CAMBIO CLIMÁTICO. LA TIERRA TIENE FIEBRE...
AÚN HAY ESPERANZA
CRISTIAN FRERS *Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico
Superior en Comunicación Social
Las opiniones de las personas se encuentran divididas. En un
extremo, se encuentran los que consideran que el cambio climático
es parte de un gran ciclo normal del planeta. Del otro lado,
aseguran que no caben dudas de que los cambios climáticos son
provocados -directa o indirectamente- por el ser humano. Lo cierto
es que un gran número de personas se niegan a aceptarlo. Menos,
aún, están dispuestas a considerar que ellas tienen algo que ver
con el asunto. Lo más sencillo psíquica y políticamente es
interpretar lo que a uno le gustaría interpretar, o bien patear la
pelota afuera del campo de juego. Estas posiciones se parecen
mucho a las adoptadas por los países. Algunos, toman nota y se
hacen cargo (como Rusia) y otros (como los Estados Unidos)
prefieren dilatas sus decisiones, mientras llevan a cabo films con
olas gigantescas o glaciaciones sólo preocupantes en la ciencia
ficción.
Una opinión madura debe basarse en evidencias; nos interese o no,
nos favorezca o perjudique. No se la puede basar en el optimismo o
en el pesimismo, que sólo son proyecciones de emociones. En el
terreno de la razón, hay que reflexionar sobre algunas evidencias
como:
-Se elevó el dióxido de carbono en la atmósfera a un nivel
superior al que hubo en los últimos cientos de años.
-Los hielos eternos han dejado de serlo: se están descongelando.
-La temperatura mundial aumentó a un promedio de 0.6 C por encima
de los registros de los últimos siglos.
-Las capas de hielo del Artico adelgazaron entre 15 y un 40% en
los últimos 30 años.
-Los glaciales se derriten o retroceden.
-Los océanos se calientan y las costas se erosionan más ligero.
-El 16% de los arrecifes de coral del mundo han muerto o agonizan.
-Los bañados, esteros, lagos, lagunas y otros humedales se achican
o desecan.
-Aumentan las lluvias y el impacto de las inundaciones.
-La primavera se adelanta. Las plantas florecen antes de tiempo y
las aves nidifican prematuramente.
Sin embargo, el 16 de febrero del 2005 se ratificó el Protocolo de
Kioto, el tratado mundial más ambicioso en defensa del medio
ambiente. Con su vigencia, comenzará una nueva era, basada en una
economía diferente, lo que junto con un nuevo y necesario
paradigma ético, constituye condiciones sine qua non para el
desarrollo sostenible.
Este Protocolo establece legalmente objetivos vinculantes para
recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, producidos
por las naciones desarrolladas. El objetivo es reducir, entre 2008
y 2012, un promedio de 5,2 por ciento de las emisiones a la
atmósfera con respecto a los niveles de 1990 de los seis gases que
generan el efecto invernadero: dióxido de carbono, metano, óxido
nitroso, hidrofruorocarbono, perfluorocarbono y hexafloruro
sulfúrico. Sobre todo, del hemisferio norte, donde se encuentran
los países desarrollados -no obliga a los países del hemisferio
sur o subdesarrollados- cada país, sin embargo, tiene una cuota
diferente.
En el mundo, se emiten unas 600.000 toneladas de dióxido de
carbono al año. Una cifra que crece sin freno debido al estilo de
vida humana, basada en el consumo de combustibles fósiles, como el
petróleo, el carbón o el gas.
Los expertos coinciden en que prácticamente cualquier actividad
humana es contaminante: desde la luz eléctrica que se utilizan en
los hogares, pasando por el uso de los automóviles, el aire
acondicionado, la calefacción, hasta la industria siderúrgica,
refinerías petroleras o cementeras.
Sólo el uso del petróleo y otras energías fósiles es responsable
del 80% de las emisiones de gas carbónico, que actúa como una
pantalla reflectante para el calor que emite la tierra y lo envía
de vuelta a ésta.
