PAISAJES, RUTAS Y PARAJES * ENTRE
PLAYAS * ALMUÑECAR-CABRIA
ENSENADAS DE CORSARIOS Y PIRATAS
Almuñécar, ruta entre El Pozuleo y el Corumbico
Desde Almunécar a La Caleta, los acantilados esconden pequeñas
calas donde el batir de las olas genera imágenes de goletas y
galeones
Senderos y veredas para conectar las playas del Tesorillo con
las recónditas ensenadas del Curumbico y ascender al misterio de
la torre de los Diablos
TEXTO Y FOTOS: JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE / WASTE
Magazine
El empuje del ‘poniente’ hace saltar
el agua del mar que, en forma de espuma, inunda el sendero que
discurre bajo formaciones de rocas volcánicas horadadas por el
fuego del interior de la Tierra. Las olas rompen con fuerza
sobre el camino que une pequeñas calas en las que aún es posible
percibir un cierto aire de misterio y observar el efecto del mar
sobre los acantilados y la vida que habita ecosistemas rupícolas
singulares, donde el poder de los vientos, el sol, el agua y la
sal, condiciona la supervivencia de flora y fauna, lugares desde
los que contemplar la quebrada imagen del litoral occidental
granadino, donde el primero y más desconocido de los pisos
bioclimáticos, el llamado inframediterráneo, aporta la humedad y
estabilidad necesaria para que todo este territorio pueda
albergar sistemas semitropicales que colonizan vaguadas y
barrancos, verdaderos oasis en contraste con cerros de espartos,
tomillos, lavandas y cantuesos, que se quiebran de forma radical
para caer sobre el mar. Es la accidentada línea que desde el
extremo oriental de Almuñecar discurre hacia el este para
encontrarse con la ancestral bahía fenicia y romana de Segalvina
(Salobreña).
(...)
En el extremo de levante de la torre
del Tesorillo, un pequeño arrecife rocoso, refugio de alevines
de especies de aguas someras, paisajes submarinos de anémonas y
algas calcáreas, es el presagio de la riqueza natural que
sobrevive en dirección este, a pesar de la intensa antropización
que en forma de urbanizaciones turísticas asola los ecosistemas
litorales y que, a partir de este punto, gracias a la difícil y
quebrada orografía, mantiene la imagen y la evolución propia de
ecosistemas originales. Una serie de senderos, caminos y
veredas, enlazan las calas que durante siglos fueron ensenadas,
refugio y objetivo de piratas, e incluso de corsarios al
servicio del poder. La paya del Pozuelo, el final de las
urbanizaciones masivas sexitanas, deja entrever en su extremo
oriental un camino preparado para acceder al conocido como
Parque del Mediterráneo, una gran extensión ajardinada que ocupa
los altos de la colina de Taramay. Un paseo entre bosquetes de
pequeños cipreses, pinos, y parterres de adelfas, espacios en
los que vuelan decenas de pequeñas aves, verdecillos, jilgueros
y verderones, que compiten con una legión de gorriones que
vuelan entre urbanizaciones y jardines.
El sendero del parque cae hacia una antigua era convertida en
mirador que observa la minúscula playa de Calabajío, la primera
de las pequeñas bahías impregnadas de historias de asaltos de
ejércitos conquistadores y llegada de hordas de piratas que
utilizaban su posición oculta a los vigías de las grandes playas
de Almuñécar, para internarse en el interior sexitano y las
alquerías y poblados de los valles de río Verde. Junto a las
rocas de levante surge una estrecha vereda que bordea el
acantilado, que asciende por una fuerte pendiente entre
maytenus, olivos y acebuches, paralela al camino de acceso al
gran hotel ubicado sobre la colina. La senda aprovecha las
repisas naturales del roquedo para bordear el gran peñón, un
lugar donde observar desde arriba el vuelo de grupos de gaviotas
patiamarillas, y donde en primavera es posible encontrarse con
cabras montesas que buscan cobijo y alimento en los acantilados
del litoral.
Las flores amarillas de margaritas marítimas, Asteriscus
maritimum, tapizan las laderas que se adentran hacia el barranco
del arroyo de Cabria, una de las pocas playas que podría
mantener la esencia e imagen de épocas anteriores al boom
turístico pero que en temporadas de alta ocupación es una
sucesión de restaurantes y, de cara al futuro, será una playa
masificada más, tras la construcción de nuevas infraestructuras
hoteleras.
Pero a pesar de ese crecimiento inmobiliario, económicamente
esperanzador aunque insostenible desde el punto de vista de la
evolución natural del litoral, Cabria es un rincón para
disfrutar de paisajes y zonas subacuáticas donde bucear en
‘snorkel’ supone conocer la biodiversidad de los fondos
litorales.
