AGOSTO
MEJOR EN LA MONTAÑA... Y BAJO EL MAR
En pleno ecuador del estío los picos más altos de Iberia son el
punto máximo del eje que desde Sierra Nevada cae hacia el mar
Las aguas del litoral mediterráneo ofrecen paisajes desconocidos,
hábitats de una rica biodiversidad
El rigor del clima cambia usos y actitudes. La naturaleza
explosiona con el amanecer, duerme en el cenit del sol y despierta
con el crepúsculo, mientras el hombre busca el frescor del mar...
y la montaña
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
El incesante canto de las chicharras llena tiempos y espacios. Es
sinónimo de calor, de verano y estío en los campos mediterráneos,
de periodos en los que las temperaturas provocan la casi
paralización de la actividad biológica mientras el sol cae en
línea recta sobre la tierra. El batir de las alas de este insecto
se extiende entre matorrales, caminos, prados y trigales secos. Es
una llamada para procrear, pero también una señal de alarma que
advierte de altas temperaturas, de que hay que mantenerse oculto a
los rayos del sol y esperar la llegada de la oscuridad. Quienes al
final de la primavera buscaron la energía solar para desarrollarse
y cuidar de sus camadas, en agosto prefieren ocultarse de la
fuerza del astro y cambian sus costumbres. La vida explosiona con
el amanecer, se apaga al mediodía, y vuelve a surgir con la puesta
del sol.
Las riberas se convierten en centros neurálgicos de la actividad
de decenas de especies animales que buscan en los ríos, junto a
los arroyos, acequias, charcas y manantiales, la humedad y el
frescor que repare el desgaste energético provocado por las altas
temperaturas. El agua toma el protagonismo como elemento básico
para la vida.
En el litoral, el mar abre una nueva dimensión a los sentidos.
Agosto es tiempo para sumergirse en un universo donde rigen otras
normas, donde millones de seres vivos pueblan ecosistemas que se
antojan imposibles pero que pueden contemplarse casi desde la
línea fronteriza entre el agua y la tierra. Es el momento de
conocer lo que el mar oculta. Bajo el agua, a pocos centímetros de
la superficie, en cualquier playa, sobre todo en calas rocosas y
poco frecuentadas, la ingente biodiversidad marina se muestra sin
pudor.
En las costas mediterráneas, especialmente en el mar de Alborán,
se encuentran algunos de los puntos más interesantes de España
para observar la riqueza biológica del mediterráneo, con especies
escasas, y algunas de ellas exclusivas de estas aguas, que pueden
contemplarse con solo bucear a escasa profundidad, donde no es
necesario perder pie para disfrutar de la biodiversidad. Mares de
anémonas de tentáculos amarillos y morados tapizan los fondos
intermareales de cualquiera de los recodos ocultos a las olas,
como los situados en pequeñas playas no masificadas de la
provincia de Granada, entre el puerto y la playa de Marina del
Este, la pared de poniente de la Rijana, las playas del muerto y
el Ruso en La Rábita, los arrecifes de Guardias Viejas y Adra, los
acantilados de Castell, donde fredis, castañuelas, gobios y
doncellas, nadan junto a mojarras, sargos, e incluso meros y
pulpos que se ocultan entre las rocas. Corales naranja, estrellas,
poríferos y bancos de alevines brillan en las oquedades junto al
embarcadero de Calahonda. Y en las arenas de Carchuna, Salobreña o
Almuñécar, nadan bancos de bogas, lanzones, obladas, jurelillos y
herreras. Y en el litoral del este peninsular, desde Cabo de
Gata, con playas blancas donde es posible bucear entre rocas y
contemplar paisajes de ensueño donde nadan miles de peces y los
acantilados se llenan de invertebrados de múltiples colores,
algas, moluscos y crustáceos. Es un placer para los sentidos y la
forma de constatar que hay que cuidar del mar.
la forma de constatar que hay que cuidar del mar.
El techo ibérico
Como alternativa radical al mar, España ofrece una segunda opción
para el ecuador del estío. Desde cotas negativas, bajo las aguas
del mar, es posible acceder a las máximas altitudes peninsulares.
En pocos kilómetros en línea recta, el ‘gran azul’, en la costa de
Alborán o de Almería, deja paso a las altas cumbres y es posible
trazar en un solo día un viaje a través de la totalidad de los
pisos bioclimáticos que existen en el Mediterráneo: Termo (desde
la playa hasta 600 metros de altitud); Meso (pasa a 1.500 m.);
Supra (alcanza 1.900 m.) Oro (2.900 m.) y Crioro (por encima de
2.900 m.), lo que implica poder pisar las cumbres más altas de la
península Ibérica.