Veamos que se firmó: Se permite un cierto nivel aceptable de
contaminación y se establece un mecanismo financiero, los créditos
de carbono, por el cual quienes contaminan de más le pueden
comprar una parte del derecho a contaminar a los que contaminan
menos.
La entrada en vigencia del Protocolo de Kioto es, sin duda, un
paso muy importante pero no decisivo en la difícil relación de
nuestras sociedades con los cambios del clima.
Lo bueno es que hay un compromiso internacional de ocuparse del
cambio climático, reduciendo las emisiones contaminantes. Esta
decisión requiere de un alto compromiso de la sociedad en su
conjunto: los ciudadanos, a partir de la recepción de información
adecuada, capacitación y conocimiento para contribuir en lo
posible, comenzando por los cambios de usos y patrones de consumo;
el sector empresarial, en la toma de decisiones que conduzcan a
beneficios basados en una responsabilidad social y ambiental, y el
poder público, a través del desarrollo y la puesta en ejecución de
políticas y medidas adecuadas, a la vez que permanentes.
Lo malo es que nadie está seguro de se logre una mejora
perceptible, y ni siquiera de que muchos de los firmantes cumplan
con sus compromisos. Ya se dice que Canadá resolverá su problema
en el mercado financiero y no en las chimeneas. El acuerdo entra
en vigor sin la participación de China y los Estados Unidos de
Norteamérica, dos piezas claves para cualquier política de
reducción de gases industriales.
El presidente francés Jacques Chirac instó a los países
desarrollados a que para el 2050 dividan por cuatro las emisiones
de gases de efecto invernadero. En una mesa redonda sobre el
cambio climático que se realizó en el Palacio del Elíseo, Chirac
dijo que, sin esperar al 2012, desea que Francia intente ir más
allá del compromiso de Kioto. A nivel europeo sugirió que se
refuercen las normas contra la contaminación de los vehículos y el
transporte aéreo. Para el corto plazo, el presidente francés
sostuvo que el primer objetivo del 2005 debe ser el de hacer que
Estados Unidos vuelva a comprometerse en el esfuerzo internacional
de lucha contra el cambio climático.
Estados Unidos -el mayor contaminador del mundo- continúa
sosteniendo que el Protocolo no es de interés para su país debido
a los supuestos daños que va a acarrear al cumplimiento de su
economía. El presidente George W. Bush se limitó a prometer que
apoyaría las reducciones de gases únicamente mediante las acciones
voluntarias y el desarrollo de nuevas tecnologías.
En lugar de preguntarnos si tenemos o no que ver, ¿No deberíamos
plantearnos si no hay que hacer algo? Estas no son proyecciones,
sino hechos reales. Muchos de los procesos señalados ya han
ocurrido en la Tierra. Es cierto. ¡Pero a lo largo de milenarios
tiempos geológicos! No en el lapso que equivale al de una vida
humana. Y si efectivamente fueran naturales, ¿Nos quedamos de
brazos cruzado para ver a la Estatua de la Libertad cubierta de
nieve como en la película "El día después de mañana"?
La Tierra esta sufriendo de fiebre y está no es una buena señal.
La culpa es de todos. De la sociedad humana, con sus perversiones,
su irresponsabilidad, su corrupción, sus intereses, su egoísmo, su
hipocresía.
Si la Tierra está molesta, cada vez más enojada, es por culpa de
todos. Cada vez le hacemos más daño. Y cuando la culpa es de
todos, no significa que ella no sea de nadie en particular. Es de
cada uno, según su grado de responsabilidad.
Estamos muy enfermos, y no nos damos cuenta. Enfermos de soberbia,
de materialismo, de codicia. Pero podemos reaccionar. Podemos
hacer un examen de conciencia; entrar en conversiones con nuestro
ser profundo, con la parte elevada que hay dentro nuestro y ver si
podemos cambiar, aunque sea en algo. Antes de que sea demasiado
tarde.
