Estorninos, introducidos en América y
convertidos en plagas
.
En sus viajes, el ser humano ha llevado especies
de un lugar a otro desde tiempos inmemoriales, inadvertidamente algunas,
voluntariamente otras. Una mayoría de estas especies exóticas
se establecen con éxito en su nuevo ambiente, debido a la falta
de competencia, se reproducen e incluso llegan a expandirse, volviéndose
invasoras. Esto ocasiona graves daños a la naturaleza, y muchas
veces a la economía, llegando a convertirse en un grave problema.
Es la segunda causa de extinción de especies en el mundo, sólo
superada por la destrucción de los hábitats. Es por esta
causa que la Convención de Biodiversidad, signada en Río
de Janeiro en 1992, aconseja erradicarlas o controlarlas, en la medida
de lo posible.
Las causas de introducción de especies
exóticas tienen una larga lista: desde deseos de recrear un ambiente
familiar por parte de inmigrantes y los consabidos fines de caza y pesca
deportiva, hasta escapes de mascotas, e incluso de planteles enteros de
criaderos. Esto sin considerar los organismos que viajan como polizones
en el transporte de diversas mercancías.
De algún modo, los eventos que desencadena
una especie introducida nos lleva a la memoría los efectos que ha
provocado el arribo de los grupos humanos europeos en áreas donde
ya habitaban grupos étnicos diferentes. En la mayoría de
los casos históricos ese encuentro fue traumático, con peleas
por territorios o por recursos naturales, dejando un contundente saldo
de culturas aborígenes amenazadas o extinguidas. Los mismo sucede
con las especies de fauna o flora autóctonas cuando entran en contacto
con las exóticas.
Numerosos programas internacionales de acción
conjunta se han iniciado para intentar controlar este grave problema. Un
punto clave es la prevención para evitar los ingresos de seres vivos
por medio de una adecuada reglamentación e instrumentación
efectiva de normas, capacitación de personal de aduana o policial
y el cumplimiento de estrictas cuarentenas.
La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN)
sostiene que cuando una especie exótica introducida accidentalmente
se propaga de manera exitosa y conspicua, se debe investigar cual es el
balance de los efectos económicos y ecológicos positivos
y negativos. Si el efecto general es de carácter negativo, se deben
tomar medidas para restringir el avance de la especie.
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Madreselva común, una de las plantas introducidas
desde Europa a Suramérica
.
Cuando una especie exótica logra establecerse
y
se convierte en invasora, se debe tratar de manejarla. Tradicionalmente
se ha recurrido a métodos sencillos pero laboriosos, como el trampeo
o la caza, el corte y el arranque manual de plantas. Otro método,
cada vez más utilizado, es el control biológico, que consiste
en introducir enemigos naturales del invasor. Este método, en algunos
casos, no siempre es o fue efectivo.
A pesar de la importancia ecológica del
problema y de su alcance geográfico, socio-económico y cultural,
la ciudadanía a recibido poca información y la que se ha
recibido no ha sido esclarecedera. Como resultado, impera un desconocimiento
que atenta contra la solución del problema.
La Argentina, lamentablemente, ocupa un
lugar destacado por la cantidad de especies invasoras que la habitan. Entre
ellas, moluscos e insectos son muy numerosos aunque poco estudiados. Las
plantas introducidas superan las mil especies como la ligustrina, la madreselva
y el paraíso, y los vertebrados son ya más de cien, entre
los cuales podemos contar el jabalí europeo, el antílope
negro y la liebre europea. A estos debemos agregar un número desconocido
de hongos, virus y bacterias.
En las últimas décadas se han sumado
nuevas especies a la lista de invasoras de nuestro país. Algunas
de ellas potencialmente muy dañinas para la conservación
de especies nativas y al mismo tiempo producen un grave daño a la
economía local.
Entre las aves merece destacarse el caso del
estornino
pinto o europeo (Sturnus vulgaris), que escapó, o fue liberado,
en Buenos Aires en 1980, y estaría expandiendo su distribución.
Esta misma especie fue liberada en Nueva York, y durante treinta años
se mantuvo en sus alrededores, mientras que en los siguientes treinta se
expandió explosivamente hasta ocupar la increíble superficie
de siete millones de kilómetros cuadrados. Actualmente causa multimillonarios
daños, sobre todo en la agricultura, y es objeto de un enorme esfuerzo
estatal destinado a su control.
Muchas personas habrán admirado alguna
vez en documentales las heroicas migraciones de salmones norteamericanos,
remontando hasta las más improbables cascadas para llegar al sitio
de desove, invirtiendo tanta energía en llegar, que luego de cumplir
con el mandato reproductivo, simplemente morían.
Esto si antes ha habían caído en
las fauces de algún oso pardo. Bueno, es posible que ya no haga
falta recurrir a documentales porque los salmones del pacífico
(Oncorhynchus tshawytshca) ya han sido registrados en los últimos
años en la cuenca del río Futalaufquen y Corcovado (Provincia
de Chubut), a los que llegaron desde Chile, donde fueron importados a granjas
marítimas de salmonicultura.
La avispa conocida como chaqueta amarilla ingresó
accidentalmente a la Argentina desde Chile en 1980, probablemente asociada
a cargamentos de madera y actualmente está expandiendo su distribución
en los bosques andinos. Carnívora y muy agresiva, es conocida por
pescadores y amantes del asado al aire libre, pues sus grupos se hacen
banquetes con la carne. Pero además atacan a la fauna y a las personas
causando severas molestias.
Los métodos elegidos para el control de
especies exóticas deben ser socialmente aceptables, operativos y
del menor impacto posible sobre el ecosistema.
Como en tantos otros problemas que debemos enfrentar
los argentinos, es imprescindible la educación formal y no formal,
ya que un serio problema es la compañía de nuestra vieja
enemiga: la ignorancia. El desconocimiento de nuestra flora y fauna nativa
nos lleva a no reconocer a las especies exóticas y también
a subestimar su potencial daño.
El planeta ha sufrido serias transformaciones
y prácticamente no existen ecosistemas no modificados por el ser
humano. Pero muchas áreas conservan aún lo valioso de su
biodiversidad autóctona, y se encuentran relativamente poco alteradas.
Es nuestro deber tratar de controlar el avance
de las invasiones y minimizar su impacto... Sin que nos invada antes la
ignorancia y el desinterés.
Cristian Frers.
Tte. Gral. Juan D. Perón 2049 7mo. "55".
(1040) Capital Federal.
República Argentina.
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