TIEMPO
DE ALMENDROS EN FLOR
Los
cerros se cubren con copos blancos y rosados que anuncian
el fin del frío y la llegada de la primavera
Las tierras
de la Contraviesa, Alpujarra, Alhama y el Valle albergan
bellos parajes de almendrales traídos de Oriente por los
fenicios y cuidados por romanos, árabes y cristianos.
Por JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE
A
700 metros de altitud, en la cortijada de los Gálvez, entre
las flores rosadas y blancas de los almendros, se divisa la
línea azul del mar de Alborán. Más abajo, junto a la rambla
de Ahijón, frente al caso urbano de Albuñol, el cerro del
Gato muestra sus quebradas laderas cubiertas de una capa
verde fruto de las lluvias y la escarcha del invierno, sobre
la que destacan las copas blancas de centenares de almendros
en flor. La comarca de la Contraviesa es el espacio ideal
para contemplar la explosión de las flores de invierno y
disfrutar con la belleza de campos poblados de una especie
originaria de Asia cuyos frutos se han convertido en una de
las bases fundamentales de la alimentación y la cultura
mediterránea
Almendros
en el Cerro del Gato, al fondo el pico Mulhacén
Cuando la
temperatura se sitúa por encima de seis grados y la
tierra posee la influencia marina o de vientos cálidos,
se produce la floración. Ocurre progresivamente según la
altitud y la situación del territorio. En la comarca de
la Contraviesa, en la linde entre Granada y Almería,
entre la Alpujarra y el mar, los almendrales
sustituyeron a las masivas plantaciones de viñas
destruidas por la plaga de filoxera a finales del siglo
XIX. Fue un cultivo de contingencia que logró
revitalizar unas tierras que quedaron arrasadas y a un
paso de la desertización, y que con el paso del tiempo
se han naturalizado hasta formar parte inseparable del
paisaje.
La antigua vía morisca de
acceso entre la Alpujarra y el mar, el camino que desde
Bérchules baja hacia Ugíjar, Cádiar, Albondón y la
Rábita, es la principal ruta de los almendros del
sureste ibérico, donde sus gentes han convertido el
cultivo y uso del fruto de esta especie, en una de sus
señas de identidad territorial y además uno de sus
principales recursos económicos.
Las primeras flores aparecen
en zonas más cercanas a la costa, lo hacen a finales de
enero si el año no es demasiado frío, y se retrasa hasta
mediados de febrero si las temperaturas se
mantienen frías. Un viaje entre la ciudad y la costa
muestra el proceso y la periodicidad del nacimiento de
las flores. En las tierras de Padul y Dúrcal, es posible
contemplar algunos árboles con copos blancos en sus
ramas, que esperarán a casi final de mes para poblarse
por completo. Más abajo, tras los naranjales del Valle,
los almendros dominan el paisaje hacia la Alpujarra y la
Costa, y ya los árboles se verán cargados de flores
rosadas.
Hay otras zonas de la
provincia de Granada donde observar los almendros supone
un placer para los sentidos. A pesar de que no tiene
proximidad con el mar, las tierras de Alhama poseen
espacios donde las copas blancas y rosadas generan
imágenes inolvidables. Un paseo por la zona superior de
los tajos de Alhama es caminar entre árboles blancos con
la imagen de la ciudad de Alhama al fondo y abajo, el
río y el camino de los Ángeles.
También en la zona de Guadix
y Baza, en Orce y Huéscar, los territorios esteparios
son tierras de almendros. Es imposible igualar la
belleza de la imagen de las ramas rosadas, donde las
flores se apiñan y exponen al sol y se siluetean sobre
el castillo de la Calahorra que, a su vez, enmarca sus
almenas bajo la gran mole blanca de la cara norte de
Sierra Nevada.
Energía
La flor del almendro, como en
otras especies de árboles frutales y arbustos, aparece
sobre las ramas casi secas en pleno invierno, y antes de
que aparezcan las hojas. Es el método que tienen las
especies para aprovechar la energía que le han aportado
las lluvias y la escarcha. No desperdician ni un ápice
de esa capacidad energética en generar el manto verde y
la usan en la floración, que es lo que les garantiza su
reproducción, por lo que generan una gran cantidad de
flores muy vistosas para atraer a los insectos que
ayuden en la polinización. Los pétalos caerán y
aparecerá la vaina que contiene la almendra, y con la
misión cumplida, comenzarán a crecer las hojas, lo que
provocará un cambio en el paisaje, cuando los cerros
tornan del blanco al verde.

