LÚJAR 2020, EL ALCORNOCAL SE RECUPERA 5 AÑOS DESPUÉS DEL FUEGO
SEGUIMOS LA EVOLUCIÓN DEL ECOSISTEMA TRAS EL INCENDIO DE 2015
Las laderas lucen un manto verde con nuevas copas de alcornoques,
en una recuperación natural que los expertos consideran un éxito
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Flores moradas, blancas y amarillas de diversas especies de jaras,
destacan como puntos de luz en el manto verde y frondoso que cubre
la ladera sureste de la sierra de la Jara, englobada en la
conocida como sierra de Lújar. La vegetación recupera su
territorio en un espacio natural que hace cinco años, el 8 de
julio de 2015, se convertía en pasto de las llamas y destruía uno
de los dos únicos alcornocales de la provincia de Granada y del
sureste ibérico. Un alcornocal plantado 150 años antes y que había
generado un ecosistema único en estas latitudes, con profusión de
especies de flora y fauna asociadas a la presencia de los grandes
árboles y al abrigo de la umbría y el alto nivel de humedad, que
lograban retener en parajes que aprovechan el influjo del mar y la
presencia habitual de nubes y brumas ‘acostadas’ en sus laderas.
(...)
(...) Han sido un lustro de espera en el que se ha permitido la
regeneración natural del ecosistema, que la vegetación pudiese
rebrotar y que nuevas especies colonicen el territorio. El
catedrático de Botánica de la Universidad de Granada, Francisco
Valle, indicó tras el incendio que había que esperar cinco años
para poder apreciar la evolución del alcornocal, pero que la
intervención humana no debía ir más allá de la consolidación del
suelo en puntos donde fuese necesario y permitir que la naturaleza
siguiese su curso. “Ahora, en esta primavera de 2020, podemos
decir que la evolución es muy positiva. El ecosistema se está
recuperando poco a poco, sin olvidarnos de que el fuego lo
destruyó casi por completo. Los alcornoques, muchos de ellos,
vuelven a cubrirse de hojas y se consolidan, mientras que la
vegetación arbustiva es la que tenía que ser”, afirma Francisco
Valle. Para este botánico, especialista en regeneración y
recuperación vegetal, la vegetación mediterránea ha respondido de
forma evidente, como ocurrió en los alcornocales de Coín (Málaga)
que también se quemaron, por lo que este científico opina que la
zona llegará a un alto grado de recuperación, aunque aún habrá que
esperar. Francisco Valle, señala que, al contrario de los
alcornoques, los pinos han desaparecido y solo quedan los
troncos quemados, que servirán también para la recuperación. “Es
bueno que no se haya realizado una saca de la madera quemada
porque esos troncos, al caer, fertilizan el suelo y alimentan a
las especies que sí han podido sobrevivir”.
De 2015 a 2020
Hemos seguido la evolución de la sierra de la Jara. Caminamos por
sus senderos unos días antes de que se produjese el gran incendio
de 2015 y al día siguiente del fuego. Volvimos un año después y,
ahora, cinco años más tarde, se aprecia como la naturaleza
recupera su territorio. Desde la costa y la localidad de Castell
de Ferro, se divisa el monte que asciende desde la mancha blanca
del pueblo de Lújar. Era una extensión de tierra quemada sobre la
que destacaban los ‘molinillos’ de energía eólica. Ahora, el color
ceniza ha dejado paso al verde en todo el territorio. Desde las
casas y calles de la pequeña población, la imagen de su sierra ya
no es tan triste y deja paso a la esperanza. Los caminos del área
del incendio se han cubierto de arbustos, han sido colonizados por
especies de jaras, sobre todo la jara pringosa, hierbas de los
granos, zarzamoras, jaras del diablo con sus flores amarillas,
cardo cucos, centaureas de florecillas moradas, aulagas, hinojos,
e incluso especies de lianas como las zarzaparrillas, rubias y
madreselvas, que colonizan los espacios situados en las zonas más
umbrías.
