RUTAS, PAISAJES Y BIODIVERSIDAD
OTOÑO EN VALPARAÍSO, EL CORAZÓN DEL VALLE DE LOS REYES
DE LOS TRISTES A LA ABADÍA DEL SACROMONTE
Descubre el color de la ribera ocre del Darro y camina hacia la
Abadía del Sacromonte para rememorar el gran Vía Crucis del siglo
XVII.
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
La lluvia y el viento del oeste desnudan los álamos, fresnos y
sauces de la ribera del río de oro. La hojarasca tapiza las
orillas ocultas entre las que aún se mueven zorros, jinetas,
comadrejas y pequeñas piaras de jabalíes, que aprovechan ese
corredor verde que comunica la sierra de Beas con los aledaños de
la ciudad para buscar alimento que, con el otoño, comienza a
escasear en sus hábitats de origen. Recorren el interior de ese
bosque de galería que delata la presencia del río al dibujar una
línea de color ocre y rojo bajo las dos laderas del valle de
Valparaíso, el cerro del Sol y la Sabika, en la umbría, y el Monte
Sacro y el viejo Arrabal de Halconeros de los nazaríes, al extremo
oriental del Albaicín. Es el corazón del 'Valle de los Reyes'
nazarí, el paisaje que se extendía tras las arcadas de las torres
de Comares y el Partal, el lugar que se dejaba bañar por los
primeros rayos de luz de la mañana.(...)
VÍDEOS *
Vídeo inicial: DE LOS
TRISTES A LA ABADÍA DEL SACROMONTE
VÍDEO: MERCHE S. CALLE Y J. E. GÓMEZ
(...) Es un
paisaje cambiante, único en cada momento en el que se contempla,
donde la luz juega un papel fundamental al iluminar o esconder el
color de la vegetación, de los árboles y arbustos de la ribera y
sus laderas, al cambiar los matices que desprende el rojo apagado
de las murallas de la Alhambra. El otoño genera el imperio de
ocres que tornan hacia el rojo, según los árboles se desprenden de
sus hojas al desconectar la energía de parte de su sistema vital
para entrar en reposo y soportar los rigores del invierno aún por
llegar. Una etapa en los biorritmos de los ecosistemas que genera
imágenes de gran belleza y que podrían formar parte de un universo
mágico.
Mapa de la ruta, de Los Tristes a la Abadía
Desde la Acera del Darro hacia Los Tristes es posible contemplar
ya el avance de la otoñada en los tajos de San Pedro, bajo las
murallas de la Alcazaba y la torre de Comares, pero es en el
camino hacia la Abadía del Sacromonte y su entorno, donde es
posible admirar el valor paisajístico e histórico de la estación
de las lluvias entre las colinas del este de Granada. Al ascender
desde el Chapiz hacia el Camino del Monte, los plátanos de sombra
y álamos del Palacio de los Córdobas se recortan sobre la colina
de la Alhambra. Se divisan Los fresnos, ginkgos y álamos de la
Cuesta de los Chinos, que se alzan junto a la torre de los Picos
que se deja ver desde la lejanía. Abajo, en el río, los sauces
muestran ya sus varillas rojizas que aún sostienen las últimas
hojas ya secas y semidestrozadas por el viento.
El Camino del Monte avanza zizagüeante entre las antiguas cuevas
de flamenco y zambras. Mira al otro lado del río, a la ladera del
cerro del Sol bajo la que se encuentra la Fuente del Avellano,
marcada por el inicio de un bosquete de quejigos amarilleados por
el otoño.
A poco más de un kilómetro del Chapiz, el camino llega a la Ermita
del Santo Sepulcro, el inicio de la subida a la Abadía. Arriba,
entre las cruces que los feligreses y gremios del XVII levantaron
para mostrar su devoción, la vista se extiende sobre el final de
Valparaíso y contemplar Jesús del Valle, donde el Darro da sus
aguas para las acequias de la Alhambra.
