PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
ARROYO SALADO, UN RÍO ENTRE PAREDES DE SAL
El cauce del Arroyo Salado dibuja una senda utilizada por
los primeros pobladores del Temple y la Vega de Granada
Discurre por un territorio semidesértico, en el que el agua fluye
cargada de sales minerales y tapiza de cristales blancos los tajos
de erosionadas arenas
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE

Un rebaño de ovejas y cabras camina unido a través de la cañada
que desde Santa Fe se dirige hacia La Malahá. Baja hasta el fondo
de una vaguada situada entre paredes de conglomerados y arcillas.
No corren hacia el cauce del arroyo para saciar la sed, sino que
ocupan posiciones entre las arenas y los bordes del tajo para
lamer la tierra y las piedras. Intentan ingerir una fuerte dosis
de sal, un elemento básico en la dieta de los herbívoros y difícil
de conseguir en los pastos. Es la muestra más clara de la cualidad
salina de un territorio que desde hace tres milenios era recorrido
por los primeros pobladores de Granada y sus ganados, en el que la
sal aparece como un tapiz de color blanco entre los ocres de los
cortados bajo los que discurre el que se conoce ancestralmente
como Arroyo Salado, un pequeño cauce que en zigzag se dirige desde
Alhendín hasta unir sus aguas salinizadas, con altos contenidos de
hierro y otros minerales, al caudal del Genil, más allá de Santa
Fe, junto a Fuente Vaqueros y Chauchina. (...)
(..) El Arroyo Salado es algo más que lo que se consideraría un
arroyo, podría ser calificado como río, pero su nominación
histórica siempre le otorgó esa menor categoría hidráulica y así
ha mantenido a través de los siglos. Con solo 20 kilómetros de
recorrido puede entenderse como un eje clave para el desarrollo de
las poblaciones que desde el año 900 antes de Cristo, se asentaron
en territorios situados entre la sierra de Alhama, la comarca del
Temple y la Vega de Granada. La sal de sus aguas y piedras era la
clave para la subsistencia de las familias dedicadas al pastoreo y
la agricultura, por lo que es posible encontrar restos de
asentamientos prehistóricos y milenarios a lo largo de este corto
cauce que tiene su mayor potencial en las salinas de La Malahá, y
que aún puede deparar sorpresas a quienes se aventuren entre las
cárcavas y secanos poblados de olivos y almendros, ya que ofrece
parajes de una extraña belleza y en los que existen pequeños oasis
de vegetación ribereña de alto valor ecológico, como la presencia
de uno de los tarajales autóctonos (bosquetes de tarays, arbustos
que crecen en los márgenes de los ríos), más densos y mejor
conservados de la provincia de Granada, e incluido en las
Arboledas Singulares de Andalucía, que se suceden a lo largo del
cauce tanto a las puertas de La Malahá como en el recorrido que
desde esta localidad, una vez superadas las salinas, continúa
hacia Santa Fe.

El trazado de la última
carretera que une estas dos localidades, ha seguido la orografía
marcada por el cauce del Arroyo Salado, la línea dibujada por el
paso del agua y la erosión que ya utilizaban los habitantes de
esta zona desde la etapa que se conoce como Bronce Final, un
tiempo en el que los asentamientos humanos situados junto al cauce
y las salinas, servían como control de los ganados que cada verano
ascendían desde las tierras bajas hasta los pastizales de Sierra
Nevada, y utilizaban la línea salina como corredor de
supervivencia para sus animales. Era la conexión entre la comarca
del Temple y la Vega, ya que desde las tierras de Agrón y Ventas
de Huelma, se iniciaba el descenso hacia las inmediaciones de
Granada por el mismo lugar que lo hacia el agua. Un camino que se
mantuvo en el tiempo y que siguieron los carros que desde El
Turro, junto a Cacín, transportaron las columnas para el palacio
de Carlos V, un recorrido documentado porque una de ellas acabó en
el cauce y ahora adorna la puerta de la iglesia de Chauchina. Es
parte de la conexión entre Málaga y Granada, al menos la que
contaba Alejandro Dumas en ‘El Bandido de Sierra Nevada’.