Aún queda una nutrida representación de brezo blanco que crecía en
abundancia en esta zona, en el desaparecido bosque. Ahora estas
plantas se han refugiado bajo los alcornoques que han logrado
rebrotar. Todas ellas son especies que, según Francisco Valle,
forman parte de lo que se conoce como serie de vegetación del
alcornocal y de su evolución en el caso de que se hubiesen talado
los alcornoques. “Se habría generado un madroñal y, más tarde, un
brezal y cantuesal. Ahora, como muchos de los alcornoques han
rebrotado, no domina el madroñal, que ha vuelto a los barrancos y
zonas más umbrías, sino que prosperan especies típicas de
coscojales, como lentiscos, espino negro y juníperos, con menores
requerimientos hídricos”.
Junto con el coscojal (la coscoja es como una encina especialmente
achaparrada) cinco años después del fuego, sus especies asociadas
dominan el territorio junto con las propias del jaral
mediterráneo, donde también hay lavandas, tomillos y mejoranas,
además de cantuesos. Para Francisco Valle, la presencia de
diferentes tipos de vegetación y el hecho de que se mantienen
muchos alcornoques y madroños, que crecen perfectamente en los
barrancos, “significa que la recuperación ha sido total. Han
cambiado unas especies por otras”. La merma en niveles de humedad
por la desaparición del bosque ha sido sustituida por otras
fuentes que aprovechan las plantas, como el rocío, brumas y la
influencia marina, lo que queda patente por la regeneración de
pequeños bosquetes.
Desgraciadamente ya no existen los grandes alcornoques que cubrían
los caminos y servían de protección para otras plantas y un gran
número de especies de fauna. Los pinos, en su mayoría
Pinus
pinaster, desaparecieron y, con ellos, una verdadera legión
de aves forestales. Los restos de pinar se aprecian ahora como un
bosquete muerto de palillos que se alzan al cielo entre el
matorral. Al fondo de la ladera que mira hacia Alborán, cuatro
grandes
Pinus halepensis sí han logrado recuperarse en las
zonas más altas de sus copas. Eran iconos de este espacio y
continúan mirando al mar. El fuego mantendrá su huella durante
décadas, pero la naturaleza parece dispuesta a ganar la batalla.
REPORTAJES, EVOLUCIÓN DEL ALCORNOCAL
2016- Un año del gran incendio - 8 de julio 2015 / 8 de
julio 2016
Las plantas vuelven a florecer en las laderas calcinadas, donde la
naturaleza afianza su poder de recuperación
Francisco
Valle Catedrático de Botánica - UGR
«La sierra recuperará su imagen en solo cinco años»
El último recorrido por un paraje desaparecido para siempre, las
imágenes y sensaciones que no volverán a ser captadas
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle
Días antes del incendio de Lújar, recorrimos el alcornocal para
elaborar un reportaje que mostrase el alto valor de un bosque
singular, un trabajo periodístico y de divulgación científica
que publicamos ahora como documento para la historia
Un entorno natural privilegiado con campos de almendros,
cultivos de primor y cortijos.
Fotogalería comparativa
Expertos afirman que casi todos los alcornoques se recuperarán con
un otoñó lluvioso
«Si llueve veremos verdear las laderas de Lújar en muy poco
tiempo», afirma el catedrático de Botánica Francisco Valle, que
confía en la posibilidad de regeneración de las especies
mediterráneas.
ANTES Y
DESPUÉS
FOTOGALERÍA: ANTES DEL INCENDIO, TRAS EL INCENDIO Y 5 AÑOS
DESPUÉS
Fotos: Juan Enrique Gómez (antes del incendio y en 2020) y
Javier Martín (tras el incendio)
Fotogalería con imágenes realizadas antes del incendio para la
elaboración del reportaje El bosque perdido y
tras el incendio buscamos los mismos lugares para mostrar el
efecto del fuego.