Es la ruta que emula la gran 'vía sacra' de los cristianos, el
recorrido del vía crucis que se hacía cada semana desde la ciudad
para honrar las reliquias de los Santos Mártires encontradas en
1595 en las cuevas sobre las que se edificó la Abadía.
Un vía crucis que llego a ser el más grande y concurrido de la
cristiandad, según los cronistas de la época, que hoy en día puede
emularse con una ruta que, en otoño, en días grises de llovizna,
adquiere un especial significado: contemplar como el 'Valle de los
Reyes' torna al color del oro.
LAS CRUCES DEL MONTE SACRO
Solo quedan seis de las más de 1.200 que se levantaron en la
ladera de Valparaíso, la colina convertida en el mayor vía crucis
de la cristiandad
Ascender hacia la Abadía y las cuevas de los libros plúmbeos es
rememorar el ancestral sendero hacia el cielo de los gremios de la
ciudad y entender el espacio natural del valle del Darro
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Reportaje publicado en IDEAL el 1 de febrero de 2015
¿Cómo
llegar?
Desde los Tristes
Camino del Monte: A unos cien metros del inicio de la cuesta
del Chapiz, empieza el camino del Sacromonte. Hay que andar
1,1 kilómetros hasta llegar a la ermita del Santo Sepulcro.
Ahí comienza la cuesta que acaba en la Abadía.
Desde
Haza Grande
Camino del Fargue: Desde el cruce de Fajalauza hacia Haza
Grande y la carretera que va hacia El Fargue. Poco antes de
llegar al anejo granadino, a la derecha, una carretera
señalizada contecta con la Abadía desde arriba, para llegar a
través de un pinar de repoblación. Son 1,2 kilómetros desde el
cruce de Fajalauza.
En el camino del Sacromonte hay una humilde peana que durante
décadas sostuvo una pequeña cruz de piedra. Mantiene una
inscripción que señala que, «un vecino de Dílar, pobre de
solemnidad, costeó esta cruz». Ocupa un pequeño ensanche de la
calzada que desde el paseo de los Tristes, accede hasta el lugar
más sagrado de la colina de Valparaíso, donde en 1595 se
descubrieron las cuevas donde murió martirizado el patrón de la
ciudad, San Cecilio, y su grupo de predicadores seguidores del
apóstol Santiago, donde se hallaron los polémicos libros
plúmbeos (declarados falsos por el Vaticano) que sirvieron para
aunar criterios e intereses entre árabes, cristianos y
judíos de una época previa a la cristianización a ultranza de la
sociedad capitalina, que para mostrar su compromiso con la nueva
era del Reino de Granada construyó la gran Abadía que aún hoy
corona la ladera noreste del valle del Darro y levantó más de un
millar de cruces desde la cuesta morisca del Chapiz hasta las
Santas Cuevas, un recorrido que se convirtió en el mayor Vía
Crucis del mundo cristiano de la época. Cada viernes los
granadinos caminaban desde el Peso de la Harina, el inicio del
camino del Monte hasta la ermita del Santo Sepulcro, construida en
1636 a los pies de la Abadía. Una ruta que estaba jalonada por las
cruces que costearon particulares como el ‘pobre’ vecino de Dílar,
instituciones de la ciudad, desde el Ayuntamiento a la
Chancillería, la Universidad y el Ejército, y los gremios, ricos y
humildes, hasta que el arzobispo Pedro de Castro y Quiñones,
fundador de la Abadía, tuvo que prohibir una práctica que se había
convertido en un elemento para medir el grado de devoción de
corporaciones y ciudadanos (...)
