ASTRONOMÍA
* web especial * UNA MIRADA AL COSMOS
Formación de la Vía Láctea
Historia de un encuentro
Algunos objetos celestes gozan de una significación que sobrepasa
la puramente astronómica. Entre ellos destaca nuestra galaxia, la
Vía Láctea: una isla de materia en el Cosmos, una vasta colección
de estrellas, gas y polvo... una galaxia más, en definitiva. El
hombre ha intentado explicarla, aprehenderla y humanizarla
utilizando todos los saberes a su alcance: magia, religión,
filosofía, arte y ciencia han elaborado modelos que intentaban dar
respuestas a dos preguntas fundamentales: ¿qué es la Vía Láctea?
Y, ¿cómo se formó?
La galaxia enana de Sagitario en interacción con el centro
de la Galaxia. Sagitario se observa en la parte inferior central
de la imagen; la distribución del polvo genera la estructura
oscura que divide verticalmente en dos a la figura. Créditos: R.
Ibata, R. Wyse, R. Sword.
Panorama de la Vía Láctea vista de perfil en infrarrojo y visible
obtenida a partir de observaciones del satélite COBE. La
estructura esferoidal central es la mejor imagen del bulbo que
tenemos.
Créditos: NASA.
Distribución del monóxido de carbono en la Vía Láctea. Este
compuesto nos indica la distribución de las nubes moleculares a
partir de las cuales se forman las estrellas.
Créditos: CfA-Harvard.
Historia de un encuentro
La primera aproximación a la Vía Láctea tuvo que esperar hasta
principios del siglo XVII. La introducción del telescopio en la
observación astronómica aportó la primera prueba de que «...la
naturaleza de la Vía Láctea no es más que un ingente conglomerado
de estrellas». Galileo fue el encargado de darnos la
respuesta e indicarnos el camino a seguir: instrumentación,
observación y una mente abierta y osada capaz de generar nuevas
teorías y enfrentarse al paradigma vigente forman la receta
que todavía funciona. Desde entonces, la historia de la Astronomía
ha ido paralela al desarrollo de nuestro conocimiento de la
Galaxia: toda revolución científica lleva aneja una nueva visión
de la Vía Láctea.
A principio de los 60, se creía tener un conocimiento bastante
aproximado de la estructura de nuestra galaxia: se trata de una
galaxia espiral, formada por dos grandes sub-sistemas, el halo y
el disco, que muestran propiedades de movimiento, químicas y
morfológicas bien diferenciadas. El halo, con un bajo contenido en
elementos químicos pesados, un movimiento desordenado y simetría
esferoidal, constituye la componente más vieja de la galaxia. Por
el contrario, el disco galáctico -donde se sitúa el Sol- presenta
una estructura en la que las estrellas giran ordenadamente
alrededor del centro como en un gran tiovivo, una química
más evolucionada y estrellas muy jóvenes, incluso en formación,
que dibujan los brazos espirales.
El «modelo tranquilo»
El halo, la componente más primitiva, contiene los objetos más
viejos de nuestra galaxia cuyo estudio, a modo de fósiles, permite
la reconstrucción del nacimiento y evolución de la Vía Láctea. Los
astrónomos Eggen, Lynden-Bell y Sandage se encargaron, en 1962, de
realizar esta tarea: descubrieron una aparente correlación entre
el contenido de elementos pesados de las estrellas y la
excentricidad de sus órbitas, que les llevó a proponer lo que
podríamos llamar el "modelo tranquilo".
En este modelo, una nube de gas protogaláctica de gran radio y en
rotación sufre un colapso mientras va formando estrellas. La
primera generación de estrellas no contiene elementos pesados y
sus órbitas (hacia el centro del colapso) son muy elípticas.
