PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
RUTA DE LA FAUNA Y FLORA DE PIEDRA
Una guía para conocer el ‘bestiario’ inanimado que habita en
calles, puentes, jardines y plazas de Granada
Grandes águilas vuelan sobre la Gran Vía; gárgolas mitológicas se
asoman en las cornisas de la Catedral y un mirlo de bronce espera
a los niños en Constitución
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Saludan cada día a miles de personas que cruzan el río Genil a
través del milenario puente romano. Son cuatro leones de mármol
que portan coronas y el escudo de la ciudad de Granada y que
cumplen con la ancestral misión de reafirmar la condición altiva y
poderosa de los habitantes de la capital del reino nazarí. Son
parte de la fauna de piedra, de la representación de los mundos
animal y vegetal que desde hace más de un milenio, habita en
calles, plazas, edificios y jardines, que el hombre ha situado en
lugares estratégicos para recordar su cercanía con la naturaleza,
deleitarse con su belleza, reafirmar esferas de poder e ideas, e
incluso conjurar sus miedos. Felinos, aves depredadoras,
especímenes mitológicos, toros, caballos, asnos, carneros extrañas
figuras emergidas de mares misteriosos, criaturas desconocidas de
cuyas bocas mana agua en las fuentes, toda una guía de especies y
leyendas que es posible conocer con solo observar los elementos
escultóricos que pueblan las calles de la ciudad y que, en la
mayoría de las ocasiones, por su inanimada presencia, se
convierten en vecinos invisibles a los que se unen miles de
guirnaldas, celosías, pasamanos, postigos, aldabas y contrafuertes
que representan acantos, hojas de hiedra, rosas y laureles, un
verdadero jardín pétreo adosado al arte y la arquitectura urbana.
Doce leones de grandes ojos y onduladas melenas ocupan el corazón
de la Alhambra. Se les puede considerar como una de las grandes
joyas de la fauna de piedra de todo el mundo, una singular y
endémica especie nacida de los artesanos granadinos del siglo XIV,
cuando Mohamed V inició la construcción de la Alhambra y decidió
simbolizar con la imagen del león que el poder reside en el
sultán. Una docena de animales semimitológicos, diferentes entre
sí, con similitudes de dos en dos, que se cuentan entre las muy
escasas representaciones animales del arte islámico.
Contemplan las yeserías, capiteles y mocárabes en los que los
artistas alhambreños realizaron una representación del jardín
nazarí, de las especies que crecían en huertas y parterres, con
hojas de mirto, hiedras, granados, ramas de álamos, frutos, flores
de naranjo, rosas y laureles. Flora de piedra que cumple con la
misión de alegrar el espíritu.
Leones en la Real Chancillería
En la ciudad
El paso de las generaciones deja su marca en la ciudad con
simbologías enraizadas en los bestiarios medievales, la guía de
fauna del medievo, y ubica representaciones animales realistas y
fantásticas en espacios de especial significado. En plaza Nueva,
un toro esculpido por Alonso Cano, muestra sus poderosos cuernos y
ojos penetrantes mientras deja escapar el agua hacia el pilar a
través de sus dos orificios nasales, y frente a este símbolo del
poder de Iberia, pequeños felinos de pelo ensortijado, vigilan las
leyendas esculpidas en piedra de la fachada de la Real
Chancillería, donde unos extraños seres, mezcla de hombre y
monstruo marino, aguantan el peso de las balconadas. Sobre ellos,
una decena de pináculos decorados con representaciones florales
que se repiten en casi todos los elementos de la fachada del
edificio renacentista.
Una enorme águila a punto de emprender el vuelo preside la
confluencia entre la Gran Via y la plaza de Isabel la Católica.
Corona el edificio de la Rural, a la vez que parece proteger la
imagen de cupidos alados. Es una de las muchas representaciones de
aves que se suceden por la ciudad, especialmente rapaces de una y
dos cabezas, que en su mayor parte abrazan escudos heráldicos, y
se sitúan en fachadas tan dispares como la casa del Gran Capitán o
la basílica de las Angustias y la sacristía de la Catedral, y
otean desde un alto pedestal en la columna monumento al duque San
Pedro de Galatino, en los jardincillos del Genil. Las
águilas coronan la Puerta de las Granadas, donde tres grandes
representan la ciudad con la imagen del fruto del granado, que se
repite por doquier en calles y plazas.
La Gran Vía es el paraíso de la flora. La mayor parte de los
edificios originarios de esta calle construida sobre el viejo
barrio árabe, poseen decoraciones platerescas, con una gran
profusión de hojas de acanto, laureles e hiedras. El palacio sede
de la Subdelegación del Gobierno, mezcla flora y representaciones
de extraños rostros humanos. Aún quedan imágenes florales
enraizadas en el arte gótico en las balconadas del antiguo
convento de Santa Paula reconvertido en hotel.
El catalogo faunístico tiene un anexo de otros mundos. Sobre la
calle Oficios, desde las cornisas de la Capilla Real, aparecen
grifos, lobos y deformados minotauros. Gárgolas de piedra para
canalizar el agua de la lluvia y que cumplen la función mística de
alejar los espíritus del mal.
Sobre el Ayuntamiento, el
viejo convento carmelita, ahora hay un enorme caballo de bronce,
es ‘El instante preciso’ la escultura de Ramiro Mejías de una
creación de Pérez Villalta (2002). La presencia de equinos es
habitual en la iconografía de la naturaleza de piedra. El asno del
aguador, en la plaza de la Romanilla, muestra la simbiosis entre
el hombre y sus animales de trabajo, como el pequeño burrillo
forjado en hierro que corona la veleta de la derruida ermita de
San Cecilio; y mitos de la literatura, Rocinante, junto a Don
Quijote, viven en mármol en la avenida de América. Un carnero
lucha con un hombre en la fuente que divide en dos el paseo
central del bosque de la Alhambra, erigida en memoria de Ángel
Ganivet. En la avenida de Constitución, un pequeño mirlo de bronce
pasa sus días sobre un banco de cojines de metal. Es un ave
acariciada por todos los niños que cada día pasan junto a ella.
En Bibrambla habitan extraños seres mitológicos, gigantones de
cuerpos de hombre y animal, que soportan la fuente de Neptuno, una
estructura que formó parte del convento que se encontraba en el
actual mercado de San Agustín. Una plaza bordeada por recargadas
farolas de hierro en las que perviven seres de cabeza de dragón,
leones y criaturas aladas.
En el Salón, la moderna fuente de las Granadas, muestra en bronce
la mayor representación del fruto que da nombre a la ciudad. Al
otro lado del paseo, la fuente de los leones de piedra, que miran
a sus homónimos que sobre dos columnas dan paso a las Titas.
En el Realejo, frente al Colegio Mayor Santa Cruz, hay dos bloques
de piedra del siglo XVII, son los leones originales que abrían el
paso del puente romano sobre el Genil, destruidos por una riada y
ubicados junto a los conventos del Renacimiento. Sus réplicas, de
la mitad del siglo XX, continúan observando el paso de los
ciudadanos sobre la confluencia de los dos ríos de Granada.
El Pilar del Toro, obra de Diego de Siloé en Plaza Nueva
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