Es el mejor momento para conocer los ecosistemas de la alta
montaña de Sierra Nevada, el paisaje que se abre ante los ojos
cuando tras una dura ascensión entre lascas de pizarra, desde
Pradollano o Capileira, se alcanza la cima del Mulhacén, el pico
más alto del sur de Europa y se contempla el mar, e incluso la
línea montañosa del Atlas, más allá del Mediterráneo. La
temperatura cae más de veinte grados en las cotas más altas con
respecto al litoral y sierras medias. Realizar el viaje hacia el
mar o a las cumbres no es más que emular a especies animales
que con la llegada de tiempos de máxima insolación no dudan en
acudir a territorios donde el clima es más benigno. En los
borreguiles, pedregales y picos nevadenses, pueden verse aves que
en primavera estaban en el valle, incluso en parques de la ciudad
y la costa, collalbas grises, colirrojos, que aumentan sus
poblaciones en la sierra, y entre los más montañeros: el Acentor
alpino.
El agua es la base para la supervivencia en este mes extremo, los
humedales rebosan de actividad, con especies que acuden a pasar el
verano junto a sus riberas, algunas de ellas llegadas desde muy
lejos, como los misteriosos martinetes, a los que llaman la
garza bruja y un ave colorista, el martín pescador, el rey
pescador, que vuela cada tarde entre las aneas de los espacios
lagunares y riberas del sur en busca de peces para comer y que en
agosto comienza a verse en el sur, donde llega poco a poco para
pasar el invierno. Puede observarse de cerca y de forma especial
en uno de los más desconocidos y atractivos humedales del sureste,
al Charca de Suárez de Motril, vuelan bandos de bengalí
rojo, pequeños pájaros de colores, paseriformes, que colonizaron
la desembocadura del río Guadalfeo, tras escapar hace décadas de
barcos orientales donde estaban cautivos para ser vendidos como
aves ornamentales. La vida no se apaga en agosto, la naturaleza
aplica sus métodos para sobrevivir y esperar a la llegada del
otoño, y que mejor que hacerlo bajo el mar y sobre las altas
cumbres.
Colirrojo
Ascienden con el calor
Los pequeños colirrojos, Phoenicurus ochruros, suben en altitud a
lo largo del verano. Buscan territorios más frescos donde
conseguir alimento. Es posible observarlos en las altas cumbres de
las cordilleras béticas, e incluso en las proximidades de los
picos del Veleta y Mulhacén, los más altos de la península
Ibérica.
Martín Pescador: En ríos y lagunas vueluna de las aves
más buscadas, Alcedo Atthis, que en la segunda quincena
de agosto vuelve a pasar el invierno. Aparece al caer la tarde
entre los carrizales con su canto agudo y seco. Otea la
superficie del agua para localizar a los peces de los que
alimenta..
Borreguiles. En pleno periodo estival, En Sierra
Nevada, se produce el esplendor de los borrequiles, los
endemismos están en su plenitud en las altas cumbres,
pequeñas florecillas entre las que crece la única carnívora
de estas cumbres, la
Pinguicula nevadensis y
otras como saxifragas, potentillas, gencianas y plantas con
sus ciclos adaptados a condiciones climáticas extremas.
Galápagos. En los bordes de humedal y pantanos, los
galápagos,
Mauremys leprosa, toman el
sol sobre piedras y troncos, atentos a cualquier movimiento
para saltar al agua y ocultarse.
Cazadora: El Águililla calzada tiene ya
asentada sus territorios y caza sobre los campos cultivados
y en humedales.
Gorriones: Hasta mediados de agosto nacen los
gorriones,
Passer domesticus, polluelos indefensos
que crecen en pocas semanas en huecos de cornisas, graneros,
tejados y árboles de campos próximos a pueblos y ciudades.
Gitanilla:
Empieza a verse una de las mariposas nocturnas más migradoras,
la gitanilla, Utetheisa pulchella, con sus alas de lunares
rojos negros y amarillos...
En el Mulhacén:
En la primera quincena de agostos e puede observar en el pico
del Mulhacén una especie que solo crece en ese punto, la
amapola de Sierra Nevada, Papaver lapeyrousianum. En
peligro de extinción
EN AGOSTO EN LA NATURALEZA, PINCELADAS
Serpientes:
Es fácil encontrar ‘camisas’ de culebras, sobre
todo de la llamada ‘bastarda’, Malpolon monspessulanus, que ha
mudado la piel. Hay que tener cuidado con la presencia de
víboras en la media montaña.
Ardillas: Se les ve comiendo piñas y
recolectándolas. Las bellotas maduran y se las llevan a sus
nidos.
Arrendajos: Los pollos de Garrulus glandaris
son ya juveniles y saltan entre las ramas de los grandes
árboles de las sierras del centro del país.
Topillo nival: En la alta montaña el topillo
nival hace acopio de alimento para llenar su despensa horadada
en túneles bajo los pedregales de las cotas más altas de
Iberia. Es posible verlo en el atardecer mientras busca restos
de gramíneas.
EN JARDINES Y CULTIVOS
Maduración: En los huertos maduran tomates,
pimientos, pepinos, melones, sandias y calabazas.
Frutos: Las zarzamoras empiezan a dar sus
primeros frutos negros y rojos, que se serán más abundantes en
septiembre, como las endrinas, que adquieren su color morado.
El monográfico de Waste Magazine, CALENDARIO NATURAL,
tiene una publicación física que puedes conseguir en Amazon,
tanto en papel como en formato electrónico
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Granada y las tierras del sureste de Andalucía
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