Artrópodos
en incendios forestales
Pioneros tras las cenizas
Investigadores de la Estación Biológica de Doñana estudian los
artópodos como primeros colonizadores de montes
quemados
Los incendios de Andalucía son escenarios para observar la
recuperación de los ecosistemas y sus habitantes
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle / IDEAL -WASTE
MAGAZINE
Un leve cambio de color en la tierra quemada tras un incendio
forestal; señales de afloración de granos de arena sobre la costra
negra de las cenizas, y huellas sobre la capa gris que cubre la
tierra, son signos de que la vida se recupera en los ecosistemas
calcinados por el fuego. Son las muestras que indican que una
legión de organismos, sobre todo artrópodos (insectos y otros
invertebrados dotados de patas articuladas), recuperan sus
poblaciones después de que una parte de ellas lograse y comenzar
la lenta tarea de reconstruir los ecosistemas en los que habitan.
Se les puede considerar los pioneros que aparecen tras las cenizas
y muestran los ritmos y pautas de comportamiento de la
naturaleza.Estudiarlos y conocer sus métodos y características es
la base del trabajo de investigadores de la Estación Biológica de
Doñana, que realizan controles y seguimientos de artrópodos en
zonas afectadas por incendios. (...)
FOTOGALERÍA,
INVESTIGADORES EN TRABAJO DE CAMPO
«Debido a los servicios que numerosos artrópodos prestan a los
ecosistemas forestales, resulta primordial que ampliemos nuestros
conocimientos en cuanto a las respuestas que estas especies ante
el fuego, con el fin de mejorar las actuaciones que podamos
desarrollar en la conservación del territorio, la lucha contra los
incendios, y la tarea de recuperación posterior de los
ecosistemas», afirma José Manuel Vidal Cordero, biólogo de la
Universidad de Granada e investigador de la Estación Biológica de
Doñana, donde desarrolla su tesis doctoral con el estudio de los
efectos del fuego en hormigas y otros artrópodos. Con la
colaboración de Dámaris Crespo Funes, que realiza la labor de
técnico de campo, han estudiado la evolución de especies en 34
zonas incendiadas de toda Andalucía, con una especial atención a
los ocurridos en la provincia de Granada. «Trabajamos en los
montes calcinados de Lújar (incendio ocurrido en 2015) Albuñuelas
(1975 y 1990), Alhama (1975 y 1983), Baza (1981), Cenes de la Vega
(2014), Guájares (1995), Iznalloz (1980 y 1999), Jayena (1975) y
Quéntar (1993). Ya que son zonas donde se dan características que
se reproducen en toda la comunidad andaluza, como es el caso de
pinares», afirma José Manuel Vidal, para quien el incendio de
Lújar es de especial importancia por ser el más reciente y les
permite estudiar la evolución de las especies cuando ha pasado
menos tiempo desde el fuego, por la gran extensión del incendio y
por la gran biodiversidad existente en este bosque.
Armados con trampas para capturar artrópodos que caminan y vuelan
en la zona quemada, realizan una primera visita al escenario
calcinado para localizar los puntos en los que es posible
encontrar una mayor presencia de este tipo de comunidades de
fauna, y colocar las trampas, unas en forma de vaso enterradas
para los que insectos que caminan, y otras en forma de plato para
atraer a los voladores. La presencia o ausencia de artrópodos
según las zonas y su densidad, además de qué especies son las que
han podido observar, dan los parámetros de desarrollo de las
comunidades y su relación con el ecosistema.
En la sierra de Lújar, llamó la atención de los investigadores,
que realmente en poco tiempo se ha apreciado una recuperación de
pies de pinos, brotan lentiscos y rebrotan alcornoques. «Este
verano pudimos observar hormigas y también insectos voladores que
ayudaban a polinizar las plantas», afirma Vidal Cordero.
El orden de insectos Hymenoptera, hormigas y abejas sobre todo,
presenta un papel clave en la regeneración de los ecosistemas, ya
que ayudan a la dispersión de semillas o la polinización, de
numerosas plantas. “El género de hormigas Messor, por ejemplo,
constituye el más importante depredador de semillas en muchos
hábitats, y recientes estudios han mostrado que las hormigas
contribuyen de forma muy significativa a la dispersión de frutos y
semillas de numerosas plantas herbáceas y arbustivas, que además
pueden ser claves en la recuperación de la vegetación después del
fuego».
