CASTRO
DEL CHAO SAMARTÍN
Las Asturias prerromana
Las ruinas del Chao Samartín se localizan en el extremo
suroccidental de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias,
inmediato a la población de Castro que dista unos 6 Km de Grandas
de Salime, capital del concejo. Su estratégica ubicación, en un
promontorio elevado a 675m. de altitud, le protege hacia el Oeste
por una pared vertical sobre el valle del río Cabalos.
Por Benedicto Cuervo Álvarez. / Fotos: Óscar García Torga
- WASTE MAGAZINE
Catalogado como castro desde 1967, la excavación sistemática del
yacimiento dio comienzo en 1990. Su extraordinaria secuencia
estratigráfica ha posibilitado la revisión y actualización de la
investigación sobre el desarrollo de la Cultura Castreña en
Asturias, en este sentido caben destacar la importante labor
realizada, en los últimos años, por los arqueólogos Elías
Carrocera. Ángel Villa y Miguel Ángel de Blas que sacaron a la luz
interesantes restos de la cultura castreña del occidente astur,
los catalogaron y publicaron por diversos medios.. En la
actualidad se han sacado a la luz los restos de unas 20 viviendas
aunque todavía existen muchas más enterradas. Muchas de estas
viviendas tienen planta rectangular de dos pisos con escaleras de
piedra para subir a la segunda planta. (...)
El origen del Chao Samartín como asentamiento humano se remonta a
la Edad del Bronce cuando, en torno al año 800 a. C., se
estableció sobre su explanada superior un primer recinto
fortificado que constaba de una empalizada de unos 4m. de
altura. En la parte occidental del castro se halla la
Acrópolis, espacio de uso ceremonial y ritual de finales de la
Edad del Bronce. En su interior se ha descubierto un gran edificio
que se sustentaba sobre gruesos postes de madera, apoyados
directamente sobre la roca y embutidos en paredes de mampostería.
Dos apoyos centrales soportaban la techumbre que cubría una
superficie de 12,50 m.X 4,40 m. Frente a su puerta de acceso se
encontró una pequeña caja de piedra con la calota craneal de una
mujer joven excavada en el suelo. Con toda seguridad, el depósito
en cista de los restos humanos formó parte de aquel paisaje, tal
vez de su liturgia.
La Acrópolis no muestra indicio alguno de uso residencial. Los
descubrimientos singulares allí producidos más bien revelan un
ambiente ritual que la presencia del depósito funerario, los
objetos de bronce, la cabaña o la roca -referencia ancestral entre
las comunidades precristianas contribuyen a destacar. Esta enorme
roca, desde su base hasta su parte central, está ennegrecida por
la utilización del fuego permanente de carácter ritual. Fue, por
tanto, un espacio ceremonial segregado de los lugares donde los
habitantes del poblado realizaban sus actividades cotidianas.
Un objeto interesante de esta época, Edad del Bronce, es el puñal
de antenas con empuñadura de hierro y hoja de bronce que conserva
parte de la fibra vege¬tal de su vaina.Es, por ello, un hallazgo
excepcional con un único paralelo en el castro de A Lanzada
(Pontevedra). La hoja, en parte enmascarada por los relictos de
funda, es recta y se articula con la empuñadura mediante un
vástago pasante con remate ex¬terior esférico. Está, fundida en
bronce y de cuerpo cilíndrico, abraza la hoja mediante sendas
guarniciones curvas. Una moldura anular destaca en la zona central
del puño, del que las antenas no se presentan como prolongación
terminal sino como elemento intercalado anterior con sección
semicircular y remates cilíndricos macizos.
La contera, también fundida en bronce, presenta un perfil
subrectangular, de lados ligeramente curvos, con dos clavos de
sujeción, calados circulares y remate con rodillos transversales.
Dos bandas estriadas cruzan ambas facetas, completándose el
ornamento con estampaciones triangulares sobre los tambores (hoja
hexapétala) y la base de la contera (“diente de lobo”), motivo
éste repetido entre las ranuras de amarre de una chapa de guarda.
Los puñales de antenas, así denominados por las llamativas
prolongaciones que re¬matan sus empuñaduras, son una de las piezas
más representativas de la Edad del Hierro en el noroeste
peninsular y su cronología se extiende desde finales de la Edad
del Bronce hasta época romana. En su factura se conjugan
tradiciones metalúrgicas atlánticas evolucionadas a partir de
creaciones centroeuropeas -las empuñaduras con influencias
meridionales en la factura de las hojas.En Asturias se conocen
media docena de ejemplares que proceden del área occidental de la
región.
