Tamaño: Longitud macho: 18-22 mm,
hembra: 22-26 mm. Ovopositor: 16-17 mm.
Hábitat
Vive en lugares abiertos en el pastizal nevadense en los pisos
bioclimáticos oromediterráneo y crioromediterráneo, entre
2280-3450 metros de altitud.
Fundamentalmente en zonas de matorral almohadillado donde son
abundantes Genista versicolor, Hormathophylla spinosa
(Rascaculos), Thymus serpylloides, Senecio pyrenaicus
granatensis. También son abundantes debajo de piedras y
sobre Arenaria pungens
Presenta un gran numero de adaptaciones a la alta montaña, cuerpo
voluminoso, melanismo y apterismo. Las poblaciones de este
endemismo están muy localizadas en una pequeña área de
distribución.
Especie carroñera, carnívora y detritívora.
Distribución: Endemismo de Sierra Nevada (Granada, Almería)
La principal amenaza a esta especie son las actividades
relacionadas con la estación de esquí que reducen cada vez más la
restringida área de distribución.
Incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Categoría
de amenaza Sensible a la alteración de su hábitat (Orden de
10 de marzo de 2000)
CHICHARRAS DE ÉLITE
Protegido por la UE, un insecto único de Sierra Nevada es clave en
los estudios sobre el cambio climático
Vive entre las lascas de pizarra y se alimenta de plantas que
también son endémicas del sistema montañoso granadino
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE * IDEAL

Está en el punto de mira de científicos de todo el mundo. Es un
pequeño insecto que forma parte del club más selecto al que
podrían aspirar las especies animales que pueblan la Tierra. Una
sociedad a la que solo se puede acceder por razones de
exclusividad. Hay que ser único en el mundo. Se llama Baetica
ustulata y vive en Sierra Nevada, donde los habituales de las
altas cumbres le conocen como Chicharra de montaña. Igual que el
hombre es la única especie (sapiens) que forma el género Homo,
este insecto ortóptero es de la única especie (ustulata) que
representa al género Baetica. Esa exclusividad ha hecho que sea
uno de los muy pocos insectos protegidos por legislaciones
interestatales como las europeas. Está incluido en los listados de
protección de la Directiva Hábitats de la Comunidad Europea y el
Convenio de Berna, además de la ley andaluza y estatal sobre
especies amenazadas.
En Andalucía hay solo 15 especies de invertebrados con algún tipo
de protección, de las que cuatro son moluscos, y el resto
insectos, pero la mayoría son mariposas y libélulas. Ortópteros,
como es el caso de la Chicharra de montaña, solo hay uno.
Se le puede encontrar en un hábitat formado por matorral de alta
montaña, enebrales, sabinares y piornales de alta montaña,
canchales y pastizales asociados a borreguiles de las altas
cumbres de Sierra Nevada y en periodos de tiempo muy cortos,
cuando ya no hay nieve.
Este insecto, que aunque no tiene primos con los que compararse,
se asemeja a un grillo, tiene cuerpo de chicharra, largas patas
traseras que les permite saltar, pero no tan grandes como los
saltamontes, a los que sí se parece en su cabeza y la disposición
de las antenas. Presenta colores marrones, rojizos y amarillos,
que le ayudan a camuflarse por completo entre las rocas de pizarra
de la sierra. Una coloración que le hace muy visible cuando se
mueve entre plantas, también endémicas de Sierra Nevada, como
Arenaria pungens y Genista baetica, de las que se alimenta, aunque
la chicharra de montaña es una especie que también se alimenta de
carroña y detritos.
Cambio climático
Se ha convertido en uno de los más importantes bioindicadores del
cambio climático en todo el mundo. «Es una de las piezas clave en
los trabajos que realiza el Observatorio de Cambio Global de
Sierra Nevada. Llevamos cinco años siguiendo algunas poblaciones
dispersas por todo el macizo y principalmente establecemos índices
de abundancia que son revisados anualmente en diferentes cotas
altitudinales y ambientes», dice el investigador y técnico de la
Agencia de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía, José
Miguel Barea. Los últimos estudios realizados el pasado verano
indican que «cada año encontramos menos cantidad de ejemplares»,
aunque lo realmente interesante es que las poblaciones que se
encuentran a mayor altitud son más densas que las que hay más
abajo, donde el número de individuos decrece anualmente. Ese dato
indica que las temperaturas suben en el macizo de Sierra Nevada,
lo que hace que las especies animales y vegetales intenten
alcanzar cotas más altas.
La evolución del clima en Sierra Nevada afecta de forma directa a
las especies que viven en el macizo, ya que con el incremento del
calor, tanto animales como vegetales de alta montaña buscan zonas
más frías, es decir, suben a cotas más altas. Si una especie se
alimenta de una planta que cada vez crece más arriba, también
tiene que subir para conseguir su alimento, y con ellas todos los
que se encuentran asociados a la red trófica. Llegará el momento
en que no tendrán suelo donde vivir.
Conservación
No es fácil encontrar ejemplares de Baetica ustulata. Las
poblaciones se circunscriben a zonas muy concretas. La protección
de sus hábitats es fundamental para conseguir la pervivencia de la
especie. La Junta de Andalucía, en sus últimos programas de
conservación de fauna y flora amenazada, incluye a Baetica
ustulata junto a otras cuatro especies de invertebrados, las
únicas de la fauna amenazada que integra en el llamado Plan de
Recuperación y Conservación de Especies de las Altas Cumbres de
Andalucía, todas ellas tan exclusivas y en peligro de extinción
como la chicharra de montaña, aunque solo Baetica ustulata
pertenece a un género monoespecífico. «Ahora trabajamos en la
concreción de las actuaciones que se llevarán a cabo para la
protección de esas especies fundamentales para la pervivencia de
la biodiversidad en el macizo de Sierra Nevada», dice José María
Irurita, director de Fauna y Flora de la Junta en Granada, que
considera prioritario mantener sistemas de conservación de las
especies amenazadas de la Sierra.
Descubierta por Rambur en 1838
Como ocurre con la mayoría de las especies animales y vegetales
descritas como endemismos de Sierra Nevada, fue un naturalista
romántico quien describió por primera vez la Baetica ustulata.
José Miguel Barea, que tiene en su haber el descubrimiento de
algunas especies de invertebrados, comenta que la Baetica ustulata
«fue descrita por el prestigioso entomólogo francés Jules Pierre
Rambur (1801-1870) en 1838. La incluyó en su libro ‘Faune
entomologique de l’Andalousie’, obra fundamental para el
conocimiento de la fauna andaluza. A las expediciones de
científicos del romanticismo a la Sierra se debe una gran parte
del conocimiento de su biodiversidad. Viajeros naturalistas como
Boissier, Wilkomm y Rambur pusieron nombre a la mayoría de las
plantas e insectos de la Sierra.
