Una mirada particular sobre la naturaleza, sus espacios,
ecosistemas, historia, imágenes y sensaciones.
Lugares reales que intuyen universos paralelos, listos para ser descubiertos
Junto a la desembocadura del río Aguas Blancas en el Genil, se alza la chimenea que formó parte de la fábrica de papel, El Blanqueo, un vestigio de la arquitectura industrial del siglo XIX.
Aún intenta llegar al cielo y tocar las estrellas con lo más alto de
su fuste. Se mantiene erguida a pesar de que sus apoyos y estructuras ya no son más que piedras
sustentadas en paredes ruinosas. Es la chimenea que hace 150 años delataba la presencia de un
espacio industrial en el que visionarios llegados de Centroeuropa construyeron una de las
primeras fábricas de papel que se ubicaron en el sureste ibérico. Una instalación industrial que
tras mantenerse activa durante casi un siglo, marco una parte de la vida y el desarrollo de las
tierras regadas por el cauce del río Aguas Blancas, desde su paso por los cañones de Quéntar
hasta encontrarse con el Genil. Los viejos muros parecen irradiar aún los sonidos del agua al
pasar entre las compuertas para llenar los depósitos donde el lavado de la celulosa daría lugar
a láminas blancas, sustrato de libros, periódicos y cuadernos.
En los días de Navidad, al final del año en que cumple su 150 aniversario, entre álamos y
fresnos, la vieja fábrica muestra su historia escrita en los muros. Es el sueño de quien fue
cónsul de Alemania, Fernando Wilhelmi, el ascendiente de una de las familias que más influyeron
en el desarrollo de la Granada de la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del XX. El
ingeniero Wilhelmi, perdió a causa de un incendio, la gran fábrica de papel que poseía en la
ciudad de Heilbronn, en Alemania, y decidió emigrar a España, donde se quedó prendado de la
belleza natural de parajes situados en el valle del Genil. Quiso recuperar su espíritu
emprendedor y junto a su esposa, Carolina Henrich, construyó la fábrica del Blanqueo,
la mayor de las tres que levantó en tierras granadinas, una en Dúdar y otra en la ciudad,
pero fue en Pinos Genil, junto a la desembocadura del río Aguas Blancas, donde ubicó el complejo
industrial y las viviendas donde residió la familia del que más tarde se convertiría en cónsul,
y en las que su hija, la gran dama de la sociedad granadina de final del XIX, Bertha Wilhelmi
llegó cuando tenía 12 años y donde instaló una escuela para los niños de Pinos Genil.
El joven ingeniero alemán reafirmó su futuro entre las viejas piedras del Blanqueo, junto a
cinco grandes cipreses que invitan a la contemplación, donde la vieja chimenea se antoja un
acceso directo al mundo de los sueños.
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Junto a la carretera entre Cenes y Pinos Genil, antigua carretera de Sierra Nevada, tras pasar el puente con el río Aguas Blancas, a la izquierda.