FOTOGALERÍA
(..) Febrero es tiempo para recordar la historia de la Abadía,
celebrar al patrón de la ciudad y recuperar una ruta que muestra
la historia y el paisaje de una ciudad que nació como una
acrópolis, –que se expande desde las colinas en las que posee sus
principales símbolos–. En una hora de recorrido a pie es posible
llegar desde el centro de Granada hasta las puertas de la Abadía y
las almenas que ocultan las capillas subterráneas, el reposo de
las cenizas de los mártires, y contemplar las seis cruces que aún
se conservan de lo que fue la principal Vía Sacra del sur de la
península Ibérica. A un centenar de metros después de iniciar la
subida de la cuesta del Chapiz, tras el paseo de los Tristes,
comienza el camino del Sacromonte, la entrada al tradicional
barrio de viviendas trogloditas y zambras. Desde ese punto, solo
hay que recorrer poco más de un kilómetro para llegar a la ermita
del Santo Sepulcro, el lugar de inicio de la cuesta que tras 500
metros de subida, llega a la puerta de la Abadía, las Santas
Cuevas y los colegios sacromontanos. Poco antes de llegar a la
ermita, en un hueco en el muro que sostiene la erosión del monte,
se encuentra la peana de la cruz del vecino de Dílar. En la ermita
está la primera de las grandes cruces, muy deteriorada pero que
aún preside la entrada al complejo religioso.
La cuesta
Altos cipreses crecen en los bordes del recorrido que zizaguea en
la ladera tapizada por chumberas, plantas aromáticas
mediterráneas, romeros y lavandas, con arboledas de moreras y
álamos. Al tomar altura, a la derecha, se abre la belleza natural
del valle del Darro. En febrero, aún quedan hojas rojas y
amarillas en las alamedas y frutos en las riberas que, en algunos
puntos, empiezan a verdear. Frente a la Abadía el cerro del Sol
con su ladera trazada por los cauces de la acequia Real de la
Alhambra y la del Tercio. Y entre esa vista que se pierde hacia el
río, una de las grandes cruces, de alabastro blanco, que fue
instalada en 1604 por el gremio de los tejedores de seda. A solo
unos pasos, a la izquierda, la fastuosa cruz de los soldados de la
Alhambra, una obra de arte levantada en 1695 de parte de los
militares a las órdenes del Conde de Tendillas. Es una
impresionante cruceta dorada con granadas de piedra verde en
sus extremos y que estuvo adornada por bloques de mármol
expoliados a lo largo de los años.
Un poco más arriba, entre cipreses, la impresionante cruz de
los ‘ganapanes’ o palanquines, muestra que no solo los
artesanos ricos participaban en la ‘carrera’ de la devoción, ya
que estos ciudadanos eran los mozos que se dedicaban a llevar y
traer bultos en el centro de la ciudad. Es la penúltima
instalación que se culmina con una esmerada columna labrada con
adornos florales sobre la que se alza una imagen de la Inmaculada
Concepción y que preside la escalinata de acceso a la Abadía y las
Santas Cuevas. En el interior del recinto, frente a la puerta
principal del complejo religioso, la cruz de los franciscanos,
erigida allí al terminar la construcción de la Abadía.
El acceso a todo este conjunto histórico y artístico recorre un
espacio natural en el que se conjuga la presencia de vegetación
autóctona con plantaciones ornamentales que se han cuidado a lo
largo de las últimas décadas, pero hay una segunda ruta que
recorre la colina de Valparaíso desde la zona alta del Albaicín.
Parte desde Haza Grande y por la carretera que conecta ese barrio
con el Fargue. Poco antes de llegar al anejo de la ciudad, una
carretera gira a la derecha y, entre pinares de repoblación, llega
a la Abadía desde arriba.
Febrero es el mes de San Cecilio, es el tiempo en el que la
naturaleza está inmersa en un periodo de espera de mejores
condiciones climáticas, pero también es el momento en que el frío
y la escarcha hacen reverdecer los campos aún desnudos tras el
otoño. Los días de sol del invierno incitan a la contemplación y
al conocimiento de la historia, la naturaleza y sus misterios.
