INVERSIÓN TÉRMICA
Cuando el cielo se pone al revés.
La inversión térmica, habitual en valles montañosos, impide la
salida de la contaminación y concentra humos y residuos de las
quemas agrícolas
Las ciudades quedan ocultas bajo un cúmulo de nubes que se adueñan
de valles, prados y barrancos
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
La imagen es de una gran belleza, el paisaje se convierte en un
lujo para los sentidos. La gran extensión que forma la Vega y la
ciudad de Granada, bajo las laderas del gran macizo de Sierra
Nevada, queda casi oculta por nieblas y nubes, es el tiempo en el
que los condicionantes físicos provocan lo que podría definirse
como el cielo del revés. Las nubes parecen estar abajo y no en el
lugar que les corresponde, en lo más alto, por encima del
horizonte.
Ocurre los días de invierno en los que la temperatura del aire
superficial es más fría que el que se encuentra en las capas altas
de la atmósfera. Es un fenómeno meteorológico que se denomina
inversión térmica, la situación que se consideraría normal se
altera por completo y todo cambia.
Lo normal, la evolución lógica de las temperaturas y los
movimientos del aire es que las capas altas de la atmósfera, sean
las más frías y el aire que se encuentra junto al suelo sea el más
cálido. Esa temperatura baja gradualmente según ganamos altitud.
Todo el mundo sabe que cuanto más sube un avión más frío hace
fuera de él, y que para conseguir que un globo aerostático logre
subir, volar y desplazarse, el interior del globo está lleno de
aire que hay que calentar. Cuanto más caliente está más sube, y
para aterrizar, lo que hay que hacer es dejarlo enfriar de forma
progresiva. De hecho los globos aerostáticos llevan quemadores de
gas para calentar el aire. Los aviones, los planeadores,
parapentistas, e incluso las aves, aprovechan bolsas de aire
caliente, llamadas térmicas, para ascender, subir y subir sin
esfuerzo.
Todo cambia
Pero si la situación es la contraria, todo cambia, si el aire
caliente está arriba, no dejará pasar el aire frío de campos y
ciudades, y se volverá hacia la tierra, y con él, todo lo que
contiene, bueno y malo. Sucede tras las noches de invierno con
cielos despejados, claras y con bajas temperaturas en las laderas
de las montañas. El frío se adueña de los valles, y el sol, con la
mañana, no logra calentarlo suficientemente rápido como para
evitar la inversión térmica.
La provincia de Granada es el territorio andaluz y peninsular
donde el cielo se pone al revés con más asiduidad. La causa está
clara, la presencia del macizo de Sierra Nevada, que forma
profundos valles, tanto en su cara noroeste, donde se encuentra la
ciudad y la Vega de Granada, como en el sur, donde la gran montaña
cae hacia los barrancos y valles de la Alpujarra. Las bajas
temperaturas de las cumbres desciende altitudinalmente impulsada
por las brisas y la ausencia de nubes para enfriar las capas
terrestres más superficiales, campos, bosques, ríos y ciudades,
incluso playas y acantilados del litoral. Son circunstancias
meteorológicas coincidentes con situaciones anticiclónicas en las
capas altas, que favorecen la entrada de aire caliente. El
resultado no puede ser otro, las capas medias y altas de la
atmósfera se convierten en escudos casi impenetrables. Los
registros de temperaturas que se dan en Sierra Nevada y en zonas
próximas a la ciudad lo demuestran: en los días de inversión
térmica, hace más frío en las inmediaciones de la ciudad, en el
Hervidero por ejemplo, que en la estación de esquí. Los montañeros
lo saben bien, en la sierra, en esos días, pasarán más calor del
que podrían esperar.
La inversión térmica no es solo un lucido efecto paisajístico,
tiene consecuencias graves para el medio ambiente, la salud y el
desarrollo de múltiples actividades en la sociedad. Que el aire no
pueda pasar con facilidad implica que la contaminación generada
por el tráfico, los humos de fábricas, las emisiones de todo tipo
no podrán disolverse en la atmósfera como ocurre de forma
habitual. La concentración de partículas contaminantes se
incrementa de tal modo que puede provocar serios problemas a
personas que tengan carencias respiratorias. Algunas de ellas no
pueden salir de casa en jornadas de inversión térmica.
No solo niebla
La imagen de la ciudad oculta entre la bruma deja de ser idílica
si pensamos que esta niebla, en su mayor parte, no es de formación
natural por la evaporación del agua del roció o la condensación de
capas bajas de la atmósfera, sino que está formada, en un
porcentaje muy elevado, por residuos contaminantes, por las
emanaciones de los coches y, lo que puede ser más peligroso,
humos, residuos y partículas procedentes de quema de materiales
agrícolas que no logran subir a la atmósfera y afectan a la
respiración de personas y animales, además de crear una capa de
polvo y residuos, cenizas, que pueden llegar a provocar
obstrucciones en sistemas de todo tipo. También provocan densas
columnas de humo que llegan a afectar de forma drástica al tráfico
de vehículos, como saben bien los conductores que habitualmente
utilizan la Circunvalación de Granada, que sufren de manera
habitual columnas de humo que invaden las calzadas. Los
agricultores deberían tener en cuenta que en jornadas de inversión
térmica las quemas de restos de podas deberían esperar y no
hacerse hasta que el día este claro y el humo tenga salida a la
atmósfera. Sería una buena forma de colaborar con la salud de la
colectividad.
Otro de los problemas que se produce en Granada en jornadas en las
que el cielo está del revés es el cierre del aeropuerto. La
formación de nieblas, en este caso de forma natural, es tan
persistente en la Vega de Granada, que impide el despegue y
aterrizaje de aviones. Los pasajeros habituales saben bien que, en
numerosas ocasiones, han tenido que volar a Málaga porque la
inversión térmica se adueña de los valles de Granada.
Está claro que cuando el cielo cierra sus puertas, todo cambia.
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