LÚJAR, EL DÍA DE ANTES... Y DESPUÉS DEL FUEGO
Las laderas de la sierra del Jaral eran hasta el 8 de julio de
2015 uno de los escasos reductos donde aún se mantenían los usos
tradicionales de la tierra, con la sostenibilidad como base de su
economía
J. E. GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * IDEAL Y WASTE MAGAZINE
Reportaje publicado el día 9 de julio de 2015
La tierra cambió su imagen. Desde los altos de Gualchos y las
playas del litoral oriental, la sierra de Lújar ya no es la franja
de color verde oscuro sobre la que se dibuja una línea de
molinillos de viento, con una casi permanente bruma entre sus
vaguadas y barrancos que intenta, sin conseguirlo, superar una
altitud de casi un millar de metros y aporta un gradiente de
humedad que durante milenios ha permitido la pervivencia de
ecosistemas mediterráneos húmedos e, incluso, de bosques
propios de territorios atlánticos,alcornocales convertidos en los
más meridionales de la Península y los más altos de Europa. El
fuego ha destruido las tierras y la forma de vida de un municipio
que había convertido sus valores naturales en una de sus
principales señas de identidad. El día 8 dejulio marca un antes y
un después para la historia de Lújar sus gentes y para aquellos
que conocieron sus campos y senderos. Estas imágenes se tomaron
horas antes de saltar las llamas. Con el fuego se han ido gran
parte de los cortijos que se encontraban en las laderas Noreste de
la sierra –llamada del Jaral–, algunos de ellos dedicados a la
agricultura tradicional, con plantaciones de almendros, árboles
frutales y parcelas aterrazadas de cultivos de primor, los
clásicos de la Alpujarra y la Costa. Hasta antes de ayer, la
naturaleza se adentraba en el pueblo de Lújar. Los senderos de
acceso a sus bosques empezaban en la calle principal de un núcleo
de población que miraba a sus montes y barrancos, y ascendía,
entre matorral mediterráneo, junto a orquídeas en primavera y
verano, lentiscos,lavandas y cantuesos, difíciles de encontrar en
otros puntos de la Costa, y hasta pinares, que aunque de
repoblación, estaban ya naturalizados, entre los que viejos
cortijos habían sido convertidos en casas rurales vacacionales en
contacto directo con el medio natural.
El fuego ha truncado el esfuerzo de los vecinos de un municipio
que desde hace años apostaba por la comunión con el ecosistema.En
el alcornocal y zonas limítrofes, varios complejos rurales se
habían convertido en destino de personas amantes del ecoturismo.Un
municipio de bellos parajes con montes teñidos de verde.
REBROTARÁN EN UNOS MESES
Expertos afirman que casi todos los alcornoques se recuperarán con
un otoñó lluvioso
«Si llueve veremos verdear las laderas de Lújar en muy poco
tiempo», afirma el catedrático de Botánica Francisco Valle, que
confía en la posibilidad de regeneración de las especies
mediterráneas
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * IDEAL Y WASTE
MAGAZINE
Reportaje publicado el día 9 de julio de 2015
La capacidad de vencer al fuego que posee la flora autóctona que
crece en el sur de la provincia de Granada es asombrosa. La
vegetación esta preparada para volver a crecer, ya sea renacer en
sus pies calcinados o reproducirse a partir de las semillas que
han quedado bajo las cenizas. Los expertos ofrecen una visión
esperanzadora tras la catástrofe de Lújar: «Los alcornoques
son los árboles que antes rebrotan tras el fuego. La corteza de
corcho les protege y logran recuperarse de forma rápida»,
afirma el catedrático de Botánica de la UGR y especialista en
regeneración vegetal, Francisco Valle, que se basa en la
experiencia puesta en práctica en un gran incendio que se produjo
en la localidad malagueña de Coín en 2012, «donde solo tres meses
después, en los alcornoques aparecieron ramas verdes de más de 20
centímetros que salían de troncos aparentemente calcinados».
Las especies mediterráneas, afirma Valle, están preparadas para
volver a colonizar los territorios incendiados, pero es necesario
no interponer obstáculos que les impidan crecer de nuevo y recrear
el ecosistema perdido.
FRANCISCO VALLE, catedrático de Botánica de la UGR.