RUTA DE LOS ÁRBOLES
BLANCOS * GRANADA
Los almendrales
tapizan de blanco las tierras entre el litoral oriental de
Granada y las tierras del centro y estribaciones de Sierra
Nevada
Entre enero y febrero, los
campos se viste de nieve vegetal, de flores rosadas y
blancas precursoras de la primavera
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S.
CALLE
Las
primeras flores rosadas aparecieron en las laderas que desde
la Contraviesa caen sobre el mar de Alborán, las tierras de
Albondón, Albuñol, Sorvilán y Polopos. Lo hicieron de forma
muy temprana, cuando aún no había estrenado el nuevo año. El
espectáculo comenzaba a ascender desde el litoral. La
floración de los almendrales iniciaba su ascensión tapizando
de blanco los paisajes que el pasado año se cubrieron con
una densa capa de nieve, desde las cumbres hasta el corazón
del Valle de Lecrín. Las altas temperaturas de las primeras
semanas de enero han acelerado el ciclo vital de estos
árboles que, en un increíble ejercicio de estrategia
reproductora: lucen sus flores antes de que vuelvan a crecer
las hojas, al contrario que la mayoría de las planta, sobre
todo las de primavera. Aprovechan la escasa energía que el
frío les deja desarrollar para crear maravillosas flores que
llamen la atención de los insectos que buscan alimento en
paisajes invernales.
La floración, que precede al verdeo de los campos, se
produce de forma paulatina en relación con la altitud en la
que crecen los almendrales. Primero en la costa, en las
laderas expuestas al sol y la brisa marina, para subir hacia
las cotas altas de la Contraviesa. De allí al valle del
Guadalfeo, Órgiva y subir a la Alpujarra. El Valle de Lecrín
es la segunda etapa, que generalmente comienza entrado
febrero, pero este año ha adelantado casi un mes. El tapiz
creado por los árboles de flores blancas llega ya a la
capital granadina, donde los almendros de la colina de la
Sabika, los que crecen bajo la alcazaba de la Alhambra, en
el tajo de San Pedro, ya tienen sus copas punteadas de
flores de nieve. El tapiz continúa subiendo hacia la ladera
del Sacromonte y así hacia Beas y las tierras del noreste.

Cerro del Gato, Albuñol
La brisa del mar
llega también a través de las sierras de la Almijara,
Tejeda y Alhama. Los almendros sustituyen en altitud a los
aguacates, aprovechan los pisos bioclimáticos más
termófilos, con mejores temperaturas, más estables y con
menos posibilidad de heladas, para extender sus
territorios. Las tierras de Alhama poseen espacios donde
las copas blancas y rosadas generan imágenes inolvidables.
Un paseo por la zona superior de los tajos de Alhama es
caminar entre árboles blancos con la imagen de la ciudad
de Alhama al fondo y abajo, el río y el camino de los
Ángeles. La belleza de los almendros se hace patente en
parajes como las inmediaciones del castillo de la
Calahorra, donde los árboles blancos enmarcan las murallas
almenadas del castillo renacentista tras el que destaca la
silueta nevada de Sierra Nevada. Granada es tierra de
almendras, de árboles que cubren de blanco sus paisajes,
desde la baja montaña hasta la costa.
LA
CONTRAVIESA
Recorrer la ruta que desde La
Rábita asciende hacia Cádiar y Ugíjar por Albondón es
seguir el camino de ascenso de los almendros en flor. Si
desde Albuñol se viaja hacia Órgiva (o viceversa) por el
Haza del Lino, es posible contemplar paisajes de árboles
blancos con la inmensidad del mar de Alborán al fondo.
GUADALFEO
Y EL VALLE
Las laderas de la Alpujarra,
desde Órgiva hacia Torvizcón por el valle del Guadalfeo,
albergan paisajes almendrados, igual que el Valle de
Lecrín, donde sus tierras áridas, las mesetas de Dúrcal,
Cozvíjar, y los alrededores de Padul, están repletas de
almendros.
TAJOS
DE ALHAMA
El recorrido entre la localidad
de Alhama y la pantaneta por la carretera de los tajos es
espectacular. Miles de almendros en flor que se asoman al
monumento natural Tajos de Alhama, con la histórica
población al fondo.