La segunda generación se forma a partir del gas residual
enriquecido con los elementos expulsados por las primeras
supernovas y, las órbitas, al disminuir el radio de la nube, se
tornan más circulares; y así sucesivamente hasta alcanzar un
equilibrio dinámico. El gas que no ha sido capaz de formar
estrellas en este rápido colapso se asienta y forma un disco con
una velocidad de rotación alta. Eureka, lo fundamental ya
está explicado pero, ¿es realmente así?
Ruptura de esquemas
Si tenemos que estudiar la evolución de la arquitectura granadina
pero sólo podemos analizar un barrio y, dentro de ese
barrio, las casas pintadas de blanco, seguro que
presentaremos conclusiones poco fiables. Algo así sucedía
con el conocimiento de la Vía Láctea a finales de los 60: la
exploración abarcaba sólo una pequeña región de la vecindad solar
y, además, en luz visible. El resto del espectro electromagnético
no alcanzaba la superficie terrestre o no existían detectores para
fijar y medir la radiación no visible. Al igual que en 1609, la
tecnología ayudó a resolver el atasco: los telescopios de entre
tres y cinco metros de diámetro se convirtieron en una herramienta
más accesible, se desarrollaron nuevos detectores capaces de medir
la energía en diferentes longitudes de onda y nació la astronomía
espacial, que permitía obviar el filtro de nuestra atmósfera. La
radiación más energética desveló mucho acerca de los diferentes
procesos físicos que tienen lugar en nuestro Universo. Un Cosmos
más turbulento y violento hizo aparición. Los grandes colectores
permitieron fotografiar los primeros instantes del Universo
material y el "modelo tranquilo" de formación de la
galaxia empezó a resquebrajarse.
A la par, los nuevos modelos cosmológicos propugnaban la
construcción de un Universo de pequeño a grande. Los primeros
grumos de materia, las galaxias enanas, chocarían para formar
galaxias de mayor tamaño, como nuestra Vía Láctea. Las
observaciones de galaxias externas mostraron imágenes
espectaculares de estos choques (ver página 10), pero aún no
existía evidencia de que nuestra galaxia se hubiera formado por la
fusión de varias galaxias enanas. La fortuna sonrió y, en
1994, las medidas rutinarias de velocidad radial en un campo del
halo galáctico pusieron de manifiesto la existencia de una galaxia
enana en interacción con la Vía Láctea.
Se rompieron los esquemas. La parte más externa del halo galáctico
parece haber tenido una gestación más violenta que la prevista en
el "modelo tranquilo", y puede estar formado por los escombros de
galaxias enanas que fueron capturadas y destruidas por el campo
gravitatorio de la Vía Láctea. Así pues, no sólo la Galaxia, sino
también la manera de estudiar la Galaxia requieren una revisión:
no se trata ya de un objeto que se formó al principio de los
tiempos y ha evolucionado de forma tranquila, sino de un
rompecabezas que todavía está armándose y cuyas piezas ni siquiera
conocemos.
El plano galáctico ha sido siempre considerado como tal:
un plano. Sin embargo, éste tiene una estructura tridimensional
cuyo conocimiento puede ofrecer mucha información acerca de los
procesos de formación de estrellas en el disco galáctico, así como
de la interacción entre el disco y el halo.
Mediante la búsqueda de escombros en el halo se intenta dilucidar
qué cúmulos y estrellas se generaron en el colapso de la nube de
gas primigenia y cuáles son los residuos de una galaxia capturada.
Estudiamos la estructura de la fuente compacta situada en el
Centro Galáctico, fuente probablemente asociada a un agujero negro
supermasivo. Lo que no sabemos... Cuándo se formó y cuáles
son las propiedades dinámicas del bulbo de la galaxia? Se trata de
uno de los componentes menos conocido de la galaxia, situado en la
vecindad del centro galáctico con forma, al menos en
infrarrojo, de cacahuete.
Cuántas galaxias enanas han sido capturadas por el campo
gravitatorio de la Vía Láctea? Además de conocer mejor el halo,
esta información impondría severas restricciones a los modelos
cosmológicos en discusión.
UNA MIRADA AL COSMOS
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