El
bosque de los duendes
Musgos, maderas muertas y hojarascas son la puerta de un universo
paralelo habitado por organismos a los la mitología calificó como
hadas y elfos.
Protegidos de miradas indiscretas, ocultos entre la materia
orgánica, pervive todo un elenco de minúsculos seres vivos que son
pieza clave para la salud de los ecosistemas y de todo el planeta.
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle- IDEAL /WASTE MAGAZINE

Las lluvias del final del invierno les delatan. La humedad tras
los días de frío son como una fuente de vida para decenas de
organismos, animales y vegetales, hongos, líquenes, y otros a los
que hay que incluirles el prefijo ‘micro’ porque su mínimo tamaño
escapa a la percepción de la visión humana. En los bosques de las
sierras del sur de la península, en las umbrías de pinares,
robledales y encinares, en las dehesas y riberas, aparecen
pequeñas setas de color blanquecino y rosado. Su sombrero no mide
más de un centímetro de diámetro, son ejemplares de Mycena
hiemalis, mycenitas que delatan los puntos entre los musgos, donde
la humedad y la materia orgánica abren la puerta a un universo
paralelo formado por seres que en su mayoría están poco estudiados
y entre los que, a pesar del auge de la ciencia, todavía pueden
descubrirse nuevas especies. Es un mundo al que la mitología,
sobre todo la anglosajona, se inspiró para crear hadas, duendes y
elfos, porque tienen, sobre todo, un halo de misterio que cabalga
entre el misticismo y la brujería.
Un caracol azul, Oxychilus draparnaudi, de menos de un
centímetro.
Bajo troncos
Observar con atención los troncos y recovecos entre las rocas, en
el interior de las oquedades y bajo las hojas caídas desde el
otoño, nos deparará muchas sorpresas. Casi ninguna rama, tronco o
resto de madera muerta está abandonado a su suerte. Es aprovechado
como alimento, hogar y protección. Bajo los troncos, en lugares
especialmente húmedos, crecen algunas especies de setas que se
alimentan de madera muerta. Es el caso de un hongo que llega
a hacerse de gran tamaño en zonas de ribera, Psathyrella
melanthina. No necesita tierra para vivir, solo la madera muerta.
Igual que otra especie de mycena (Mycena seynesii) que tiene como
característica que solo crece entre los huecos de las piñas caídas
en el suelo. Es una de las especies que todo el mundo podría
considerar como la casita de los duendes, porque se apila en
racimos de entre dos y seis individuos que asemejan a un diminuto
poblado en el que, con un poco de imaginación nos puede sugerir
mil una historias de fantasía, como la que aportan la presencia de
pequeñísimos caracolillos, moluscos terrestres de color azul, que
como si de monturas de elfos se tratase, habitan ente las estrías
degradadas de la madera en descomposición.
Son setas adultas, Hemimycena.
Hay varias especies de caracolillos que miden entre uno y cinco
milímetros de diámetro, que extienden sus cuernos hacia el cielo
cuando la entrada de luz en sus refugios les señala que han sido
descubiertos. Una de las especies que puede verse a simple vista
(mejor con una lupa) se llama Oxychilus draparnaudi. Es un caracol
carnívoro, que se alimenta de microorganismos y de detritos. Uno
de sus semejantes, otro molusco, pero muchísimo más pequeño, es
mucho más difícil de ver. Se llama Vallonia costata, y su tamaño
máximo es de dos milímetros y medio. En este caso, su color es
amarillento en la concha con su cuerpo semitransparente.
Bizcochos de hadas
En pequeños troncos semihúmedos se encuentran elementos que apoyan
viejas historias de magos, brujos y druidas. Quienes los descubren
se quedan prendados. Les llaman bizcochos de hadas, son unos
pequeñísimos hongos en forma de bizcochitos de color amarillento
con su parte superior cubierta de una capa aterciopelada.
Miden entre dos y cinco milímetros, aunque de forma excepcional
pueden llegar a un centímetro. Crecen en pequeñas ramas caídas o
en troncones de árboles cortados y forman grupos de varios
ejemplares. Se llaman Crucibulum laeve. Tienen una curiosa
característica que les hace parecerse a elementos de repostería.
Al fructificar, la capa superior se abre y aparece toda una
colección de minúsculas pastillitas que parecen caramelos, o como
indican algunas leyendas, podrían ser los platos de los banquetes
de hadas.
Crucibulum laeve
Efimeros
Casi todos los habitantes del bosque de los duendes son de vida
efímera. Su existencia depende de multitud de parámetros,
sobre todo de la humedad, oscuridad y la profusión de materia
orgánica, y sobre todo, de la estabilidad de los ecosistemas y que
no sean alterados por la acción humana. Hay organismos que se
encuentran en estadíos evolutivos aún muy primarios. Seres vivos
que no pertenecen al reino animal ni al vegeta. Son protozoos que
pueden verse a simple vista. Se les ha clasificado como
Myxomicetes, y crean nutridas comunidades de extrañas formas y
texturas. En ocasiones vemos en el interior de los huecos de
troncos viejos y talados, grupos de huevecitos blancos, rojos,
amarillos, ocres, verdes... No son puestas de insectos, son
diferentes especies de Myxomicetes, que asemejan pequeñísimos
bosques, brillantes y coloristas. Es fácil descubrir una veintena
de especies diferentes en los bosques de las estribaciones de
Sierra Nevada, en los parques de Huétor y Baza, en Castril, en las
sierras almerienses y jienenses.
Los musgos tampoco son ni
plantas ni algas, son briofitos, de los que hay varias especies,
aunque la que todos conocemos, y sobre las que se produce y oculta
gran parte de la vida del bosque de los duendes, es Tortula
muralis, pero en las sierras de Granada hay otras especies
que se asemejan a racimos de hojas con ‘platitos’ verdes en su
interior, que son las llamadas Lunularia cruciata, las
hepáticas.
Refugio
Hay una gran variedad de invertebrados que aprovechan los
recovecos del bosque de los duendes para poner sus huevos y que
sea allí donde se desarrollen sus crías. Es un refugio perfecto
para especies de arácnidos, por lo que es fácil encontrar
pequeñísimas arañitas que recorren las hendiduras entre los
troncos y maderas descompuestas, a veces junto a su progenitora,
varias veces más grande que sus crías. Y el hábitat de las
cochinillas de la humedad, que pasan entre la materia orgánica
descompuesta toda su existencia. También hay ácaros, y gusanos,
lombrices de tierra que entre los musgos y hojarascas intentan
encontrar los detritos con los que alimentarse, y babosas,
caracoles sin concha, y miriápodos, los conocidos ciempiés de los
que hay numerosas especies.
La madera muerta, el bosque de las hadas, es su mundo, el
universo oculto.
Pequeños y voraces,
basureros de los ecosistemas
Los habitantes del bosque de los duendes realizan una labor básica
para el mantenimiento de los ecosistemas, se comen la materia
orgánica en descomposición. Unos son descomponedores de la
materia, la modelan a su gusto para consumirla después, como
algunos hongos. Otros comen detritos, como las lombrices, que
igual que otros organismos, colaboran en la recogida de lo que
consideraríamos la basura y su reciclado. También hay carroñeros,
que se alimentan de otros organismos muertos, y los que comen
materia fecal, las cacas, que son llamados, coprófagos. Y sobre
todo los que consumen madera muerta, que son los que realmente
limpian los bosques, lo hacen las setas propiamente dichas, los
hongos, y los myxomicetes.
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