Una mirada particular sobre la naturaleza, sus espacios,
ecosistemas, historia, imágenes y sensaciones.
Lugares reales que intuyen universos paralelos, listos para ser descubiertos
Desde la colina de Valparaiso (el Sacromonte) la imagen del valle de Granada y la ciudad se dibuja bajo las laderas de la Alhambra, situada sobre la Sabika.
Al amanecer, los primeros rayos de un sol tímido de invierno tiñen de
anaranjado las cumbres arboladas de la Sabika. La luz baja hacia las torres de la milenaria
fortaleza roja y continúa su lento descenso sobre las tierras de la colina hasta iluminar el
fondo del valle, el cauce del río de oro y los viejos caminos olvidados que desde las tierras
del este aún llegan a la capital nazarí a través de los senderos de Valparaíso y el Albaicín, el
arrabal de los halconeros. Ilumina escondidos pasos entre las colinas gemelas que confluyen en
el valle de Granada, donde con el invierno y el cómputo de un nuevo año, es posible revivir la
magia que la convirtió en la ciudad de los reyes, el territorio que los romanos llamaron tierra
de dioses y los sultanes árabes consideraron como el más próximo al cielo.
Las arboledas se tornan del color del oro a la espera de que los vientos del norte las hagan
caer sobre el lecho del río. Su imagen dirige la mirada hacia las laderas cubiertas de grandes
álamos, fresnos y sauces que ascienden hacia el pie de las murallas que rodean los palacios
reales, desde las que se contemplan las construcciones del antiguo Arenal y la diseminación de
una ciudad nacida bajo el influjo de los 25 reyes que habitaron la Alhambra y gobernaron el
Reino de Granada. El valle alberga la ciudad en la que nuevos monarcas levantaron sus señas de
identidad visibles desde las atalayas fortificadas, unos como muestra imperecedera de victoria,
Isabel y Fernando, y otros como símbolos inequívocos de la capital de su gran imperio, Carlos I.
El valle es el destino de viejos trazados que desde las tierras de Guadix, a través del camino
de Beas, vieron llegar caravanas de oriente, ejércitos desde las taifas del este peninsular, y
al paso de los siglos, pobladores que desde el Reino de Valencia llegaban para ocupar los nuevos
territorios de la corona de Castilla. Junto al río, en la ribera izquierda, las veredas
serpentean entre los cortados arcillosos hasta llegar al entorno del Avellano y sus fuentes, y
desde allí subir a la fortaleza por la cuesta del Rey Chico, y la ciudad por los Tristes. En la
ribera derecha, la vía romana albergó el acceso a los arrabales del Albaicín y tras siete
siglos, los caminos que desde el corazón de la ciudad cristiana, bajo las piedras de la torre
Turpiana de la Catedral, llegaban hasta los muros de la Abadía y las cuevas de los mártires.
La leyenda convive entre las piedras, junto a los herbazales de las riberas, sobre las terrazas
en las que vivieron desconocidas especies llegadas de oriente próximo, regadas con aguas de un
río con lecho de oro para hacer crecer el árbol del incienso y matorrales de mirra.
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especiales, parajes que desvelan universos por descubrir. Fotografía de naturaleza, paisajes
comentados desde una mirada poética, periodística y científica. Espacios para la contemplación
de la naturaleza en invierno. Este libro describe espacios naturales a través de una
imagen especial. Una fotografía tomada desde un punto concreto, en una época determinada: el
final del año, y con circunstancias meteorológicas y de iluminación elegidas para la ocasión.
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El valle del río Darro confluye en el gran valle de Granada. La imagen ha sido tomada desde las cercanías de la Abadía del Sacromonte.