«Según los datos que nos aportó el incendio de Coín, una zona
similar en cuanto a temperaturas medias y altitud a la de Lújar,
sería posible decir que todos los alcornoques se recuperarán. Lo
harán más rápido o más lento dependiendo de la pluviosidad que se
produzca con la llegada del otoño. En Coín los primeros
Quercus
suber que verdearon lo hicieron a los tres meses del
incendio, y a los cuatro ya se veían algunos de ellos con brotes
muy densos», dice Valle, que no puede predecir el tiempo que habrá
que esperar para ver ramas verdes en los alcornoques de Lújar,
«pero tiene que ser un periodo similar si se producen lluvias. Hay
que tener en cuenta que los meses que pasaron tras el incendio de
Málaga y la siguiente primavera fueron muy lluviosos, lo que
favoreció el crecimiento de las plantas, tanto de los alcornoques
como de una gran cantidad de especies de matorral mediterráneo».
Hay que tener en cuenta que en las laderas de Lújar se registran
niveles de lluvia mucho más elevados que en la sierra de Coín. En
Lújar cae una media anual de entre 600 y 1.000 milímetros (es
decir 600 y 1.000 litros por metro cuadrado al año), una cantidad
que se considera muy alta en relación con el resto de la provincia
de Granada, lo que ha favorecido siempre la permanencia del
alcornocal y su vegetación asociada. Las primeras plantas que
aparecerán sobre las cenizas del incendio serán especies
representantes del matorral mediterráneo, brezos, torvizcos,
labiérnagos y esparragueras, que poseen una enorme capacidad de
regeneración. Junto a ellas, al inicio de la primavera, podrían
aparecer plantones de una de las especies más habituales hasta
ahora en este lugar, la jara pringosa, que junto a otras jarillas,
tapizarán de verde, rosa y blanco las laderas, que para la
primavera, si ha llovido, ya se podrán ver cubiertas de una capa
verde. «Esto hará que el paisaje cambie de forma considerable y el
aspecto ya no sea el de un área calcinada. La primavera aporta
siempre un valor añadido a un territorio, pero en este caso
supondrá un signo de esperanza», afirma el botánico.
Paciencia
Aunque los resultados de la acción de la naturaleza se verán
pronto, es necesario tener paciencia. No hay que correr para
recuperar el territorio quemado. «Es muy importante no destrozar
los suelos donde están las semillas, ni retirar los pies
calcinados, porque en su mayoría podrán rebrotar. Es algo que se
verá en poco tiempo», dice Francisco Valle, que entiende que en
los pueblos las gentes quieren recuperar lo perdido cuanto antes,
y las administraciones se ven presionadas para repoblar, «pero
sería un grave error que ya se ha cometido en muchos sitios, entre
otros en el reciente incendio de Cenes». Lo que sí hay que hacer
es intervenir en la prevención de la erosión que la ausencia de
árboles y matorral puede provocar. Hay que evitar movimientos de
tierras en barrancos y espacios de correntía, con las construcción
de diques, pero «no hay que arrancar ni replantar ejemplar
quemados. La clave está en esperar» La situación geográfica de
este espacio, y en particular del alcornocal, favorecerá su
regeneración, ya que las casi constantes brumas que suben desde el
mar y la bonanza de las temperaturas serán elementos fundamentales
que ayudarán a la recuperación. Hay que esperar. Muy pronto, al
paso del verano y el otoño, veremos verdear las laderas de
Lújar.
2016, LA VIDA VUELVE A LÚJAR
Un año del gran incendio - 8 de julio 2015 / 8 de julio 2016
Las plantas vuelven a florecer en las laderas calcinadas, donde la
naturaleza afianza su poder de recuperación
La sierra de Lújar recupera el verde. Los alcornoques rebrotan
entre corchos calcinados, mientras la vegetación mediterránea abre
la senda de la esperanza
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
El canto de los herrerillos, pinzones y carboneros vuelve a estar
presente en las laderas de la llamada sierra de la jara, al oeste
de la localidad de Lújar, el lugar donde hace un año, el 8 de
julio de 2015, un incendio convirtió en cenizas uno de los parajes
naturales mejor conservados de la provincia de Granada, donde
crecía uno de los alcornocales más orientales de la península
Ibérica. Entre las tierras quemadas, donde los árboles aún se
alzan al cielo con sus brazos carbonizados, el color ha cambiado,
el negro deja paso al verde, amarillo y rosado de los nuevos
brotes de plantas que desafían los efectos del fuego y lograron
mantener a salvo sus semillas, donde los alcornoques, bajo la capa
de corcho quemada, seguían recibiendo la savia que, tras las
lluvias del invierno y la primavera, ha logrado dar vida a nuevas
ramas que rodean los troncos quemados y se muestran como penachos
verdes que intentan aprovechar la humedad de las brumas que desde
el Mediterráneo, a solo cuatro kilómetros en línea recta, se
concentran en las vaguadas y barrancos. (...)

