ABRIL
LA RUPTURA DEL SILENCIO
Cortejos, nacimientos y búsqueda de alimento convierten bosques y
campos en territorios donde oír los mil y un sonidos de la
Primavera
Animales y plantas dejan sus cuarteles de invierno y aprovechan la
bonanza climática para reproducirse y criar a sus retoños en
campos, bosques y humedales, que se visten de luz y color
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
El croar es insistente, no pasa desapercibido. Surge del interior
de la vegetación de las charcas, de los humedales del centro y sur
peninsular. Entre las hojas de aneas, perfectamente camuflada, una
pequeñísima ranita meridional, de color verde y amarillo, pasaría
desapercibida por completo si no fuese por el potente croar que
emite desde ese punto y que le delata. Infla los carrillos como si
fuesen globos para generar su particular canto, con el que llama
la atención de sus posibles parejas y les indica que es un macho
listo para la reproducción. En el crepúsculo se unirá a otros y
cantarán juntos. Es uno más de los múltiples sonidos que desde el
inicio de la primavera rompieron el silencio del invierno. Abril
es el mes del bullicio sonoro, de las voces de la naturaleza,
cuando muchos ya cuidan de sus bebés, otros incuban sus huevos, y
las especies más remolonas aún buscan pareja. Los movimientos en
las charcas, en las lagunas, se reproducen también en bosques y
campos. En la alta montaña ocupan el límite de nieve para iniciar
la ascensión a las altas cumbres.
La llamada nupcial de la ranita verde, Hyla meridionalis, es la
muestra de lo que ocurre en el mundo de los anfibios, donde las
ranas comunes buscan recodos donde dejar sus huevos en acequias,
ríos y estanques. En los charcos de lluvia, los sapos corredores
terminan su fase larvaria y salen ya del agua para ocultarse entre
los matorrales de espacios generalmente esteparios y de monte
bajo. El sapo partero macho, un endemismo bético, transporta su
carga de huevos día tras día a la espera de la llegada del momento
de dejarlos en el agua para su eclosión. Observar a esta especie
en abril es contemplar el ciclo de la vida en toda su plenitud:
oír las llamadas nupciales de los machos para conseguir aparearse;
ver otros ‘parteros’ adultos caminar portando los huevos, y como
las larvas del año anterior realizan su metamorfosis.
Sapo partero bético
Cambio drástico
Abril es el mes en el que es difícil abstraerse de lo que ocurre
en la naturaleza porque el cambio es evidente y drástico. El
matorral, que invierno se vestían únicamente con el amarillo de
las aulagas, ahora torna al rojo, morado y verde de los jarales.
Los árboles que florecen antes de que aparezcan sus hojas,
como cerezos y otros frutales, mantienen las laderas de los
montes coloreados de blanco y rosado. Los membrillos simultanean
sus brotes verdes con la plenitud de sus flores, y la mayoría de
las especies arbóreas, comienzan a ocultar sus ramas secas bajo un
manto de pequeñas hojas verdes que, poco a poco, formarán tupidas
copas que no solo serán la clave para que florezcan, sino
que servirán de hábitat y refugio a representantes de todo el
reino animal, desde vertebrados como aves y mamíferos, hasta
centenares de especies de invertebrados, entre ellos los insectos
que ahora, en el inicio de la primavera, culminan sus fases
larvarias y comienzan una eclosión que llenará los campos, ayudará
a la polinización de las plantas y, además, será el sustento de
aves, reptiles, anfibios, micromamíferos, e incluso de otros
insectos e invertebrados.
Casi todas las aves que nidifican en el sur, este y oeste de la
península Ibérica han dejado ya sus cuarteles de invierno y han
regresado a los lugares que tradicionalmente utilizan para
reproducirse. En las zonas esteparias el sonido de las cogujadas,
un piar agudo, intenso y que se produce cada varios segundos,
indica la presencia de estas aves que se mueven entre los
matorrales y el suelo con la intención de cazar insectos.
