ABEJAS Y PLANTAS, SIMBIOSIS PERFECTA
El desarrollo de la apicultura sostenible favorece el
mantenimiento de los ecosistemas y la superviviencia de numerosas
especies
Las alteraciones climáticas, la erosión y la excesiva
antropización de los espacios naturales provoca un serio declive
de la cubierta vegetal que cubre el territorio que rodea pueblos y
ciudades, que alberga ecosistemas en los que se produce, no solo
una gran parte de la comida que la biodiversidad necesita incluido
el hombre, sino que es la fuente de oxígeno que los seres vivos
necesitamos para subsistir. Sin plantas no hay vida. Es un axioma
aceptado por todos, pero quizás no todo el mundo sea consciente de
que sin insectos polinizadores la flora muere sin desarrollarse ni
reproducirse. El ejemplo más claro y evidente de esa perfecta
simbiosis entre insectos y plantas está representado por alrededor
de dos millares de especies de abejas, de las que una de ellas,
Apis melífera, es utilizada por el hombre desde milenios para
producir, miel, jalea real, cera y otras sustancias, que generan
gracias al néctar y polen que recogen de las flores de las
plantas. Las abejas son atraídas hasta el interior de las flores,
donde se encuentran los estambres cargados de polen, que se
adhiere a sus patas, a veces en grandes cantidades, que
distribuyen en el interior de otras muchas flores que visitan para
recoger más polen, que en esencia es el fruto del estambre, el
órgano sexual masculino, que es depositado por el viento, las
abejas, aves y otros agentes, en el pistilo de cada flor (el
órgano femenino). La polinización es la forma que las plantas
tienen de reproducirse con otras de su misma población o
incluso más lejanas. La desaparición de las abejas reduciría de
forma considerable esa función reproductora.
La protección y desarrollo de los beneficios que los ecosistemas
pueden aportar a la naturaleza y la sociedad es una de las
funciones clave en la gestión de los espacios naturales y de
titularidad pública, donde la apicultura tiene una especial
importancia. Las administraciones, tanto estatal como autonómica,
desarrollan programas de control, cuidado y fomento de actividades
encaminadas a la protección de las abejas. En Andalucía, cada
cuatro años, se conceden más de un millar de licencias para poder
instalar colmenas en puntos donde las abejas pueden desarrollar su
labor, tanto en beneficio del medio natural con su ayuda a la
reproducción vegetal, como la generación de miel, base de un
recurso económico fundamental para muchos municipios del sur
peninsular.
La explotación en estos parajes no puede ser masiva. Según la
normativa de, no puede haber más de cien colmenas en cada punto,
con un mínimo de 50. La ocupación del sentamiento es personal e
intransferible, siendo el plazo máximo de adjudicación por cinco
años. La determinación de estos lugares se ha realizado en base a
su riqueza vegetal, especies, número de plantas y, en definitiva,
que tengan la capacidad de dar materia prima para un centenar de
colmenas.
Depredadores, en la foto, arañas y otros insectos.
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