CAMBIO GLOBAL, EL RETO DE LA BIODIVERSIDAD
Los ecosistemas y sus habitantes reaccionan ante las
alteraciones del clima y la acción del hombre.
La alta montaña se convierte en el escenario donde el clima y la
antropización dejan su huella día a día
POR: JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE
Hace solo tres décadas, las umbrías de Cauchiles y San Juan, en
las laderas del Veleta, a 2.800 metros de altitud, mantenían
nieve durante todo el verano, y en el alto de la Carigüela, el
paso hacia la cara sur, a 3.200 metros en plena ruta de los
‘tresmiles’, la nieve permanecía hasta el otoño. En los inicios
del siglo XXI la imagen ha cambiado de forma considerable y la
nieve solo viste el gran macizo nevadense de forma anárquica,
sin pautas estacionales, en ocasiones en exceso y en otras de
escasez, y sobre todo sin la garantía de que se mantenga en el
tiempo. La biodiversidad asciende en busca de cotas más frías y
los ríos, en 2018, bajan desbordados tras una década de sequía,
mientras los pantanos recogen agua, toda la posible, para
afrontar un futuro incierto.
Los efectos de la alteración del clima y la acción del hombre
sobre los ecosistemas provocarán una subida global de
temperaturas de entre 0,5 y 1,5 grados centígrados en el
horizonte del año 2030, y una década después, el mar habrá
subido 50 centímetros más del nivel actual, lo que provocará la
desaparición de una franja litoral de alrededor de 100 metros de
extensión, más patente en las zonas llanas y de menor impacto en
las de orografía irregular. El avance del desierto es imparable
en espacios como el sureste ibérico, y la biodiversidad de la
alta montaña, poco a poco, se queda sin suelo al que ascender
para vivir. Este desolador panorama se dibuja a través de los
datos que aporta el poder llevar el campo de estudio científico
a una escala muy reducida, a espacios pequeños de gran
fragilidad y donde la acción de las alteraciones del clima y la
antropización pueden apreciarse con anterioridad a que se
conviertan en generales en otras zonas del planeta.
Es el sureste de Andalucía donde se concentran una serie de
territorios especialmente adecuados para el seguimiento y
control de los efectos de la alteración del clima y la mano del
hombre, espacios como Sierra Nevada, donde se concentran las
máximas altitudes peninsulares, con un territorio fácilmente
influenciable por agentes externos; otros como las zonas áridas
del noreste de Granada y los desiertos de Almería; el litoral y
mar de Alborán; las únicas áreas donde se encuentran los seis
pisos bioclimáticos mediterráneos. Son territorios singulares,
con una biodiversidad que intenta sobrevivir en condiciones
extremas y que muestran antes que en otros lugares de Europa, la
forma en que les afecta el incremento de las temperaturas, la
contaminación y el hombre.
Los datos recabados en estas zonas por investigadores de todo el
mundo, y en particular por el Observatorio del Cambio Global de
Sierra Nevada a través de programas de carácter europeo
(proyectos Life); nacionales, con la colaboración del Ministerio
de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente; y
autonómicos, dependientes de la Junta de Andalucía, y de
universidades, como la UGR, son considerados como fundamentales
para el conocimiento de la evolución climática, y sobre todo
para conseguir una mejor adaptación de los ecosistemas a esa
nueva realidad.
La huella del cambio
La monitorización de numerosos parámetros ecosistémicos en
Sierra Nevada ha permitido conocer la evolución del territorio,
desde los valles hasta las altas cumbres, y establecer modelos
de comportamiento extrapolables a otros lugares del mundo
¿Qué ha ocurrido en los ecosistemas en las últimas décadas?. Los
datos del Observatorio del Cambio Global han registrado
desplazamientos altitudinales de fauna y flora, con especies que
plantas que necesitan ascender en busca del frío, y con ellas su
fauna asociada. Las especies han cambiado sus pautas
fenológicas,en función de la actividad humana, la duración e
intensidad de las lluvias y de la llegada y permanencia de la
capa de nieve. En los ríos, donde se ha experimentado un
descenso del caudal habitual, con incrementos en determinados
años y fuera de los ciclos normalizados, también se ha dado una
movilidad hacia cotas más altas de la fauna de invertebrados y
micromamíferos asociados a las riberas, lo que afecta a otros
grupos faunísticos.
En 1956, gracias a la cooperación entre el Ejército del Aire de
España y la Fuerza Aérea de Estados Unidos, la realidad
topográfica de Andalucía quedó registrada en una serie de
imágenes que han servido de punto de partida para una serie
histórica que permite conocer la evolución del territorio a lo
largo de las décadas. El 42 % del territorio ha cambiado de
usos, con una disminución considerable en actividades
tradicionales y un incremento de otras más nocivas para el medio
ambiente, aunque tras las medidas de protección del territorio
(Sierra Nevada es Parque Nacional desde 1999, y Natural desde
1089), se ha registrado una evolución positiva, con una
considerable vuelta a la explotación sostenible de los recursos
naturales, y por tanto, la recuperación de espacios que habían
sufrido graves impactos. La economía de los municipios
relacionados con los espacios naturales ha cambiado para bien, y
los datos del Observatorio, tras un estudio sobre la evolución
de la población y el territorio, realizado con la colaboración
de la Fundación Biodiversidad, indican que ha crecido de forma
palpable el grado de bienestar de los pueblos, población y
actividad económica.
En Sierra Nevada se ha constatado que la gestión sostenible de
los recursos y la recuperación de los territorios, puede ofrecer
buenos resultados. Los ecosistemas terrestres han experimentado
mejoras en su cubierta vegetal, que ha crecido con respecto a la
mitad del siglo XX, con mayores superficies de robledal, pinares
menos densos y naturalizados, e incremento de la superficie de
matorral de alta montaña, herbazales y turberas.
A lo largo del siglo XXI las temperaturas en Sierra Nevada
subirán entre 2,56 y 6,22 grados, un incremento que generará
problemas graves para la viabilidad de los ecosistemas y las
especies que viven en ellos. Solo la concienciación de sus
habitantes y una gestión que tenga como base la sostenibilidad
puede reducir el impacto.
EL ESPEJISMO DE LAS NEVADAS DEL 18
2018 rompía todas las tendencias con respecto a las
precipitaciones de nieve y ha llegado a colapsar los sistemas y
estructuras de la sierra, pero la realidad es que la gran
cantidad de nieve caída reafirma la tendencia a la anarquía en
cuanto a las precipitaciones y la presencia de nieve. Desde el
inicio del siglo XXI, según los datos del satélite Tierra de la
NASA, en el 79% del macizo nevadense, la nieve dura menos
tiempo; en el 68% se retrasa el inicio de las nevadas, y en el
81% la nieve se va antes de lo habitual. Según esos datos, en
los primeros 14 años de este siglo, el periodo de nieve se
redujo en 27 días en las zonas altas y 7 en las bajas.