PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
FERIA DE GANADO * ALBUÑOL
El ‘ùltimo’ trato
Igual que hace 400 años, chalanes y muleros cierran en Albuñol la
temporada de compra y venta de caballerías
Son animales de labor, básicos para labrar las tierras, transitar
las veredas y mantener los usos tradicionales de la Alpujarra y la
Contraviesa
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE

Entre las arenas de la rambla de Ahijón, a las puertas de la
localidad de Albuñol, un tratante de ganado dirige una recua de
mulos camino de la última feria de ganado del año. Son animales
criados en los cortijos del cerro del Gato, en pleno corazón de la
Contraviesa, y que se convertirán en una ayuda indispensable para
las tareas agrícolas en parajes de montaña, donde la mecanización
es casi imposible, y en tierras en las que aún se puede hablar de
economía tradicional y usos sostenibles del territorio. Cada año,
el Día de Todos los Santos, el uno de noviembre, Albuñol se
convierte en el centro de atención de compradores y vendedores de
ganado, tratantes de caballerías, los viejos chalanes y muleros
que mantienen costumbres casi olvidadas: a la compraventa le
llaman trato y un apretón de manos es aún el más firme de los
contratos. (...)
(...) Manuel y José han llegado desde Granada y Alcalá la Real,
son dos chalanes que acaban de acordar la venta de un caballo
pinto. Como el resto de sus compañeros visten gorras planas o
sombreros de ala ancha, cayao y una importante dosis de «picardía
para los negocios» pero con la honradez como bandera. «Aquí se
regatea y discute, pero no se engaña a nadie», dicen estos dos
expertos en la trata de caballerías, para quienes no es posible
hablar del precio de un animal. «Valen lo que alguien quiera
pagar», y la clave está en saber convencer de que ese mulo, burro,
caballo o pony, «es el que necesitas y será la mejor inversión que
puedas hacer».
FOTOGALERÍA. FERIA DE
GANADO DE ALBUÑOL, GRANADA. FOTOS: J. E. GÓMEZ
A lo largo de la jornada, más de 200 animales cambiarán de
propietario, unos viajarán a otros puntos de Andalucía, pero la
mayoría se quedarán en los cortijos de la Alpujarra, la
Contraviesa y las sierras de Almería. Su destino, en la mayoría de
los casos, será trabajar la tierra, se convierten en animales de
labor y transporte. «Hay muchos sitios donde no es posible labrar
el campo con máquinas, ni siquiera con ‘mulillas’ mecánicas, por
lo que tener una ‘bestia’ es la única forma de sacar adelante el
cortijo». Es la afirmación de José Lorente, un tratante del lugar,
un chalán de Albuñol, que llevaba media docena de burros, «que
hemos cuidado aquí mismo, en nuestra propia casa, como hemos hecho
toda la vida». Una de las burras de José Lorente está preñada,
«una oportunidad para quien necesite más animales en unos años».
Aseguran los agricultores de zonas de montaña que la labor con
caballerías cuida la tierra. Para ellos, un tractor, en los
lugares donde se puede llegar con él, servirá para preparar el
campo, para hacer las terrazas, pero después, para las tareas
diarias, trabajar con mulos es la forma de no destrozar el campo.
El arado tradicional mueve los terrones poco a poco y deja los
surcos listos para la siembra. Lo normal es utilizar mulos para
ese trabajo, y los burros se usan más para transporte, dice José
Antonio, un tratante oriundo de la Contraviesa pero establecido
en El Ejido, que intentaba convencer a un posible comprador
de las virtudes de un espléndido mulo de color pardo, ajaezado con
sus jáquimas y adornos al más clásico estilo alpujarreño. Afirma
que otras tareas que casi se han olvidado, las ‘parvas’, trillar
el trigo, el maíz, con trillos tirados por fuertes mulos, aún se
llevan a cabo en zonas del interior oriental de Granada y en las
comarcas del norte granadino, y que en Almería, en El Ejido,
representan varias veces al año para que no se olviden los usos
tradicionales de la agricultura mediterránea.
No todas las caballerías son para trabajar, la presencia de ponys
para recreo y compañía se ha incrementado en los últimos años,
igual que los caballos de raza, utilizados para paseo y
actividades lúdicas.
Un clásico
Por las improvisadas calles de la feria pasean agricultores,
tratantes, visitantes y turistas, que observan las formas y
evoluciones de los animales, la ‘casta’ de cada uno. Entre el
bullicio, un hombre de muy avanzada edad, cubierto con un sombrero
de ala ancha gris, tocado con una pluma de pavo real, transmite la
imagen ancestral de esta feria. Se llama Francisco Cortés Heredia,
lleva más de 50 años participando en la feria de ganado de
Albuñol, a la que aún acude, «con la ayuda de mis hijas, y traemos
a los animales». Dice que es de aquí, del Gran Çehel, pero «hace
muchos años que vivimos en Berja». Recuerda la feria de otros
tiempos, cuando no había remolques para los caballos y había que
llegar andando hasta la rambla.
Para los chalanes la feria de Albuñol es una cita obligada.
Comentan que a lo largo del año hay muchas ferias, pero esta es la
última de la temporada, después de las de Ugíjar y Cádiar, también
en la Alpujarra Baja. «Es una buena oportunidad porque aquí hay
que vender o comprar, y si no te tienes que esperar a que pase el
invierno».
Junto a los animales, hay puestos de venta de arreos para las
caballerías, de ropa de campo, de artesanía alpujarreña, atavíos
de esparto, sombreros y cayaos. La esencia de la feria no ha
cambiado en algo más de cuatro siglos. En la época morisca y
cuando Albuñol era la capital comercial de la Alpujarra y la
salida de los productos agrícolas al mar, la feria de ganado y
caballerías era la más importante al sur de Granada.
«Se les coge cariño, en realidad se les quiere», dice José
Lorente, que para intentar convencer a un comprador le indicaba
que «te vendo la pollina a ti porque eres del pueblo y así yo
podré verla cada día».
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