En América Latina, un solo
tramo de un río, sin hablar de su cuenca, puede ser fácilmente
intervenido, por más de 150 actores diferentes, entre los cuales
se deben nombrar municipios, ministerios, secretarias regionales,
superintendencias, empresas públicas y usuarios, sin que ellos se
comuniquen entre sí o coordinen sus acciones.
Por Cristian Frers / WASTE MAGAZINE
El agua, una molécula simple de características extraordinarias,
es mucho más que un recurso renovable; es, ni más ni menos, la
base de la vida en el planeta Tierra. El agua no sólo es
indispensable para vivir: es la vida. Así pues, parece razonable
preocuparse por el estado actual y futuro del agua en el planeta.
La palabra clave, que refleja la situación actual del agua y sus
perspectivas futuras a nivel global, es la escasez.
Esta escasez es consecuencia de que el crecimiento de la economía
mundial se haya multiplicado por siete en los últimos cincuenta
años del siglo XX , condicionando de forma decisiva la vida de
muchas personas en el siglo XXI. La aparición simultánea de un
déficit de agua que aumenta con rapidez en tantos países exige un
enfoque totalmente nuevo de la política hidrológica, un enfoque
que no se centre en el incremento del suministro sino en la
gestión de la demanda. La gestión de la escasez del agua va a
afectar lo que se come, cómo se eliminan los residuos e incluso el
lugar que se habita.
La explosión demográfica de las últimas décadas y las perspectivas
de crecimiento de la población a corto plazo han creado una
presión sobre los recursos hídricos sin precedentes en la historia
de la humanidad. Tradicionalmente, se han considerado los sectores
urbano, industrial y agrícola como los principales usuarios del
agua. Sin embargo, en los últimos tiempos, ha emergido con fuerza
otro sector que demanda parte de los recursos; se trata del sector
ambiental, que ha dejado de ser residual para pasar a tener una
alta prioridad. Dicha prioridad está justificada, pues la demanda
ambiental no debe entenderse sólo con el objeto de preservar el
entorno ya que, incluso desde un punto de vista utilitario, el
ambiente juega un papel esencial en la renovación y depuración de
los recursos hídricos. Para cumplir este papel, el ambiente
requiere parte del recurso como cualquier otro sector. Baste
señalar la magnitud de los que son problemas prioritarios en la
actualidad:
1) En el planeta, hay mas de 1.000 millones de personas que no
disponen de instalaciones para abastacerse de agua y 2.400
millones se ven privadas de acceso a sistemas de saneamiento.
2) El 70% del agua utilizada por la humanidad se destina a la
agricultura, sobre todo al regadío.
3) Cada día mueren en el mundo 6.000 personas, en su mayoría niños
menores de cinco años, a consecuencia de enfermedades diarreicas
causadas por los problemas del agua.
4) Desde 1900 ha desaparecido el 50% de los humedales del mundo.
5) Entre 1990 y el 2001 la Tierra padeció el azote de 2.200
desastres naturales relacionados con el agua. Hacia el año2025,
existirán 2.500 millones de personas más que hoy en día a los que
habrá que abastecer y alimentar. Si continúa la tendencia a una
creciente desigualdad entre países industrializados y países en
desarrollo, entre ricos y pobres, como sucede entre países y
dentro de cada país, se agravarán las tensiones en lo referente a
la distribución de los recursos hídricos.
América Latina muestra uno de los mayores índices mundiales de
consumo de agua por habitante, tanto por el uso agrícola como el
uso doméstico, como por el empleo de los ríos para la generación
de energía y en la explotación de otros recursos naturales.
En América Latina, un solo tramo de un río, sin hablar de su
cuenca, puede ser fácilmente intervenido, por más de 150 actores
diferentes, entre los cuales se deben nombrar municipios,
ministerios, secretarias regionales, superintendencias, empresas
públicas y usuarios, sin que ellos se comuniquen entre sí o
coordinen sus acciones.
La creciente crisis mundial del agua amenaza la seguridad, la
estabilidad y la sustentabilidad del ambiente. Esto se debe a que
los problemas de este elemento esencial se relacionan con la
ineficiencia, especialmente por las decisiones en materia política
y tecnología. En los procesos de desarrollo de los sistemas de
abastecimiento de agua, se consideró durante muchos años que la
tecnología era la solución principal a los problemas, y por
consiguiente era necesario transferirla de manera masiva, de los
países industrializados hacia los países en desarrollo. Estas
tecnologías implantadas, sin tener en cuenta las condiciones
locales, fracasaron y tuvieron consecuencias funestas para la
población y el ambiente. No funcionaron porque, al parecer,
olvidaron que el fin último de la tecnología era que la gente la
usara, que funcionara a través del tiempo y que el uso dado por
las comunidades, estaba determinado por su contexto sociocultural,
económico y ambiental.
En los últimos años se ha visto reforzada la convicción de que la
gestión de los recursos hídricos ha de llevarse a cabo de forma
integrada, de que la evaluación de los recursos es fundamental
para la toma de decisiones racionales y que deben apoyarse sin
reservas las capacidades nacionales para llevar a cabo las
evaluaciones necesarias. Las decisiones administrativas que
pretenden aliviar la pobreza, propiciar el desarrollo económico,
garantizar la seguridad alimentaria y la salud de la población,
así como preservar los ecosistemas vitales, deben basarse en una
mayor comprensión de todos los sistemas implicados. Frente a esta
situación, se ha venido trabajando en modelos de gestión del agua
y saneamiento básico, teniendo en cuenta la participación de la
comunidad. Este es el modelo que debe implementarse ya que se ha
comprobado que la participación de la comunidad en los proyectos
de desarrollo da buenos resultados, cuando la población afectada
se involucra en los proyectos y se le permite contribuir con sus
conocimientos a la configuración de estos, tornando el trabajo más
eficaz y productivo. Al mismo tiempo, se aumenta la capacidad de
los individuos para organizarse a fin de hallar soluciones a los
problemas que los aquejan. Generar capacidad de gestión en las
comunidades implica asumir proyectos relacionados con las
problemática del agua, desde ópticas más amplias.
Hay que recuperar el valor primitivo del agua, su valor social y
personal. El agua, como antaño, sigue siendo un tesoro. Un tesoro
dinámico que se acrecienta con una filosofía del uso en la que
participa toda la sociedad. Una filosofía del uso que se
fundamenta en dos pilares: el ahorro y la progresiva disminución
de la contaminación. En fin, una sociedad que se implica también
gestionando adecuadamente el recurso para repartirlo con
parámetros de solidaridad.
Es necesario un debate social que estimule una nueva gestión de
grupo basada en una información veraz, en un diálogo continuado;
que despoje al agua de unas presiones demasiado mercantilistas que
impidan comprender su relevancia social. Una gestión que contemple
una alternativa olvidada como es el multiuso, uso selectivo del
agua, antes que su utilización indiscriminada. Una gestión que
sepa que reducir el desperdicio del presente es una de las más
valiosas opciones de futuro.
Sin lugar a dudas, la crisis por la que atraviesa el Planeta nos
compromete a desarrollar políticas sustentables, donde el ingenio
siempre abusa de la capacidad para orquestar la estrategia que nos
permita adelantarnos a las consecuencias nefastas, o simplemente a
sobrellevar el arqueo de la problemática ambiental.
Cristian Frers - Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico
Superior en Comunicación Social
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