FOTOGALERÍA UN AÑO DESPUÉS DEL INCENDIO, FOTOS: J. E. GÓMEZ Y
MERCHE S. CALLE
(...) Un año después, pasear por los senderos que se adentraban en
un bosque mixto de alta calidad ecológica, transmite una sensación
de tristeza y dolor, centenares de árboles muestran los efectos
del fuego, pero entre ellos, sobre las rocas calcáreas, en
los bordes de los caminos, en las umbrías, las flores moradas y
blancas de las madreselvas,
Lonicera implexa, a la que
llaman liana trepadora, se enredan a centenares entre los
troncos. Sorprende la profusión de pequeñas flores compuestas,
amarillas y blancas que salpican la tierra, con centenares
de tallos y flores de Árnica (
Pulicaria odora) que se ha
convertido en el más claro exponente de la recuperación del suelo
y la viabilidad de las laderas, sobre las que se extiende una capa
de verde formada por numerosas especies de plantas tapizantes,
entre las que la vegetación mediterránea logra recuperar el
terreno que perdió tras el incendio, y en el sotobosque, numerosas
plantas de brezo blanco,
Erica arbórea, comienzan a
aparecer entre las cenizas. (...)
(...)
En los bordes del camino vuelven a crecer densos matorrales de
zarzaparrilla, entre los que sobresalen altos tallos de
Phlomis
purpurea, los matagallos, que al igual que la mayoría de las
especies que ya han logrado rebotar son bioindicadores de los
pisos termo y mesomediterráneo, a los que pertenece esta zona de
la sierra de Lújar. Al poco tiempo del incendio aparecieron
numerosas matas de torvizco, y en las huellas de las máquinas
excavadoras utilizadas para retirar materiales quemados, crecía
Scorzonera
angustifolia, conocida como tetas de vaca, junto
a grandes umbelíferas de flores amarillas,
Thapsia villosa,
y
Bituminaria bituminosa, la hierba de los granos, entre
otras muchas. «Es como era de esperar si se dejaba a la naturaleza
actuar», recuerda el catedrático de Botánica de la UGR y
especialista en regeneración vegetal, Francisco Valle, que aseguró
tras el incendio que en unos meses se notaría la
regeneración.
Hay aladiernos. Los arbustos se adueñan de nuevo del
sotobosque y umbrías. Entre los troncos quemados de los
alcornoques aparecen masas vegetales de un verde intenso, son
madroños, uno de los árboles más delicados de los espacios
boscosos húmedos mediterráneos. Aportan una imagen de frescor y
vida entre el negro y gris de las cenizas. En el interior del
bosque aparecen sorpresas como largas ramas de hojas palmeadas.
Son higueras, una de las especies más apreciadas y conocidas en el
sureste ibérico. Mientras los alcornoques comienzan su
recuperación, un año después, los pinos no dan muestras de vida.
La mayor parte del pinar, con algunos ejemplares de gran tamaño,
no son más que maderas calcinadas. Unos pocos pinos situados junto
al antiguo cortijo de la explotación de corcho del alcornocal, aún
mantienen un aspecto similar al que tenían antes del incendio.
Fueron los únicos que se salvaron del fuero. Y desde allí, desde
la ladera, los hoteles rurales recuperan también su actividad, el
verde rodea las instalaciones y parece ofrecer un futuro
prometedor.
Las tareas de contención de la erosión, diques y muretes en el
monte, han logrado contener la deriva de tierras, pero la
carretera de acceso entre Motril y Lújar sigue cortada y obliga a
los vecinos de esta zona a bajar hasta Castell de Ferro para
conectar con Motril, Almería o Granada. En el interior del viejo
alcornocal de Lújar, los insectos polinizan las plantas. Vuelan
abejas y otros muchos himenópeteros, que junto a mariposa y
coleópteros aprovechan el néctar de las flores. En la sierra del
jaral, englobada en la de Lújar han vuelto a crecer pies de jara
pringosa, la especie que da nombre un territorio que vuelve a
vivir tras haber conocido el fuego del infierno.

