ENERGÍAS RENOVABLES * INFORME - OPINIÓN
A LAS PUERTAS DE LA SOSTENIBILIDAD ENERGÉTICA
Estamos en los albores de una nueva era en la que
deberíamos dar su verdadero valor a
la idea de sostenibilidad, que no es más que buscar el equilibrio entre el desarrollo
y la protección de nuestro entorno.
JUAN ENRIQUE GÓMEZ * WASTE MAGAZINE
Noviembre 2022.
Es el momento de poner los pies en la tierra, de bajar del carro de la fantasía para hacer
frente a la realidad que nos llama por nuestro nombre. En solo unos meses hemos descubierto que
el relato sobre la gran potencia de España en la generación de energías no
contaminantes, limpias y ecológicas
no es más que una verdad a medias, una
ensoñación con la que tranquilizar nuestra conciencia colectiva y felicitarnos por nuestra
comunión directa con la naturaleza, pero sobre todo hemos constatado que una parte muy
significativa de la energía que consumimos, la mitad, procede de quemar gas, algo de carbón, y
de las cinco centrales nucleares que nos quedan en funcionamiento.
Los datos de Red Eléctrica Española, primer semestre de 2021, hablan por sí mismos:
las
renovables suponen un 51,4% de la energía generada en España, frente a un 48,6% de no
renovables. En cuanto a las renovables, la eólica se lleva la palma, con un 24,7%, la solar un
9,4%, la hidráulica un 12,2% y otras energías limpias un 1,8%. La nuclear, la gran denostada,
supone el 20,9% de la producción, mientras que las energías que necesitan el uso de combustibles
fósiles, entre ellas las de ciclo combinado y cogeneración, que utilizan gas, carbón u otros
combustibles, suponen el 28%, aproximadamente, de la producción que necesitamos. Estos datos
indican que
casi la mitad de la energía creada llega desde fuentes no renovables
(incluida la nuclear aunque se considera energía verde al no emitir CO2) y, que en un 25%
aproximadamente, dependemos directamente del gas, es decir de agentes externos, a pesar de que
nuestro territorio es el paraíso del sol y el viento.
En España, aunque sabíamos que el gas nos llegaba de Argelia, no hemos querido ser demasiado
conscientes de que esa dependencia con el norte de África nos hacía extremadamente débiles ante
cualquier contingencia geopolítica y que las crisis diplomáticas caprichosas, -como el giro de
criterios del gobierno español con respecto al Sáhara, unido al cierre del gaseoducto marroquí-,
nos obligaría a traer el gas en barcos a precios desorbitados, sin contar con el efecto de la
invasión rusa en Ucrania y la disminución drástica del suministro gasístico hacia Europa, que en
realidad no nos afecta de forma directa… por ahora.
La situación es realmente grave y necesita soluciones no solo a corto plazo. Es el momento de
replantearse un cambio importante en el concepto de idoneidad en el desarrollo energético y
dejar para mejores tiempos algunas políticas y actitudes de proteccionismo radical que hacen
casi imposible el crecimiento de nuestros parques de energías renovables. Estamos en los albores
de una nueva era en la que
deberíamos dar su verdadero valor a la idea de
sostenibilidad, que no es más que buscar el equilibrio entre el desarrollo y la
protección de nuestro entorno. Una actuación sostenible no es aquella que niega por sistema
cualquier impacto en la naturaleza, sino la que en espacios no protegidos, donde la legislación
lo permite, busca un equilibrio entre las necesidades humanas y nuestro entorno natural, evalúa
el daño y establece los medios para resarcirlo.