Granada celebra la romería de San Cecilio
El uno de febrero la ciudad celebra la fiesta del patrón, San
Cecilio, y cada primer domingo de este mes, los granadinos suben a
la Abadía del Sacromonte para disfrutar de la única romería de la
capital. Bailes, comidas con habas y ‘salaillas’, en una jornada
tradicional y festiva que cada año concentra a centenares de
personas para conmemorar aquellos Vía Crucis del siglo XVII y la
aparición de las reliquias de los mártires, bajo las cruces del
Monte Sacro. A las doce de la mañana se celebra una misa en la
Abadía y se abren las cuevas donde aparecieron los libros de
plomo.
BIODIVERSIDAD
Especies presentes en el camino de la Abadía y su entorno
Arbutus unedo
(Madroño)
Acacia retinodes
Acer negundo
(Arce negundo)
Adiantum capillus-veneris
(Culandrillo de pozo)
Agave americana
(Pita)
Ailanthus altissima (Ailanto)
Antirrhinum hispanicum (Conejitos
de roca)
Arbutus unedo
(Madroño)
Arundo donax (Caña
común)
Ballota hirsuta
Calendula
arvensis (Caléndula, maravilla silvestre)
Campanula erinus
(Asperilla)
Celtis australis (Almez)
Chaenorhinum villosum
Chamaecyparis
lawsoniana (Cedro de Oregón)
Citrus
aurantium (Naranjo)
Cortaderia selloana
(Plumeros)
Crataegus monogyna (Majuelo,
espino albar)
Cupressus sempervirens (Ciprés)
Cymbalaria
muralis (Hierba de campanario)
Equisetum ramosissimum
Eucalyptus camaldulensis
(Eucalipto)
Euonymus
japonicus (Bonetero del Japón)
Euphorbia characias
Ficus carica (Higuera)
Fraxinus angustifolia (Fresno)
Galium aparine (Amor de
hortelano)
Gleditsia
triacanthos (Acacia de tres espinas)
Hedera helix (Hiedra)
Ipomoea indica (Campanilla)
Iris germanica
Jasminum
nudiflorum (Jazmín de invierno)
Jasminum officinale
(Jazmín)
Juglans regia (Nogal)
Laurus nobilis
(Laurel)
Ligustrum
lucidum (Aligustre)
Lonicera sp
(Madreselva común)
Lycium europaeum
Melia azedarach
(Cinamomo)
Morus alba
(Morera)
Morus nigra
(Moral)
Nerium oleander
(Adelfa)
Olea
europaea (Olivo)
Opuntia- ficus-indica
(Chumbera)
Ornithogalum umbellatum
Osyris alba (Retama loca)
Papaver rhoeas (Amapola)
Parietaria diffusa (Parietaria)
Parthenocissus
quinquefolia
Philadelphus coronarius (Celinda)
Pistacia lentiscus
Pittosporum tobira
(Pitosporo)
Platycladus
orientalis / Thuja orientalis) Arbol de la vida
Polulus nigra
Prunus cerasifera
(Ciruelo rojo)
Punica granatum
(
Granado)
Quercus rotundifolia (Encina)
Retama sphaerocarpa
Rhamnus alaternus
Rhamnus lycioides
subsp lycioides (Espino negro)
Robinia pseudoacacia
Rosa
Rosa canina
Rosmarinus officinalis (Romero)
Rubus ulmifolius (zarzamora)
Salix alba
Salvia microphylla
/Salvia grahamii
Sanguisorba verrucosa
Scrophularia lyrata
Sedum sediforme
Silene vulgaris
Smyrnium olusatrum
(Apio caballar)
Tamus communis
Teucrium fruticans
(Salvia amarga)
Trachelium caeruleum (Flor de
la viuda)
Ulmus minor
Umbilicus rupestris
Vinca difformis (Hierba
doncella) Phagnalon rupestre
Celinda
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