Zarzaparrilla crece entre los restos de bosque calcinado
FRANCISCO VALLE, Catedrático
de Botánica - UGR
«La sierra recuperará su imagen en solo cinco
años»
La vegetación mediterránea ha cumplido con las expectativas y
comenzó a rebrotar a las pocas semanas del incendio. Ahora, un
año después, algunas plantas fundamentales para el futuro del
bosque han alcanzado ya la mitad de su tamaño adulto, indica el
botánico Francisco Valle, que afirma que los alcornoques han
rebrotado casi en su totalidad y en un plazo de cinco años
aportarán a la sierra una imagen que hará olvidar, en gran
parte, el efecto devastador del fuego.
Afirma que mientras entre los alcornoques la masa vegetal se
recupera, y los árboles ya lucen sus retoños, en las zonas donde
el pinar era más denso, no ha vuelto a crecer nada por la
gran intensidad que alcanzó el fuego. Cree que es el momento de
plantearse no volver a plantar pinos en los lugares donde se
encontraban y dejar que el matorral comience a tapizar las
laderas, en las que desde hace meses, con las lluvias del
invierno, comenzaron a crecer masas de palmitos, torvizcos y
madreselvas.
JUNIO DE 2015 / DÍAS ANTES DEL INCENDIO
EL ALCORNOCAL DE LÚJAR ANTES DEL INCENDIO
EL BOSQUE PERDIDO
UN PARAÍSO ÚNICO EN EL SURESTE IBÉRICO
El último recorrido por un paraje desaparecido para siempre, las
imágenes y sensaciones que no volverán a ser captadas
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE (textos,
fotos y vídeos)
Tenían los troncos desnudos, la corteza vegetal mostraba un color
rojizo y delataba que durante años, al menos un lustro, estuvo
cubierta de corcho. Eran grandes árboles, algunos de ellos con más
de diez metros de altura y espesas copas de hoja caduca,
alcornoques (Quercus suber) que cubrían un territorio que desde
las cumbres más elevadas de la Sierra de Lújar, caían hacia el
mar. Ejemplares de repoblación que ocuparon los espacios conocidos
como la sierra del Jaral y el cerro de la Campana Ariza, entre 550
y 950 metros de altitud. Un denso bosque que colonizó ecosistemas
hacia oriente, más allá de donde se encuentra su óptimo de
crecimiento y supervivencia, un alcornocal que junto con el del
Haza del Lino, en la cumbre de la Contraviesa, eran los más
meridionales de la península Ibérica y los más altos de Europa.
(..)
No es fácil encontrar este tipo de comunidades vegetales en la
provincia de Granada. Pero la climatología de esta zona ha
favorecido siempre las necesidades de una especie que está
considerada como subatlántica y con mayor presencia en el
Mediterráneo occidental. Las máximas extensiones de esta especie
se encuentran en el Parque de los Alcornocales de Cádiz, el norte
de la provincia de Huelva y en el Algarve portugués. Pero a
mediados del siglo XIX, la familia Martín-Moré, decidió
incrementar la presencia de alcornoques, Quercus suber y a los
autóctonos se sumaron otros de repoblación que completaron
espacioes en estas laderas, y especialmente en el Haza del Lino.
Los alcornocales, durante décadas fueron una parte importante de
la economía de pueblos como Lújar, Gualchos, Polopos y
Sorvilán. El mantenimiento del alcornocal de la sierra del
Jaral, evitó durante mucho tiempo la especulación y sobre todo
facilitó la naturalización de un territorio al que se sumaron
algunos pinares de repoblación, pero que gracias a la mínima
alteración ecológica del suelo y su entorno, permitió el
crecimiento de la vegetación típica de una ladera mediterránea, y
especies que suelen vivir junto a alcornoques y ecosistemas donde
hay un alto grado de humedad. Un alcornocal que logró resistir
siglos de evolución y que no pudo sobrevivir al fuego.

