PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
CUANDO LOS ÁRBOLES SE VISTEN DE BLANCO EN EL SURESTE IBÉRICO
Almendros en flor. La Contraviesa y la Alpujarra son lugares perfectos para disfrutar de
imágenes de ensueño
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
En invierno los montes comienzan a verdear, entre las tierras desnudas tras el otoño crecen las
primeras capas de tréboles, vinagretas y plantas tapizantes. Sobre ellas, las ramas de viejos
árboles aparentemente secos aparecen tímidos brotes de color rosado que, en solo unos días, se
convierten en miles de bellísimas flores blancas y rosadas. Los almendros florecen para crear en
los secos cerros del sureste ibérico paisajes que se antojan imposibles y más propios de
territorios exóticos. Desde mediados de enero y hasta final de febrero, los almendrales de la
Contraviesa y la Alpujarra, que comparten las provincias de Granada y Almería, se convierten en
protagonistas de atractivas rutas de los árboles blancos, donde el paisaje árido se torna
brillante y rosado, como si cada mañana cayese una tímida nevada que dejase sus copos
suspendidos de las ramas de los árboles. Desde hace unos años los municipios de estas comarcas
del sureste de Andalucía intentan dar a conocer los atractivos de unos territorios donde aún se
conservan muchos de los usos de la agricultura tradicional y el aprovechamiento de los recursos
que ofrecen sus ecosistemas, entre ellos el aprovechamiento de los grandes almendrales que, a
principios del siglo XX a causa de una plaga de filoxera que diezmó las vides, sustituyeron los
viñedos que constituían gran parte de la economía local. Ahora los almendros de Granada y
Almería, considerados como de los de mayor calidad del mundo, ofrecen una nueva forma de
aprovechamiento económico al convertirse en un creciente atractivo turístico, un reclamo para
muchas personas que viajan para disfrutar de la imagen paisajística de la floración del almendro
y los atractivos de unas zonas rurales que aún conservan muchas de sus esencias
ancestrales.
Las rutas
Recorrer las carreteras que desde Órgiva se internan en la Alpujarra baja, hacia Rubite,
Sorvilán y Polopos, con una de las mayores alturas de esa zona, el haza del Lino y, desde allí
hacia Albuñol, es moverse entre grandes almedrales y un paisaje de arboledas teñidas de blanco.
Un paisaje que desde la montaña baja hasta la playa. Ya en la provincia de Almería, desde la
localidad de Adra, la ruta de los árboles blancos camina hacia Berja y se interna en el interior
en busca del valle de Andarax y los caminos que recorren los cerros de la Contraviesa hacia
Benínar y poblaciones fronterizas con la Contraviesa granadina.
Pero la ruta de los árboles blancos más recomendable es la que desde la localidad de Albuñol
asciende a la cumbre del cerro del Gato, situado frente al núcleo urbano de esta población
granadina. Es la zona donde puede contemplarse la mayor profusión de almendros. Conocer el cerro
del Gato es descubrir el más impresionante balcón sobre el mar de Alborán y el mirador desde el
que contemplar como el paisaje se eleva desde cero hasta la máxima cota de la península Ibérica.
Desde cualquier punto de la ‘cuerda’ del Gato (la línea longitudinal que trazan las principales
alturas del cerro) se observa al sur, la inmensidad del mar de Alborán, al oeste, la línea
litoral de la costa oriental de Granada; al norte y noreste se extienden los cerros de la
Contraviesa fundidos con las tierras grises de la Alpujarra, sobre las que emerge la singular
imagen de la cara sur de Sierra Nevada.
Disfrutar de esta ruta es fácil. Se trata de un recorrido a pie de poco más de dos kilómetros
que discurre por las zonas más elevadas del cerro, un sendero sobre la cumbre, con Sierra Nevada
a un lado y el mar al otro. Hay que ascender en coche por la carretera que desde Albuñol se
dirige hacia el haza del Lino y Órgiva. A 11 kilómetros, se encuentra el inicio del camino que
da acceso a los cortijos y viñedos que se encuentran en la zona alta del cerro. Son 2
kilómetros hasta llegar al vértice geodésico, el punto más elevado y con mejor visión del cerro,
a 797 metros de altitud. Un recorrido que en esta época está bordeado de almendrales en
flor.
Contemplamos las laderas que caen hacia el mar cubiertas de manchas blancas que parecen asomarse
a los cortados para ver el mar entre las ramas que, en unos días, se cubrirán de verde.
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