EN
CAMINO HACIA UNA CATÁSTROFE CLIMÁTICA
Un ejemplo de influencia en
el mudo
CRISTIAN FRERS *Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico
Superior en Comunicación Social
Nuestro planeta esta aumentando la temperatura. Los últimos 10
años han sido los más calurosos desde que se llevan registros y
los científicos anuncian que en el futuro será aún más caliente.
La mayoría de los expertos están de acuerdo que los seres humanos
provocan un impacto directo sobre este proceso de calentamiento
conocido como el efecto invernadero.
Este proceso es una condición natural de la atmósfera
del planeta. Algunos gases como los vapores de agua, el dióxido
de carbono y el metano son llamados gases invernadero, pues
ellos son los responsables de atrapar el calor del sol en las
capas inferiores de la atmósfera. Sin ellos, la tierra se
congelaría y nada podría sobrevivir en ella.
Si tomamos como ejemplo el aumento del dióxido de carbono, las
investigaciones científicas indican que, aparentemente, la
cantidad de dióxido de carbono atmosférico habría permanecido
estable durante siglos, en unas 260 ppm (partes por millón). En
los últimos 100 años, este gas en la atmósfera ha ascendido a
350 ppm a causa del uso indiscriminado de los combustibles
fósiles (carbón, petróleo y sus derivados). Lo significativo de
este cambio es que puede provocar un aumento de la temperatura
del planeta.
El dióxido de carbono tiende a impedir el enfriamiento de la
tierra, absorbiendo las radiaciones que usualmente ésta emite y
que escapan al espacio exterior. Como el calor que escapa es
menor, la temperatura global del planeta, aumenta.
A medida que el planeta aumenta la temperatura, los cascos
polares se derriten. Además, el calor del sol cuando llega a los
polos, es reflejado de vuelta hacia el espacio. Al derretirse
los casquetes polares, menor será la cantidad de calor que se
refleje, lo que hará que la Tierra, se caliente aún más. El
aumento de la temperatura global ocasionará que se evapore más
agua de los océanos provocando un mayor calentamiento, conocido
como efecto amplificador, cambiando el clima que afectaría a la
vegetación natural, a las cosechas y tendrá graves efectos sobre
el ambiente. Todo esto provocaría un enorme impacto sobre la
civilización humana.
El calentamiento global es ciertamente uno de los problemas más
importantes de la agenda ambiental internacional: Un documento
del pentágono norteamericano, emitido en febrero del 2004,
advierte al presidente de los Estados Unidos que los cambios
climáticos abruptos y repentinos, generados especialmente por
los gases contaminantes que liberan las industrias podrían
llevar al planeta al borde de la anarquía y de la guerra nuclear
ante las dificultades para promoverse de los suministros
básicos, cada vez más difíciles de conseguirse.
Las ciudades europeas podrían verse sumergidas por la crecida de
los mares, en tanto que para el año 2020, Gran Bretaña tendrá un
clima siberiano. En todo el mundo podrían producirse conflictos
nucleares, grandes sequías, hambre y disturbios generalizados.
En este contexto, los países desarrollarán su capacidad nuclear
para defender y asegurarse la provisión de agua, alimentos y de
energía.
La amenaza a la estabilidad global eclipsará, con creces, el
problema del terrorismo. Los disturbios y los conflictos serán
rasgos endémicos de la vida.
Las conclusiones son humillantes para el presidente
norteamericano que se niega a tomar medidas impactantes para
combatir el cambio climático y que además se ha negado
sistemáticamente a ratificar el Protocolo de Kioto para reducir
las peligrosas emisiones industriales a la atmósfera.
El escenario, inminente, de cambio climático catastrófico es
posible y pondría a prueba la seguridad nacional de Estados
Unidos en forma que deberían analizarse cuanto antes.
Inundaciones generalizadas por el aumento de los niveles del mar
son una de las amenazas más temidas.
El referido informe fue encargado por el influyente asesor de
Defensa del Pentágono, alguien que ha ejercido una considerable
influencia sobre el pensamiento militar estadounidense en las
últimas tres décadas. La administración Bush esta comenzando a
ser atacada por manipular a la ciencia para satisfacer su agenda
política y silenciar de esta manera los estudios que no le
gustan.