Otra pieza interesante, hallada en el castro Chao Samartín, es un
hacha de talón y anillas de bronce, de dos asas laterales con una
longitud de 162 mm y un peso de 579 g. datada a Final de la Edad
del Bronce. En ella contrastan su notoria alta calidad material,
sin duda una buena aleación broncínea sin irregularidades ni
fisuras aparentes. Es evidente que este útil-arma tiene unos
rasgos técnicos distintos a los empleados habitualmente ya que,
tanto el limado como el martilleo y el trabajo a punzón de esta
pieza y también, sus características formales, no se acomodan a
los tipos de hachas de talón dominantes en el Noroeste peninsular,
ya que esta pieza del Chao Samartín presenta una matizada
tosquedad, siendo más artesanal, en sus génesis y, por ello, menos
sujeta a pautas formales.
Columnas en el Domus romano
Todo apunta a que el castro del Chao Samartín, en sus orígenes, no
tuvo uso residencial, sino cultural o sacro, a modo de témenos
griego (recinto consagrado a una divinidad y excluido de usos
seculares) y podría haber pervivido poco más allá de un siglo tras
su fundación. En la Acrópolis se han encontrado fragmentos de
recipientes cerámicos, algunas piezas metálicas características
del final de la Edad del Bronce como restos de caldero, asas de
sítula y un gran disco fabricado sobre chapas metálicas remachadas
y claveteadas. En un principio se creía que este disco, dadas sus
dimensiones, era un escudo de un soldado indígena pero
recientemente se da una nueva y distinta interpretación; sería una
especie de calendario que reflejaría las cuatro estaciones del año
lo que sugiere un destino ceremonial, un ambiente de carácter
ritual que la segregación y aislamiento de la construcción parece
refrendar.
Durante la Edad del Hierro sus defensas fueron renovadas en varias
ocasiones adquiriendo a, partir del siglo IV a.C., las
características propias de los castros. En el yacimiento del
castro encontramos, primeramente, los fosos exteriores, situados
en el flanco Este del oppidum. Consisten en una doble hilera de
fosos, excavados en la roca, y que se extienden a lo largo de 100
m. en dirección norte-sur, obligando a acceder al poblado por el
sur, donde se encontraba la puerta de acceso, flanqueada por
férreas murallas. El lienzo amurallado está formado por las
denominadas “murallas de módulos”, tramos de murallas yuxtapuestos
característicos de los oppidum astures durante la Edad del Hierro
(ss. IV I a.C.) utilizando el granito en su base y la pizarra en
el tramo intermedio y alto. La muralla, en su origen, tenía unos 5
metros de altura.
En estos primeros siglos a. de C, el asentamiento de cabañas se
extendió por todo el promontorio. En dichas viviendas se usaba
predominantemente la pizarra, material muy abundante en esta zona
de Asturias, para el alzado de las paredes y la preferencia por
plantas sencillas, circulares o rectangulares con esquina de
naipe, evitando siempre cualquier tipo de medianería. En
estas cabañas celtas no se observa indicio alguno de
compartimentación interna y su cubierta se cerraba mediante
urdimbre vegetal para, posteriormente, en época romana, utilizar
para la techumbre la pizarra local. Se construye, además, una gran
cabaña oblonga y un edificio termal o sauna castreña, con cabecera
absidiada destinada a la toma de baños de vapor.
Uno de los objetos más interesantes de esta Primera Edad del
Hierro es el puñal con hoja de bronce y empuñadura de hierro. La
hoja es larga y estilizada con un grosor decreciente de 4 a 2 mm.
Describe, a partir de la empuñadura, filos ondulados con ligeros
adelgazamientos tanto en su tercio proximal como distal. Dos
ricassi ultra-semicirculares con pronunciados rebordes flanquean
la prolongación de la espiga para el enmangue, sobre la que se
extiende un rebaje estriado que se difumina sobre el nervio
central de la hoja.
La empuñadura abraza y completa con guarniciones curvas los
calados de la hoja. Presenta un abultado engrosamiento esférico en
el centro del puño que coronan an¬tenas de vástago semicircular
con remates esféricos macizos ligeramente achatados (11-14 mm Ø).
En términos generales, este tipo de puñales son un arma poco
apropiada para el combate, de tal forma que deben ser
interpretados como elementos de ostentación, símbolos de prestigio
y poder.
El repertorio de piezas prerromanas en el castro Chao Samartín es
abundante y comprende tanto productos para el almacenamiento o
transporte -tortas de fundición de plata o cobre como instrumentos
y objetos ornamentales.
Entre las actividades artesanales destaca, por su significación,
la metalurgia con metales preciosos -oro, plata y cobreatestiguada
por el descubrimiento de importantes acopios de tortas y cerámicas
de fundición con salpicaduras metálicas, moldes y crisoles.