Milaria calandra
Sobre las ramas altas de los arbustos, unos pajarillos pequeños,
parecidos a los gorriones, con la cabeza negra y un collar blanco,
las tarabillas, también lanzan su piar, igual que los trigueros
(Milaria calandra), que se les oye junto a los campos de cereales,
sobre postes y vallas, con su canto ronco, largo y penetrante. Es
insistente y se mantiene hasta entrado el verano, como le ocurre
al buitrón, un ave pequeña y frágil que emite mientras vuela un
piar intermitente, agudo y penetrante. Los aguiluchos cenizo
comienzan su búsqueda de lugares donde hacer su nido entre los
cultivos de trigo, y los cernícalos se ven sobrevolar las estepas
y espacios de monte bajo. También los cernícalos primilla han
vuelto de territorios más cálidos donde han pasado el invierno.
Zonas húmedas
En los humedales es donde más se hace patente que ya es primavera.
Las fochas, que en marzo habían comenzado a construir sus nidos,
ya tienen sus primeros polluelos, negros con el pico rojo. Se les
ve junto a sus padres (macho y hembra cuidan de sus hijos) y
siempre cerca del nido que mantienen sobre las aguas, en las que
es fácil contemplar una de las imágenes más típicas de la
primavera: una hembra de ánade real, ahora llamado ánade azulón,
seguida de un tren de entre ocho y diez patitos de color marrón
amarillento. Es una escena habitual en todos los humedales,
lugares ideales para contemplar la nidificación y cría de muchas
especies de aves acuáticas, pero la imagen de la ‘mamá pato’,
ánades azulones, seguida por una decena de polluelos que acaban de
aprender a nadar en las aguas de las lagunas, puede verse,
incluso, en estanques de las ciudades.
Desde abril y durante toda la primavera, a los humedales del
centro y sur peninsular, especialmente en Fuente de Piedra, Tablas
de Daimiel, Doñana y las lagunas del sureste, Padul y Motril,
desde abril y durante toda la primavera, llegan especies que
ornitólogos y naturalistas buscan cada año para poder observarlas.
En su mayoría son aves de paso, como las garzas imperiales, que
aunque tienen sus mayores poblaciones en los humedales de la costa
de Andalucía occidental, también pueden observarse en algunos
lugares del litoral oriental, como la desembocadura del río
Guadalfeo, Padul, y los Bermejales, en Granada, la desembocadura
del Guadalhorce, en Málaga y los humedales de la Albufera de
Valencia. Se les ve en parejas o en grupos que, aunque están de
paso, se mantienen durante unos días. Las garcillas bueyeras, las
aves blancas de unos 40 centímetros de altura, que generalmente
acompañan al ganado y forman grandes bandadas en los campos de
alrededor de poblaciones y en los cultivos, reducen su presencia
en este mes. Buscarán zonas algo más frías, aunque algunos se
mantienen todo el año.
Es el momento de la llegada al sur y el centro, de una de la aves
acuáticas más escasas y protegidas, la malvasía, Oxyura
leucocephala, un pequeño pato de cabeza negra y pico azul
acostumbrado a pasar unos días en humedales costeros granadinos,
aunque no se reproduce en esta zona.
En el interior de los bosques los sonidos se adueñan del ambiente.
El alba y el crepúsculo son momentos para percibir la ingente
variedad de voces y matices que inundan el paisaje. Los petirrojos
se hacen aún más patentes. Se oyen los arrendajos, incluso el piar
suave, metálico, de los polluelos que ya esperan la vuelta de sus
padres con algo para comer, en este caso insectos, pero que en
otros, como en los nidos de rapaces, entre los grandes árboles y
en los acantilados, esperan presas de mayor porte: ratones,
reptiles e incluso otros pollos, porque la llamada cadena trófica
en la naturaleza, significa que unos se alimentan de otros.
Todos saben que el peligro acecha y los sonidos también son signos
de atención, alarma, e incluso de amenaza. El incremento de
intensidad en el piar de algunos pájaros, la voz más aguda y
potente, casi siempre quiere decir que te acercas demasiado y
puede ser peligroso para ti. El trinar acalorado y la unión de
múltiples voces, es la forma que tienen grupos de aves, e incluso
los mamíferos, para intentar asustar y ahuyentar a los
depredadores, significa no solo peligro, sino también amenaza. Los
usan grupos de fochas que se unen y refuerzan entre sí con gritos
muy agudos ante la presencia de zorros en las riberas, o incluso
se concentran para evitar que gaviotas y pagazas ataquen a sus
crías. Los ánades azulones, lanzan un sonido gutural, un graznido
continuado, para decir que están dispuestos a defender su lugar de
cría. Es un sonido habitual en lagunas y pantanos.
