FOTO: CHOPERA, ALAMEDA, EN EL RÍO GENIL, GRANADA. FOTO: J. E. GÓMEZ
PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
ALAMEDAS, LOS BOSQUES DEL AGUA
Futuro en verde. El sureste es tierra de choperas, de bosquetes de ribera que se extienden
con los ríos y fuente beneficios ecosistémicos
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Al alba y durante el crepúsculo, el rumor del agua se rompe con el canto de centenares de aves
que se refugian en sus dormideros, al abrigo de los abigarrados álamos que crecen en la ribera
de ríos como el Genil, Frailes, Guadalquivir, Segura, Guadalbullón o Andarax. Las aves buscan la
protección que les ofrece uno de los protagonistas principales de los ecosistemas riparios
(ríos, arroyos y humedales), los bosques ribereños formados, fundamentalmente, por especies de
álamos y sauces, cuya influencia es la clave para el mantenimiento de gran parte de la
biodiversidad asociada a estos hábitats. Podemos considerarlos los
bosques del agua
porque ocupan desde los bordes del rio y los arroyos, donde sumergen sus raíces de
colores rojizos y se convierten en refugio de truchas, cangrejos y larvas.
Mientras algunos álamos crecen dispersos al borde de los ríos,
las alamedas naturales
lo hacen de forma paralela al cauce, a unos metros del agua, detrás de los sauces y
fresnos, para ocupar la segunda línea de inundación, espacios que reciben la humedad pero que
solo están encharcados de forma puntual, por lo que se convierten en lugares muy indicados para
el desarrollo de aves que construyen sus nidos entre las ramas, que en la primavera comienzan a
recuperar las hojas y para el crecimiento de otras especies de flora que necesitan umbría y
humedad, pero también son espacios para el desarrollo de una
gran variedad de
micromamíferos, sobre todo roedores, lo que aprovechan zorros, jinetas, e incluso
gatos monteses en zonas como los valles de la media montaña de Sierra Nevada..
Los álamos, llamados chopos en tierras del sureste andaluz, generan bosques de ribera que se
expanden a través del territorio siguiendo el curso de los ríos, una cualidad que ha sido
aprovechada por el hombre
para generar alamedas en zonas antropizadas y de recreo,
y choperas, grandes y pequeñas extensiones cercanas a los ríos para el cultivo de chopos para
uso maderero, tanto a nivel local en usos domésticos y explotaciones agrícolas y ganaderas, como
para la industria de la madera.
Choperas que están formadas por dos especies de álamos,
álamo blanco (Populus alba) y álamo negro (Populus nigra), árboles de crecimiento muy
rápido, que se alzan al cielo con troncos muy rectos si crecen muy cercanos unos a otros, aunque
de forma natural pueden llegar a tener gruesos troncos que se aferran a la orografía de las
riberas.
Las choperas, en tierras de Andalucía oriental, han sido siempre un elemento
con el que minimizar el impacto del uso de la madera y no tener que talar árboles en su medio
natural, y reducir el daño que se podría producir en bosques mediterráneos de pinar, encinar o
en robledales. Granada cuenta con las mayores zonas de choperas de Andalucía, tanto en la vega
metropolitana como en los alrededores de Guadix, mientras que en Jaén , las inmediaciones de
Andújar se llevan la palma en la recuperación y regeneración de alamedas, con la puesta en
marcha de centenares de hectáreas de chopos por parte de la Confedración Hidrográfica del
Guadalquivir. En Almería es el valle de Laujar y el río Andarax, donde se mantienen las mayores
choperas, tanto naturales como de explotación maderera.
El chopo, como manantial de beneficios ambientales y culturales, es la base de un seminario y
exposición fotográfica que se mantuvo en el carmen del Aljibe del Rey, sede de la Fundación
AguaGranada, como parte de los trabajos del proyecto Life ‘Madera para el futuro’, que, de la
mano de investigadores de la UGR, la Diputación y la colaboración de entidades como la
Fundación
AguaGranada, la asociación Marjar y el Geoparque de Granada, pretende salvar las
choperas existentes y recuperar las que se perdieron a lo largo de los últimos años. Durante el
seminario se puso de relieve la importancia de estos bosques para paliar los efectos del cambio
climático, como salvaguarda y canalización del acuífero de la Vega, refugio de biodiversidad, e
incluso como elementos que ayudan a la salud de los suelos.
Foto: J. E. Gómez
ALAMEDAS, BIODIVERSIDAD
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