo que se extiende por miles de hectáreas va más
allá de la impresionante plasticidad que adquieren los PAISAJES
del entorno de pueblos y ciudades. Su significado muestra que el
sector agrícola no ha llegado a completar el giro que parecía
haber iniciado desde hace un par de años, con un incremento
importante de parcelas cultivadas y gentes que habían decidido
volver a sus raíces y trabajar la tierra que poseen, ya que la
esperanza de que fuesen adquiridas durante el ‘boom’ del ladrillo
ha muerto y no hay ‘pelotazo’ en el horizonte.
La ilusión de la vuelta a los cultivos también ha desaparecido con
el incremento y la persistencia de la crisis, y la reducción del
consumo. Para muchos agricultores, trabajar la tierra les cuesta
más dinero del que podrían obtener. El resultado está claro: los
campos se dejan a la naturaleza y en poder de la vegetación
arvense (que crece en cultivos abandonados), ruderal (en caminos y
cunetas) e invasora, que provoca que con poco que se les deje
coloniza enormes extensiones de terreno.
La mayoría de las grandes extensiones de terreno de los bordes de
la ciudad se han cultivado estos últimos años en función de la
demanda de materia vegetal para fabricar biocarburantes. Las
plantaciones de maíz, por ejemplo, tenían el biodiésel como
objetivo final.
No es una única especie. Son varias las plantas a las que se les
da ese nombre. La más significativa es Sinapis alba, una crucífera
de la familia de las brasicáceas, que también se conoce con el
nombre de mostaza blanca (a pesar de su color amarillo) porque es
la especie con la que se elabora la mostaza y es cultivada para
ese fin. Otras especies son las conocidas como rabanilla amarilla
(
Diplotaxis virgata), y la llamada rabaniza (
Sisymbrium
orientale). El jaramago blanco es la especie
Hirschfeldia
incana. Todas ellas son bioindicadoras de suelos muy
nitrificados por efecto de la contaminación por materia orgánica
de ganado y residuos urbanos, en los que incluso abundan los
fertilizantes artificiales.
No solo los campos baldíos son territorio de jaramagos. Las
cunetas y los caminos, e incluso los taludes de las carreteras,
son espacios donde crecen estas plantas, que aprovechan lo poco
que las tierras más degradadas les pueden dar, como ocurre con los
collejones (
Moricandia arvensis), muy parecidas a los
jaramagos, con sus flores en cruz y frutos en forma de
habichuelas, que tiñen de color azul y morado muchos de los
grandes taludes de carreteras, incluso de las autovías. Llegan a
crecer entre las mallas metálicas que se instalan para evitar la
proliferación de plantas que puedan invadir las vías de tráfico.
Otras especies con denominación 'jaramago'
Hirschfeldia
incana (Jaramago blanco, Rabaniza amarilla)
Diplotaxis
virgata
Sisymbrium irio
(Matacandil)
Sisymbrium
orientale (rabaniza)
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