Desde su extremo oriental parte un camino habilitado bajo las
rocas, preparado para ser recorrido en días de mar en calma, ya
que en jornadas de temporal las olas saltan sobre el sendero
para estallar en el acantilado. Es corto, un centenar de metros
bajo el influjo de ecosistemas rupícolas litorales, donde
habitan aves marinas. Es posible observar grupos de gaviotas que
descansan en las cornisas, y en ocasiones, cormoranes que otean
el mar desde improvisadas atalayas. A la derecha del sendero,
con la mar en calma, es posible observar el movimiento de peces
entre las piedras sumergidas, y el caminar de cangrejos entre
las algas y anémonas.
El camino desemboca en la arena de una sugerente y pequeña playa
conocida como la cala del Curumbico, una ensenada mínima,
ancestral refugio de pescadores que se sentían protegidos por la
presencia de una de las torres vigía que pueblan la costa del
sureste ibérico, una fortificación destinada a avisar de la
presencia de barcos piratas o ejércitos enemigos.
Una difícil vereda parte hacia el punto más alto del peñón sobre
el que se levanta la torre de los Diablos, una construcción del
siglo XVIII realizada sobre infraestructuras medievales,
posiblemente nazaríes. Es la torre del misterio, una atalaya de
leyenda, en la que no habitaban soldados y vigías, sino
terribles diablos que aguardaban a los piratas y corsarios que
tuviesen la osadía de desembarcar para atacar las poblaciones
del interior. En realidad, el misterioso nombre, se debe a un
suceso en el que unos viajeros que caminaban entre Salobreña y
Almuñécar, fueron asaltados por ladrones disfrazados de
diablillos que se habían escondido en la torre.
Es el final de un recorrido que podría continuar por veredas
angostas que recorren los acantilados del barranco de Enmedio,
las urbanizaciones colgadas sobre el mar de Costa Aguilera y
bajan a las inmediaciones de la Caleta para llegar hasta paraíso
de la caña y la vega de Salobreña.
Bajo la superficie del mar, los acantilados se sumergen para
crear un espacio natural de alto valor ecológico, un territorio
catalogado como Zona de Especial Protección, un espacio casi
desconocido, oculto entre playas.
MAPA DE RUTA Y CÓMO LLEGAR
¿Dónde está?:
Al este de Almuñécar, a continuación de la playa del
Tesorillo.
¿Cómo llegar?: Desde el extremo oriental
de la playa del Pozuelo sale un camino que accede al
Parque del Mediterráneo. Es el inicio del recorrido.
Coordenadas: 36°44’47.38-N
3°39’37.61-O.
El sendero de Cabria al Corumbico: 36°44’43.34-N
3°39’3.23-O
BIODIVERSIDAD
Plantas que pueden encontrarse
en el recorrido entre las rocas de El Tesorillo hasta la
cala del Corumbico (pincha los enlaces para ir a fichas de
las especies):
Agave americana (Pita)
Amaranthus muricatus
Anacyclus clavatus
Anthyllis cytisoides (albaida)
Aristolochia baetica
Asparagus
albus (Esparragos trigueros)
Asparagus
horridus
Aristolochia
baetica
Asteriscus
maritimus
Austrocylindropuntia
subulata
Atriplex
halimus
Ballota
hirsuta
Bituminaria
bituminosa
Bromus rubens
Cakile
maritima
Carpobrotus edulis
Ceratonia siliqua (Algarrobo)
Chamaerops humilis (Palmito)
Convolvulus
althaeoides
(Campanilla rosa)
Coronilla scorpioides
Crithmum maritimum
Dittrichia viscosa
Echium vulgare
Ficus
carica (Higuera)
Galactites tomentosa (Cardo blanco)
Genista
umbellata (Bolina)
Hirschfeldia
incana (Rabaniza amarilla)
Lavandula multifida (Alhucemilla)
Lathyrus
clymenum
Lobularia
maritima
Lycium
intrincatum
Malva sylvestris
Maytenus
senegalensis
(Arto)
Nerium oleander (Adelfa. Baladre)
Nicotiana glauca
Olea europaea (Olivo)
Ononis natrix
Opuntia-
ficus-indica (Chumbera)
Oxalis
pes-caprae (Vinagreta)
Papaver rhoeas
(Amapola)
Papaver sonmiferum
Phlomis purpurea
Phoenix dactylifera
Phonus arborescens (Cardo cabrero)
Pistacia lentiscus
Plantago albicans
Plantago lagopus
Reichardia tingitana (Lechuguino)
Reseda lanceolata
Ricinus communis (Ricino)
Rosmarinus officinalis (Romero)
Rubia peregrina
(rubia silvestre)
Sonchus tenerrinus
Stipa tenacissima
(Esparto)
Teucrium lusitanicum
Thymbra capitata (Tomillo aceitunero)
Thymelaea hirsuta
Tripodion
tetraphyllum
Withania frutescens