Si el final del invierno e inicio de la primavera ha sido
lluvioso, será una garantía para las setas de abril. Cagarrias,
negritos, colmenillas, cazuelillas y las conocidas setas de chopo,
se convierten en tesoros naturales que muchos buscan entre las
riberas y hojarascas de alamedas. Pasear por las riberas, entre
álamos, puede deparar sorpresas de alto valor culinario. El mes de
las setas más exquisitas y apreciadas es abril.
Ophrys tenthredinifera.
Orquídeas ibéricas
Se ocultan en el sotobosque, entre las acículas de los pinos y las
umbrías. Son las orquídeas ibéricas, más pequeñas pero igual
de delicadas que las tropicales y, en algunos casos, tan
escasas y únicas del sur de la península Ibérica. Tapizan pequeños
prados entre pinares con multitud de extrañas florecitas que
llamaron la atención de los antiguos griegos que las llamaron
Orchis por su bulbo similar a un testículo y las seductoras formas
femeninas de sus órganos internos.
Las orquídeas son la imagen de la sensualidad en el bosque
mediterráneo, como la exuberante Flor de avispa, llamada Ophrys
tenthredinifera.
Ranita meridional: Llamada Hyla meridionalis,
se puede ver entre las aneas y los ricinos, que en poco tiempo
lanzarán su croar como llamada nupcial..
Malvasía: Es el momento de la llegada de una de la aves
acuáticas más escasas y protegidas, la malvasía, Oxyura
leucocephala, un pequeño pato de cabeza negra y
pico azul acostumbrado a pasar unos días en humedales del sur,
como la Charca de Suárez y que llega a repropducirse en zonas
como la desembocadura del Guadalhorce, en Málaga.
Setas de primavera: Buscamos setas de primavera, los
recolectores intentan conseguir especies que sumar a la
cesta de hongos primaverales, que llenan con negritos,
copicas y cagarrias, y la
Mitrophora
semilibera, la Colmenilla, una clásica seta que
crece bajo las hojarascas de los chopos
Trigueros: En las zonas esteparias, en cultivos de
cereal sobre las vallas y las ramas altas de los arbustos,
cantan los trigueros. El sonido de
Millaria calandra
es constante y se mantendrá hasta el verano.
Polluelos de focha: En abrirl aparecen los primeros
polluelos, los de focha,
Fulica atra,
que con sus penachos de pelusa roja, contrastan con la
imagen de su madre.
Y de Azulón: Los polluelos de Ánade azulón,
Anas
platyrhynchos nadan en grupos junto a su madre
en casi todas las lagunas del sur peninsular.
Zapaticos
de
la Virgen: La planta Sarcocapnos enneaphylla, luce
sus flores colgadas sobre los acantilados y tajos de Alhama y
el Camino de los Ángeles.
EN ABRIL EN LA NATURALEZA, PINCELADAS
Negritos
y cagarrias: Entre las hojarascas de las alamedas
surgen algunas de las setas más apreciadas, como los negritos
y cagarrias.
Acebo: Las plantas de acebo, que conocemos
con sus bolitas rojas, presentan ahora unas pequeñas flores
blancas.
Abejorros: El sonido de los abejorros,
amarillos con rayas negras se extiende entre las flores de los
frutales, comienza la polinización.
Nazarenos: Es Semana Santa y en los
bosques también proliferan los ‘nazarenos’ unas pequeñas
plantas con pelotitas moradas.
Robles: Las ramas secas del roble melojo se
pintan de rosado al crecer los primeros brotes del año.
EN JARDINES Y CULTIVOS
Caracoles: Con el rocío de la mañana o
después de llover, los caracoles sacan sus cuernos para
recibir los rayos de sol.
Pinzones y currucas: Se oyen los primeros
cantos de pinzones y las pequeñas currucas capirotadas que se
acercan desde los bosques.
Lirios: Los iris azules, morados y blancos,
pueblan la mayoría de los parterres de parque públicos
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