LAS
SIETE HERMANAS DE LA TIERRA
Un sistema estelar cercano con siete planetas similares a la
Tierra
A 'solo' 40 años luz un sistema solar con siete planetas como el
nuestro en los que puede haber agua y vida
La NASA realizó este descubrimiento que alimenta el misterio sobre
los exoplanetas
LUIS ALFONSO GÁMEZ * IDEAL. FOTOS: NASA, IDEAL, EFE
Un equipo internacional de astrónomos descubre un sistema solar
con siete planetas muy parecidos a la Tierra a 'solo' 40 años luz,
en la constelación de Acuario. Los nuevos mundos orbitan una
pequeña estrella ultrafría y se encuentran a una distancia de ella
tal que puede que todos tengan agua líquida en su superficie,
requisito indispensable para la vida como la conocemos. «Se trata
de un sistema sorprendente no sólo porque hayamos encontrado
tantos planetas, ¡sino también porque son todos asombrosamente
similares en tamaño a la Tierra!», dice Michaël Gillon, de la
Universidad de Lieja y autor principal del artículo que publica la
revista Nature, que dedica su portada al hallazgo. La estrella
alrededor de la que orbitan los nuevos planetas se llama
TRAPPIST-1 por el Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y
Planetesimales (TRAPPIST, por sus siglas en inglés) del
Observatorio Europeo Austral (ESO), en Chile.
El telescopio, un ingenio con un espejo de 60 centímetros
controlado a distancia desde Bélgica, observa la enana roja desde
2010 y descubrió el año pasado tres de sus mundos. TRAPPIST-1 es
muy pequeña: un poco más grande que Júpiter -el mayor de los
planetas del Sistema Solar-, tiene un 8 % de la masa del Sol y su
luminosidad es una diezmilésima de la de nuestra estrella. «Su
temperatura superficial es de unos 2.500 º C, menos de la mitad
que la del Sol», indica Agustín Sánchez Lavega, director del Grupo
de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco, que no
ha participado en la investigación.
Imagen facilitada por Natura de la ilustración artística
del sistema estelar con siete planetas de masa similar al
nuestro localizado por un grupo internacional de astrónomos y
cuyo estudio publica hoy Nature. La ilustración está basada en
los datos disponibles sobre sus diámetros, masas y distancias
a su estrella anfitriona, TRAPPIST-1, una estrella enana
ultrafría con un brillo cerca de mil veces menor al del Sol.
Trasladados a nuestro vecindario, los siete planetas
-llamados TRAPPIST-1b, c, d, e, f, g y h, desde el más próximo a
la estrella hasta el más lejano- estarían más cerca del Sol que
Mercurio, un infierno donde de día la temperatura asciende a los
350 °C y de noche cae hasta los -170 º C. Sin embargo, que su
estrella sea una enana roja hace que esos nuevos mundos puedan ser
aptos para la vida. «La emisión de energía de estrellas enanas
como TRAPPIST-1 es mucho más débil que la de nuestro Sol. Para que
hubiera agua en sus superficies, los planetas tendrían que estar
en órbitas mucho más cercanas que las que podemos ver en el
Sistema Solar. Afortunadamente, parece que este tipo de
configuración compacta ¡es lo que estamos viendo alrededor de
TRAPPIST-1!», explica Amaury Triaud, astrónomo de la Universidad
de Cambridge.
Nikole Lewis (izq), astrónoma de Space Telescope Science
Institute en Baltimore; Sara Seager (2ª izq), profesora de
ciencia planetaria y física del Massachusetts Institute of
Technology, Cambridge; Sean Carey (3º izq), director del
Spitzer Science Center de la NASA en Caltech/IPAC, Pasadena,
California; Michael Gillon (2º dcha), astrónomo de la
Universidad de Lieja, y Tomas Zurburchen (dcha), administrador
asociado de Science Mission; anuncian que han descubierto
siete planetas similares a la Tierra que orbitan alrededor de
una estrella, durante una rueda de prensa celebrada en la sede
de la NASA en Washinton DC (Estados Unidos) 22 de
febrero de 2017 EFE/Jim Lo Scalzo
Los autores del hallazgo creen que, por su situación orbital,
podría haber agua en la superficie de los siete mundos, aunque lo
más probable es que TRAPPIST-1b, c y d sean tan calientes que no
la tengan excepto en pequeñas cantidades y TRAPPIST-1h, el más
alejado y cuya masa todavía no se conoce, sea tan frío que esté
congelada. Como contrapartida hay tres planetas -TRAPPIST-1e, f y
g- que se encuentran en la zona habitable, el anillo imaginario
alrededor de una estrella donde la temperatura permite que exista
agua en estado líquido en la superficie de un planeta. El ESO se
decía ayer en una nota de prensa que estos tres mundos representan
el santo grial para los astrónomos cazaplanetas. «El
descubrimiento de múltiples planetas rocosos con temperaturas
superficiales que permitirían el agua líquida hace de este
asombroso sistema planetario un futuro objetivo emocionante para
la búsqueda de vida», ha apuntado Chris Copperwheat, de la
Universidad John Moores de Liverpool y uno de los autores de la
investigación.