Nieblas y brumas
Los botánicos, F. Valle, M.T. Madrona, y C. Salazar, de la
Universidad de Granada, afirmaban en un estudio científico sobre
este singular alcornocal, que la especie más abundante en el
matorral era Cistus ladanifer, llamada vulgarmente jara pringosa,
«que coloniza el bosque, clareado con gran eficacia, gracias a su
enorme producción de semillas. No faltan los elementos termófilos
propios de las formaciones termomediterráneas, los acebuches (Olea
europaea var sylvestris), palmitos (Chamaerops humilis), y
zarzaparrillas (Smilax aspera)». Todo un elenco de especies poco
habituales en un territorio tan meridional como la cara sureste de
la sierra de Lújar. Un bosque que se mantenía gracias a la
presencia continuada de nieblas y brumas que ascienden desde el
mar y que al no poder superar la altitud de la sierra de Lújar
permanecen para alimentan flora y fauna. Era fácil oír el canto de
una gran diversidad de aves forestales: herrerillos, carboneros,
pinzones y las omnipresentes tarabillas, que compartían ecosistema
con aves rapaces, como azores y águilas calzadas, y nocturnas como
los mochuelos.
A pesar de ser un espacio de propiedad privada era posible pasear
por algunos de sus senderos y conocer la belleza y magnitud de un
verdadero islote botánico. La proximidad a la localidad de Lújar
favorecía el acceso a caminos que, en la mayor parte de su
recorrido, aún tienen el mar como paisaje de fondo. La carretera
que desde Carchuna conecta con Lújar, por la sierra del Conjuro,
cruza el corazón del territorio que ocupó el bosque, bajo el
parque eólico que corona la cresta de las colinas. A unos tres
kilómetros antes de llegar al pueblo, el viejo camino de acceso a
los antiguos cortijos de esta finca recorría algunos de los
mejores parajes para disfrutar del bosque y sus secretos, perdidos
para siempre. Desde Lújar, en la zona alta, todavía parte un
sendero que entre vaguadas y barrancos ascendía hacia la zona baja
del alcornocal. Un camino de gran belleza en el que era posible
respirar el aire húmedo del litoral y conocer la esencia del sur
de Granada: agrestes laderas de cortados y vaguadas que se hunden
en el mar.
La sierra y los acantilados litorales
La declaración como parque natural de la sierra de Lújar,
posiblemente no habría evitado un incendio de estas
características, pero habría contribuido a un mayor control de las
infraestructuras que se encontraban en el interior de los bosques
y parajes naturales de este entorno. Esta sierra aún posee
biodiversidad y valores ecológicos más que suficientes para
obtener la declaración de parque natural, un territorio que debe
intregrar la ladera norte hacia Órgiva, el alcornocal del
Haza del Lino y los tajos, acantilados y calas desde Calhonda a
Castell.
Explotaciones de corcho en parajes naturalizados
La plantación de alcornoques que a mediados del siglo XIX realizó
Emilio Moré, en las laderas de Lújar y el Haza del Lino, se habían
convertido, 150 años después, en parajes privilegiados que se
mantuvieron inalterados y naturalizados gracias a su explotación
como productores de corcho, que se ‘sacaba’ cada nueve años. Tras
el incendio de Lújar, solo queda el alcornocal del Haza del Lino,
el bosque de Quercus suber más alto de Europa.
