Una mirada particular sobre la naturaleza, sus espacios,
ecosistemas, historia, imágenes y sensaciones.
Lugares reales que intuyen universos paralelos, listos para ser descubiertos
Desde el inicio de la cuesta de los Chinos, tras el paseo de los Tristes, es posible contemplar el acueducto de Santa Ana que sustenta la acequia de Romayla.
Se mantiene oculta entre zarzamoras, hiedras y madreselvas.
Aparece solo ante los ojos de quienes ascienden la cuesta de los muertos (de los Chinos o del
Rey Chico) y se asoman al pretil del camino para contemplar como las murallas de la Alhambra se
levanta sobre una ladera tapizada de álamos, coronada por la torre de Comares, y abajo, desde
donde llega el sonido del agua, se sorprenden al ver un sencillo acueducto de arcos de
medio punto moteados de musgos y culandrillos que delatan que sustentan un cauce por el
que discurre una ancestral acequia, a la que llaman Romayla, un canal que desde hace casi un
milenio (siglo XI) recoge una derivación de las aguas que la primitiva acequia de Axares toma
del río Darro, junto a Jesús del Valle, en el punto que los acequieros llaman el barranco
del Tatino, y las dirige hacia los extramuros de la ciudad zirí, hasta la puerta de Bib Almazán,
en el extremo oriental de la calle Mesones.
Es un largo camino que aprovecha los senderos bajo el tajo de San Pedro. Es la acequia que los
cristianos llamaron de Santa Ana y que aún mantiene su caudal destinado al riego de los pequeños
huertos que bajo las laderas de la Sabika se suceden a media altura sobre las riberas del Darro.
Una acequia que alimentó con sus filtraciones las fuentes de la Salud y Agrilla, con un caudal
de leyenda. Aguas del río de oro a las que se unían desde el palacio de Dar al Arusa las
lágrimas de Aixa tras ser abandonada por Muley Hacen, y que aportaban ese sabor agrio a las
fuentes del Avellano, lágrimas transportadas por la acequia de Romayla hasta el interior de la
ciudad y que volvían al Darro más allá de Bibrambla.
No solo es la acequia del oro porque sus aguas nacen en el Dauro, sino por ser el canal al que
llegan las aguas filtradas desde el interior de las arcillas y conglomerados de la colina roja
que al final del otoño, con las lluvias, inundan las misteriosas y ocultas estancias del nunca
descubierto tesoro de los reyes de la Alhambra, y vierten con restos de oro y piedras preciosas
en el cauce de Romayla, que tras regar los huertos y cármenes de Valparaíso recoge ese regalo
oculto de los palacios y lo lleva a los patios y fuentes de la ciudad. Es el gran secreto de la
acequia con nombre de mujer.
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En la cuesta de los chinos (Cuesta del Rey Chico) bajo las torres de la Alhambra, (torre de Comares). Es necesario asomarse sobre el pretil del camino para poder verla.