Una estrella muy longeva
«Las enanas rojas son las estrellas más abundantes y longevas del
Universo», destaca Sánchez Lavega. De hecho, cuando el Sol -que
está en su mediana edad- muera dentro de unos 5.000 millones de
años, TRAPPIST-1 será todavía un bebé, ya que se calcula que, al
ritmo que estos soles queman hidrógeno, pueden brillar entre
200.000 millones y varios billones de años. Eso significa que, si
alguno de los nuevos siete planetas es apto para la vida, ésta va
a tener mucho tiempo para surgir y desarrollarse. Es más, la
existencia de siete planetas terrestres alrededor de una estrella
tan común implica que los sistemas solares con cuatro mundos
rocosos, como el nuestro, podría ser algo habitual, que en nuestra
galaxia -con al menos 100.000 millones de estrellas- hay miles de
millones de posibles Tierras, miles de millones de oportunidades
para la vida. El telescopio belga descubrió los nuevos planetas
cuando cada uno de ellos pasó por delante del disco de su
estrella, lo que se conoce como tránsito. Cuando un mundo cruza
por delante de su sol desde nuestro punto de vista, el brillo de
la estrella disminuye como el de una bombilla ante la que pasa una
mosca. Esa minúscula reducción del brillo sirve a los científicos
para hacer unos primeros cáculos sobre las características del
planeta. Los mundos del sistema TRAPPIST-1 tienen radios que
oscilan entre los 0,76 (h) y los 1,13 (g) radios terrestres; su
masa oscila entre las 0,41 terrestres (d) -como Marte- y las 1,38
(c); y sus años son muy cortos: duran un mínimo de 1,5 días
terrestres (b) y un máximo de 20 (h). La existencia de esas siete
distantes hermanas de la Tierra ha sido confirmada por el
Telescopio Muy Grande (VLT) del ESO y el telescopio espacial
'Spitzer' de la NASA.
Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año a una
velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. Equivale a 9,4
billones de kilómetros. Que TRAPPIST-1 esté a 40 años luz de
nosotros significa que su luz ha tardado todo ese tiempo en llegar
hasta la Tierra y que nuestros telescopios la ven como era en
1977, cuando se celebraron en España las primeras elecciones
democráticas desde la Segunda República. La luz de la enana roja
ha viajado 376 billones de kilómetros hasta llegar a nosotros. La
nave tripulada humana más rápida fue el módulo de mando de la
misión 'Apollo 10', en el que Thomas Stafford, John Young y Eugene
Cernan alcanzaron los 39.897 kilómetros por hora el 26 de mayo de
1969. Si su destino hubiera sido TRAPPIST-1, habrían tardado en
llegar a él 1,07 millones de años. Claro que si hubieran optado
por volar en un avión de línea convencional -el ingenio más rápido
de uso comercial- habrían tardado casi 54 millones de años. A
pesar de estos mareantes números, las nuevas Tierras están muy
cerca a escala cósmica, ya que nuestra galaxia tiene un diámetro
de unos 100.000 años luz y el Universo, de unos 93.000 millones de
años luz.
"No debemos confundir habitabilidad con
existencia de vida"
Jesús Martínez Frías, experto del Colegio de Geólogos en Geología
Espacial y Astrobiología, cree que hay que ser cautos antes de
hablar sobre la existencia de vida en el sistema Trappist-1
"La existencia de agua puede considerarse un geomarcador
ambiental, pero nunca un biomarcador", sostiene Martínez
Frías
23 febrero 2017 El descubrimiento de siete nuevos exoplanetas en
el sistema Trappist-1, a 40 años luz de la Tierra, anunciado ayer
por científicos de la NASA y publicado en la revista Nature, ha
puesto sobre la mesa la posibilidad de la existencia de vida más
allá de nuestro planeta. Sin embargo, el geólogo Jesús Martínez
Frías, director de la Red Española de Planetología y
Astrobiología, cree que debemos ser cautos antes de adelantar la
posibilidad de existencia de vida extraterrestre. "No debemos
confundir habitabilidad con existencia de vida", explica Martínez
Frías. "La habitabilidad consiste en que un planeta tenga las
condiciones necesarias para ser habitable en un concepto amplio,
desde los microorganismos más singulares hasta seres similares a
nosotros", aclara este experto. En su opinión, el hecho de que un
planeta pueda ser habitable "no significa que vaya a tener
vida".
Martínez Frías aboga por no especular con la posibilidad de
existencia de vida en los planetas recientemente descubiertos
hasta no contar con evidencias palpables. "El universo es inmenso
y sería absurdo pensar que estamos solos, pero es cierto que,
hasta el momento, no tenemos ninguna prueba de existencia de vida
en ningún otro lugar que no sea la Tierra", defiende este geólogo
y director del curso sobre Planetología y Astrobiología del
Colegio Oficial de Geólogos (ICOG).