BIODIVERSIDAD
Especies presentes en este espacio natural

FLORA * VEGETACIÓN
Agave americana (Pita)
Andryala integrifolia
Antirrhinum controversum
Antirrhinum hispanicum
(Rompepiedras)
Anthyllis
cytisoides
Arbutus unedo
(Madroño)
Aristolochia baetica
(Aristoloquia)
Artemisia barrelieri
Artemisia campestris subsp
glutinosa
Asparagus albus
Asperula hirsuta
Asphodelus macrocarpus
(Asfodelo)
Bituminaria
bituminosa
Capparis spinosa,
(Alcaparra)
Castanea sativa (Castaño)
Ceratonia siliqua
(Algarrobo)
Cerastium glomeratum
Chamaerops humilis
(Palmito)
Cistus albidus (Jara
blanca)
Cistus clusii (Romero
macho)
Cistus ladanifer (Jara
pringosa)
Cistus
monspeliensis (Jaguarzo negro)
Cistus salvifolius
(Jara negra)
Clematis flammula
(Clematide)
Convolvulus
althaeoides
Crupina cupinastrum
Cynoglossum
cheirifolium subsp cheirifolium
Daphne gnidium
(Torvisco)
Dittrichia viscosa
Erica arborea (Brezo
blanco)
Euphorbia nicaeensis
Ficus carica (Higuera)
Foeniculum vulgare (Hinojo)
Galactites tomentosa
Genista umbellata
(Bolina)
Geranium robertianum
Halimium atriplicifolium
Hedera helix (Hiedra)
Helichrysum stoechas
(Manzanilla mala)
Helminthotheca echioides
Hiperium perforatum
Juniperus oxycedrus
(Junípero)
Lathyrus clymenum
Lavandula
multifida (Alhucemilla)
Lavandula stoechas
(Cantueso)
Lavatera oblongifolia (Malva de
la Alpujarra)
Lobularia maritima
Lonicera implexa
(Liana trepadora)
Macrochloa tenacissima /Stipa tenacissima (Esparto)
Neotinea maculata
Olea
europaea (Olivo)
Ononis natrix
Ophrys apifera
(Orquídea abeja)
Ophrys lutea Ophrys speculum
Ophrys
tenthredinifera
Opuntia- ficus-indica
(Chumbera)
Orchis collina
Ophrys fusca
(abejera oscura)
Ophrys scolopax
Orchis mascula
Orchis
papilionacea
Oxalis pes-caprae
(Vinagreta)
Pallenis spinosa
Petrorhagia
nanteuilii
Phagnalon rupestre (Yesquera)
Phillyrea
angustifolia (Labiernago)
Phlomis lychnitis
(Candilera)
Phlomis purpurea
(Matagallo)
Phonus arborescens
Pinus halepensis (Pino carrasco)
Pinus pinaster
subsp.acutisquama (Pino maritimo)
Pistacia lentiscus
(Lentisco)
Pistacia terebinthus
(Cornicabra)
Prunus dulcis (
Almendro)
Pulicaria odora
Ptilostemon hispanicus
Quercus coccifera
(Coscoja)
Quercus suber (Alcornoque)
Ranunculus spicatus sbsp.
blepharicarpos
Reichardia
tingitana Rhamnus
alaternus (Aladierno)
Rhamnus lycioides subsp
lycioides (Espino negro)
Rhamnus myrtifolia
(Carrasquilla)
Rosmarinus officinalis
(Romero)
Rubia peregrina
(Rubia silvestre)
Rubus ulmifolius (Zarzamora)
Rumex induratus
Santolina chamaecyparissus
Scirpoides holoschoenus (Junco churrero)
Scorzonera angustifolia
Sherardia arvensis
Silene gallica
Silene vulgaris
Smilax aspera
(Zarzaparrilla)
Spartium junceum
(Retama de olor)
Stellaria media (Pamplina)
Tamus communis (Nueza
negra)
Teucrium fruticans
(Salvia amarga)
Thapsia villosa
(Zumillo)
Thymbra capitata
(Tomillo aceitunero)
Thymelaea hirsuta
(Bolaga)
Trifolium angustifolium
Trifolium campestre
Ulex parviflorus (Aulaga)
Umbilicus rupestris (Ombligo de
venus)
Vicia psedocracca
Vitis vinifera (Vid)
TEMAS RELACIONADOS
Sierra de Lújar
Acantilados de
Calahonda -Castell
Las Angosturas
de Albuñol (Granada)
Alcornocal Haza del Lino
Azud de Velez
Charca de
Suarez
Parque de los Pueblos de América
Motril Granada
Una serie de reportajes para mostrar la riqueza natural
que nos rodea, sus ecosistemas y a sus singulares
habitantes.
Granada y las tierras del sureste de Andalucía poseen la
mayor diversidad biológica de Europa, parajes únicos para
vivir en tiempos de estío