Objetos a destacar serían una fina lámina de revestimiento de
oro con peso inferior a 1 g. que se presenta de forma
rectangular elaborada con oro de gran pureza. Son perceptibles
algunas perforaciones regularmente distribuidas sobre la
superficie que sirvieron para la fijación de la hoja al soporte
original, tal vez de madera o cuero, algunas cuentas y un
pendiente fusiforme. Estos objetos están datados entre los siglos
III-II a.C.
Viviendas y calle principal del poblado
La arracada realizada con hilo de oro y plata y decoración en
filigrana, está datada en la Segunda Edad del Hierro. El pendiente
presenta un volumen fusiforme conseguido mediante el desarrollo en
espiral de un grueso alambre de oro. Recorren sus flancos cuatro
juegos de cordones con hilos obtenidos tanto por torsión de dos
boceles juntos y combinados a dos o tres en espiga, como por
torsión de un hilo de sección cuadrada en las líneas inferiores
del cordón exterior. El volumen del huso varía desde los 5,6 y 5,7
mm x 4 y 3,7 mm de las secciones terminales, hasta los 8,3 mm x
5,45 mm que alcanza el sector central. El pasador es un cordón de
plata de 2 mm de diámetro.
Sin duda, los importantes depósitos auríferos del área occidental
asturiana propiciaron la difusión de los conocimientos necesarios
para desarrollar una actividad artesanal, ya pujante, antes de la
conquista romana.
El poder romano se asienta en el castro de Chao Samartín no por
casualidad. Ángel Villa está convencido de que: “Este castro ya
venía desempeñando un papel de capitalidad en su entorno. Lo que
hace Roma es añadir poder a las estructuras de poder.El Imperio
logra, en muy poco tiempo, una eficacia administrativa asombrosa.
Finalizada la conquista militar, Roma se asienta, crea su mapa
fiscal y patrocina una aristocracia local que le va a servir de
intermediaria a la hora de la recaudación y que está plenamente
consolidada a finales del siglo primero”.
La influencia romana en las construcciones se manifiesta
explícitamente con la implantación de edificios de nueva planta
inspirados en los edificios de los castra (campamentos).
Durante el siglo I d.C. el influjo de Roma provocó el paulatino
abandono de las viejas tradiciones constructivas con la adopción
de soluciones extrañas que habrían de transformar sustancialmente
la arquitectura de los espacios domésticos: subdivisión interior
mediante tabiques interiores, plantas ortogonales, yuxtaposición
de edificios que se cubren con losa de pizarra y desarrollo en
altura.
Polluelos de codorniz en el nido en el prado situado junto al
castro
La ocupación romana entre los siglos I y II d. C. registra una
populosa aldea, convirtiéndose en un centro administrativo
dedicado a cuidar de los intereses económicos principales de las
numerosas explotaciones de oro de la zona (Pedras Apañadas,
Valabilleiro, etc.) en las proximidades de la calzada romana que
iría desde Gigia (Gijón). Lucus Asturum (Lugo de Llanera) y
Asturica Augusta (Astorga).
Con la influencia romana, aparecieron las plantas ortogonales y la
compartimentación de los interiores de las cabañas mediante
tabiques. El poblado experimenta una gran transformación.
Renuncian, incluso, al cinturón de fortificaciones, los fosos se
rellenan y las murallas son desmanteladas utilizándose sus piedras
para la construcción de otros edificios. Las edificaciones
que ahora se levantan presentan plantas más complejas. Las calles,
están todas ellas enlosadas, con conducciones de agua, escaleras
etc,indicando un elevado nivel de vida de sus habitantes así como
un grado de romanización bastante importante.
Frente a la puerta principal de acceso al poblado, se halla un
gran edificio abierto de 100 m2 de extensión, pavimentado con
losas de pizarra. Debía de ser el centro de reunión social y
política del castro, equivalente al foro romano. Toda una casa del
poder en el castro. Los muros fueron fabricados con mampuestos de
talla informe alineados sobre su cara externa y amasados con
mortero de cal. Este tipo de paramento que se denominaba opus
incertum era desconocido en la arquitectura castreña.
El domus romano está intramuros del castro casi pegado a la
muralla Norte. Está constituido por dos plantas con escalera de
piedra de acceso al piso superior y según me comenta David, el
joven guía del castro Chao Samartín, su extensión superficial
estaba en torno a los 300 m2. Una de las estancias se abre a un
patio columnado en donde los arqueólogos han sacado a la luz un
total de ocho columnas de un granito quizá llegado de la zona de
Boal o de canteras de Galicia; una estancia porticada que serviría
para recibir a los visitantes y para despachar asuntos, y que
además permitía nutrir de luz y ventilación a toda la casa. En una
estancia de la domus fue encontrada una pintura al fresco sobre
mortero, cuyo último enlucido es finísimo, datada en el siglo I
después de Cristo, en la que se aprecia, con claridad, la
cara y el torso de un joven que sostiene una liebre.
