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Biodiversidad amenazada |
La ciencia conoce
sólo el 15% de las especies vivas
Se hace necesario implantar políticas
de conservación de las especies
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Por Cristian Frers
mayo 2009 .- En la actualidad, existe un motivo
común de inquietud, es el hecho que las actividades humanas han
reducido la diversidad biológica a escala mundial, nacional y regional
y que esta tendencia no ha mostrado signos de modificarse. Esto se manifiesta
en la pérdida de poblaciones de animales y vegetales, en la extinción
y agotamiento de los recursos y en la simplificación de ecosistemas
y comunidades.
Un problema frecuente es la falta de información
básica sobre los recursos de cada nación o región,
muy pocas tienen inventarios o estudios biológicos básicos
y muchas carecen de un simple mapa ambiental del área. La mayoría
carecen de planes de gestión específicos o adolecen de falta
de medios económicos y personal especializado, aparte de una escasa
organización institucional. Es por esto, se requieren estrategias
adecuadas en materia de planificación y manejo de recursos, que
permitan por un lado revertir la degradación de los ecosistemas
y por el otro asegurar el aporte que estos hacen al bienestar humano.
La extinción de especies vegetales y animales
es uno de los síntomas más preocupantes, ya que constituye
un proceso irreversible que nos priva para siempre de un material genético
único e irremplazable del que tal vez ni siquiera sepamos aún
que aplicaciones prácticas podrá tener en beneficio de la
misma humanidad que los destruye. Este tal vez sea el concepto más
fácil de comprender en el mundo materialista e interesado en que
habitualmente nos movemos, pero no es el único motivo que aconseja
la conservación de especies. Efectivamente ya tendría que
bastarnos el solo hecho de no alterar sustancialmente la delicada trama
que une a los seres vivos entre sí, y que nos recuerda que cada
especie ocupa un nicho ecológico peculiar que, con su extinción,
o bien queda vacante o es ocupado por otras especies más ubicuas.
Con lo cual se simplifican o desaparecen cadenas alimenticias singulares,
y como si esto fuera poco, el solo derecho a coexistir en el planeta Tierra
en las especies vegetales y animales debería erigirse como el principal
argumento para evitar la extinción por todos los medios.
La preocupación no viene por el hecho
de que desaparezca alguna especie, sino porque se teme que estamos asistiendo
a una masiva extinción. Lo que preocupa, y muy seriamente, es la
posibilidad de provocar una catástrofe que arrastre a la propia
especie humana.
Los organismos que han habitado la Tierra desde
la aparición de la vida hasta la actualidad han sido muy variados.
Los seres vivos han ido evolucionando continuamente, formándose
nuevas especies a la vez que otras van desapareciendo. Se calcula que sólo
sobreviven en la actualidad alrededor del 1% de las especies que alguna
vez han habitado el planeta.
Si calculamos la tasa de extinción de
este momento, basándonos en los números de especies por área,
teniendo en cuenta la pérdida de bosques tropicales (aproximadamente
1/3 en los últimos 40 años), se extinguen 50.000 especies
por año (sólo 7.000 de ellas conocidas). Esto representa
10.000 veces la tasa natural de extinción y significa un 5% del
total de especies por década. De mantenerse estos números,
a fines del siglo XXI habrán desaparecido dos tercios de las especies
de la Tierra.
Es necesario tomar medidas y realizar acciones
decisivas para conservar y mantener los genes, las especies y los ecosistemas,
con miras a una gestión y utilización sostenible de los recursos
biológicos. El gobierno nacional, los gobiernos provinciales
y las municipalidades debían emprender un camino conjunto en preocura
de establecer metas que posibilitaran un mejor conocimiento de la realidad
biológica y el diseño de estrategias adecuadas para que se
pudieran utilizar en forma sostenida los recursos. En este sentido, es
importante implementar planes y programas que desarrollaran la evaluación,
el estudio y la observación sistemática de la biodiversidad.
Algunas de las medidas a tener en cuenta, serían:
-Promocionar un desarrollo económico
ambientalmente adecuado, en base al uso sostenible de los componentes de
la biodiversidad, fomentando la participación del sector privado
y público para estos fines.
-Fortalecer la coordinación entre las
partes interesadas, así como el fomento a las normas y prácticas
comerciales que promuevan la utilización sostenible de la diversidad
biológica.
-Obtener recursos financieros y promoción
de la participación justa y equitativa en los beneficios que se
deriven de la utilización de la diversidad biológica, incluyendo
bienes y servicios ambientales.
-Seleccionar y seguir proyectos referidos a:
identificación y valorización de los componentes de la biodiversidad,
rehabilitación y restauración de ecosistemas degradados,
entre otros.
-Asegurar que todo uso de especies y de ecosistemas
sea sustentable.
La Argentina como integrante de esta misma nave espacial,
el planeta Tierra, donde los hombres crean frontera y la naturaleza se
encarga de eliminarlas, no ha permanecido al margen del problema de la
extinción, que si bien no alcanzó características
catastróficas, se agudiza día a día. Falta la toma
de una real conciencia pública de la cuestión por parte de
todos los sectores para que realmente se pegue un giro brusco de timón
que nos aleje del peligro de perder en los próximos años
los más significativos exponentes de nuestra flora y fauna autóctona.
Por suerte, la inmensidad del país y las
vastas extensiones que cubren la mayor parte de sus ambientes naturales
han permitido aún salvaguardar en nuestros días la mayoría
de nuestros exponentes florísticos y faunísticos, aunque
estamos lejos ya de aquella idea de virginidad ambiental que imperaba hasta
hace pocos años. Estos recursos han sido aprovechados irracionalmente
en los últimos 50 años, causando la pérdida de un
alto porcentaje de sus componentes. Lo más lamentable, es que se
desconocen las verdaderas potencialidades que los ecosistemas albergan
en su integridad.
Argentina presenta una diversidad natural y cultural
extensa y variada que debe conocerse y preservarse para estas generaciones
y las futuras. Se deben integrar en los procesos de desarrollo a todos
los sectores y actores sociales que estén involucrados, con el fin
de respetar la identidad cultural de cada región. La utilización-conservante
de los recursos biológicos y genéticos que diferentes biomas
contienen, desempeñará un papel primordial a la hora de establecer
las pautas de mejoramiento progresivo de las condiciones socioeconómicas
que nuestra población posee.
El principal beneficio de la biodiversidad no
es el uso directo de las especies, sino el funcionamiento equilibrado de
los ecosistemas. La provisión de agua potable, la regulación
del clima, el control de la erosión y de la desertización,
la fertilidad de los suelos, el reciclaje de nutrientes, el combate a las
plagas, el mantenimiento de los pastos, la renovación de la pesca
y el tratamiento de desechos, así como otros servicios ambientales
intangibles del tipo de prevención de desastres naturales, las opciones
para el ocio y el turismo o la propia capacidad de la naturaleza para regenerarse,
todos dependen de las funciones del planeta, de mantener las funciones
básicas de unos ecosistemas que han encontrado su equilibrio a lo
largo de los siglos. Todos los niveles de biodiversidad están relacionados
entre sí. No es posible concentrarse en mejorar el rendimiento de
las cosechas sin tomar en cuenta la fertilidad del suelo, malezas, plagas,
patógenos y animales polinizadores. La tala de árboles, la
desecación de humedales, la fumigación en laderas, entre
otros, pueden significar impactos irreversibles sobre el ambiente y su
aprovechamiento. Conservar la biodiversidad significa saber gestionar la
naturaleza de una forma sostenible, para nosotros y para las futuras generaciones.
Cristian Frers – Técnico Superior
en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación
Social
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