Para conocer el eje ecológico que marca una línea entre tierras
áridas, hay que descender por carriles agrícolas y pasos de ganado
y caminar entre las riberas. Es posible observar pequeñas cabezas
de color verde y amarillo que aparecen sobre las aguas remansadas.
Son galápagos leprosos, la especie autóctona de galápago ibérico
que aún pervive en estas aguas. No se inquietan ante la presencia
humana y se mantienen en grupos sobre el lodo de la orilla, bajo
las ramas de los tamariscos.
En las paredes de aglomerados arcillosos, se aprecian líneas
blancas transversales que señalan dónde llegó el agua durante las
crecidas del invierno. Es donde afloran las sales minerales que
buscan las cabras y ovejas. Y entre las tierras erosionadas por el
viento aparecen formaciones de yesos cristalizados. El agua rompe
la aridez y monotonía de un paisaje azotado por el sol y el
viento. Crea parajes imposibles, pequeños islotes de verdor en
tierras avocadas a la desertización, donde habita una muy singular
biodiversidad, con especies vegetales halófitas, que pueden vivir
en espacios salinizados, como algunos limonios con bellas flores
de papel, pequeñísimas jaras de hojas perforadas,
Helianthemum
squamatum,
Peganum armala, llamada Ruda de Siria, e
insectos amenazados de extinción como la mantis sin alas de la
Malahá,
Apteromantis aptera, que solo es posible encontrar
en las inmediaciones del Arroyo Salado.
Caminar entre las paredes de sal bajo las que discurren las aguas
ocres del arroyo que los nazaríes llamaron Wadi Almallahi, es
rememorar el paso de los primeros pobladores de la historia de
Granada y recorrer el río de la sal.
¿Dónde está?
Entre Alhendín y Santa Fe, con La Malahá como centro. Es el cauce
que desde esa localidad llega hasta el Genil en Chauchina.
_¿Cómo llegar?:_ El punto de la fotografía es un paraje situado a
2,5 kilómetros de La Malahá, en la carretera a Santa Fe. Tras
pasar un camino agrícola que baja hacia el río.
_Coordenadas:_ El inicio del camino agrícola está en 37°
7’27.99’’-N 3°43’42.20’’-W
BIODIVERSIDAD
Especies presentes en este espacio natural
Galapago leproso en el arroyo salado
Anacyclus
clavatus
Anthyllis cytisoides
Anthriscus caucalis
Apium nodiflorum
Artemisia barrelieri
Arundo donax
Asparagus officinalis
(Espárrago)
Asphodelus macrocarpus
Atriplex halimus
Calendula
arvensis
Cerastium
glomeratum
Chenopodium album
Chrozophora
tinctoria
Conium
maculatum
Convolvulus
arvensis
Cynara scolymus
Cynodon dactylon (Bermuda)
Diplotaxis
virgata
Eruca vesicaria
Ficus carica (Higuera)
Filago
congesta
Frankenia pulverulenta
Helianthemum squamatum
Helianthemum
syriacum
Helichrysum stoechas
Mercurialis tomentosa
Neatostema apulum
(Chupamiel dorado)
Nonea vesicaria
Oryzopsis miliacea
Olea europaea (Olivo)
Pallenis spinosa
Phragmitis australis
Prunus dulcis (Almendro)
Reichardia tingitana
Retama sphaerocarpa
Sherardia
arvensis
Stipa tenassissima
Tamarix gallica
Thymelaea hirsuta
Ruda de Siria
Jara de escamillas,
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Una serie de reportajes para mostrar la riqueza natural
que nos rodea, sus ecosistemas y a sus singulares
habitantes.
Granada y las tierras del sureste de Andalucía poseen la
mayor diversidad biológica de Europa, parajes únicos para
vivir en tiempos de estío