Si es cierto que el planeta se encuentra sumido en un proceso
febril que altera todos sus sistemas naturales, también es
cierto que a la Argentina le caben las generales de la ley.
Aumento de lluvias y sequías, incremento de las temperaturas
máximas y promedio, perdida de tierras costeras e intrusión del
agua salada en sus recursos hídricos son algunos de los
fenómenos que los modelos climáticos permiten pronosticar para
las próximas décadas.
Los escenarios indican que el mayor calentamiento se produciría
en el Noroeste. En verano, la máxima diaria podría incrementarse
en 1,2 a 4,2 grados. Con respecto a las precipitaciones en
verano y otoño, el sur y la región occidental (al oeste del
meridiano 67 grados O.) experimentarán una disminución de las
precipitaciones. Pero la parte Oriental experimentará el
fenómeno contrario, particularmente al norte de la Mesopotamia.
En invierno y primavera, la zona Norte experimentará aumento de
lluvia, pero en el Cuyo y al norte de la Patagonia, las
precipitaciones disminuirán
Traducidos en hechos concretos, estos parámetros tienen
inquietantes implicancias. En lo que respecta a la Argentina, no
cabe duda de que su territorio, árido y semiárido en más del 50%
de su extensión, sufrirá las consecuencias del incrementó de
temperatura y la fusión de glaciares y del hielo continental.
Los cambios en la distribución e intensidad de las lluvias, así
como el incremento de la sequedad, debido al aumento de la
evapotranspiración real, impondrán restricciones a la
agricultura, particularmente por los problemas derivados de los
cambios en las precipitaciones.
Las extrapolaciones indican que la producción de soja se
incrementaría en un 13% a un 41%, la de maíz, se reduciría entre
el 0% y 18%; mientras que el trigo y el girasol podrían alcanzar
desde incrementos del 10% a reducciones del 16%. Es más, un
modelo desarrollado por la NASA ubica a la Argentina como un
país cuya producción agrícola total podría aumentar entre el 2 y
5 por ciento.
Pero la situación en las regiones más áridas, como la Patagonia
y el centro oeste (Cuyo), dependerá de la disponibilidad futura
de agua. Las evaluaciones del IPCC muestran que la mayoría de
los glaciales andinos tenderán a desaparecer hacia el año 2100,
mientras que los glaciales patagónicos se mantendrán hasta
entrado el sigo XXII, por lo tanto la disponibilidad de agua en
estas regiones dependerá de las lluvias y nevadas futuras. Cabe
recordar que durante la sequía de 1960 la carencia de agua
originó en Mendoza la perdida del 35% de su PBI (Producto Bruto
Interno). Esta situación, sumada al aumento de la población,
podría limitar gravemente la importante producción
frutihortícola de Mendoza, afectar la producción de energía
hidráulica y reducir la disponibilidad de agua potable.
Con respecto al aumento del nivel medio del mar, podría ser de
entre 15 y 88 cm. Las pérdidas de costas argentinas supondrían
unos 3.400 km2 de tierras.
Nuestra generación se enfrenta a la oportunidad más
extraordinaria de grandeza que ninguna otra generación en la
historia de la humanidad haya tenido jamás. Si no cambiamos
nuestro rumbo y simplemente nos detenemos a dejar que el tiempo
transcurra seremos más odiados que ninguna otra generación que
haya existido. Las futuras generaciones sabrán que nosotros
éramos concientes de la peligrosa explosión demográfica de
nuestra especie, de la pérdida de la biodiversidad, del
calentamiento global, de la contaminación de los mares, el aire
y la tierra, del adelgazamiento de la capa de ozono. Podrán
observar que teníamos información más que suficiente para
comprender que los problemas que habíamos provocado requerían de
soluciones: y verán con igual claridad que fallamos para actuar
con la fuerza suficiente para salvar a la Tierra. Y nos odiarán
por eso... porque habremos cambiado nuestro confort por su
futuro. .....
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