Para corroborar la existencia de vida en los nuevos planetas o en
cualquier otro cuerpo celeste es necesario, asegura Martínez
Frías, prestar atención a la existencia de biomarcadores. "Tenemos
que ser muy restrictivos con el término 'biomarcador' y utilizarlo
exclusivamente para aquello que está clara e inequívocamente
relacionado con la vida", subraya. Martínez Frías considera que la
existencia de agua en un planeta es un geomarcador ambiental,
"pero de ninguna manera un biomarcador, porque no es un compuesto
orgánico relacionado con la actividad metabólica de un organismo".
No obstante, este experto afirma que para que un planeta pueda
contener vida, debe "estar vivo" desde el punto de vista
geológico. Esta vitalidad geológica de un cuerpo planetario es, a
su juicio, lo que hace que constantemente se estén creando,
destruyendo y modificando lugares donde pueda emerger o
desarrollarse la vida.
Definición de planeta
Martínez Frías también aboga por adoptar un concepto
de planeta más amplio del usado en la actualidad teniendo en
cuenta criterios geológicos por encima de las relaciones dinámicas
entre distintos cuerpos. "La diversidad planetaria es enorme y no
debemos clasificar tipologías en base a lo que tenemos en el
sistema solar", puntualiza. "Tal vez simplemente no necesitamos
una definición de planeta, porque la variedad de objetos con estas
características es tal que escaparía a nuestra concepción",
concluye.
Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG)
El ICOG es una institución sin finalidad lucrativa creada para la
defensa y apoyo de los intereses de los Geólogos según la Ley
73/1978 de 26 de Diciembre. Entre sus fines esenciales, destacan
la ordenación de la actividad o ejercicio de la profesión de
Geólogo y la representación exclusiva y defensa de los intereses
de la misma. Con sede en Madrid, el Colegio cuenta con
delegaciones en Aragón, Asturias, Cataluña y País Vasco.
Para más información, puede visitar
www.icog.es.
ESA:
"El hallazgo de los siete
planetas llega en el momento
perfecto para responder si hay vida en el sistema solar"
Europa Press El portavoz de la Agencia Espacial Europea (ESA) en
España, Javier Ventura, ha asegurado este jueves 23 de febrero que
el reciente hallazgo de siete pequeños planetas que orbitan la
estrella enana roja TRAPPIST-1, "llega en el momento perfecto, un
año antes del lanzamiento del James Webb con el que se pretende
responder a la pregunta de si hay vida en el sistema solar". "En
el plazo de una década va a ser posible responder a ello", ha
añadido. "Si se detectan los componentes básicos para
la vida, podríamos tener mucha certeza de que existe vida
biológica en ellos --ha explicado Ventura durante una entrevista
con Europa Press--. Un objetivo muy cercano que, con la capacidad
tecnológica para observarlos, se podrá responder a la pregunta de
si hay vida. Es algo apasionante".
El telescopio espacial James Webb, en 2018, será una
misión conjunta de la NASA y de la ESA. En este sentido, Ventura
ha subrayado que se trata de un tipo de satélite, la segunda
generación después del Hubble, "que va a poder hacer análisis
finos de las atmósferas de estos planetas y se podrán identificar
la composición de estas".
De esta forma, el portavoz de la ESA se ha mostrado
optimista ante esta nueva misión. "El saber que tenemos la
capacidad tecnológica de responder a la cuestión de la
habitabilidad es algo extraordinario".
Entre 250.000 y 300.000 años de viaje
Por otro lado, ha señalado que "ir a visitarlo con las velocidades
actuales costaría entre 250.000 y 300.000 años, así que no es
concebible, pero sí el observarlos y buscar esos biomarcadores,
analizar esas atmósferas y comprender la composición de los
planetas para saber qué componentes orgánicos puede haber".
Igualmente, Ventura ha destacado que, entre otros aspectos, "lo
interesante del descubrimiento es que es una estrella
relativamente cercana a la Tierra; el hecho de que se han
descubierto siete planetas de tamaños muy parecidos a la Tierra;
así como que es muy probable que se reúnan las condicione de
habitabilidad, en el sentido de que hay agua líquida y, por lo
tanto, posibilidad de que se hubiera generado algún tipo de vida".
Asimismo, ha remarcado que "se trata de una estrella
muy común, las enanas rojas, --el 76% de las estrellas de la Vía
Láctea son estrellas de este tipo-- y el hecho de que es un
objetivo para un futuro muy cercano, por lo que se observará en
detalle".
Por otra parte, el portavoz de la agencia en España
ha puesto en valor la similitud del hallazgo con el sistema solar
de la Tierra. "Es interesantísimo cómo recuerda a nuestro sistema
y, de alguna forma, es por eso que es tan importante este
descubrimiento", ha concluido.
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