En Lújar y otros espacios quemados, se pudo oír el canto de los
pájaros muy poco tiempo después del fuego. Era la señal inequívoca
de la presencia de insectos y otros invertebrados que les
servirían de alimento. El bosque comenzaba una nueva vida.
ZONAS DE ESTUDIO EN ANDALUCÍA
Provincia / zona / fecha del incendio
1.- Huelva: Alájar (1988), Almonte (1975), El
Campillo (2004), El Campillo (2012), Gibraleón (2016), Moguer
(1987), Moguer (2005), Moguer (2012), Nerva (1991), Nerva (2008) y
Nerva (2012).
2.- Málaga: Carratraca (1990), Parauta (1991) y
Pujerra (2012).
3.- Granada: Albuñuelas (1975), Albuñuelas
(1990), Alhama (1975), Alhama (1983), Baza (1981), Cenes de la
Vega (2014), Guajares (1995), Iznalloz (1980), Iznalloz (1999),
Jayena (1975), Lújar (2015) y Quéntar (1993).
4.- Jaén: Cazorla (2001), Huesa (2015), Jódar
(2009), Quesada (2000), Santiago-Pontones (2005), Santo Tomé
(1986), Sorihuela del Guadiamar (1988) y Villanueva del Arzobispo
(1986).
METODOLOGÍA
En relación a la metodología los muestreos se
llevaron a cabo desde mediados de mayo a finales de agosto de
2016. Para el muestreo utilizamos trampas de caída y trampas
Moerike. Las trampas de caída consistieron en vasos de plástico
enterrados a ras de suelo y rellenos con agua jabonosa que
interceptan a los artrópodos epigeos que caminan por la superficie
del suelo. Las trampas Moerike sin embargo, son platos hondos de
plástico, unos pintados de azul y otros de amarillo con objeto de
atraer insectos florícolas y rellenos de agua jabonosa. El jabón
del agua rompe la tensión superficial e impiden que los artrópodos
correteen por la superficie del agua y escapen.
Las trampas de caída fueron dispuestas en
transectos de 15 trampas, mientras que las trampas Moerike en
transectos de 4 trampas. Cada zona de estudio contenía 4
transectos, dos en el área quemada separados por unos 100 metros
mínimo y dos en el área no quemada o control, haciendo un total de
60 trampas de caída y 16 trampas Moerike por zona de estudio y
como hemos muestreado en 34 zonas en toda Andalucía, esto hace un
total de 2584 trampas colocadas. Paralelamente a la colocación de
trampas se tomaban datos de cobertura vegetal anotando la
presencia y ausencia de los distintos estratos vegetales y los
nombres de las especies más representativas, se marcaba el punto
GPS y se señalizaba con una baliza para su posterior recolección.
La recogida de las trampas se hacía a las 48
horas de haber sido colocadas. Para ello utilizábamos filtros para
volcar el contenido de las trampas de caída, los cuales
introducíamos directamente en botes debidamente etiquetados (con
el nombre de la zona, la fecha de muestreo, el transecto y el
número de la trampa) y rellenos de etanol a 96º. El contenido de
las trampas Moerike, sin embargo, se volcaba directamente sobre un
colador de donde recogíamos con pinzas blandas cada uno de los
artrópodos colectados y guardábamos en viales con etanol.
ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA
La Estación Biológica de Doñana cuenta con
numerosas líneas de investigación organizadas en departamentos. El
departamento al que pertenezco es el de Etología y Conservación de
la Biodiversidad. Los biólogos de la conservación tenemos como
objetivo proporcionar el conocimiento científico necesario para
colaborar en la preservación y la gestión de la biodiversidad,
principalmente, pero no exclusivamente, en ecosistemas
mediterráneos. Nuestra actividad no está limitada al estudio de
áreas naturales como Parques Nacionales u otras áreas protegidas,
sino que se amplía a áreas con intensivas presencia y actividad
humana, ya sea dentro como fuera de España. De hecho hay numerosos
proyectos de ámbito internacional.
La idea es tratar de hacer los usos del
territorio compatibles con altos niveles de biodiversidad,
buscando un entorno ambientalmente sano. Igualmente nos
interesamos en la evaluación de los planes de gestión y
conservación llevados a cabo por la administración pública,
buscando la mejora necesaria y la divulgación de sus resultados.
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