Durante años, la instalación de parques eólicos en determinados territorios se ha hecho en base
a los intereses concretos de un municipio o unos propietarios que, gracias al alquiler de sus
tierras para ubicar los aerogeneradores, ingresan lo suficiente para no tener que poner sus
tierras en explotación agrícola, lo que ha hecho desparecer miles de hectáreas de zonas
esteparias con cultivos de cereal y, con ello, una gran cantidad de especies de fauna asociada
que ha tenido que buscar otros territorios, o simplemente desaparecer, además de mermar la
producción agrícola y hacernos más dependientes del exterior. Durante un tiempo no hubo un
control real de la instalación de los molinillos y
se crearon verdaderos ‘bosques
eólicos’ anárquicos e insostenibles. Desde hace unos años la política ha sido la
contraria. Es casi imposible crear nuevos parques en aras a un ecologismo radical que no quiere
ver la necesidad real de las sociedades del siglo XXI. Es posible mantener los cultivos bajo las
torres eólicas y, en cuanto a la protección de aves, situarlas en puntos donde no supongan un
problema grave para la subsistencia de la avifauna, aunque está demostrado que, en poco tiempo,
las aves cambian y modifican los trazados de sus autovías aéreas en base a la instalación o no
de esos parques.
La ciencia tiene que tomar cartas en el asunto y apostar por la investigación
para reducir carencias tan importantes como el almacenamiento de la electricidad
conseguida mediante generación eólica y solar, de manera que podamos usarla en días sin sol ni
viento.
La realidad es que
necesitamos hacer crecer la generación energética renovable de
tal forma que cubra la totalidad de nuestras necesidades, porque no podemos olvidar que la
energía es imprescindible para el desarrollo de la humanidad. Necesitamos que el 48% de
electricidad generada en procesos contaminantes cambie su origen y se sume hasta conseguir el
cien por cien de energías limpias e inagotables.
Las administraciones deben implicarse
de forma decidida en el incremento de infraestructuras para aumentar la energía del sol, las
olas, el viento y el agua, pero también un apoyo total a la ciencia para que la energía nuclear
de fusión (sin residuos e inagotable) llegue a ser una realidad a medio plazo y que se inicie la
transición del uso del gas al hidrógeno.
España tiene que ser autosuficiente.
Evidentemente todo esto nos lleva a dos cuestiones clave
¿Qué hacer con las nucleares?
Y que debemos conseguir la esperada energía de fusión. La energía nuclear, por ahora de fisión,
supone un 24% de la generación eléctrica en España, lo que eleva al 70% la electricidad creada a
partir de energías renovables si le sumamos la nuclear (verde según la UE). Quedan cinco
centrales en explotación y, desgraciadamente, no cuentan con los sistemas más modernos porque
durante décadas no se ha querido dedicar tiempo y dinero a la investigación en este campo. No es
el momento de mantener los programas de cierre de centrales, sino de utilizarlas mientras
ponemos sobre la mesa una implicación decidida por la investigación que nos lleve a conseguir
el
relevo de las actuales centrales de fisión por las nuevas energías de fusión nuclear,
que nos aportaría una energía limpia inagotable, sin emisiones a la atmósfera y, al contrario de
lo que ocurre con las actuales centrales, sin residuos altamente peligrosos.
Debemos apoyar los programas, que aunque sean a medio y largo plazo, pretenden encontrar las
fórmulas que permitan la creación de materiales que soporten las altísimas temperaturas que
genera un reactor de fusión nuclear. España se ha implicado de forma muy directa en el proyecto
europeo de reactor experimental de fusión (IFMIF), para el que acaba de constituirse un
consorcio entre el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Junta de Andalucía para instalar en
Granada la fuente de neutrones del IFMIF, un acelerador de partículas que será la primera piedra
del reactor de fusión europeo, la gran esperanza energética.
No es el momento de poner trabas. Estamos en tiempo de buscar soluciones bajo el prisma de la
ciencia y
la sostenibilidad, que no es más que un ejercicio de realidad y equilibrio.

FOTO: J. E. GÓMEZ
TEMAS RELACIONADOS
Artículos
de opinión * por JUAN ENRIQUE GÓMEZ * Waste Magazine
Una serie de reportajes para mostrar la riqueza natural que nos rodea, sus ecosistemas
y a sus singulares habitantes.
Granada y las tierras del sureste de Andalucía poseen la mayor diversidad biológica de
Europa, parajes únicos para vivir en tiempos de estío