Por
Julián Méndez / Ideal / Waste - fotos: Ideal
Eduardo Rodríguez Ortolaiz mira al cielo desde hace catorce años.
Pero las luces de la ciudad le han robado el brillo de las
estrellas. Así que cuando quiere ver constelaciones y nebulosas
debe escaparse a los montes cercanos a Bilbao, cargado con su
telescopio 'Celestrom C-8' para barrer el espacio. Igual que en
Bilbao, en casi todas las ciudades es cada vez más complicado
descubrir de noche un punto sin luz, un espacio desde el que
puedan ver las estrellas. Lluvias de polvo estelar como las
Perseidas o las Leónidas son prácticamente invisibles desde los
grandes núcleos urbanos.
Aún así, y con sólo mirar hacia arriba y acostumbrar los ojos
durante unos minutos, cualquier urbanita puede llegar a ver a lo
largo de toda una noche unas 300 estrellas diferentes. En este
cielo de invierno, se perfilan la Osa Mayor, las inconfundibles
tres marías del cinturón de Orión, Casiopea, Sirio, Sagitario o la
constelación de Andrómeda... Y, además de la Luna, también los
planetas más brillantes como Júpiter, Venus, Marte o Saturno
pueden observarse a simple vista cuando hacen su aparición. Poca
cosa, sin embargo, para los tesoros que encierra el cielo.
Mapas del efecto de la
luz desde el espacio
España y norte de Africa
Italia
UK
Francia
Centroeuropa
Egipto
Arabia saudí
Europa del Este
Grecia-Turquía
CONTAMINACIÓN LUMÍNICA DESDE SIERRA NEVADA
Imagen de contaminación lumínica desde Sierra Nevada
Vista del cielo de la ciudad de Granada y Sierra Nevada desde el
observatorio de Astronomía milimétrica de Sierra nevada. Foto de
360 grados (foto: IAA) Nivel de penetración de la contaminación
lumínica.
# 1.- Costa del Sol de Málaga
# 2.- Ciudad de Granada y su área metropolitana
# 3.- Polígonos industriales
# 4.- Estación de esquí de Pradollano (Sierra Nevada) a escasa
distancia del observatorio. No produce contaminación hacia el
espacio por poseer sistemas de iluminación especialmente tratados.
# 5.- Estela de luz dejada por vehículos sobre la nieve.
# 6.- Efectos de la luz de pueblos ubicados más allá de la sierra.
# 7.- Luces de los pueblos de la Alpujarra y costa de Granada
Según el Centro de Investigación Astronómica de Alicante, la
contaminación lumínica de las ciudades impide que los ojos del
hombre vean las 7.646 estrellas que pueden apreciarse a simple
vista en condiciones de oscuridad plena.
En Madrid y Barcelona, aseguran, apenas se observan 72. «El cielo
es un patrimonio al que tenemos derecho y del que se nos está
privando», dice Rodríguez Ortolaiz.
El globo de luz que desprende Madrid, de 20 kilómetros de altura,
es visible, a 300 kilómetros de distancia. Un barco podría navegar
de noche entre Mallorca y Barcelona guiándose sólo por el
resplandor de la Ciudad Condal.
Protesta
«Al margen de consideraciones estéticas, la iniciativa es dañina
para el medio ambiente, causa contaminación lumínica y provoca un
derroche energético contrario a los principios de desarrollo
sostenible fijados por el Protocolo de Kioto», apunta en su
escrito.
En su argumentación, este astrónomo aficionado recuerda que la ley
de protección del Medio Ambiente establece el derecho de las
personas al «uso y disfrute» de un medio ambiente saludable. ¿Y
qué hay más saludable que tenderse en el suelo a contemplar el
movimiento de reloj de las estrellas?
«El hombre de hoy confunde el deslumbramiento con la buena luz»,
subraya Javier Díaz-Castro, un ingeniero especializado en
iluminación que trabaja en el Instituto de Astrofísica de
Canarias. Díaz-Castro explica que la iluminación nocturna
ineficiente, además de derroche, provoca inseguridad. Pasar de una
zona profusamente iluminada a otra con menos luz genera una difusa
sensación de desamparo. En una zona residencial la iluminación
media es de 5 lux. En un área comercial, se llegan a los 50 ó 70
lux. Para que se hagan una idea, las torres de iluminación de un
estadio de fútbol alcanzan los 500 lux. «Se derrocha energía. Es
como dejar el grifo del agua abierto. Más de la mitad de esa luz
se va al cielo», subraya Díaz-Castro. La razón? La intensidad y la
mala orientación de los puntos de luz. Buena parte de ellos, en
vez de emitir la luminosidad hacia el suelo, que sería lo lógico
para ayudar al hombre en sus actividades, lo hace en sentido
contrario.
En España hay 4,5 millones de luminarias de gestión pública. Sólo
el 27% se gestionan con criterios de eficiencia energética. El
alumbrado público supone cerca del 2% del consumo eléctrico total.
El dióxido de carbono que las centrales térmicas emiten a la
atmósfera por esta actividad es de 1,75 millones de toneladas.
Rodríguez subraya que entre 1990 y 2002 el consumo eléctrico se
incrementó un 26%.
«Lo mismo que se valora la limpieza de un río o la pureza del
aire, debemos preservar la oscuridad del cielo y el paisaje
nocturno». «La gente acude a los planetarios para ver los puntitos
de las estrellas en una sala. ¿Por qué no se animan a verlos al
natural?», se pregunta.
Al menos cada vez más ciudades están instalando lámparas con
reflectores anticontaminantes.
Leyes para evitar que la luz ciegue los telescopios
J. M./
La contaminación lumínica se presenta en forma de brillo. Es esa
luminosidad anaranjada y opaca que sobrevuela las ciudades y que
está provocada por el reflejo de la luz en las partículas de polvo
de la atmósfera.
La primera comunidad que ha legislado para preservar la negrura
del cielo ha sido Canarias.
La presencia en su suelo de centros de observación astronómica (La
Palma y Tenerife) estuvo en la raíz de la Ley de Protección de la
Calidad Astrofísica de Canarias, que establece las características
e intensidad de las luminarias instaladas en el archipiélago.
La ley (desarrollo de un reglamento redactado hace doce años)
obliga a realizar un informe previo de cualquier nueva instalación
luminosa en las zonas protegidas. Los estudios deben obtener la
aprobación de la Oficina Técnica para la Protección de la Calidad
del Cielo, que asesora a instaladores y ayuntamientos y que
controla el resultado de sus recomendaciones.
Cada año hay de 200 a 300 nuevas instalaciones luminosas en
Canarias.
Denuncias
La oficina presenta 80 denuncias de media por año. Como no posee
capacidad para multar o sancionar, su papel se reduce a dictar
nuevos protocolos para los proyectos. «Se trata de limpiar el
cielo para que otros lo vean», resume Javier Díaz-Castro.
Tras Canarias, también Cataluña redactó una ley para regular las
emisiones luminosas. Aunque aún no se ha aprobado el reglamento,
está previsto que durante el primer trimestre de 2005 se avance en
su redacción.
En Cantabria y Castilla se ha aprobado ya una Ley de Protección de
la Calidad del Cielo y hay ciudades como Burgos, Santander o
Castro Urdiales que en sus ordenanzas municipales recogen medidas
para poner coto a la contaminación luminosa.
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