En julio de 2013 se encuentran nuevas pinturas romanas en el domus
que Ángel Villa, arqueólogo y director del proyecto de
investigación del castro Chao Samartín señala como
excepcionales:“La entidad de los restos es excepcional por su
abundancia y por la calidad del depósito, así como por la pericia
de los artesanos, probablemente procedentes de talleres itálicos o
del valle del Ebro, y reflejan una sociedad que, en el resto de
Asturias, es prácticamente desconocida, que es la de las clases
privilegiadas, los que se trasladaron aquí desde Roma y los
locales que hicieron de intermediarios entre el poder romano y la
población indígena” (La Nueva España. 21/7/2013). Para Villa la
importancia del hallazgo encontrado es que el fresco de pintura de
la cabeza y cuello de un caballo como la parte del rostro de una
mujer “se encontran todavía adheridas a los muros, es decir, en su
posición original, desde hace casi 2.000 años”. (El Comercio.
21/7/2013).
El patio conectaba directamente con la entrada a la domus y sería
una referencia a la arquitectura clásica en pleno ambiente
castreño que pudo tener vigencia hasta finales del siglo I d. C; y
que demuestra el carácter de capitalidad que llegó a tener este
asentamiento.
Según señala Ángel Villa : “Es probable que el primer inquilino y
promotor de la domus del Chao Samartín fuera un administrador
romano que, con el paso de las décadas, dejaría paso a un
recaudador local”. Los arqueólogos han constatado una fase inicial
de construcción de la domus con trabajo muy fino, y otras
posteriores de retoques más gruesos. El arqueólogo Rubén Montes
señala que: “ A finales del siglo I la domus no se reutiliza, sino
que se expolia, todo lo utilizable se usa”.
Por los restos arqueológicos encontrados en el castro Chao
Samartín parece que el grado de romanización fue muy importante,
tanto por la cantidad de restos de cerámica encontrada, como por
monedas y objetos de uso claramente romanos. Efectivamente se han
recuperado, en estos años de excavaciones en Chao Samartín,
gran cantidad de piezas y fragmentos de cerámica común
romana que ronda las 1.300 piezas, entre fragmentos y
utensilios completos como:platos y fuentes de engobe rojo
interior, cazuelas de fondo plano, gran cantidad de ollas
globulares monoasadas y de base cóncava, vajilla de almacenamiento
y cerámica de paredes finas (como la decorada con una cabeza de
león), numerosas piezas de bronce, incluyendo objetos de adorno
personal, instrumental médico, e incluso un compás de bronce de
quince centímetros de perfecta simetría del siglo I, d. C; época
de Claudio, que podríamos usar perfectamente veinte siglos más
tarde, restos de pinturas murales con temas geométricos y gran
variedad de colores, así como cientos de clavos y otras piezas de
hierro. Quizás los objetos que más llamen la atención al
aficionado a la arqueología sean un pendiente de oro y una
cadenilla del mismo metal, muestras descoyantes de la orfebrería
castreña; sin olvidar un reloj de sol realizado en pizarra.
El total de piezas monetarias de época Alto Imperial romana
recuperadas, hasta el momento en el Chao Samartín, asciende a 55
ejemplares que se distribuyen en 12 denarios, 32 bronces
altoimperiales, y 11 antoninianos.
El Chao Samartín era el primer eslabón de la cadena que recaudaba
impuestos y recibía la producción minera de oro, para enviarlo más
tarde a Roma. Durante décadas los habitantes de Chao Samartín
disfrutaron de una vida próspera y animada que, de forma súbita,
se vio truncada, en el siglo II d.C. (160-170) por un terremoto
que destruye el poblado llevándolo al abandono.
Tras los efectos devastadores del cataclismo que asoló el poblado
en la segunda mitad del siglo II d.C., y a pesar del rastreo
posterior al que sin duda se entregaron sus habitantes en pos del
rescate de pertenencias y posibles víctimas, el repertorio de
bienes abandonados por extravío, rotura o imposible traslado han
conformado uno de los depósitos arqueológicos más ricos,
interesantes e históricamente expresivos de cuantos se conocen en
Asturias.
Agradecimientos: Gracias por su colaboración para la
realización de este reportaje a Miguel Ángel de Blas (Catedrático
de Prehistoria de la Universidad de Oviedo y miembro del RIDEA) y
Ángel Villa (Arqueólogo y director del Parque de los castros de
Navia).
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